21 | the epilogue
VEINTIUNO
el epílogo
Mi lugar favorito durante buena parte de mi vida siempre fue la orilla del mar. Pasear junto a ella, mientras las olas que rompen me mojan los tobillos, o sentarme en la arena a poca distancia y contemplar desde ahí la puesta de sol, que desaparece engullido por el horizonte. Momentos infinitamente simples, pero que siempre me llenaban.
Años después, aquello pasó a ser mi segundo lugar favorito, porque encontré otro que me hacía sentir mil veces más vivo: Leilani. Y cuando paseo junto a ella por la orilla, sé que todo el sufrimiento de los años pasados sirvió para algo.
Sé que aún le cuesta estar tan cerca del mar. Nunca me dice nada, porque sabe cuán preciados son estos momentos para mí. Es por eso que siempre insiste en acompañarme. Por ello, yo tampoco le digo nada cuando siempre la mantengo en el lado más lejos del agua, caminando yo siempre entre ella y el mar, ni cuando aprieto algo más fuerte su mano cuando una ola rompe más cerca de nosotros que las otras.
No siempre hace falta hablar, pero sí estar ahí para darnos fuerza el uno al otro.
Acaricio con delicadeza el dorso de su mano. Sentirla tan cerca me da paz. Es por eso que llevo años buscando su mano, sosteniéndola siempre que me es posible. Al principio, buscaba fuerza en ella, algo de valor o cierta convicción de que ella seguía allí. Ahora, son la familiaridad y la calma lo que encuentro, la seguridad de lo que hemos construido con el paso de los años.
Recorro el horizonte con la mirada. El sol está cerca de ponerse y el cielo comienza a teñirse de rojos y rosas. Hay pocas personas en esta zona de la playa. Inspiro el aroma a salitre. Me siento algo más inquieto de lo habitual, pese a todo. Sé que Leilani lo ha notado, incluso cuando aún no ha comentado nada al respecto. Sé que lo mencionará en algún momento.
No obstante, transcurren aún unos minutos hasta que ella apoya la cabeza en mi hombro, haciendo que me detenga. Me acaricia lentamente el dorso de la mano y deja un beso en él, antes de preguntar:
—¿Hay algo que te preocupe, Finn? Llevas todo el día más pensativo de lo normal.
Es una invitación a que hable, pero sé que no se ofenderá si me niego. A veces, necesitamos tiempo. Los dos. No siempre somos capaces de hablar de lo que nos inquieta a la primera. Hemos aprendido a ser pacientes. Pero esta vez no espero.
—He soñado con Kai —explico con brevedad. Hace tiempo que no tengo sueños con ella. Su nueva aparición me ha pillado algo por sorpresa.
—No me has despertado —comenta tranquilamente ella. Me giro a mirarla y observo su leve sonrisa—. No era una pesadilla, asumo.
—No, no lo era —asiento, respondiendo a su sonrisa. Si lo hubiera sido, ella lo hubiera sabido. Las pesadillas han disminuido con los años, pero siempre que regresan, el otro se entera. Generalmente es por los gritos en medio de la noche—. Mañana es su cumpleaños.
Antes intentaba con frecuencia imaginar cómo hubiera sido Kailani si hubiera tenido oportunidad de crecer. Nunca he sido capaz de verla más allá de los quince años.
—Recogeré esta noche un ramo para ella, entonces —me responde Leilani con suavidad.
Cuando le mostré en uno de los puestos del pueblo las flores azules que siempre le habían gustado a mi amiga, me dijo cuál era su nombre: nomeolvides. Nunca antes me había preocupado por saberlo; para mí, eran las flores de Kai. Encontré su nombre bastante apropiado.
Después de aquello, Leilani compró semillas y las plantó en nuestro jardín. Cada vez que le digo que voy a visitar el cementerio, me ayuda a formar un ramo lo bastante bonito para Kai, en ocasiones incluyendo otras flores que también cultiva. Después de haber pasado tantos años alejada del 11, decidió volver a darle una oportunidad a aquello, comenzando por plantas medicinales y pasando luego a las flores que ahora siempre adornan nuestra casa. Me gusta ayudarla en el jardín, aunque nunca he tenido tanta mano como ella.
—También recogeré algunas para Mags —continúa diciendo ella.
—Gracias —susurro.
Me vuelvo hacia ella y me inclino, buscando sus labios. La siento sonreír contra mi boca. Acaricio su mejilla y su espeso cabello rizado. Nunca podría cansarme de esto. De estar con ella, vivir con ella, envejecer con ella.
—Te amo —le digo, sin siquiera pensar en hacerlo. Es algo que me sale natural, casi como respirar. Estar con ella es eso.
—Yo también te amo —responde ella, mirándome con ojos brillantes. Al cabo de unos segundos, me dice—: ¿Te apetece un baño?
Arqueo las cejas, sorprendido. Leilani no suele estar dispuesta a meterse en el mar. Ha ido superando su fobia con el paso del tiempo, pero sé que aún le es difícil.
—¿Te apetece a ti? —cuestiono.
Su sonrisa se amplía, al tiempo que echa a andar hacia el mar, tirando suavemente de mí. Se estremece cuando una ola rompe con fuerza contra ella, empapándola hasta la cintura. Aprieto su mano, pero se vuelve hacia mí con una sonrisa.
—¿A qué esperas? Siempre eres el primero en entrar.
Antes de darme cuenta, me veo sonriendo. Se me escapa una risa y, dejando un beso en su mejilla, le digo:
—Ahora vuelvo a por ti.
Siempre me ha encantado entrar corriendo al mar y zambullirme casi al momento, enfrentarme así al agua fría. Leilani necesita más tiempo, y es por eso que regreso al de unos segundos, empapado y sonriendo. Ella protesta cuando le salpico y abrazo, mojándola casi por completo, pero sé que así le resulta más fácil entrar.
Poco a poco, la guío a aguas más profundas, siempre atento a ella. Reúne el valor suficiente para sumergir la cabeza. No puedo dejar de sonreír. Contemplamos la puesta de sol desde dentro del agua, viendo como el mar se traga el orbe y, con él, la luz va disminuyendo poco a poco. Salimos al de unos minutos, sabiendo que pronto comenzará a refrescar.
—Gracias —le susurro, abrazándola por detrás.
Se vuelve hacia mí, sonriendo. No dice nada. No hace falta. Apoyo la cabeza en su hombro y la levanto unos centímetros del suelo. Ella ríe y patalea. Me pide que la baje. La dejo esperar un poco más antes de hacerlo.
Hay momentos en los que aún me cuesta creer que aún tenga esto. Que haya llegado hasta este punto junto a Leilani. Hemos sanado, seguimos mejorando y continuaremos haciéndolo.
—¡Finnick! —se queja ella entre risas, volviéndose hacia mí.
—Leilani —respondo, divertido, abrazándola por la cintura.
Acuna mi rostro con las manos. Se acerca para besarme y me confirma que todo el dolor y sufrimiento valió para algo, porque ahora estoy aquí, con ella, y sé que no podría ser más feliz ni aunque lo intentara.
y así acaba atlas, con finnick y leilani porque es por ellos por los que empecé este fic en un principio <3
atlas iba a ser inicialmente varios extras de eyes open, con menos cartas que imaginé a finnick escribiendo a kai durante esos años, una manera de ver algo de su perspectiva dentro del fic, ya que estaba narrado por leilani, pero recuerdo que empecé a escribir y escribir y acabaron quedando demasiadas partes para un extra, así que dije, por qué no? y aquí estamos
sé que no mucha gente lee este fic que casi ni planeé en publicar, pero aquí queda igualmente, un poquito más de finnick, lei y ahora kai que espero que os haya gustado leer <3
no sabéis lo que echo de menos escribir eyes open
muchos besitos y gracias por llegar hasta aquí 💗💗💗
ale.
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