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Prólogo

Una prestigiosa universidad española dictaba un máster en escritura creativa, tres mujeres se habían inscrito de modo independiente. Tres mujeres que, en su afán por mejorar en sus respectivos campos laborales habían decidido viajar y establecerse en España para tomar el curso que tenía una duración de dos años. Tres mujeres que sin pretenderlo, entablaron una amistad que duraría eternamente.

Natalia, oriunda  de Chile. El día que entró por primera vez en esa gigantesca aula, con un anfiteatro que rodeaba un pequeño orador dispuesto a un costado, en frente de una gran pantalla blanca que rezaba: "BIENVENIDOS AL MÁSTER DE ESCRITURA CREATIVA" . Su primer reacción fue la de salir corriendo al ver tantas personas. Y convengamos que solo un cuarto del espacio estaba ocupado y distribuidos en distintos lugares, lo que para el común de los mortales sería ver el lugar bastante vacío. No así para ella que era presa de una timidez extrema.

En silencio, apoyando cuidadosamente sus pies al dar cada paso, se acomodó lo más alejada posible del resto. Apoyo sus cuadernillos en el centro de lo que era su pupitre, sobre estos dejó una pequeña bolsa de tela que oficiaba de canopla, y al costado, su móvil listo para registrar la clase. No quería perderse absolutamente nada, por eso había descargado la mejor aplicación para grabar audios.

Suspiró para relajar su espalda que comenzaba a contracturarse debido al estresante momento. Cerró un momento sus ojos y puso en práctica una técnica de relajación que había aprendido con su terapeuta. Sí, ella había aceptado que la timidez era un problema que la aislaba por lo que llevaba sus buenos años haciendo terapia. Gracias a esto había concluido su carrera en periodismo y tenía su propia columna en una revista popular chilena.

Angélica, una peruana que dedicaba sus días a llenar de color los cuentos con sus dibujos. Era ilustradora, aunque originalmente hubiese estudiado ministerio, su vida era el dibujo. El dibujo y la escritura por supuesto. Ella ingresó al resintió, observó con criterio, buscaba un lugar desde el cual no tuviese que recorrer demasiado a la hora de salida, detestaba esos momentos donde las personas se amontonaban en las salidas y a empujones se abrían camino. Sin dudar eligió la última fila, a orilla del pasillo. Dos lugares hacia la derecha y en la fila delante de ella sólo había otra compañera, el resto del alumnado se encontraba disperso por debajo de ellas. Y cuando hablamos de debajo hablamos de unas cinco o seis hileras completame desocupadas.

Al encontrarse sola, dejó su morral en el lugar contiguo y poco a poco fue sacando sus materiales. También extrajo una botella de agua y unas galletas que dejó ocultas debajo de la solapa del morral, no sabía si se podía comer, pero ese día Angélica no había desayunado y sin azúcar no podía arrancar el día. Su rostro cambió a totalidades mas rojizas cuando recordó el porqué se había quedado dormida. Sonrió para sí misma y al igual que los demás, se dispuso a esperar a que la clase comenzara.

Adriana, una argentina bastante apurada entró, tropezando con la alfombra que tapizaba todo el suelo de aquel lugar. Sus cosas volaron los aires provocando más de uno girara su cabeza para saber que provocaba tal estruendo, y en especial porque se había oído claramente un, mierda!

Ella había tomado el curso porque era escritora aficionada, y su título de diseñadora se lo permitía. Al ver que varios continuaban observándola, recogió sus cosas y buscó el primer lugar donde ubicarse.

Las dos primeras filas, de arriba hacía abajo, estaban ocupadas, una persona en cada una, y eso era suficiente para declinar. Eligió la tercera, segundo lugar, sólo esperaba que nadie ocupara el espacio que había debajo, porque ella era zurda y por eso terminaba a los codazos con todos los que se sentaban a su izquierda, pero la vergüenza inicial le impidió desplazarse hacia la orilla.

Utilizó ese lugar para organizar lo que había recogido y ahora estaba desordenado, tenía una leve obsesión por tener sus cosas organizadas por tamaño, así que, una vez colocado todo de mayor a menor, se dispuso a esperar.

No esperó demasiado, apenas colocó su móvil sobre su ordenada pila de cosas, las luces del recinto se apagaron y se encendió un reflector que apuntaba al centro de anfiteatro, donde un profesor apareció como por arte de magia. Adriana negó con la cabeza, cómo detestaba que le dieran tanto dramatismo a una simple introducción a un curso.

Luego de las presentaciones, que duró aproximadamente media hora, dió inicio a la primer clase. Y qué pidió el mismo? Qué se presentaran uno a uno. Y en el orden en el que estaban ubicados, cada persona se puso de pié y se presentó. Claro que a nuestras tres protagonistas le tocó al último, y precisamente por la estratégica ubicación, fueron el centro de atención de todos.

Adriana se puso de pié, con su espalda recta, y dijo su nombre completo y nacionalidad. Lo bueno de ser de los últimos era que ya sabías que decir.

Luego de ella fue el turno de Natalia que, roja como un tomate, y agradeciendo mentalmente la oscuridad, también dijo su nombre completo y su procedencia.

Finalmente fue el turno de Angélica que era la última alumna en hacerlo, luego de dar su nombre y nacionalidad, la clase comenzó.

Fue en ese momento en que Adriana se dio cuenta que su bolígrafo no estaba. Meditó entre ir a buscarlo, seguramente estaría tirado en la entrada, pero ya había pasado suficiente vergüenza al ser el centro de atención dos veces. Se armó de coraje, prefería pasar el acalorado momento una vez más pero lo haría solo con una persona, tal vez dos, pero era mejor eso a que toda la clase incluido el profesor, pusieran los ojos encima de ella una vez más.

Se giró lentamente y utilizando su mejor voz de súplica habló con su compañera.

- Disculpa que te moleste. Tendrías un lápiz que me prestes? Perdí el único bolígrafo que traía. - Puso su mejor rostro lastimoso al dirigirse a Natalia, que era la compañera. Y ya decía su madre, que era la mejor actriz de drama que había conocido.

Natalia, sin contestar, sacó un lápiz negro y se lo pasó. - Gracias gracias, te lo devolveré, lo prometo! - Ella solo atino a sonreír para luego ver cómo su compañero abría un block de hojas y al igual que el resto, comenzaba a escribir.

La primera etapa transcurrió normal, cuando finalizó, llegó el receso, por ser las que más cerca de la puerta estaban, fueron las primeras en salir.

Adriana, que por años había sufrido la incomodidad del silencio, apenas se encontraron en la salida, saludó a sus dos compañeras.

- Hola, soy Adriana, aunque ya lo saben. Como era tu nombre? - Se dirigió a Natalia. - Perdón, es que tengo problemas para retenerlos. Pero gracias por prestarme el lápiz. Te lo devolveré al salir. -

Natalia estaba sorprendida por la cantidad de palabras que soltaba la mujer. Era evidente que estaba nerviosa y a diferencia de ella lo expresaba hablado sin parar.

- Soy Natalia, y no te preocupes, siempre voy preparada, ya sabes, por si acaso. - Luego se quedó callada.

En eso intervino Angélica qué al levantarse, había pisado el bolígrafo de Adriana.

- Disculpa. - Dijo tímidamente. - Será este el boli que perdiste? -

Cuando Adriana vio ese elemento tan preciado para ella, porque digámoslo claro, tenía sus obsesiones, su rostro se iluminó.

- Oh sí! Gracias gracias gracias. No sabes lo feliz que estoy. Me hubiese agarrado un ataque si lo perdía. Soy Adriana, y tu eres... -

- Angélica. - Concluyó ella. Le hizo gracia que volviera a presentarse, ella recordaba su nombre desde que lo dijera frente al alumnado. Y con esa iban tres.

Adriana automáticamente se giró hacía Natalia que estaba a punto de irse. - Ves Nati, ahora puedo devolverte el lápiz. - Se detuvo un momento. Pensó. - Qué les parece si les invito un café. Me han salvado el día y es lo menos que puedo hacer por ustedes! -

Natalia y Angélica se miraron entre ellas y luego a Adriana. Ambas asintieron.

Así, las tres caminaron hacia el bar que funcionaba dentro del complejo universitario en donde se encontraban. Y ese sería el comienzo de una amistad donde el matiz de sus personalidades las llevarían a volverse muy unidas.

Este es el inicio de esta nueva historia. Gracias amigaZ por la idea que hizo estallar mi imaginación. Y por favor amiga N, espero tu colaboración cuando quieras 😉

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