0:06°: WHISHING BOY 💫
OST:
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In the End by Linkin Park 🐱
One more Light by Linkin Park🐥
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•ATMOSPHERE 350°•
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~EN TU CORAZÓN~
Uno, dos, tres...
El sonido que produce el balón sobre el tabloncillo lidera una nueva oleada de emociones. Crece, se expande y se tensa como la contracción de un músculo. Crece, asciende y se rompe como la cuerda de un instrumento musical para el que su portador aún no está preparado.
Tenemos música dentro de nosotros. No como la frase cliché que pudiera consolarnos en un momento difícil, aunque todos necesitemos esa diferencia en ciertas estaciones. No, tampoco es tan simple como el mismo acto de respirar.
El repiqueteo sobre la madera se dilata hasta que el aro sobre la cancha recibe su recompensa. Una nueva sensación auditiva puebla la escena, el forcejeo de una respiración entrecortada es similar al canto de la lluvia en medio de la tormenta.
Un relámpago rasga el sinuoso velo de los recuerdos, el latido se hace constante. Un insólito arcoíris de percepciones queda sobre el tabloncillo mientras la soledad es interrumpida por la sonrisa orgullosa de un chico de cabellos dorados y ojos azules.
Un pequeño sol iluminando los cristales atrapados en las cicatrices del desastre. Un pequeño sol llamado Park Jimin...
Cuando la respiración de Min Yoon Gi deja de ser un murmullo y el sonido constante del monitor conectado a su cuerpo recuerda la sinfonía de un golpeteo certero, una cabeza de mechones rubios es encontrada al borde de su mano.
Yoongi no recuerda mucho antes de ser llevado a urgencias. Solo comentarle a Lisa que estaba ansioso por reencontrarse con aquel interno mandón de la otra vez. Luego la oscuridad decidió aislarlo a una zona de penumbra que en los últimos tiempos se estaba haciendo habitual.
El abismo al final de sus preocupaciones, el péndulo agitándose de un lado a otro cuando cada minuto cuenta. La vida es irónica, el tratamiento que tanto había rechazado fue administrado de una forma u otra y Yoongi nunca tuvo más miedo que en esos instantes previos a la inconsciencia.
No sabía cómo o por qué. A fin de cuentas no encontraba una explicación para encapricharse con alguien que solo había visto contadas ocasiones. Aún así pensó mucho en Park Jimin, el nuevo interno del ala de Cardiología, con cara de ángel y artes de gobernante.
Ya lo visualizaba, todo pulcro y ordenado, rodeado de libros y apuntes, sentado a un escritorio siendo el mejor de su clase. La suerte no había estado de su parte, o quizás era todo lo contrario.
Qué probabilidades habría tenido de encontrar a alguien así en Estados Unidos, donde debería estar. Qué probabilidades existían de que se incorporara un poco en la incómoda cama de su habitación en el hospital hasta que sus dedos vagaran en torno a la melena dorada de aquel chico.
Limitadas... esa debería ser la respuesta. Sin embargo, sus dedos se hundían en las sedosas hebras, impartiendo un masaje destinado a tranquilizar cuando era realmente él quien necesitaba confort.
Me han dado otra oportunidad. Creo que la aprovecharé contigo.
Yoongi pestañeó ante la certeza de esa promesa. Sus ojos color marrón oscuro se percibían como el ónice bajo las tenues luces de la habitación. Sí, a partir de ahora trataría de alargar su existencia mientras descubría quién era el chico que tozudamente se había quedado en su habitación, protegiéndolo de sus propios miedos como un ángel guardián.
La mañana posterior a la cirugía de cambio de marcapaso de Min Yoon Gi amaneció con un cielo igual de gris que el estado de ánimo de Jimin. Le dolía la espalda por la posición en la que había dormido, sobre una incómoda silla de plástico, con sus antebrazos sobre la cama del pelinegro.
Yoongi había despertado en la mañana, cuando la doctora Park Eun Ji había insistido en que su hijo se retirara por el resto del fin de semana pues el caso estaba aún pendiente de valorar.
Por eso Jimin no entendía muy bien por qué estaba desobedeciendo a su madre al visitar a Yoongi como si fuera un amigo o algo más.
Algo más...
Sin dudas hay personas que nos impactan solo con su presencia. Jimin tenía la impresión de que conocía a Yoongi desde antes. Como si su máscara de distanciamiento y majadería solo fuera visible para él.
Como si los planetas en su libro se alinearan de la forma más impredecible para impelerlo a regresar a su lado. Para gritarle a través del silencio que le necesitaba. El rubio apretó la bolsa de papel que llevaba entre sus manos.
El ala de Cardiología estaba en calma, contando que pasaban las tres de la tarde de un plomizo domingo. Fuera del horario de visitas o del conocimiento de su madre, Jimin empujó la manija que daba paso a la habitación de su primer y hasta ahora único paciente.
Ni siquiera había reparado en la posibilidad de que Yoongi aún estuviera descansando o que tuviera compañía pero afortunadamente no era el caso. El pelinegro dejó lo que sea que estuviera haciendo en su móvil para encontrarse con los amplios orbes azules de Park Jimin.
—Hola...
Se escuchó a sí mismo antes de cerrar la puerta y con algunos pasos inseguros alcanzó la cama. A pesar de la palidez que usualmente exhibía Yoongi, Jimin podía atestiguar que algo de lozanía regresaba a sus mejillas. De pronto cayó en la cuenta de que no tenía muchas razones para justificar su presencia.
Solo un impulso primario para declinar la invitación de Taehyung de ver un maratón de anime ese día. Quizás más que un impulso mientras retorcía sus dedos en la bolsa de papel que Yoongi no tardó en identificar. De hecho la mirada marrón del mayor parecía escanearlo de arriba abajo, sumando más nerviosismo en el cuerpo de Jimin.
—Hola, no esperaba que vinieras tan pronto. Aún no muero.
La voz algo ronca de Yoongi hizo eco en la habitación. Jimin sacudió la cabeza.
—El sarcasmo regresó. Por lo visto has mejorado.
Comentó reprimiendo un amago de sonrisa. Yoongi ladeó la cabeza antes de que un suave sonido sustituyera la tensión en aquel espacio.
La risa de Yoongi, bien podría compararse con el canto de algún ser protector. Pensó Jimin convencido de que ese sonido casi ronroneante sería agregado a la lista de sus sensaciones favoritas.
Sensaciones con Yoongi... el pensamiento lo dejó al borde de la divagación. El mayor señaló la silla a la derecha de su lecho. Un poco más lejos del monitor que indicaba los latidos, ahora acompasados, del más pálido.
—No creo que vengas en calidad de mi interno. La ropa informal es un aviso, sin dudas. Siéntate, no quiero ser un mal anfitrión.
Jimin obedeció. La bolsa de papel que seguía captando la atención de Yoongi fue depositada sobre las rodillas descubiertas del menor. Una sudadera enorme en tonos azules y un pantalón corto hasta las rodillas combinaban con las botas que traía Jimin.
Hermoso y adorable...
Pensó Yoongi y el calor impactó sus mejillas. Gracias a Dios, el pequeño rubio estaba más ocupado en develar el contenido de la bolsa. Tres volúmenes de respetable grosor aparecieron sobre su camilla.
—El postoperatorio puede tomar un par de semanas. Pensé que sería aburrido estar solo con los chismes de internet, así que los traje. Verne, Dickens y Harris, creo que viajar a otros lugares puede ayudar.
Libros, el misterioso regalo de Park Jimin eran libros. En otro tiempo, cuando cargaba la corona del capitán del equipo de baloncesto de su preparatoria, cuando el mundo estaba a sus pies, no hubiera dudado de reírse en su cara y llamarlo nerd.
Ahora solo podía acariciar con dedos alarmantemente fríos el contorno de las tapas de cartón y verse reflejado en el mar azul que tenía aquel chico en la mirada.
—No sabía qué traer. Tae, mi mejor amigo, dice que soy anticuado por preferir el papel a los libros digitales pero contando que soy miope, mis ojos ya no...
—Gracias... en serio gracias por... por tratarme como un ser humano...
La interrupción hizo que Jimin alzara la cabeza. Yoongi no lloraba, sin embargo, tenía la particular manera de parecer hecho de cristal bajo las luces de aquella tarde.
Tal como si el cielo compartiera el peso de su tristeza, la primeras gotas de lluvia impactaron la ventana entre abierta. Jimin aprovechó para excusarse y decir que la cerraría. Yoongi asintió regresando su mirada a los libros.
Nunca antes había deseado con tantas fuerzas estar sano. No quería esa mirada en el rostro de Jimin nunca más. No era lástima ni pena.
Era muy pronto para establecer semejante lazo. Sin embargo, ni siquiera sus padres habían logrado descifrarle con tanta rapidez como lo estaba haciendo ese chico. En el pasado, Yoongi nunca había permitido un acercamiento tan agudo a su alma.
Ni siquiera con las chicas que había salido con algo más de formalidad. Para él todo iba rápido, cegado por el brillante sueño de conseguir una beca en la universidad con pase a NBA. Quizás ese fue su error, volar demasiado cerca del sol con las alas de Ícaro, incendiarse por dentro cuando solo quería desaparecer.
—Una tormenta en abril es un evento extraño...
Comentó Jimin de vuelta a la silla. Yoongi dejó de pelear contra el pasado convencido de que el chico se quedaría un poco más, para tranquilidad de ambos.
—En Seúl es más común de lo que imaginas. Lisa me dijo que eres el hijo de mi doctora.
El rubio parpadeó ligeramente antes de asentir.
—Sí, soy su hijo y por eso puedo hacer la pasantía antes de entrar a la universidad.
—¿No tienes diecinueve?
Se precipitó Yoongi. Jimin parecía como mínimo cercano a su edad. Quizás un poco más maduro y sofisticado. Algo que le hizo darse cuenta que deseaba que tuvieran la misma edad.
—No, la verdad cumplí hace poco los dieciocho y aún estoy en la preparatoria. Tener un promedio de primera es la meta si quieres entrar a la facultad de medicina.
Le habló a la habitación y Yoongi comprendió que su especulación iba bien encaminada. Jimin comía libros y era un nerd con pinta sexy.
Otra vez sacando conclusiones y juzgando. No tenía remedio.
—Perdón por ser tan metiche. Yo también quería ir a la universidad. Supongo que ahora me deberé adaptar a las de Seúl.
—¿Ibas al extranjero?
El rubio no se pudo contener. Yoongi se mordió el labio inferior. No podía perder la oportunidad de tener la primera conversación que no versara directamente de lo que había sido su vida. Jimin no le conocía más allá de lo que percibía ahora, esa era su carta ganadora.
—A Estados Unidos, Los Ángeles para ser exactos...
—Whoah... una vez mi papá planeó que mi hermano y yo pasáramos las vacaciones en Santa Mónica.
—Yo solía fantasear con ese muelle ¿Llegaste a ir?
Jimin demoró esta vez en contestar.
—Mi madre me necesitaba. Igual he pasado más tiempo ocupado con la escuela que...
—Ya... entonces te unes al club de los que babean por el American Dream.
El rubio comprendió un poco tarde que el otro bromeaba. Yoongi se apartó el espeso flequillo que le cubría la frente y parte de los ojos. Jimin habló sin pensar otra vez.
—Necesitas un corte.
"A veces hablas como mi madre."
Pensó Yoongi pero no lo exteriorizó. En su lugar volvió a mirar los libros, escogiendo a Verne en primer lugar. Quizás viajar a la Costa Este de África fuera una buena idea si podía seguir hablando con el curioso muchacho rubio al otro extremo de su camilla.
—Sí, necesito muchas cosas, Jiminnie.
Concedió para esbozar otra pequeña sonrisa y Jimin se regañó por pensar que los latidos del corazón de Yoongi se habían incrementado en el monitor. Tal como su propio ritmo parecía haber entrado en una montaña rusa de emociones en los últimos minutos.
Afuera la lluvia cubría fachadas y personas, unía pensamientos y añoranzas, fragmentos y sueños tan lejanos como los mundos que puede contener un asteroide. Tan frágiles y hermosos como la humanidad reflejada en la promesa de un arcoíris.
Jimin había cruzado los dedos porque Yoongi no rechazara su amistad. Yoongi rogaba para no perder un ángel antes del ocaso.
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•ATMOSPHERE 350°•
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"Bajo los charcos hay ríos enteros de nostalgia. Bajo los pies cansados de los que bailan en la lluvia hay promesas susurradas a la nada.
Aún cuando me siento tan ligero como un avión de papel, el inhóspito vuelo a contra luz no merece ese nombre si no lo comparto.
Quiero creer que esa tristeza se irá algún día. Que tal como el arcoíris, todo ha cambiado desde que estás aquí."
•ATMOSPHERE 350°○
~EN TU CORAZÓN~
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