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Capitulo 1




Athan gruño con fastidio recostando mejor su espalda contra el árbol. odiaba que su ahora "padre" fuera tan intenso con lo que se respectaba a él. Era como si no pudiera huir a ningún lado sin supervisión.



A diferencia de sus padres anteriores, quienes nunca le dieron la atención necesaria, en este lugar, su padre estaba muy al pendiente de su bienestar y bueno, la que era su madre había fallecido al tenerlo.



Desde que habia aprendido a caminar tenía a un escudero a su lado y las sirvientes aparecían de la nada para todo lo que se ofreciera. Eran como ratas siguiendo un pedazo de queso.



Una sobreprotección que inevitablemente lo sacaba de sus casillas.



Es por esa razón que ahora se encontraba oculto en una de las ramas de su amado árbol que para el parecía un secuoya gigante, descansando mientras veía desde lo alto como las sirvientas comenzaban a perder la cordura mientras lo buscaban.



Pudo divisar también como los caballeros de su palacio habían comenzado a desesperarse casi corriendo de un lado a otro, después de todo el pequeño príncipe Athan era muy escurridizo y audaz para su edad.



Era claro que la noticia de que el segundo príncipe había desaparecido nuevamente ya había llegado a los oídos del emperador, el cual había mandado a todos a buscar a su preciado hijo.



Nada de eso le importaba, estaba tranquilo mientras comía las frutas que se había traído consigo en su pequeño bolso amarrado a su cadera, las cuales había sacado de la cocina sin que nadie se diera cuenta.



Eran las dos horas más satisfactorias que habían tenido sin sentirse sofocado por la atención de los sirvientes y clases que su "padre" le había impuesto.



Después de todo, ¿Quién necesitaba aprender la maldita etiqueta?



Era un niño aun, o bueno. No importa, las cosas eran algo complicadas y los maestros parecían querer inundarlo de conocimiento.



Si a alguien no le gustaba como se comportaba se podía ir directo a la mierda misma. Pero, lastimosamente ahora siendo un Principe en esta nueva vida era algo que obligatoriamente tenia que aprender.



- ¡Athan de Alger Obelia! – vaya, al parecer su padre también se había unido a la búsqueda, Athan vio entre las ramas frondosas como además de su padre también se encontraba el que era su hermano mayor.



Anastacius de Alger Obelia.



Le llevaba dos años, teniendo siete en la actualidad. Un tierno niño que se convertiría en el mayor tirano que todo Obelia odiaría, aquel que mataría a la madre de Claude y quien traicionaría a su hermano convirtiendo a su prometida en su amante.



Todo el mal siendo provocado por aquel ser que se encontraba en su cuerpo, algo inevitable que tarde o temprano sucedería. No sabia exactamente a que edad ocurría eso, pero Athan ya se habia propuesto a escapar antes de que eso pasara.



Demasiados problemas y el no era una persona muy paciente, odiaba a la realeza y toda su mierda.



- ¡Ya te vi, baja de ahí de inmediato! – sonrió con incredulidad, ¿Cómo es que siempre lo encontraba a pesar de ocultarse bien?



Se encogió de hombros ignorándolo por completo para comenzar a saltar hacia los árboles siguientes tratando de escapar nuevamente de todos los sirvientes, sin ver la mirada aterrada del emperador mientras lo veía balancearse como un mono de un lado a otro.



¿Cómo era posible que su hijo de cinco años tuviera tanta energía y agilidad para lograr aquellos saltos? ¡Tenia solo cinco años!



- ¡Athan, hablo enserio! – grito corriendo en la dirección de su hijo, sin importar si el comportamiento que estuviera teniendo no era adecuado para un emperador – Si no bajas, juro que te castigare – esa advertencia era mentira, a pesar de cualquier travesura que hiciera Athan su padre nunca lo castigaba.



Algo por lo cual siempre Athan aprovechaba para salirse con la suya.



- ¡No me alcanzaras! – grito el segundo príncipe soltando risas llenas de diversión mientras se balanceaba de una rama a otra, agradeciendo que en esta vida también era ágil y fuerte, además de que el mana que portaba evitaba que se agotara con facilidad.



Los caballeros de su palacio se colocaron debajo de su príncipe estirando los brazos por si su alteza se caía. Las doncellas también habían estirado las faldas de sus vestidos por si el príncipe caía.



Anastacius observo con diversión como su padre gritaba con una mirada aterrada corriendo de un lado a otro, su hermano menor siempre sacaba ese lado de su padre.



- ¡Athan! Tú, niño mimado – gruño el emperador viendo como sus esfuerzos de convencer a su querido hijo eran en vano - ¡Baja de una vez! ¡Hablo enserio! – señalo, pero nuevamente fue ignorado.



Athan giro de manera rápida dejando que el equilibrio de su cuerpo se apoyara en su mano izquierda, tambaleándose peligrosamente haciendo que todos los presentes jadearan cuando el segundo príncipe comenzó a perder estabilidad.



- ¡Todos en posiciones! – grito uno de los escoltas de Athan colocándose debajo de la rama donde el segundo príncipe se encontraba balanceándose.



Athan gruño fastidiado antes de dejarse caer escuchando los gritos de las doncellas casi taladrando sus oídos, cayó en los brazos de su escolta personal recibiendo una mirada aliviada de todos sus guardias y doncellas.



Notando con diversión como soltaron un suspiro de alivio casi al unísono.



El emperador se acercó a su hijo quien se encontraba en los brazos de aquel escolta que le había asignado el mismo para su cuidado desde que solo tenia seis meses.



-Athan de Alger Obelia – el segundo príncipe bufo con disgusto cuando vio a su padre frente a él, sin impórtale mucho la mirada aterradora que traía en su rostro – estas en serios problemas








-Está bien, puedes bajar tus brazos – ordeno el emperador sin dejar de escribir - ya pasaron tus dos horas de castigo



Dejo salir un profundo suspiro de alivio cuando por fin se le permitió que bajara sus brazos de encima de su cabeza, miro con fastidio a su padre quien se encontraba en su escritorio firmando papeles importantes ignorando la mirada fulminante de su hijo.



-No me mires de esa manera, mocoso. Sabes muy bien que te ganaste a pulso aquel castigo – hablo su padre sin subir la mirada para observar su expresión molesta y seguramente tierna que portaba Athan – Pudiste a verte lastimado y el hecho que puedas manejar muy bien tu mana no puede asegurar que no te lastimarías – interrumpió exponiendo la excusa que su hijo siempre utilizaba.



Athan se quejó viendo sus rodillas rojas e hinchadas por estar dos horas arrodillado con los brazos arriba. Sin dejar de lado el hecho que sus brazos latían con fuerza por el dolor.



-Si se me caen los brazos será tu culpa – acuso el pequeño rubio viendo una sonrisa divertida surcar en los labios de su padre.



Por Obelia, como deseaba romper sus dientes brillantes con un puñetazo.



-Si en algún momento se te caen, hare que el mejor costurero de Obelia se encargue de coserlos a tu cuerpo nuevamente – Athan se quejó nuevamente de manera ruidosa escuchando esta vez la risa de su padre – Marcus – el fiel caballero del emperador volteo a mirarlo borrando la sonrisa que tenía en su rostro – Avisa que preparen algunos postres para nosotros



-Pastel de chocolate, por favor - pidió el pequeño príncipe saltando con una adorable sonrisa que cautivo tanto al emperador como al escolta



-Como ordene, mi príncipe – asintió el escudero, ignorando la mirada incrédula del emperador sobre él – Gloria y bendiciones al sol de Obelia y a su segunda estrella – con eso ultimo salió de la sala personal del emperador con la mirada de su amigo taladrando su nuca



-Ese pastel será mío, tu aun estas castigado – sentencio el emperador



-Pero, tengo hambre



-Entonces pediré que traigan el almuerzo, estoy seguro de que una crema de brócoli llenara tu estomago – Athan gruño por lo bajo, sentándose en el asiento frente al escritorio de su padre



-Sabes que detesto ese tipo de verdura



-Por eso lo pido – Athan volvió a gruñir ganándose una risa de su padre – Recuerda que soy yo el que debería estar enojado por tu desobediencia, no al revés



-Estaba cansado y odio seguir el cronograma que los profesores me imponen. Demasiadas cosas para un solo día, es como si olvidaran que aun tengo cinco



-Bueno, no demuestras que tienes cinco – señalo el emperador, sellando el último documento que tenía pendiente – Y las clases que tomas son necesarias, Athanacius no se queja de ninguna



-Athanacius nunca se quejará – comento burlón, cruzándose de brazos – Te tiene demasiado miedo a ti y a la emperatriz como desobedecerlos o contradecirlos – Ambrosio volteo los ojos, acomodando los papeles al lado de su escritorio – Es demasiado correcto para tener siete años...muy aburrido



-Ser un príncipe conlleva muchas responsabilidades y algunas de ellas no serán agradables, pero, todo sacrificio tiene una recompensa



-Soy el segundo príncipe, Athanacius será emperador y posiblemente yo me convierta en duque...aun falta mucho para eso así que tengo que disfrutar de mi niñez hasta que la edad sea un impedimento para divertirme



-La edad no te impide a que te diviertas



-No te he visto tener un momento libre, siempre estas metido en reuniones y casi nunca sales a ver al pueblo, eso no es divertido



-le encuentras lo divertido con el pasar del tiempo. Las reuniones son importantes para llevar un mejor manejo del reino y los papeles que me ves revisando tienen problemas por resolver junto a solicitudes. Además, el pueblo es ruidoso y no soporto los sonidos fuertes.



-La gente mayor disfruta agobiándose



-Athan – Ambrosio suspiro agotado, su pequeño hijo era muy inteligente y respondón. Le gustaba que tuviera una personalidad fuerte, pero a veces era algo agobiante. Su padre ya le hubiera dado una bofetada por tan solo mirarlo de la manera en la que su hijo lo observaba a veces, era sorprendente la paciencia que le tenía a su hijo – Solo, evita desaparecer. Si deseas un tiempo libre de tus deberes díselo a tus profesores y avisa a donde iras.



- ¿Por qué tengo que avisar? – se quejó, desparramándose en su silla con frustración escrita en su rostro. Odiaba dar informes de donde iba o que iba hacer, nunca lo hizo y no deseaba hacerlo ahora – Nunca he salido del palacio, siempre voy al jardín o algún lugar dentro del terreno real.



-hazlo por mi paz mental, Athan – casi rogo el emperador, recibiendo un bufido de su hijo quien termino asintiendo con las mejillas infladas – Gracias



-Solo llevare a mi escudero personal, no deseo a un batallón acompañarme a tomar el sol en mi jardín – sentencio, viendo a su padre fruncir el ceño disgustado



-Tu escudero, dos caballeros y tres doncellas – trato de negociar, un solo caballero no podría con la seguridad de su hijo



-Mi escudero y dos doncellas



-Tu escudero, un caballero y dos doncellas



- ¡Por Obelia, esta bien! – se quejó ya molesto, demasiadas personas para un paseo dentro del estúpido palacio - ¡Pero yo escogeré que caballero y que doncellas



-Como desees – asintió complacido el emperador, con una pequeña sonrisa al ver a su hijo molesto frente a el – Es por seguridad, hijo



-Nada me pasara dentro de este lugar, hay demasiadas personas y demasiada protección con los escudos de mana que están puestos en todos lados



-Hasta los caballeros que juran lealtad a su señor pueden traicionarlos por una gran cantidad de dinero



-Todos me aman y si alguien intenta hacerme daño, Marcus y Izan los mataran – asintió sin importarle mucho, escuchando a su padre bufar



-Como digas









Anastacius de Alger Obelia... ¿Cómo podía describirlo?



Era el mayor de nosotros y por supuesto, príncipe heredero de toda Obelia.



El niño que parecía un adulto con la rectitud que siempre mostraba, siendo el ejemplo de cómo debería ser un príncipe.



Athan había evitado todo encuentro que pudiera que no fuera por obligación con su hermano mayor. Conversaciones cortas y miradas de reojo.



Pero, en ocasiones. Athan podía ver como la mirada de Anastacius se centraba en el más del tiempo requerido. He incluso a veces podía ver sus intensiones de acercarse a él. Sin éxito.



Pues, Athan no deseaba interactuar mucho con los personajes principales de aquel manhwa. Era por eso mismo que no se habia acercado al príncipe Claude que solo contaba con cuatro años en el ese momento.



Aunque para su desgracias, parecía que hoy no sería su día de suerte.



-Es un gusto verte nuevamente, Athan – Anastacius sonrió dando una reverencia. Obligando a Athan a hacer una reverencia por cortesía, deteniendo un comentario sarcástico que casi podía ser considero cruel



-Lo mismo digo, su alteza – Asintió, colocando sus manos detrás de su espalda, respetando el protocolo de etiqueta que tanto se habia empeñado en enseñarle su profesora. Molesto de tener que interactuar con el mayor, ya tenía suficiente con los ojos de la emperatriz clavados en su trasero como para agregarle este niño raro que actuaba con rectitud heredada por su madre. Anastacius frunció los labios al escucharlo – Discúlpeme, pero tengo cosas...



-Me gustaria invitarte a tomar él te – se apresuro a invitarlo, observando el rostro sorprendido de su hermano menor – Yo, he, pensé que podíamos pasar la tarde juntos. Se que tus clases se programaran para mañana, así que...deseaba pasar un tiempo contigo.



Athan no quería, la emperatriz era muy recelosa con las personas que se frecuentaba a su "querido" hijo y ciertamente no quería tener problemas.



No más de los que ya tenia



Pero, rechazarlo frente a el escuadrón de doncellas detrás de él seria visto como un desplante al futuro emperador y eso solo traería rumores falsos y de mal gusto.



Después de todo, era un hijo bastardo legitimado por su padre cuando fue traído al palacio de Garnet. A pesar de ser nombrado segundo príncipe, la nobleza lo veía por lo que era...un bastardo con sangre azul.



¿Quizás...era por ello por lo que lo invitaba delante de tanta gente?



Athan no confiaba en nadie que no fuera el mismo en este lugar de fantasía.



-Está bien, su alteza – asintió, apretando sus labios con molestia, observando la sonrisa amplia que habia puesto Anastacius



-Sígueme, por favor. La mesa ya fue puesta – Athan no podía creer el descaro. Estaba claro que si se negaba el podía ordenarle que asistiera.



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Anastacius siempre habia tenido curiosidad por el niño que su padre tanto adoraba. El segundo príncipe, Athan de Alger Obelia.



Su madre le habia contado un poco de quien era aquel niño que tanto insultaba a las espaldas del emperador.



La madre de su hermano era una mujer de baja cuna, una residente del norte de Obelia. Una plebeya que habia seducido a su padre con su belleza cuando este se encontraba haciendo una expedición.



Después de conocerse, su padre habia permanecido lejos de Obelia por un año completo. Faltando a los votos que tenia con su madre y embarazando aquella mujer.



Por lo que su madre le habia dicho, su padre habría tenido la intensión de nombrar a esa plebeya como su segunda esposa ante los ojos de la fe, pero, no espero que la mujer falleciera dando a luz a Athan.



Para toda Obelia fue una sorpresa y casi un escandalo que el emperador volviera al palacio real con un infante entre sus brazos. No pasando ni un día cuando el niño fue nombrado segundo príncipe y legitimándolo frente a la nobleza Obeliana.



Anastacius escucho rumores que decían que la plebeya que habia engendrado al príncipe Athan habia cautivado tanto al emperador que este no habia dudado en colmar al niño con atenciones y obsequios.



Rumores que el mismo confirmo, observando el palacio que su padre habia mandado a construir a su hermano junto a una gran cantidad de caballeros y doncellas que lo servían desde que solo era un pequeño bebe.



Aun recuerda como su madre dio el grito al cielo cuando supo de los obsequios. Enojada y ofendida de que su padre no la respetara. La pelea fue muy grande, tanto que su padre golpeo a su madre cuando ella lo abofeteo.



El solo recuerdo hacia que se estremeciera.



- ¿Te gusta? – pregunto, tratando que esos pensamientos salieran de su cabeza – El te lo trajeron del imperio aledaño, es aromático y rico en sabor



-Si, es agradable al gusto – asintió Athan, rígido en su lugar. Observando de reojo a su caballero quien estaba muy al pendiente de la interacción de ambos príncipes.



-Es bueno que te guste – Anastacius sonrió, dejando su taza ya vacía en el pequeño plato – Yo, bueno, nosotros no hemos interactuado mucho – Athan alzo una ceja intrigado por donde iría el asunto – mi madre, cree que sería bueno que compartiéramos clases para acercarnos más – murmuro nervioso – Lo consulto con padre y el deseaba saber si estabas de acuerdo



-Lo hablare personalmente con el – asintió Athan, evitando negarse rotundamente frente al niño – No me ha comentado nada – murmuro entre dientes, bebiendo un poco más de te. Sintiendo la traición en la boca del estomago



Estaba claro el porque la emperatriz habia pedido aquello, el manejar su educación solo haría que ella tuviera el control sobre el y por supuesto, hacer lo que quisiera con el sin la supervisión de su padre.



Joder, ahora que lo pensaba bien...Claude ya debe de estar pasando por eso.



Athan no quería entablar ninguna relación con alguno de ellos dos, pero no podía ser indiferente ante la posible agresión que su hermano menor estaría sufriendo ahora.



-Seguro padre a estado ocupado, pero realmente me gustaria que pudieras meditar la propuesta...me, me gustaria pasar tiempo contigo – Athan entrecerró sus ojos observando el comportamiento extraño de Anastacius – Somos hermanos después de todo



-No deseo las clases con la emperatriz – se sinceró, viendo sus hombros hundirse – Soy alguien que no le gusta la compañía, prefiero estar solo



-Lo entiendo – murmuro Anastacius y Athan lo maldijo al ver aquellos ojos enjoyados brillar de decepción, recordándose a si mismo cuando su hermano mayor lo rechazaba en su anterior vida



-Pero, si no eres molesto. Tal vez puedas pasar tiempo conmigo en mi biblioteca – Athan evito voltear los ojos al ver el rostro iluminado de Anastacius.



Parece un perro con un hueso – comparo con diversión.



-Espero con ansias tu llamado, hermano 



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