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Su respiración agitada, y los gritos desgarradores de fondo calaban sus oídos, sus pasos desesperadas y las pequeñas piedras que se clavaban debajo de sus pies causando que sus heridas se abriesen de a pocos, el como cerraba sus ojos por cada nuevo grito que interceptaba; y su mirada confundida, no hallaba salida, corría con la desesperación impregnada en su cuerpo, sus amedrentados ojos queriendo romperse de miedo e impotencia, y todo lo que hallaba era mas paredes oscuras y el mismo suelo lleno de tierra y piedras que lo lastimaban, sin faltar aquellos gritos perturbadores.
Llegaba a lados donde en grandes huecos había varias personas de tonos oscuros muertos y amontonados unos encima de otros, otras veces a lados donde yacían cabezas de gente con el tono de piel mas claro acomodados de una forma meticulosa y al rededor alguna clase de ofrendas, y otras le tocaba peores, niños algo mutilados muertos en cajas casi cangrenadas dentro de fosos. No quería ver esto. Solo corría con la fuerza que se hallaba en su cuerpo. Perdido. Con un gran nudo en su garganta. Con las irremediables ganas de expulsar todo el liquido que porta dentro, y arrancarse la piel de impotencia.
Su boca hizo un jadeo al llegar a oir otro ruido desgarrador tan cerca que jura haberla sentido en su oído, no quiere abrir los ojos, sus ojos dorados que muestran impureza al no hacer, al sentir lo que ellos sienten, y quedarse quieto, paralizado, dejando que todo suceda. Y que las cosas no cambien. Todo gire en torno a lo que se vive. Un monstruo, Aquel que siente yace dentro suyo, tal vez el español siga causando tanto sufriendo, pero después de todo, quien es el que se lo permite. Permite le suceda a ellos, a sus hermanos, a sus amigos, cuando juro protegerlos.
Su cuerpo tiembla. Quiere dejar de ser débil. Lo desea casi tanto como el poder odiar al español. Que en su mente sea capaz de comprender que solo se esta matando así mismo por cada segundo que pasa. La desesperación lo inunda y ahoga, porque no es capaz de sobrellevarlo. Intenta. Y solamente, vuelve a hundirse, no puede luchar. Sus brazos delgados, su ojos hinchados y rotos, sus manos manchadas de sangre que no es suya, los temblores en cada fibra de su cuerpo, y el miedo que lo inunda por lastimar a otros ya la vez la impotencia de no hacer nada por protegerlos.
El ya conoció el odio, el odio por si mismo.
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Sus orbes se llenaron de miedo y pavor, mientras que su cuerpo se eriza al contacto con aquel líquido que fue lanzado hacia todo su cuerpo. Tembló por el repentino contacto, reaccionando de manera defensiva, retrocediendo entre las sabanas para apegarse completamente a la pared, intentando alejarse completamente del aquel señor que no reconoce. Que no reconoce en absoluto. Que no quiere reconocerse. Y desea olvidar en lo mas profundo de su ser.
Y simplemente quedarse con el falso recuerdo del como lo conoció, y el como lo enamoró; y borrando el cómo lo destrozo, despedazandolo como si fuera una presa delante del cazador, como si tratase de un juguete del cual no teme romper. Se volvió a remover entre las sabanas del suelo, con aquel liquido congelando sus arterias, y un pusante dolor en el lado derecho de su cabeza, reteniendo su miedo, su impotencia su ira, tantas emociones juntas que teme dejar salir.
— ¿Sabes donde esta Manuel?
Su cuerpo se paralizó. Hace ya dos semanas que aquel castaño desapareció por la entrada principal, prometiendo que volvería y que la próxima vez, los dos serian quienes se irian del lugar, aquel que le curo las heridas de sus muñecas, de sus piernas y de su rostro, que lo abrazo y consolo sin juzgarlo, e incluso limpio aquel desastre del tipo que...que mató. Justo aquel que era perseguido por muchos españoles, y se arriesgó. Aquel que él prometió proteger de niños. No quería que le hiciese nada, nada de lo que le habia hecho, no era justo. Agitó su cabeza de lado a lado de manera lenta y tortuosa, conteniendo la desesperación de rogarle que lo dejara ir, y que hiciese con el lo que quisiera, sólo, y si solo eso logrará ayudar aunque sea un poco a los demás.
El de orbes verdes lo miró aburrido, sabia que mentía, y lo sabia tan bien que tan solo lograba que las ganas de arrancarle esa morena piel que tiene fuera arrancada, y hacerle saber que a él no se le miente, ni mucho menos tan descaradamente; tuerse los ojos al darse cuenta donde se halla, en una habitación vacía con unas sabanas sucias en el suelo, conoce del porque aquel peruano hace eso, y existe un pequeño remordimiento. Uno que tan solo intenta matar. Porque al ver como el menor abría sus ojos al verlo con una pequeña esperanza solo le provocaban deseos de romperla, como lo hizo con las demas naciones, lo dejo sin comer, sin beber, incluso mando a golpearlo, y parecia un pequeño perro contento de ver a su dueño, a pesar de gritarle que lo odiaba se daba cuenta que en la mirada de aquel mo existia una pizca de odio. Y eso lo torturaba mentalmente. Solo necesitaba llegar a su limite...y una verdadera bestia resurgió sin culpa.
El causo que sus ojos lo vieran con miedo y asco, sin embargo, hiciese lo que hiciese no lograba ver odio. Nada. Aquel lo amo, amo la falsa imagen que vendio al imperio, aquella sonrisa y luz resplandeciente que aseguraban llegar sin ni una mala intención, que solo hacia lo que cualquier nación hacía en este tiempo, aprovechaba de otros y conseguir más y más.
— N-No...no lo veo hace mucho.
Sus muñecas en telas oscuras, igual que en parte de sus piernas, su labio partido y manchas en diferentes partes que revelaba la oscura piel del menor, tan maltratada, tantas heridas que aquel mismo se habia hecho. Se habia autolesionado fisica y mentalmente.Y aun asi, no podia dejar de pensar en sus hermanos y amigos, no despues de ver al castaño, pese a que este mismo le dijo que ahora se preocupara por si mismo, y se mantenga con vida...solamente eso. No estaba de acuerdo. El no dudaria en atravesarse nuevamente ante una espada que amenazaba con dañar a alguien que quiere, o desea proteger. No duria, ni ha dudado. El miedo e impotencia se combinaban en su sangre, junto a la incesante culpa que se encarga de que cada dia en ese lugar se le vuelva su infierno.
Ya no sabia que esperar, sentia que habia aguantado todo, y tal vez a lo proximo siga soportando; pero de verdad no puede con estos sentimientos que solo justifican a aquel hombre que yace delante de él…aquellos que no se cansan de buscar la manera en proteger a la persona que ama, y no sabe si se enamoro de aquella farsa, ¡Y si, sí lo hizo! ¡¿Porque sigue enamorado?! ¡¿Porque no puede odiarlo?! Llega a sentir asco, repudio, cólera...y no puede. Solo, no puede. Y sabe que es culpa solo de él, tal y como el rubio le menciono, tal y como todos lo notaban y él no, tal y como se mataba lentamente intentando sostener una fachada delante de verdad.
Una verdad que teme ver. Y que aunque lo viera, no puede odiar. No puede tolerar vivir en aquel infierno si aún se aferraba a sostener aquello que no lo dejaba ir. Ironía en toda la palabra.
— ¿No lo ves?
Escucho decir. Cerró los ojos, no sabia mentir, nunca lo supo, de lo poco que recuerda, traducido al español, de su abuelo eran tres reglas, y una de ella era no mentir. Y jamás se vio en la necesidad de hacerlo. Estar delante de la mentira en persona, falsedad, y alguien...quien no cree que es. No cabe en su cabeza. No puede.
El moreno sintio como lo cargaba al estilo de los soldados españoles cargaban a los cadaveres en sus sueñoa para lanzarlos a fozas de diez metros sin piedad alguna. Uno de los brazos de aquel debajo de sus piernas, y otra cruzando la mitad de su espalda, con un trato que ni siquiera esperaba. Un trato tan lejano al como lo trato esa noche.
Y quiso con tanta fuerza abrir los ojos para admirar al verdadero demonio, y ser consciente de como sus sentimientos podian ser capaz de marchitarse tras arremeter contra él, y dejarlo solo, débil, unas incesantes ganas de llorar, y no solo por lo que le hizo. Sino, porque tras despertar se dio cuenta que no podia odiarlo. Era tan malditamente ingenuo, que sus orbes dorados apagados y sin vida como un animal muerto, no existia ni una pizca de odio en ese instante. Siempre quiso decir lo que sentia, que podia hacer lo que quisiese con él, pero que deje a las masas de gente inferior, justo como los habian clasificado, pero también sabia que los sintomas que adormecian su cuerpo, eran los sentimientos de aquellas personas que su abuelo se esforzó en tratar con respetó, y ahora solo lograba abundar su sangre de miedo, impotencia e incontrable ganas de hacer algo, y a la vez, nada. Sus sueños ya no se inundan de todo los traumas, no solo de eso, de los abusos que cometen contra la gente.
— ¿P-Porque...? — Murmuró con la voz rota, apretando sus parpados con aun mas fuerza, intentando que todas las imagenes despreciables, bizarras, y deformes que existían y se cometian a unas horas de distancia desaparecieran de su cabeza, tan solo, tan solo un momento. — No...lo entiendo, él, él me conto que tienes a todos en calabozos, jaulas y...l-los torturas. — Su cuerpo entero temblo, conteniendo un jadeo al morder su labio con desespero, aquellos desechos y partidos labios que poseia; no podía imaginarse, exceptuando por el rubio, a los demas en tales condiciones, cortados, torturados, sin dormir, sin agua, sin comida, no quería aceptar, solo quería que fuese un mal sueño, aunque era lo de todos los dias, deseando que al momento de que su fuerza no puede mas y cae rendido, tan solo sea un sueño culpa de premonición. Advertencia. Lo que sea. Y al despertar, de alguna u otra manera agradece. Solo tal vez les haya hecho todo eso, mientras que ellos no pasen por la degrante humillación a la cual obligaron, sintio que fue útil, al menos, solo al menos por un momento. — Es normal, es normal, me lo repito. — Dijo con una voz melancolica y rasposa, desviando la mirada hacia el suelo, evitando encarar al mayor. — Y sigo sin entender. ¿Que buscas de mi? ¿Porque...sigo aqui? Pudiste hacerme igual al resto, incluso si te apecia matarme. — Ya no sabia que decía, lo unico evidente era su utilización del español en cada una de sus palabras sin un rastro de quechua, aymara, ... , u otra de sus tantas lenguas de hace ya tiempo. — Pero no. Me sigues restregando en la cara que no puedo odiarte, y gracias a ti, aunque me esfuerce, no te odiare. — Las lagrimas que habia bajado tan solo causaban un irritante ardir en ambos ojos descuidados, llenos de lagañas, cortadas, y..muertos. — Aun asi recuerda algo, Corona Española, todo lo que me h-has hecho, lo recordare, y tratare de no olvidar como me has humillado a mi y a mi gente. P...Porque no fue justo. Lo que sentia en ese entonces no cambio a pesar de ver aquel monstruo. — Golpeo con nula fuerza el pecho del de orbes verdes, aquel que aun lo cargaba de aquella extraña manera, (nupcial), o como el menor lo asociaba con los cadaveres de las catacumbas que existian debajo de las iglesias. — Quiero ayudarlos...y no se que hacer. Los extraño tanto que no soy capaz d-de seguir, quiero verlos. — «Yanapay»
«Imaynalla tayta»
«Churi..»
— N-No recuerdo a mi abuelo. ¡Intente de todo! Y ni siquiera se que por primera vez que puedo hablar en años, y no puedo detener todo lo que he retenido, toda la rabia que...tengo guardada. Y solamente quiero olvidar. Quiero olvidarte. Y volver al pasado, antes de tu llegada, antes de todo...pero realmente se que no te importa. — Ya todo lo que decia, solo eran murmullos constantes, que intentaban aliviar su pesada cabeza, llena de dudas, de la sensación de correr de los comodos brazos que lo cargaban para tirarlo a algun lugar, para humillarlo nuevamente, para crear las ganas de desaparecer e incluso matarse, siendo lo único que vea para aferrarse, jugando con su mente a su total antojo. No podia justificar algo que no tenia justificación, si simplemente lo hizo a plena consciencia. — Munami haypay.
De repente sintio algo crujir debajo suyo, habia sido tirado a la especie de cama que poseia en este entonces. El mas alto lo miraba. Sin culpa, y sin remordimientos, y tan solo conseguian florecer el sentimiento de esforzarse en verlo con odio, como se lo merece. Por todas las cosas que le ha hecho. Y por el mismo asco que se tiene al sentirse protegido en los mismo brazos que se encargaron de arremeter contra el, y desarmarlo, dejándolo vacio.
Se observo unos segundos. Su delgado y pequeño cuerpo, cubierto de telas intentando cubrir sus heridas, su piel de hematomas. Y su mente un completo infierno.
— No. — Nego el mayor. — No, no, no, y no. No hables tus idiomas, realmente no digas palabra alguna. Y si tanto quieres ver a los demas, en dos dias un grupo de españoles saldra en busca de uno de tus Incas que intenta atacar contra el virrey, si ayudas en su captura, podre considerarlo, solo y solo, si logras averiguar algo de ventaja.
El opuesto apreto sus puños. Si. Era consciente de la situación. Pero a vivir encerrado toda su vida, era mejor ver el sufrimiento en persona que en sus sueños y piel atormentandolo.
Solo que el español omitio un detalle. Varios de los que conocia simplemente ya no existen.
...
«Existen cosas que queremos recordar y el paso del tiempo se encarga de dejarlas atras; y otras que se quedan marcadas con fuego pese a que dariamos todo por borrar. Ironía. Maldita ironía.»
«¡Yanapay, Virú!»
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