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Capítulo 12.

Todos tenemos un alma gemela.

Mikhail

Seguí a Alen dentro de aquella enorme casa. Si yo pensaba que la casa de mi padre era grande, esta lo era mucho más, una enorme mansión moderna llena de lujos, una bonita y lujosa construcción.

—Esta casa es muy bonita.

—Mi madre se ha encargado de que así sea —dijo el joven a mi lado.

Tenía un gran parecido con su hermana, solo que él tenía el cabello un poco más oscuro, al igual que pecas en la nariz y no tenía la mirada de Robin, porque ella era como su padre, eso lo pude notar desde el primer día que los conocí.

—¿Dónde está tu papá?

Una mujer salió de la cocina, cabello negro, bonita, igual tenía algunas pecas que salpicaban su nariz.

Me miró a mí y después lo hizo con Alen.

—Él es Mikhail, el chico ruso con el que papá está haciendo tratos.

Ella sonrió.

—Ella es mi madre, Aleid De Vaux Venner.

—Mucho gusto —cogí su mano y le di un beso en el dorso.

Realmente era una mujer hermosa.

—El gusto es mío —solté su mano —, Mikhail.

—Papá está con Daen y Mees.

—¿Y Robin?

—Con Joep, revisando un arma.

—Ok, el almuerzo casi está listo, yo les llamo.

Sonreímos y regresó por el pasillo hacia la cocina.

—¿Qué quieres hacer?

—¿Qué? —volteé a verlo.

—¿Qué quieres hacer?

—¿Qué podemos hacer? —se encogió de hombros.

—No sé, está la piscina, podemos fumar un poco —fruncí el ceño —, o no. Mejor vamos con Ro.

Asentí con la cabeza y lo seguí.

—¿Tu padre no les dice nada?

—¿De qué? —regresamos por donde habíamos entrado pero no salimos de la casa, sino que dimos vuelta a la escalera y seguimos por un pasillo.

—De que fumen eso.

—No, antes sí, pero ahora ya no tanto. Es más dañino el tabaco, ¿no?

Dijo aquello tan despreocupado.

—Sí, eso creo.

—Además no nos metemos otra cosa, solo fumamos y ya —en parte tenía razón.

Era un pasillo largo con grandes ventanas que daban al patio delantero y de donde se podía ver la puerta principal, las camionetas y coches, al igual que la moto de Ro. Al final del pasillo había una puerta alta, de madera, pero dimos vuelta a la izquierda y bajamos unos escalones, llegamos a una especie de estantería, donde estaban Robin junto al chico que fue por mí al hotel.

—¿Qué hacen? —preguntó Alen.

Nos acercamos a ellos. Cuando Alen hablo los dos voltearon.

—Desarmando esto —respondió él. Robin solo me echó una mirada para nada agradable y siguió con lo suyo.

Al acercarnos me di cuenta que estaban desarmando la ametralladora que Rykel le había entregado al sujeto este, minutos atrás.

—¿No tenía código? —él negó con la cabeza.

—Se lo borraron —cogió una de las piezas y me la entregó, señalando el área donde debía tener el codigo pero la zona estaba limpia.

Puse la pieza en la mesa.

—¿Qué haces tú aquí? —le preguntó a Alen —. ¿No se supone que deberías estar jugando con los carritos? —Alen frunció el ceño.

—Cierra la boca —Alen le dio un golpe y este se lo regresó.

Miré a Robin que tenía la mirada fija en lo que hacía su amigo, revisaba cada pieza desarmada y la devolvía a su lugar.

Por un instante nos miramos, aquello se sintió tenso, pero nada incomodo.

—¿Podemos hablar? —me preguntó.

—Sí, claro.

—Ahora regresamos.

Joep nos miró salir y le prestó atención a Alen cuando él le preguntó algo.

—¿Qué se supone que haces aquí? —salimos al pasillo.

—¿Cómo que qué hago aquí?

—En mi casa —aclaró.

—Tu padre me invitó, no le iba a decir que no —entornó los ojos.

—Que conveniente, ¿no? —levantó una ceja —. Se supone que ya no nos íbamos a ver y lo que pasó solo fue...

—Sí, sí, ya sé que fue para ti, pero tú no sabes lo que fue para mí.

—No me vengas con esa mierda —espetó.

—No es ninguna mierda para mí y es mejor que te vayas acostumbrando —la atraje a mí poniendo una mano en su cintura.

—¿O qué? —apoyó ambas manos en mi pecho.

—O me verás más seguido por aquí.

—No te atrevas, Mikhail.

Que me dijera Mikhail me supo tan mal, más que nada viniendo de ella.

—¿Ya no soy Khail? —levanté una ceja.

—No te acostumbres, ruso tonto.

Se burló.

Quise decirle algo pero para mi maldita suerte mi móvil empezó a sonar. Ro me separó de ella.

—Disculpa —saqué el móvil de mi chaqueta y respondí sin mirar la pantalla —. ¿Diga?

¡Amor mío! —su voz resonó hasta lo más profundo de mi cerebro —. ¿Cómo estás y por qué no me has llamado? Debería estar muy molesta contigo Mikhail.

—Mila, he estado ocupado, han pasado algunas cosas.

Lo puedo notar, pero está bien, no te preocupes.

—¿Cómo estás? —Robin me miraba con los brazos cruzados y una ceja levantada.

Bien, pero te extraño mucho, ¿crees que vayas a tardar mucho allá?

—No sé, es probable que esto se retrase un poco. Quizá unos días más.

Bueno —suspiró triste —, pero ya no te olvides de mí, me siento mal que no estemos juntos y quiero estar a tu lado. Te amo.

—Yo también te amo —colgó y guardé el móvil.

—Era tu noviecita —dijo en un tono un poco despectivo.

—Sí, era ella, ¿por qué?

—No, nada más, no me importa —masculló.

—¿Segura? —me acerqué a ella y la acorralé contra el gran ventanal, poniendo mis manos en el vidrio a la altura de su cabeza. Apoyó las manos detrás y levantó la cabeza para poder verme mejor.

—Sí —había algo en su mirada que me decía todo lo contrario.

—Está bien, pero eres una mala mentirosa —di un paso atrás.

—Tú no me conoces como para decir eso —me señaló.

—Te conozco lo suficiente, rubia —la vi tragar saliva —. Milaya.

La deje con las palabras en la boca y me di la vuelta para regresar donde estaban Alen y ese sujeto.

Alen

—Gracias, José —le dijo Mikhail a Joep, que solo efectuó una mueca.

Ya estábamos almorzando y Joep se unió a nosotros, ya que mi padre lo invitó.

El ruso cogió la bandeja con pan y dejó uno a su lado. Robin sonrió y papá miró al ruso.

—Es Joep —corrigió el susodicho.

—Supe que a tu tía le está yendo muy bien en Nueva York —dijo mi padre.

—Sí, Vera supo como sacar a flote el negocio cuando Víctor falleció. Ella y su hija pasaron por muchas cosas pero al final supieron darse su lugar allá.

—Tú eres sobrino de Vera Petrova, ¿por qué? —le pregunté.

Mikhail volteó a verme.

—Mi padre era primo de Víctor, cuando ellos viajaron a Nueva York dejó a mi padre a cargo de los negocios en Rusia.

—¿Entonces todo es de la familia Záitsev? —inquirió Joep, a lo que Mikhail asintió con la cabeza.

—Ahora es Aleksei, el sobrino de Vera, quien se hace cargo de los negocios allá, pero sí, todo es de la familia.

—Es como aquí —habló Ro, todos volteamos a verla —. Mi abuelo empezó esto y mi padre junto a mis tíos lo siguieron cuando él falleció.

—¿Y quien se hará cargo después? —preguntó el ruso.

Mi padre volteó a ver a mamá y ella a nosotros.

—No, nos gusta hablar mucho de eso.

—No queremos traer desgracia a esta familia.

Terminamos de almorzar, ayude con los platos al igual que lo hizo Joep, mientras que Robin llevó al ruso a la sala, donde hablaría con mi padre. Al salir de la cocina recibí un mensaje, al revisar el móvil vi que era Anne.

Anne:

¿Puedes venir a mi casa? Koert viene para acá.

Yo:

Deja pido permiso.

Anne:

¡Gracias!

Guardé el móvil y fui a la sala donde mamá estaba también.

—¿Mamá?

Me acerqué a ella.

—Dime.

—¿Puedo ir a ver a Anne? —levantó una ceja.

—¿De cuando acá pides permiso?

—Pues con lo que ha pasado.

Me encogí de hombros.

—Deja le pregunto a tu papá —él no estaba en la sala.

—¿Dónde está él?

—Fue al despacho por unos papeles —puso una mano en mi hombro y camino hacia el despacho.

—¿Quien es él? —preguntó de pronto Mikhail.

Miraba la foto del abuelo.

—Nuestro abuelo —ladeó la cabeza, observó la fotografía por algunos minutos y nos miró a Ro y a mí.

—¿Se parecen a su abuela?, ustedes —nos señaló —. ¿Por qué no hay una foto de ella?

Robin negó con la cabeza y cogió una de las fotografías donde estaba el abuelo con mi padre, Daen y Hein. Se la entregó a Mikhail.

—Porque no tenemos abuela, al menos no la esposa del abuelo —yo cogí una foto donde estaba Teté con los tres niños —. El abuelo nunca se casó, no sabemos porqué, pero nunca tuvo esposa. Adoptó a mi padre y mis tíos porque no podía tener hijos, así que ellos se convirtieron en su todo desde que llegaron a esta casa.

—Ella es Teté —señalé a la abuela —. La mujer que ayudó al abuelo a criar a los tres niños y que se convirtió en su madre.

—Y nuestra abuela —añadió Ro.

—Vaya —el ruso nos miró.

—Dice tu padre que te lleves el auto, que no tardes y que si pasa algo le llames —entró mamá con las llaves en las manos.

—Me voy —dije feliz.

—Te portas bien —me señaló Ro —. Y llamas si algo pasa.

Les dije adiós con la mano y salí de la casa. Me subí al auto y esperé que la reja se abriera para poder salir. Conduje solo unos minutos y llegué a la casa de la tía Annelien. Me estacioné frente a la casa y salí, mirando a mi alrededor. Mi padre siempre decía que debíamos de estar atentos a nuestro entorno.

Toque el timbre, esperé unos minutos y la puerta se abrió. Detrás de ella estaba Anne, tan bonita como siempre. Se acercó a darme un beso en la mejilla y se hizo a un lado para dejarme pasar.

—¿Y tu mamá? —mire dentro de la casa.

—Arriba —señaló las escaleras —, desde que Koert le dijo que venía para acá se la ha pasado preparando de comer y se pone ropa, se la cambia, ya se maquilló y no sé que más está haciendo.

—Vaya.

—Yo pienso que le importa mucho que él venga, mucho más de lo que ella aparenta.

—¿Quien es? —la tía Anne empezó a bajar las escaleras.

—Soy yo —levanté la mano —. Te ves muy bien —Anne asintió con la cabeza.

—Sí, mamá, te ves muy bien —ella sonrió. Se veía feliz —.Vamos arriba.

Anne cogió mi mano y me llevó con ella escaleras arriba. Pasamos por la habitación de su madre y seguimos hasta llegar a la puerta de su habitación, que era de madera con una A de color rosa en medio.

Anne abrió la puerta y pasó primero, cerré la puerta y me acerque a la cama.

—¿Cómo estás?

—¿Con qué? —volteé a verla.

—Con lo que pasó el otro día —tenía una bonita y dulce mirada.

—Bien, al menos no murió nadie y papá ya está investigando quien fue el responsable del ataque —suspiré.

Sentí la mano de Anne encima de la mía. Bajé la mirada y tenía su pequeña mano dándole vuelta a la mía y entrelazando sus dedos con los míos.

Ella no sabía lo que esto provocaba en mí, yo estaba en llamas con tan solo este contacto, pero quería más, mucho más. Necesitaba decirle tantas cosas pero...no quería que ella se alejara de mí. Me había costado mucho trabajo llegar a este punto como para que ahora, por alguna estupidez me rechazara.

—Anne yo...

—Tú me gustas, Alen.

Lo dijo así, sin más, sin anestesia y vaya que no me lo esperaba.

—¿Qué? —estaba estupefacto.

No podía creer que ella me estuviera diciendo esto. Ella que parecía tan inocente y tierna.

—Tú me gustas Alen y no me avergüenza decirlo, aún no puedo creer que no me lo hayas dicho antes. ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—¿Qué? —yo estaba babeando por ella.

Me tenía loco.

—Es que yo —parpadeé —, yo no sabía si tú sentías lo mismo que yo siento por ti. Me gustas también y mucho, AnneMarie —una bonita sonrisa se dibujó en sus labios.

—Claro que siento lo mismo —subió mi mano a la altura de su corazón y la puso ahí. Podía sentir el mío latir dentro de mi pecho, golpear mis costillas, se volvía loco por ella —. Lo siento aquí, Alen. ¿Lo sientes?

Asentí con la cabeza.

Claro que lo sentía.

—Te amo desde que supe lo que significaba el amor, yo solo quiero hacerte feliz, verte feliz. Quiero estar contigo y besarte, solo quiero besarte.

No pude evitar bajar a ver sus labios, eran tan apetecibles y...

—¿Por qué no lo haces? —volví a mirar sus ojos.

—Tu madre está allá abajo y si sabe que he besado a su hija, es seguro que me mata. Además Daen no va a dejar que me acerque a ti.

Soltó mi mano solo para acunar mis mejillas entre ellas.

—Nadie lo tiene que saber, Alen, podemos ocultar esto hasta que estemos seguros de lo que sentimos.

Estaba tan nervioso que sentía las manos sudadas, mi corazón seguía latiendo y mi estómago era un revoltijo.

—Yo estoy seguro de lo que siento por ti, Anne.

—Y yo estoy segura de lo que siento por ti, Alen.

Solo necesitaba escuchar aquellas palabras para saber lo que tenía que hacer, y eso era arriesgarme y darlo todo por ella, demostrarle a su madre y a Daen que yo la quería bien.

Apreté mis labios a los suyos y cerré los ojos. Ella no me rechazó, ese era un gran paso ya, ¿no? Cuando sus labios se empezaron a mover sobre mis labios todo pasó a un segundo plano y me olvidé de como se respiraba.

Fue un beso lento, dulce y delicado, mis manos se aferraron a su cintura y las suyas siguieron en mis mejillas, la calidez que me brindaron me hicieron sentir en paz, ella era todo lo que yo necesitaba, no quería nada más de esta jodida vida, no quería nada más porque a su lado todo estaba bien, aunque afuera todo se estuviera cayendo, con ella no importaba nada. Nada.

—Alen —nos separamos un poco.

Pegué mi frente a la suya.

—¿Sí?

—Te quiero, Alen —abrí los ojos y me encontré los suyos de color miel.

—Y yo te quiero a ti, AnneMarie.

Mannes

Limpiaba una mesa y recogí las tazas que habían quedado encima. Niek estaba del otro lado de la barra atendiendo a una pareja. Volteé a ver la mesa en la que siempre estaba Hennie y se me hizo raro no verla ahí.

Ya habían pasado algunos días desde la última vez que vino y yo estaba como desesperado por verla.

Cuando termine fui a la barra y se la entregue a mi amigo.

—¿Crees que ella no ha venido por lo que me dijiste que pasó en el pub?

—Yo creo que sí. Dicen que estuvo muy feo —suspiré —. Pero no te preocupes —fue a la cocina a dejar la bandeja —, pronto va a regresar.

—¿Cuando es pronto para ti?

Era patético, apenas y la conocía y tenía una necesidad imperiosa por verla todos los días.

—No sé —se encogió de hombros —. ¿Dos o tres?

—¿Dos o tres qué? ¿Días, semanas, meses?

—Quizá cuatro —añadió.

—¿Cuatro qué?

Mi móvil empezó a vibrar, supuse que era mi madre ya que nada más ella y Niek tenían mi número ya que no le hablaba a casi nadie. Al ver la pantalla me di cuenta que era un número desconocido.

—¿Diga?

¿Mannes? —era ella. Esa era su dulce voz.

¡Era ella, mierda!

—¿Hennie?

Sí, soy yo, Hennie —se escuchaba nerviosa.

Ella te pone nervioso a ti, amigo.

Hola.

Que idiota.

—Hola —me rasque la nuca —. ¿Pasa algo?

Sí, no...no es nada malo, al contrario.

—¿Sí?

He mandado a alguien para que te traiga a mi casa.

—¿Qué? Pero no yo puedo salir, estoy trabajando, ¿qué?

He hablado con mi mamá y dijo que estaba bien. ¿Recuerdas que te dije que tengo pinturas, pinceles y todo para dibujar?

—Sí, sí.

Pues eso...por favor, Mannes, no me rechaces, ¿sí?

—Es que yo no sé.

No me sentía cómodo con esto. No quería nada regalado, quería ganarmelo.

Por favor —su voz era dulce y tierna, imposible decirle que no —. Después me lo pagas.

—Tu papá se puede molestar.

Te aseguro que eso no va a pasar.

No conocía al señor De Vaux en persona ya que la mayoría de las veces era su esposa la que iba al café, pero tampoco quería ver ese lado suyo al que todos temían por ser parte de la Penose.

—Está bien, pero te voy a pagar todo —chilló de la emoción.

Te veo en unos minutos.

—Nos vemos —me volteé y Niek solo me miraba.

—¿Era Hennie?

—Sí —me empecé a quitar el delantal —. Quiere que vaya a su casa.

—Este arroz ya se coció —entorné los ojos —. Cuando seas el dueño de este lugar espero me subas de puesto y sea el gerente —subía y bajaba las cejas.

—Idiota —le arroje el delantal a la cara pero lo atrapó en el aire.

—Hablo enserio, Mannes.

—Yo también —fui detrás de la barra para dejar el delantal en su lugar e ir por mi chamarra de mezclilla.

—Suerte, Mannes —puso una mano en mi hombro cuando pase a su lado. Le sonreí.

La puerta se abrió y un hombre, que nunca había visto nunca cruzó la puerta, miró a todos lados y cuando se dio cuenta de que estábamos ahí se dirigió a nosotros.

—¿Quien de ustedes es Mannes?

Niek me cogió de la mano y levantó mi brazo.

—Es él —también me señaló.

—La señorita Hennie ha mandado por ti —di un paso y Niek me soltó.

—Me platicas como te fue —le dije adiós y salí detrás de aquel hombre. Cuando estuve afuera la puerta del auto estaba abierta, esperó que estuviera dentro para cerrar y entrar él del otro lado. Se puso el cinturón y arrancó.

Salimos del centro de Ámsterdam para entrar a una de las zonas más ricas de todo el lugar. Había grandes casas, lujosas construcciones a cada lado de la calle, se podía oler el dinero y los lujos. No podía creer que Hennie viviera en un lugar cómo este. Bueno sí lo creía, pero no me lo imaginaba.

El auto se detuvo frente a una enorme propiedad, con muros altos. Había arbustos alrededor y muchos árboles también. Esperamos frente a la reja unos minutos en los que se abrió. Entramos y esta se cerró de nuevo.

El auto se detuvo en algún lado de la enorme mansión y no esperé a que el hombre abriera la puerta, aunque ya estaba rodeando el auto. Al mirar la puerta de la casa vi a Hennie bajo el umbral. Metí mis manos a los bolsillos de mi chamarra y caminé hacia ella.

Por alguna razón me sentía nervioso y no entendía bien porque.

—Hola —cuando estuve frente a ella se puso de puntitas para darme un beso en la mejilla.

—Hola —se me secó la garganta con este pequeño contacto.

—Pasa —se hizo a un lado y me dejó pasar.

Cerró la puerta y me sonrió.

Ella era tan bonita, nunca había conocido a alguien así. Iba a hablar pero cerré la boca cuando vi a un hombre salir de la sala. Él no nos había visto todavía porque estaba leyendo un libro, que sostenía con una mano, mientras que con la otra sostenía una copa vacía. Se detuvo, despegó los ojos del libro, me miró, miró a Hennie que le sonrió y después me miró a mí de nuevo.

—¿Y tú eres? —levantó una ceja.

—Papá, él es Mannes —se acercó a mí y puso su mano en mi brazo —. El chico del que te hablé.

Tenía los ojos de color gris, pero era un gris oscuro que su hija le había heredado, aunque ella tenía las pecas de su madre, era parecida a ambos.

—Mucho gusto señor De Vaux —extendí mi mano, la miró dudoso, cogió el libro con la mano que sostenía la copa y me dio un apretón. Un muy fuerte apretón.

Si él quería demostrar algo con este gesto, lo estaba demostrando muy bien.

—Dime Hein. No sé si decir que es un gusto conocerte.

—Papá —dijo Hennie.

—Bien —soltó mi mano —. Pueden irse —dimos la vuelta —. Pero dejas la puerta abierta Hennie, por favor.

—¡Papá! —chilló.

—¡He hablado señorita!

—Ash —iba a su lado, subíamos las escaleras.

Negó con la cabeza y yo solo me reí. Era lindo que su padre la cuidara de esta manera, o al menos a mí me parecía lindo.

La seguí por un largo pasillo hasta que nos detuvimos al final y esperé que abriera la puerta. Al hacerlo me encontré con una enorme habitación.

—Pasa —entré y ella lo hizo detrás de mí. Escuché que cerró la puerta y fue que me gire a verla.

Las paredes eran de color blanco, en las orillas y esquinas había luces, que en ese momento estaban apagadas. Todo era acorde a su edad y a su estilo de vida.

—Tu papá te cuida mucho.

—Solo quiere parecer intimidante —encogió un hombro y se acercó a las dos puertas en la pared —. Ayudame —señaló algo dentro del closet.

Era un gran baúl de madera. Lo jaló de un extremo y le ayudé a sacarlo para dejarlo frente a la cama con cobertores blancos.

—¿Te gusta el color blanco?

—Más o menos —abrió el baúl y empezó a sacar un sin fin de objetos de pintura —. Aún no descubro cual es mi color favorito y por eso todo es blanco, hasta que lo descubra.

Ella era interesante.

—¿Por qué me miras así?

La había estado mirando por tanto tiempo que aquello parecía raro.

—No, es que yo —sacudí la cabeza.

—¿Es que qué? —una de sus cejas se elevó.

—Tú...yo, creo que... —empecé a tartamudear.

Eres un caso perdido y me das pena.

Me estrujaba los dedos y sentía tantos nervios que no podía articular ni una oración completa ni coherente.

—¿Eh?

—Has de pensar que soy un tonto o yo que sé.

—Yo no pienso eso de ti, Mannes.

—¿No? —ahora yo levanté una ceja —. ¿De verdad?

—Sí, de verdad. Pienso que eres, lindo —dejó los pinceles de nuevo en el baúl —. Eres tímido, interesante, lindo y tierno.

Yo me sentía en las nubes en ese instante y no quería bajarme de ahí, estaba en un cielo estrellado y era demasiado para mí.

—Tú eres muy linda —admiti. Esta vez no tartamudeo, pero sí sentía un revoltijo en la panza —. Tanto por dentro como por fuera.

—Gracias —se pasó uno de sus largos mechones detrás de la oreja.

—Me gustan tus pecas —le di un toquecito en la nariz con mi dedo. La arrugó y eso la hizo ver más hermosa todavía.

Ella era una belleza salvaje que yo quería retratar en un lienzo.

—Espero que un día de estos me dejes hacer una pintura tuya —abrió los ojos, muy grandes.

—¿Un retrato mío?

Asentí con la cabeza.

—Es lo menos que puedo hacer por todo esto.

—Ya te dije que no me pagues.

—Y yo insisto en que sí, quiero hacerlo —suspiró.

—No vamos a discutir por esto, Mannes.

—Más te vale, Hennie.

Escuchamos unos golpes en la puerta, así que me aleje un poco de ella, si era su papá no quería que me viera tan cerca de su hija.

—Adelante.

La puerta se abrió y su madre se asomó, al ver que estaba ahí sonrió.

Ver a su mamá con esa ropa me recordaba mucho a Hennie. Traía una blusa blanca de mangas largas y un pantalón de mezclilla, ellas se vestían casi igual.

—Mannes.

Entró a la pieza.

—Señora De Vaux —me puse de pie y nos saludamos estrechando las manos.

—Pregunta tu papá si Mannes se va a quedar a cenar —iba a negar pero Hennie se me adelantó.

—Sí, dile que sí —Heleen asintió.

—Yo le digo para que pongan otro lugar en la mesa.

—Gracias, mami.

Se dio la vuelta.

—También me dijo que les dijera que dejen la puerta abierta —Hennie suspiró y se sobó la frente —. Ya sabes como es.

—Dile que está abierta —su madre efectuó una mueca antes de cerrar la puerta.

Me senté de nuevo al lado de Hennie.

—Tu papá no me va a matar, ¿verdad? —ella negó de inmediato.

—No, claro que no, solo te hará muchas preguntas y sino las respondes bien no te va a dejar entrar en esta casa una vez más.

Tragué saliva. Ahora estaba más nervioso que antes.

—No es cierto, Mannes, mi padre no es taaan malo. Cuando se conozcan mejor se van a caer bien —una dulce sonrisa se desplegó en sus labios.

—Eso espero —puso una mano encima de la mía.

—Ya verás que sí.

🌸🌸🌸🌸

Capítulo largo, espero les haya gustado, mucho. La verdad a mí me gusta escribir de todas las parejas porque todas son tan diferentes y tienen lo suyo, son únicos. Alen y Anne ya han aceptado que se gustan, los que creíamos mas alejados fueron los más vivos y atrevidos, por cierto, mi bebé Alen tiene Instagram, espero lo vayan a seguir, a todos que hacen un bonito trabajo y se llevan bien con más de mis personajes y de historias de otras escritoras.

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