31 | ex-novias
—¿Amenazaste a un terrorista? —gritó Athena, bajando las escaleras cuando escuchó a Tony llegar a casa, Lyanna siguiéndola confundida—. ¿Estás loco?
—Hola cariño —saludó Tony—. Un clima encantador afuera.
Athena gimió de molestia, siguiendo a Tony hasta el taller mientras Lyanna iba a jugar con Milo. El Mandarín era uno de los terroristas más temidos del mundo, y luego de que un ataque orquestado por él y su organización pusiera a Happy Hogan en el hospital con heridas críticas, Tony Stark, en toda su infinita sabiduría, había amenazado a la organización terrorista y entregado su domicilio al mundo.
—De nuevo: ¿estás loco? —preguntó Athena—. ¡No puedo creer que hayas amenazado a un terrorista!
—Todo va a estar bien —le aseguró Tony, cargando los archivos compilados por Jarvis.
—Amenazaste a un terrorista —exclamó Athena—. ¿Cómo diablos eso hace que todo esté bien?
—Sabes, estás actuando como si amenazar a un terrorista no fuera algo normal. Mira con quién estás hablando —dijo Tony.
—Tony, Dios mío —susurró Athena, sentándose frente a una de las computadoras—. Estás loco.
—Estás siendo dramática —dijo Tony, extrañamente tranquilo a pesar de las circunstancias.
Athena lo miró fijamente—. ¿Yo estoy siendo dramática? ¡Amenazaste a un terrorista! Eso es todo, nos vamos. Nos vamos del país, ahora mismo. Sin preguntas. Sin debate.
Le tiró un lápiz a Tony, quien se estremeció cuando lo golpeó en la cabeza—. ¿Por qué fue eso?
—¿Puedes tomar esto en serio? —preguntó Athena—. Tony, te amo, pero esto no es propio de ti.
—Todos los demás están ocupados, ¿de acuerdo? —dijo Tony—. Steve, Nat, Bruce... Thor ni siquiera está en este planeta. Depende de mí derribar a este tipo.
—No, no lo es —respondió Athena—. Depende de ti mantenerte con vida y ver crecer a tus hijos y no dar la dirección de nuestra casa a la prensa.
—Lo siento —dijo Tony exasperado—. Pero no nos vamos.
—Sí, lo haremos.
—No, no lo haremos.
—Voy a hacer las maletas —dijo Athena, dirigindose a las escaleras—. Y mientras estoy allá arriba, será mejor que encuentres una muy buena manera de disculparte con tu hija, porque esto es una locura, y honestamente creo que esto podría superar todas las cosas estúpidas que has hecho.
Tony no dijo nada, sabiendo que había ido demasiado lejos. Nunca había visto a Athena tan enojada y asustada. Todavía estaba luchando por aceptar lo que sucedió en Nueva York tanto como él, porque se había visto obligada a ver desde su casa cómo Tony luchaba por salvar la ciudad. También le pasó factura a ella, y Tony podía ver cada vez que veía los trajes que les temía, porque quién sabe qué podría venir después y quién sabe cuál podría ser la última pelea de Tony.
Mientras miraba los esquemas del último ataque, no dejaba de pensar en Athena, una y otra vez. Estaba embarazada y Tony había dado la dirección de su casa a la prensa. Ella no necesitaba ese estrés además de preocuparse por el bebé, y Tony sabía que moriría antes de permitir que algo le sucediera a ella o a ese bebé.
Tal vez amenazar a un terrorista fue una mala idea, y justo cuando cerró el holograma de la escena del crimen, sonó el timbre. Tony miró a su alrededor sorprendido—. Se supone que estamos totalmente aislados por seguridad. Vamos, amenacé a un terrorista.
Se puso un traje y subió las escaleras, encontrando a una mujer que había entrado a su casa y estaba de pie en la puerta, siendo fulminada por Milo.
Milo retrocedió y se paró detrás de Tony, quien señaló a la mujer—. No eres el Mandarín —se quitó la visera—. ¿Lo eres?
—No me recuerdas —rió la mujer—. ¿Por qué no me sorprende?
—No lo tomes como algo personal. No recuerdo lo que desayuné —dijo Tony.
—Waffles sin gluten, señor —dijo Jarvis—. Y la Sra. Stark tostadas, mientras que Lyanna cereales.
—Así es —dijo Tony, sin dejar de mirar a la mujer.
—Está bien, mira, necesito estar a solas contigo —dijo la mujer mirando a su alrededor—. Pero aquí no. Es urgente.
Tony hizo una mueca—. Normalmente diría que sí, pero ahora estoy en una relación comprometida con una mujer con la que estoy felizmente casado. Con ella.
La pausa de Tony se produjo después de que dos bolsas fueran arrojadas por el balcón, aterrizando en el suelo a su lado. Se quitó el traje cuando la voz de Athena resonó en el piso de arriba—. ¿Tony? ¿Hay alguien ahí?
—Sí, es Maya Hansen —respondió Tony, y vio a Maya sonreír cuando se dio cuenta de que él sí la recordaba—. Una vieja amiga botánica que solía conocer.
Mientras Athena bajaba las escaleras, tratando de pasar junto al conejito de peluche gigante que Tony les había regalado a Lyanna y a ella como regalo de Navidad, que no fue apreciado, Tony se volvió hacia Maya.
—Por favor, no me digas que hay un niño de 12 años esperando en el auto.
Sin perder el ritmo, Maya dijo—: Tiene 13 años —y Tony puso cara de sorpresa—. No. Necesito tu ayuda.
—Pero, ¿para qué? ¿Por qué ahora? —preguntó Tony.
—Porque leí los periódicos, y no creo que sobrevivas a la semana —respondió Maya.
—Estaré bien —dijo Tony.
—Lo siento —dijo la voz de Athena, mientras caminaba hacia Tony y Maya con Lyanna corriendo detrás de ella—. Con Happy en el hospital no sabía que esperábamos invitados.
—No estabamos...
—Y ex-novias —dijo Athena, mirando a Maya con conocimiento.
—Fue una sola noche —dijo Maya.
—Berna, Suiza —dijo Athena—. Nochevieja de 1999. Lo recuerdo porque Tony me dejó para sufrir el coqueteo interminable de un científico mientras él desaparecía contigo.
—¿Lo hice? —preguntó Tony—. Bueno, lo siento.
—Bueno, te ahorraste un mundo de dolor —dijo Athena, sonriéndole a Tony mientras le palmeaba el pecho.
Él la miró—. ¿Qué?
—Confía en mí —le dijo Athena a Maya, antes de volverse hacia Tony—. Nos iremos de la ciudad.
—Está bien, ya lo hablamos —dijo Tony—. ¡No!
—Sí.
—Yo digo que no.
—¡Lyanna dice que sí! —intervino Lyanna.
—Bueno, la mujer embarazada está de acuerdo con Lyanna y dice inmediatamente y por tiempo indefinido —dijo Athena.
—Cariño...
—Gran idea —dijo Maya—. Vamos.
—Lo siento, es una idea terrible —argumentó Tony, mientras Maya iba a recoger las maletas de Athena—. Por favor, no toques sus maletas.
—Así es como se comporta la gente normal —dijo Athena, cuando Maya vio al conejito gigante.
—¡No puedo protegerte ahí fuera! —dijo Tony, la tensión en sus hombros era visible.
Athena se cruzó de brazos—. ¡No necesitaré protección si estamos en un lugar seguro!
—¿Eso es normal? —preguntó Maya, señalando al conejito.
—Tristemente, eso es muy normal —dijo Athena.
—¡Sí, eso es normal! —gritó Tony, molesto—. Es un conejito enorme. Relájate.
—Es feo —comentó Lyanna miserablemente—. Y se interpone en el camino.
—Cálmate —le dijo Athena a Tony.
—¡Es para ti! —dijo Tony, señalando al conejito.
—Estoy al tanto.
—Ni siquiera me has dicho si te gusta —señaló Tony.
—No me gusta —dijo Athena sin rodeos—. ¿Sabes lo aterrador que es cuando bajas las escaleras por la mañana y te encuentras con un conejo gigante? Terrorífico, Tony.
—No te gusta —se burló Tony.
—Nos vamos de la casa —dijo Athena, ignorando las palabras de Tony—. Eso no se discute.
—Ni siquiera voy a...
—Uh, chicos —habló Maya.
—¿Qué? —preguntaron Tony y Athena.
—¿Tenemos que preocuparnos por eso? —preguntó Maya, señalando la televisión.
Las noticias estaban en vivo desde un helicóptero sobre la casa, donde tenían una vista completa del misil que se dirigía directamente hacia ellos.
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