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[•~El Hombre ratón~•]

Durante el siglo 20, los casos de experimentos llevados a cabo en humanos eran mortíferos, no hace falta mencionar solo la escasa muestra de estos que hubo durante la segunda guerra mundial, por parte de Nazis y japoneses, para hacerse una idea de los terribles y numerosos que debían de ser. Carecían de moral, solo de perversión e ideas retorcidas. El único límite de estos experimentos era el sadismo de quienes los ejecutaban, si es que no rompían, al mismo tiempo, el límite de la persona a quienes habían alterado, transformándolo bajo su propio criterio.

Si alguna vez Maquiavelo pensó que los humanos somos egoístas por naturaleza: no estaba errado.

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-Archivo número 66: Expediente del experimento "Pérez"; Día 6

El experimento se halla despertando como todos los días, moviendo sus patas para estirarse y alzarse sobre su eje. Con posición erguida, el ratón mira hacia todos lados, sin recordar nada de él, de sí, de su vida. El ex-hombre se encamina mirando hacia varias partes, sin recordar nada de lo acontecido, actuando como un animal para olfatear hacia varios lados. A estas alturas, se debe de descartar cualquier posible indicio de retorno a la cordura. La próxima vez hay que evitar alterar el 60% del Hipocampo, tal vez así, sí conserve su cordura. Su cualidades cognitivas también deberían de evitar de verse afectados en gran medida. Ahora mismo, su inteligencia no es muy distinta a la de un Chimpance.

No obstante, el resto de peculiaridades han sido un rotundo éxito: sus fosas nasales son tan agudos como los de un roedor, poco a poco nos acercamos a modificar al nivel de una cavidad nasal de un sabueso; su cuerpo es sumamente ágil, con algunas modificaciones más, se podría llegar a imitar la agilidad de un gato; sus oídos se han vuelto cada vez más perspectibles, un nivel más y habremos llegado a la capacidad de un murciélago; sus patas se mantienen estupendamente, acaba de saltar contra la pared y se impulsó un poco hacia arriba. Con esa habilidad, podría escalar más de 9 metros. Aparte, sus patas están tan formidables que podría aguantar una caída de casi 20 metros. Un verdadero logro a este punto; Sin embargo, la característica mejor desarrollada han sido sus dientes: se han vuelto más fuertes que los dientes de un Ratón, gracias a su tamaño corporal. Si ya un Ratón era capaz de roer una pared de concreto, ahora este hombre ratón podría atravesar una pared de acero. De hecho, ha estado estos días creando una abertura en uno de los muros, por suerte, esto lo teníamos pronosticado, por lo cual, está excavando sin saberlo una ruta guiada.

Dejando de lado todas sus características corporales y físicas, parece ser que la sangre que barbita de su piel colgando no ha cesado de gotear. Como ya he determinado en el archivo anterior, el sujeto se arrancó la piel para extenderla a los lados de la cabeza y simular unas orejas grandes y onduladas. Aún no queda claro el porqué se decidió arrancar la piel para simular orejas. Solo se sabe que fue en parte influenciado por los ratones menores que recorren su cuarto, con los cuales creíamos que podría aprender de sus atributos. Y fue un éxito, el sujeto aprendió viendo a los ratones el cómo actuar y qué hacer. No obstante, parece ser que apenas vió que no era igual a ellos, se le vino a la cabeza que debía ser por la falta de orejas. Un razonamiento simple, pero que amenos demuestra su mínima capacidad inteligible, por más que se mínima.

El sujeto continúa con su trabajo de roer la pared, olfatea la carnada que dejamos al otro lado. Se detuvo por un segundo para comer, arrancado la cabeza de uno de sus "compañeros" ratones para sobrevivir, aunque este ya estaba muerto y casi pudriéndose. Con esto, nuevamente, ya hemos podido comprobar que la resistencia estomacal también se ha visto mejorada.

Continua roereando, y la verdad, es que falta tan solos unos centímetros para llegar, por lo que atravesará el muro en menos de una hora, tal como estaba previsto. Ya he avisado a todos los demás del equipo, despejando los pasillos y dejando las carnadas para atraerlo al lugar que necesitamos. Sus dientes no se ven afectados ante su constante rozamiento, y tras la hora prevenida, logra atravesar el obstáculo. Por primera desde su nueva conciencia, el hombre ratón se mueve hacia un pasillo distinto a lo acostumbrado, siguiendo recto hasta comer algo nuevo para él: un queso fresco. El antropomorfico olfateo aquel pedazo, era la primera vez que lo olía, y al comerlo, gestó una mirada distinta a todas las mostradas. Se vio feliz, dando pequeños brincos de alegría. Se debe de dudar mucho que sea en sí por su carácter ratón, ya que como tal, los ratones no son tan amantes del queso como se piensa. Simplemente debió de ser una reacción autóctona y propia de sus gustos.

Empezó a seguir con su olfato el rastro de otros quesos dejados en los pasillos, formando así un camino para que llegue. Sin desviarse, sin saberlo, terminó dentro de la parte trasera de un camión. El experimento comió el último queso depositado en el vehículo, satisfecho, sin poder haber visto venir que las puertas se cerrarían nuevamente. Una nueva jaula, donde él estaría ahí, por un corto periodo de tiempo. Se escucha como se retuerce, golpea la pared de acero, salta y impacta contra el muro para salir la "jaula". Creyó alcanzar la libertad con esfuerzo, esfuerzo, pero solo halló la fase más importante de la prueba.

Ahora, transportado sin saber donde era llevado, recorrió una extensa distancia, hasta las regiones más inhóspitas de la Alemania del Oeste. Un pequeño poblado, últimamente contrario a los designios del comunismo, será el centro de la prueba. Antes de cualquier cosa, nos hemos enfocado en que permanezca durante unas horas encerradas. Sin beber ni comer, el hombre ratón se agarra de la cara y de las "orejas" de piel al estar siendo sometido a los designios por primera vez a algún manjar. Le dejamos el suficiente tiempo para que no se debilite, sino, que simplemente, se vea llevado por la desesperación. Llegados a ese punto, en la noche, se abrieron las puertas en dirección al poblado, donde el gran Ratón corre con hambruna.

Nos ubicamos en una posición alta, preferiblemente una curva hacia arriba, para mirar como el hombre ratón salía de una casa con el brazo de una niña y su boca ensangrentada; sus manos manchadas y su orejas más empapadas que nunca. Ya había dado alarma al pequeño poblado, no más poblado por 56 personas. El experimento se sacude con fiereza, se siente imponente ante las presas que hay, siendo solo ratas un poco más grandes, destrozandolas y desmembrandolas al contacto. Todos los que intentaron encararle con un rastrillo o un bate, o incluso un hacha, se termina rápidamente sometidos por su fuerza y dientes. Hemos podido comprobar que sus sensores están más engrandecido que nunca, ¡hemos llegado a un gran punto, una sensibilidad sobrehumana sobre todas las cosas!. Se mira alegre, como un niño halagado por sí mismo, sintiéndose elevado a un pedestal.

¡¡BANG!!

Tardaron en traer un arma de alto calibre, pero a la final, la hallaron. Dispararon mal, justo rozando su brazo, pero suficiente para provocar que llore y se agarrarse del brazo. Llora como una cría de chimpance, mientras el hombre intenta recargar el arma desde donde estaba. Entonces, viendo una oportunidad, huye, lejano a todos sus espectadores. Se tuvo que seguir a la criatura a pie, extendiéndose su vida un poco más de lo planeado. Logró matar a casi la mitad de los pobladores, no obstante, fue más por el hambre o la gula, más que por propios deseos. Los mató con sus habilidades incrementadas, él solo, de una manera que ni el mejor soldado humano podría arremeter sin armas.

El hombre ratón llegó a un río, donde se acostó en 4 patas cerca del mismo para llorar con sus brazos delante del rostro. Estuvo así unos minutos, antes de poner sus brazos a los costados y ser capaz de ver plenamente la bella vista del lugar. Como era de noche, la luna se hallaba posando del otro lado del espejo del agua; las estrella como puntos blancos de nieve se alzaban en el firmamento; al igual que un canto, el viento sopló con una melodía vivida y amasadora de grandes fortunas. El hombre ratón volvió a animarse, su dolor se hizo ameguo, y se puso de pie sin abandonar su postura encorvada. Ahora que el hambre no lo carcomia, no tenía un lugar fijo donde irse. Podía ir donde quiera, ya no había paredes ni jaulas para el ratón. Corrió un poco, saltó varios metros en el aire asombrandonos más por sus capacidades, y cuando se vió que se divirtió: apreté el botón del mando, un tanto indeciso, para provocar un electroshock tan fuerte dentro de su cabeza que lo mató al instante.

Había hecho un gran trabajo, había demostrado la eficacia de la operación y del avance que estamos haciendo. Sin embargo, como siempre suele pasar, debíamos de empezar de nuevo, con un nuevo paciente, tal vez del psiquiátrico al norte de Berlín ¿quién sabe? Podría ser una buena opción. Habría que hacer un borrón y cuenta nueva, torturarle hasta que pierda su humanidad, experimentar y modificar su cuerpo durante semanas para que llegue a un nuevo grado en su metabolismo.

Agarramos el cadáver y como siempre hacemos, lo quemamos para no dejar evidencia de su existencia más allá de puras habladurías de pueblo. El hombre ratón creyó vivir decidiendo su rumbo, cuando en realidad solo era una rata de laboratorio, controlado por los hilos de nuestra inteligencia y de nuestra ciencia, hilado a lo que queríamos que fuese y fuera. Esos dientes de nada le servirieron para atravesar la verdadera pared que lo apretaba.

A veces me siento deprimido con alguno de los sujetos de prueba, pero así es como debe de hacerse para progresar rápido, en esta carrera de continuas mejoras, hay que buscar siempre avanzar por cualquier método. Rayos, tendré que cambiar esta ultima parte más tarde para que quede más esquemático este informe. Me he dejado llevar por los sentimientos, ¿por qué no lo electrocute antes de dejarle llegar al río?.

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-Archivo número 67: Expediente del experimento "Sujeto 67"; Día 1

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