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0:02°. HEAVI-NESS 💫

Importante escuchar:

💫Teenage Dream by Katy Perry (Jimin)🐥

💫Unsteady by X Ambassadors (Yoongi)🐱

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ATMOSPHERE 350°

“La música que llega desde el fondo del corazón tiene demasiados colores.”

Es marzo y el semestre reinicia en Seúl para llenar las calles de atareados estudiantes que compiten por encontrar el metro o el bus con tal de no ser reportados en alguna clase. Park Jimin es uno de ellos y ahora lamenta ser tan terco al punto de negarse a que su madre le lleve al instituto donde debe comenzar hoy.

—¿Por qué todas las calles me suenan iguales? ¡Maldita sea, Seúl que eres como un laberinto al revés!

Mientras intentaba hacer que su móvil escaneara una valla publicitaria y de paso le ubicara en su camino hacia el colegio, otra persona observaba con diversión al acalorado rubio que le profería maldiciones a la nada.

Sin dudas ese chico estudiaría en la misma preparatoria que él a juzgar por el uniforme. Jeon Jungkook decidió que era el momento de hacer su buena acción del día. Realmente no le importaba llegar retrasado.

Esa ya constituía la regla fundamental para el capitán de los Tigres de Seúl en el último año. Si todos los clichés se podían juntar en una sola persona, pues Jungkook era el indicado.

Con parsimonia llegó hasta la esquina donde el atolondrado rubio maldecía por cuarta vez. Una sonrisa irónica tironeó de sus facciones resguardadas bajo una chaqueta de cuero por encima del uniforme azul marino y blanco de la preparativa Parang Seoul.

—¿Problemas para orientarse? La parada del bus está más adelante…

Jimin casi pega un respingo al descubrir aquella voz ronca detrás de su presencia. Una rápida revisión y el pelinegro se reajustó la icónica paleta de caramelo que solía usar como distracción al apreciar los enigmáticos orbes grisáceos del rubio. Un gris tan cambiante que a veces se confundía con el naranja fundido producto a su tono de cabello y piel.

—Estoy al borde del colapso. Llevo media hora de retraso, pero… ¿Acaso vas a Parang Seoul High?

Se había percatado de que aquel chico con pinta de motero salido de una película de John Travolta llevaba el mismo tipo de uniforme que él. Le calculó unos años menos a juzgar por el rostro aniñado; sin embargo, repasar todo el conjunto que podía ser Jeon Jungkook le sembraba otras dudas. Jimin se humedeció los resecos labios antes de intentarlo otra vez. A fin de cuentas, él era el provinciano en apuros.

—Soy Park Jimin, esto te sonará super raro pero me acabo de mudar y tuve la genial idea de despreciar un aventón hasta el instituto ¿Me podrías orientar al menos?

Jungkook desechó los restos de la paleta de caramelo con la que había estado coqueteando por lo menos quince minutos después que encontrar a su futuro compañero de clases.

—Por supuesto, yo también pasé mis tragos amargos cuando recién me adaptaba al instituto. Como te comentaba, dos bloques más abajo hay una parada de bus. Vamos tarde pero al menos llegaremos. Sígueme.

Abrió la marcha colgándose la mochila a juego con el uniforme sobre el hombro. Jimin trató de seguirle el paso, contando el hecho de que el joven era más alto debía casi correr para compensar la zancada que podía ofrecerle su uno setenta y cuatro en comparación con el casi uno ochenta del chico.

—Soy Jeon Jungkook, pero prefiero que me llamen JK o simplemente Kookie si llegamos hacernos cercanos. Tú debes ser el chico nuevo del que Kim Taehyung ha alardeado tanto. De hecho creo haberte visto en fotos. Eres más bajo y esponjoso de frente a frente.

Aquella definición dejó a Jimin anonadado, pero se limitó a perseguir a Jungkook y rezar internamente porque le permitieran entrar al salón de clases después de casi media mañana perdida.

—Sí, creo que ese es mi Tae, entonces para hacerlo oficial: me llamo Park Jimin. Disculpa, podrías ir un poco más lento. Se me corta la circulación aquí y no tengo planeado participar en las olimpiadas.

Jungkook se dio cuenta de que iba demasiado rápido al notar las mejillas sonrojadas de Park por el esfuerzo de seguirle el paso. Por alguna razón le gustaba la vista que podía ser aquel chico de cabellera dorada y labios rechonchos.

—Disculpa, la fuerza del hábito. Oh… tenemos algo de suerte. Solo un poco más, amigo, el bus acaba de llegar.

Si Jimin ya tenía problemas para seguirle, ahora debía correr literalmente detrás del bus si mínimo quería llegar a la preparatoria.

—Después mi madre me dice que no me ejercite. Estas son las consecuencias. Recuperaré mis clases de natación o corro el riesgo de convertirme en un anciano.

La broma no era tan elocuente pero Jungkook convirtió su sonrisa insinuante en una carcajada. Sin pensarlo mucho dejó su brazo alrededor de los armoniosos hombros de Park.

—Solo es un día difícil. Ánimo, ya te acostumbrarás.

Jimin asintió mientras se apiñaba contra el resto de los ocupantes del bus. Jungkook le comentó que él había llegado de Busan tres años atrás por una beca de baloncesto y que actualmente era el capitán del equipo de los Tigres de Seúl.

Jimin escuchaba animadamente mientras las paradas se sucedían y las calles cambiaban para dejar ver la verja y los jardines laterales del campus del instituto.

—Gracias por salvarme allá. Estuviera todavía dando vueltas o hubiera tenido que tragarme el orgullo y llamar a mi madre.

—Lo mío fue peor, por ser pretencioso me perdí en la ciudad dos veces. Es normal que te confundas con todo el primer día. Bueno yo te dejo, seguro debes pasar por el horario y esas cosas. Si necesitas un guía otra vez, no dudes en contactarme.

Jimin no esperaba que el chico sacara un maltratado cuaderno para rasgar un pequeño papel y garabatear los dígitos que debían ser su número. Un rubor furioso le incendió las mejillas pero aun así aceptó el presente.

Preguntándose por qué Jungkook se quedaba fuera del instituto o por qué sentía un extraño movimiento en su estómago, Park Jimin recordó que iba contra reloj y nuevamente inició la apresurada marcha dentro de los pasillos desiertos de Seoul Parang High.

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ATMOSPHERE 350°

—¡No, por enésima vez, he dicho que no quiero la jodida operación! ¿Qué más puede dar un mes a un año? Realmente quiero acabar con este dolor lo antes posible.

La señora Min no podía seguir escuchando aquello. Su hijo se negaba a aceptar la intervención quirúrgica que podía hacerle la vida más llevadera si es que eso era posible.

—Yoongi, no es una decisión que te competa a ti solamente…

—¿Por qué? Tengo diecinueve años, soy mayor de edad para decidir sobre mi vida, realmente no le he dado fin porque ustedes…

—¡No sigas!¡No le ruegues más Hyun Joon! Este no es mi hijo. Mi niño, el que solía conocer, nunca se daría por vencido…

Min Hye Seo abandonó el cubículo que el último año se había convertido en su cruz y en el hogar de su hijo. Las lágrimas bañaban su rostro mientras su cuerpo temblaba al escuchar a lo lejos cómo Yoongi arremetía contra el florero con lirios que aun rezaba en su habitación.

Escuchar cómo su esposo lloraba mientras intentaba abrazar a su hijo y el equipo del ala de cardiología corría apresuradamente para sedarlo, pues era evidente que el nuevo ataque de ansiedad tendría mayores consecuencias, colocaba a la señora Min en un estado difuso donde no era consciente de cuánto tiempo separaba aquel interludio mientras Park Eun Ji tomaba nota mental del caso al que debía enfrentarse.

Min Yoon Gi, joven del sexo masculino, diecinueve años, uno setenta y cuatro de estatura, grupo sanguíneo O negativo. Ex jugador de basketball, diagnosticado con una miocardiopatía dilatada y un bloqueo completo de rama izquierda.

Intervenido quirúrgicamente seis meses atrás, actualmente en valoración para una segunda cirugía para cambio de marcapaso y evaluación del proceso de remodelado del tejido cardiaco.

Eran demasiadas coincidencias. Aun cuando los años en la profesión deberían prepararla para enfrentar situaciones como esta, Eun Ji no podía dejar de ver en aquel chico pálido el rostro de su hijo o de solidarizarse con el dolor de la familia. Por eso había convocado a los progenitores de Min para sostener una clase de entrevista en su nueva oficina.

—Tomen asiento, por favor—invitó con una ligera sonrisa que solo remarcaba su aura profesional.

Los padres del chico le miraban con recelo, y no era para menos. Eun Ji asumía la jefatura del equipo de cirugía cardiotorácica para ocuparse en primer plano de la intervención de su hijo.

—Soy Park Eun Ji y a partir de hoy seré la doctora a cargo del caso de su hijo. En estos momentos puedo decirle que la enfermedad de Yoongi continúa evolucionando a un ritmo quizás demasiado acelerado para su edad. Hemos rectificado la terapia medicamentosa y en próximos días evaluaremos la respuesta a los nuevos cardiotónicos mientras se decide o no la cirugía de cambio del marcapaso, pero más que esa tecnicidad que ya debe de serles familiar después de un año de internamiento, me preocupa otra cosa.

La señora Min apretó los labios y cortó el intento de su esposo por contestar a favor de su hijo. Eun Ji se adelantó.

—Yoongi a pesar de tener diecinueve años sigue al final de su adolescencia. Pasó de tenerlo todo a saberse un chico con peculiaridades. Verlo como si fuera a desaparecer en cualquier momento no es la solución. Sugiero apoyo psicológico cuanto antes y quizás…

—¿Quién se piensa qué es?

El tono ofuscado de Hye Seo interrumpió a la doctora.

—¿Acaso cree que no sabemos? Ese chico de allí, como usted dice, ha pasado por mucho, de qué otra manera podemos mirarlo ¡Es mi hijo! Es mi hijo y su corazón no aguantará mucho tiempo más por muy culpa…

—Cariño, no es…

—¡Sí lo es Hyun Joon! Es mi familia la que presenta enfermedades del corazón. Son mis malditos genes los que…

El llanto terminó de asfixiarla y Park Eun Ji intentó no quebrarse ante un caso que sin dudas le tomaría más de lo que podía calcular.

Los lunes suelen ser demasiado pesados la mayoría de las veces y para el final de la tarde Park Jimin había conseguido tener conciencia que su semana sería una verdadera montaña rusa.

—Al menos ya no me perderé. Podías haberme ayudado esta mañana en Biología. Eres un abusivo.

Un codazo fue a terminar de picar las costillas de Kim Taehyung quien contemplaba distraídamente al grupo de chicos que solía reunirse antes de los partidos de basketball debajo del árbol más cotizado del campus.

—Tierra llamando a Tae… ¿Hay alguien en casa?

Jimin no se daba por vencido mientras obstruía su campo visual, solo que el objeto del enajenamiento de Tae sí estaba atento de aquellas acciones y con andar parsimonioso sonreía mientras se acercaba a ambos chicos.

—Por lo visto sobreviviste bien al primer día. Espero recuerdes dónde quedan las paradas del bus, Jiminah.

El tono de Jeon Jungkook trajo efectos contradictorios. En el rubio sorpresa, en cierto castaño que usaba lentes y tendía a divagar con mucha facilidad, una mueca fastidiada.

—Ahh, el chico de esta mañana, con las prisas no te di las gracias, este es…

—Vamos Jimin, si no quieres llegar tarde y que mamá Eun Ji te regañe.

Taehyung tiró firmemente de un rubio quien aún intentaba comprender la brusquedad en las acciones y el tono disgustado de su amigo. Jungkook solo se encogía de hombros mientras recolocaba una nueva paleta de caramelo en su boca.

—Tae… Tae, por favor, me estás lastimando ¡Detente de una vez y escúchame!

Jimin logró zafarse de su amigo para reconocer una arruga en su entrecejo. Lejos de iluminarlo cuando era evidente que una pregunta estaba naciendo en la mente del chico, el castaño negó antes de tomarlo por los hombros para que le mirara bien.

—Escúchame atentamente, tiendes a ser muy inocente cuando se trata de cosas como estas. Vives enamorado de tus libros y los mundos irreales que hay ahí, pero tienes que creerme. Aléjate de Jeon Jungkook y todos los que le rodean. Aléjate de cada integrante de los Tigres de Seúl si puedes, será lo mejor.

—Pero…

—No preguntes, solo…

—¡Chicos, hoy salí temprano!

El sonido de un claxon y una cálida voz interrumpió la extraña conversación que libraban los amigos a la salida de la preparatoria. Taehyung aprovechó para cambiar su fría expresión por una jovial y abrazar a la señora Park.

Jimin le observó con seriedad pero no comentó nada. El resto de la tarde pasaría en un restaurante de comida rápida por invitación de Eun Ji para celebrar el primer día de Jimin en Seoul Parang High y el puesto ganado en el hospital.

Después de eso la señora Park dejó a Taehyung en la puerta del condominio donde vivían los Kim en Gangnam para embarcarse en un viaje acompañado por un fina llovizna.

—¿Qué sucedía cuando los encontré fuera del colegio? No mientas, tu rostro lucía confuso cuando Tae me saludó.

A su madre no se le escapaba nada y Jimin no tenía necesidad de ocultarle algo que hasta cierto punto tampoco comprendía.

—Solo que me perdí esta mañana. Ya no pongas esa cara, sabes que soy algo… algo terco, y bueno un chico me ayudó. Se llama Jungkook y va a nuestra preparatoria, lo que no sabía es que parece que Taehyung tiene cierta aversión por él y eso me estaba comentando antes de que llegaras. Por otra parte tú tampoco sabes mentir. Tu día no fue tan bueno o no tendrías esa arruga en tu entrecejo que apenas puedes disimular.

Ser analítico era como un rasgo hereditario y Eun Ji no se resistió a despeinarle el flequillo a su pequeño. Qué haría sin Jimin algún día, qué podría ser de su existencia sin su adorable terrón de azúcar.

Por supuesto que comprendía a la familia Min, por eso había tomado una decisión un poco cuestionable y para nada ortodoxa al vincular a su propio hijo en un asunto laboral.

—Te eduqué bien ¿Sigues deseando trabajar como interno en el hospital?

La pregunta calentó el pecho de Jimin que sin dudarlo asintió rápidamente. Eun Ji tragó con dificultad.

—Bien, existe una posibilidad aunque estarías bajo mi supervisión y trataríamos de no hacer notar que somos parientes por cuestiones éticas.

—Entendido ¿Cuándo sería? ¿Qué tendría que aprender y cómo…?

—Alto vaquero, vas muy rápido. Serás parte de un equipo de apoyo psicológico para el caso que manejo ahora. No debería siquiera darte estos datos, pero no puedo evitar sentirme devastada. El chico que debo intervenir próximamente tiene casi tu edad y…

Fue la primera vez, y Jimin no supo explicarlo pero el nombre de Min Yoon Gi parecía una especie de invitación anónima a descubrir una parte de sí mismo que quizás subvaloraba.

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ATMOSPHERE 350°

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