0:01°. STARBOY 🪐
Importante escuchar:
💫Teenage Riot by Kenshi Yonezu (Yoongi) 🐱
💫Fireflies by Owl City (Jimin) 🐥
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ATMOSPHERE 350°
La vida es un tren en continuo movimiento. Evidentemente existen paradas obligatorias, como el nacimiento, la caída de los primeros dientes, la primera palabra tan disputada por todos los familiares o el ingreso a la escuela primaria.
Escojamos o no el momento hay estaciones necesarias que estamos forzados a cumplir. Sin embargo, el tren dirige su marcha e intensidad de desplazamiento en dependencia de su conductor. Para algunos avanza en la monotonía de una vida de horarios y secuencias repetidas, para otros transcurre a toda velocidad y en espera de no detenerse nunca.
¿Cuál es el precio para los perfeccionistas?
Un pequeño pecado a pagar por creer en un futuro cuando a veces ignoramos al presente. Para Min Yoon Gi es exactamente eso mientras se muerde compulsivamente las uñas esperando que su suerte no le condene otra vez. Acaba de cumplir los dieciocho años y por ilógico que suene está seguro que hoy su vida cambiará.
—Es tu turno Min. Haz que el equipo lo merezca.
Le llama el entrenador y una sonrisa ilumina el pálido rostro del chico. El cabello sigue siendo de un color irreal muy semejante al verde menta mientras se ajusta la banda destinada a impedir que el sudor le nuble la vista. Para un shooting gard, es vital tener conocimiento de la situación sobre la cancha. De hecho, de ahí proviene el apodo que suele usar entre sus conocidos.
—¡Y cuando el partido llega a su punto álgido, tenemos el regreso de nuestro jugador estrella! ¡Arriba las palmas para recibir al capitán de los Tigres de Seúl, Min SUGA!
El rugido de la multitud se mezcla con el pitido que ha estado molestando a Min Yoongi en las últimas horas. Su corazón late dolorosamente.
"Solo el tercer período, solo debo aguantar el tercer período."
Se repetía internamente, disfrazando con una sonrisa lo que en realidad le molestaba. Siempre ha sido así. Más dispuesto a ocultar lo que le aflige mientras consiga que los demás salgan adelante. Hoy no es la excepción.
Hoy el capitán del equipo de Los Tigres de Seúl regresa como el rey invicto que es. Una lesión en la muñeca izquierda no sería mella para continuar, menos cuando en algún punto de las gradas están las personas que pueden cambiar su futuro.
"Sin dudas para ti sería más fácil obtener una beca deportiva en el extranjero. Solo piensa en lo beneficios Yoon, estaríamos en Los Ángeles. Los Lakers tienen su base ahí."
Recordaba las palabras de su padre y como su progenitora había negado, apoyando la idea de que Yoongi debía tener un título universitario en lugar de pensar únicamente en los deportes, pero siendo hijo de un entrenador retirado a qué podía aspirar.
Ella era corredora de bienes raíces. No eran excesivamente ricos como los Kim, pero vivían cómodamente. Lo suficiente para pagar las clases de música que Yoongi había aceptado para completar la preparatoria. Por esa razón no podía permitirse un error hoy.
—Pase directo al área de los Halcones de Busan, pero cuidado que el tres de los Tigres de Seúl sabe leer entre líneas. Jugada de engaño entre Jung y Min. Qué está pensando nuestro alero más experto, puede hacer historia o quizás...
El ruido en los altavoces parece ralentizarse. Min Yoongi no escucha nada. Para él lo único que cuenta es sacar un tiro arriesgado que le lastima más la muñeca e impone fuerza al corazón. Sigue percibiendo esa sensación de pesadez en su cuerpo pero está tan acostumbrado a practicar que su cálculo es exacto.
—¡El tres hace tres nuevamente! Los Tigres de Seúl reviven gracias a su experimentado capitán. Finaliza el tercer período. Sin dudas no podemos esperar para saber el desenlace.
El entrenador actual del equipo de los Tigres llama a sus muchachos con esa pose autoritaria que suele caracterizar a los afiliados al ramo. Su nombre es Song Joon Ki y a pesar de lucir severo, considera a cada uno de sus chicos como una parte vital de su vida.
—No voy a decir lo que ya es obvio. Estamos tres puntos por detrás aun después de haber recuperado a Min. Por eso he decidido que vuelva a la banca en este período.
—Pero entrenador...
—No repliques Jeon, aunque Yoongi diga lo contrario esa muñeca no se ve bien. Eso y la palidez que trae.
—Hyung siempre ha sido más pálido de lo normal.
Choi Soobin interrumpe. A lo que el entrenador chasquea la lengua. A veces era más fácil hablar con una mascota que con aquellos impetuosos adolescentes.
—Sé de lo que hablo. Yoongi ha sufrido más lesiones por esa misma manía de no detenerse.
—¿Puedo dar mi opinión? Porque obviamente todos disfrutan de controlarme sin tener en cuenta que tengo ciertas habilidades.
—Min...
—No, Hobi, y me disculpa entrenador Song, pero solo mire a la tercera grada. Soy el número tres, soy el alma de los Tigres de Seúl y hoy es mi oportunidad. Una lesión del demonio no me va impedir conseguir mi sueño.
—Yoongi...
—Estoy bien, créame. Le patearemos el trasero a los Halcones de Busan. Confíe en nosotros, por favor.
La reverencia de noventa grados probaba quién era aquel chico. El resto de los jugadores en condición de titulares imitaron el gesto hasta que este se esparció para incluir al staff y a los suplentes.
La noticia de que la NBA estaba interesada en reclutar jóvenes surcoreanos para un programa de becas en la UCLA se diseminó como la pólvora y todos estaban intentando mostrar sus mejores galas. Todos y en especial Min Yoon Gi.
Sabía que ese era un pase dorado para garantizar un futuro totalmente estable, donde sus padres pudieran descansar después de invertir tanto en un niño frágil desde que tenía memoria.
—De acuerdo, pero no tienes que pasarte de listo. Apóyate en Jung y Jeon. Hagamos historia. ¡Uno, dos, tres, Tigres de Seúl!
Corearon todos mientras las manos se separaban. El llamado del equipo era aprobado mientras las animadoras dejaban la cancha. Las hermosas chicas que solían aderezar el after party después de cada juego. Incluyendo a Lee Ji Hye, la amiga con derechos de Min.
—Mmhh... algo me dice que si ganamos, solo el capitán tendrá una recompensa.
—Solo cállate, Yeonjun. Tenemos un juego que ganar.
Apostilló Jungkook una vez que las luces volvieron a enmarcar sus cuerpos. El uniforme azul verdoso que identificaba a la preparatoria centelleó en notas de sudor y pasión mientras los segundos parecían moverse como años para Min Yoon Gi.
Hubo un instante en que su campo visual se hizo totalmente difuso. Solo logró mantenerse en pie y no chocar con sus contrarios por la excelente memoria que poseía. Conocía a la perfección cada centímetro de esa cancha.
Aquel bajón pareció salvado hasta que cobró un tiro de libre a cuenta de una falta provocada por Soobin. Quedaba muy poco para alcanzar la gloria. Quedaba muy poco y su corazón lo presentía.
—¡Y eso es todo señoras y señores, después de un apretado marcador, los Tigres de Seúl se vuelven a coronar campeones! Es un verdadero milagro cuando...
—¡Yoongi!
El grito agudo de Lee Ji Hye desde la zona de la banca traspasó los altavoces. En medio de todo el torbellino de flashes y notas aparentemente sin sentido, Min Yoongi dejaba de oír algo que no fuera su agitado corazón antes que el mundo se le apagara por primera vez.
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Un año después, Seúl, Corea del Sur.
—Es la última caja. Oficialmente sea bienvenida a su nuevo castillo, señora Park.
Un energético rubio hizo una exagerada reverencia mientras se abanicaba con un pañuelo. La mujer menuda y de hermosas facciones que le observaba solo sonrió antes de desordenarle el abundante flequillo.
—Muchas gracias, mi fiel escudero. No dudaré ni un segundo para pedirle que se haga cargo de la organización de los aposentos reales.
—¿Escudero?¡Mamá, yo mínimo debo ser un príncipe!
La mujer no pudo contener una carcajada ante la actitud mimada de su hijo. Jimin solo se divertía con aquella especie de insólita broma que desde siempre había motivado la relación con su madre.
Cuando Jimin contaba con cinco años, la señora Park había iniciado un proceso de divorcio al descubrir la infidelidad de su esposo.
Concentrándose únicamente en salir adelante con un hijo pequeño y una carrera por terminar, se consideraba una verdadera sobreviviente, contando la presión que hasta hoy soportaba.
—Entonces príncipe Jimin, mejor ordenamos algo para cenar, ya que no me quedan fuerzas para cocinar. Estamos rodeados de cajas de embalaje...
El chico sonrió de aquella manera que convertía sus ojos en dos tiernas ranuras antes de desbloquear el teléfono móvil y elegir algún servicio de comida a domicilio.
Los cambios pueden tomarnos por sorpresa y cuando a la señora Park le notificaron de un puesto al frente del equipo de cirugía cardiotorácica del Hospital Universitario Parang solo tuvo que consultarlo con su hijo y los preparativos para la mudanza comenzaron.
—Panqueque de kimchi y bulgogi. Creo que si no me contengo engordaré en Seúl.
Comentó Jimin revisando la entrega que acababa de recibir. Su madre negó antes de besarle en la mejilla.
—Pensé que habías dejado esa etapa atrás. Ya te ejercitas lo suficiente. Mi niño siempre ha sido hermoso.
—Mmhmmmh... pierde credibilidad por ser mi madre. De hecho, Tae pensaría lo mismo. Y hablando del diablo...
—No, si cuando yo lo digo. Ya te acordaste que ese pequeño olvidadizo vive del otro lado de la ciudad. Sin dudas trasladarnos a Seúl trajo muchas ventajas. Podemos ver más a la familia Kim de Gangnam ¿Ya hablaste con tu padre y tu hermano?
A pesar de haberse divorciado mucho tiempo atrás, Park Eun Ji mantenía una relación excepcional con su esposo y el hermanastro de Jimin. Aun cuando la mujer actual de Park Chanyeol no fuera muy dada a codearse con ellos, para Eun Ji lo único que importaba a cabalidad era la felicidad de su hijo.
—Le escribo cuando terminemos de comer. Mañana desempacaremos y el lunes empiezo en el nuevo instituto. De hecho, tú también comienzas en el hospital en esa fecha. Ya tengo ganas de rellenar la ficha de aplicación ¿Sabías que aceptan internos aun sin terminar la preparatoria?
—Lo sabía y también sé que si sigues hablando con la boca llena tendrás un accidente. Come y después hablas todo lo que quieras.
Le corrigió Eun Ji picando con sus palillos los abultados labios de su hijo. El más joven tragó antes de sonreír. Su madre siempre sería su mejor amiga sin importar las circunstancias.
—No te quedes despierto hasta tarde, Jiminnie. Tendremos un fin de semana pesado.
Eun Ji recomendó antes de abandonar la que sería la habitación de su hijo. Había tanto por hacer, desde cambiar el papel tapiz hasta acomodar sus libros.
Jimin tenía una pequeña biblioteca tan variada como sus gustos. Desde historietas que compartía con su amigo Taehyung hasta clásicos como Tolkien y George R. R. Martin se amoldaban al desorden sobre el escritorio.
Un paraíso de letras que luego le volvería a cobijar, solo que en ese momento el joven se decantaría por explorar una de las ventajas de la casa que acababan de adquirir. Procurando que su madre no le escuchara al desbloquear el seguro de la ventana de su alcoba, dejó que el aroma de la ciudad le cosquilleara en la delicada nariz.
—Bienvenido a tu nueva vida, Park Jimin.
Sonrió complacido mientras imaginaba un futuro entre las luces de una noche llena de promesas, un futuro que otra persona también observaba desde el extremo opuesto de las probabilidades.
Era otra velada eterna para Min Yoon Gi en el ala de Cardiología del Hospital Universitario Parang. Otra cita oscura donde había visto llorar a su madre después de decirle que todo estaría bien cuando en cada aliento percibía la pesadez de la derrota.
—Su hijo posee una insuficiencia de la válvula mitral que ha provocado una miocardiopatía dilatada un tanto difícil de controlar. Observe el ensanchamiento de las cavidades izquierdas del corazón. Pues el sobresfuerzo al que ha sido expuesto el tejido cardíaco durante los últimos años solo muestra que pudo haber alguna base hereditaria ¿Usted padece del corazón señor Min?
Yoongi había escuchado eso cuando todos pensaban que dormía. Yoongi había escuchado aquel diagnóstico e inmediatamente aprovechado la primera oportunidad para buscar en NAVER qué significaban esas palabras prácticamente pronunciadas en otro idioma. La ira y la decepción le habían habitado desde entonces, sintiéndose condenado dentro de un cuerpo inservible que lentamente lo acercaba a la línea final.
Planes, sueños, metas, futuro...
Todo acabaría abruptamente cuando su última esperanza era tan frágil como las luces que se reflejaban en el cristal de la sala de espera donde se había refugiado. Consciente de que el servicio de enfermería le regañaría, pues medio hospital le odiaba desde que ingresara al menos un año atrás.
Totalmente ajeno a lo que debería ser real, Min Yoon Gi se atrevió a desafiar aún más a su suerte al abrir aquella ventana. Debajo de esa capa de majadería y prepotencia que había alejado a sus amigos y seres queridos, el joven lastimado y frágil se concedió el derecho de llorar.
Deseando con todas sus fuerzas escapar de aquel suplicio, mientras el marcapaso en su corazón intentaba inútilmente alentarle, un chico pálido como la Luna se animó a subir el barandal.
El peso sobre la ventana hizo crujir el cristal que resguardaba el alfeizar mientras las figuras luminosas en la distancia del piso veintisiete parecían pequeñas luciérnagas bajo sus pies descalzos.
Un suspiro cansado terminó sellando el primer paso antes de cerrar los ojos por completo. Una vida de cristal nunca fue una opción para alguien enamorado de la perfección.
"Un paso más. Únicamente unos centímetros más y estaba seguro que podría liberar a todos de la carga que actualmente representaba. Un paso y... ni siquiera pudo hacerlo por completo."
El temblor en su gélido cuerpo terminó asesinando la idea mientras abandonaba el barandal para abrazar sus rodillas y llorar en silencio. Del color verde menta en su cabello no quedaba rastro.
Volvía a ser totalmente negro, como sus ansias contenidas, como toda la tristeza que se arremolinaba en un alma demasiado ansiosa por volver a brillar.
"Se le conoce como atmósfera a la capa de gas que rodea un cuerpo celeste. Esta noche por alguna razón, he perdido mi tercer planeta."
Del otro lado de la ciudad, en una casa donde las cajas del servicio de mudanza aún no se terminaban de desempacar, un chico de ojos grises y cabellos dorados regresaba de un sueño aterradoramente real.
Park Jimin había estado a punto de saltar del barandal de un lujoso edificio cuando la figura difuminada de un muchacho pelinegro lo había detenido.
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ATMOSPHERE 350°
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