Desde que tenía uso de razón, su abuelo solía contarle historias sobre seres acuáticos que habitaban el océano, y para ser sinceros, el nunca había creído en nada de eso, hasta que lo conoció.

Según las palabras del mayor...

Las sirenas existieron desde siglos atrás, reinaban en el océano, eran seres hermosos y con voces envolventes, pero la envidia del ser humano iba más allá que cualquier otra cosa, así que las sirenas comenzaron a ser cazadas, por lo que las pocas que quedaban se ocultaban en las profundidades del mar, o se hacían pasar por simples humanos.

Ahora era un joven de diecinueve años, había terminado sus estudios, por lo que ahora estaba libre y podía viajar tanto como quiera. Tenía una familia acomodada e incluso se podía dar más lujos de los que alguien pudiera imaginar así que el dinero, o preocuparse por encontrar trabajo pronto, no eran mayor problema para el. Así es como luego de diez largos años, por fin refresaba a Meramar, un lugar aislado a las orillas del mar, en donde vivían sus abuelos.

Extrañaba el cálido clima mezclado con la suave brisa del océano, en donde según las palabras de su abuelo, algunas sirenas aún habitaban.