Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5 | Fingir


FINGIR

Estar a solas con Christian en la sala de juntas no fue tan malo como creí. Claro, sentí cierta tensión de mi parte, por el estrés que me causaba la situación, pero obviando eso, la entrevista resultó bien.

Él se comportó con su carisma de siempre y por instantes me olvidé de quién era él en mi vida y solo lo vi como un entrevistado más. Me dio ciertos detalles y curiosidades sobre el manejo de la marca, así como anécdotas que no aparecieron durante mi investigación. A pesar de no ser tan apegado con la empresa familiar —como dijo— fue destacable el aprecio que le tenía. Después de todo, era el otro hijo de sus padres y el fruto del esfuerzo de su vida.

Nos despedimos con un apretón de manos teniendo la mesa entre nosotros. Fue un alivio no propiciar otra escena incómoda. Él informó que iría a almorzar afuera y que, si podía, le avisara a su prima que por la tarde llegaría con las modelos para que las conocieran, e hicieran los preparativos previos a la sesión de fotos. Ya era casi hora de comer y, sabiendo que él no estaría, y ya más calmada, fui al comedor para acompañar a Azucena y darle la noticia. Mi madre no me llamaría sino hasta la segunda mitad del descanso para almorzar.

Para mi sorpresa, me encontré a mi amiga esperando por mí en la salida del ascensor en la planta correspondiente.

—¿Pasa algo? —pregunté al notar su impaciencia.

—Claro que no. Te estaba esperando para ver si hoy sí comías conmigo —respondió—. Ven, vamos.

Antes de que me disculpara por no hacerlo el día anterior, me tomó del abrazo y me dejé guiar al comedor. Estaba extrañada por su actitud. Quizá también deseaba contarme algo, o la presencia de su primo le afectaba de alguna manera. Sabía que no era del todo cercanos y que había sido más por lealtad familiar que aceptó tenerlo en su casa, ya que su madre insistió en que interactuara más con él.

El comedor estaba en planta de la mitad del edificio y tenía una modesta terraza para que los fumadores pudieran disfrutar de su vicio allí. También había unas cuantas mesas y sillones en el exterior para que el personal se relajara, pero nunca me gustó darle uso a ese espacio. Prefería estar en el interior, con el aire acondicionado, y ocupando alguna de las sillas acolchadas y mesas de vidrio. El método era tipo buffet, variando un poco cada día, y cada empleado podía usar uno de los cinco tickets alimenticios semanales. Ya si se quería comer un poco más, o añadir algo que no estuviera incluido, se podía pagar. De igual manera, se contaba con un par de máquinas expendedoras, como las que estaban en otros puntos de la construcción.

Yo solía traer mi almuerzo, pero la noche anterior no tuve tiempo de prepararlo, así que me dirigiría con Azucena a buscar un plato para servirme lo que se me antojara y entrara dentro de mi dieta saludable.

Pero, justo antes de llegar a la entrada del comedor, Azucena me soltó para adelantar el paso y cruzar el amplio marco de madera antes que yo. Comenzando a creer que había perdido el juicio, me apresuré un poco. No me imaginé que al ingresar me encontraría con una enorme pancarta colgada en el techo con la frase: ¡FELICIDADES POR TU COMPROMISO, LAURA!

Me quedé por unos instantes quieta, viendo al grupo de personas que estaban allí, luciendo alegres por la noticia. Aplaudían y me felicitaban. Beth estaba entre ellos, así que supuse que había corrido la voz. Ubiqué a Azucena en un costado, grabando la escena.

Me llevé las manos al rostro y fingí emoción. Sonaba horrible de mi parte, sí, pero era imposible sentirlo de verdad si las dudas continuaban susurrándome en el oído. Esperaba que cuando iniciara con los preparativos —luego de reunirme esa noche con mi madre— esa chispa que debía tener se encendería.

—Muchas gracias a todos —dije adentrándome más en la habitación.

Abracé a la mayoría y otros me dieron palmaditas en la espalda deseándome buena suerte. Algunas mujeres —sobre todo las mayores— tenían lágrimas en los ojos de emoción; y eso que no eran cercanas a mí. Esa era la magia de las bodas.

—Y... sonríe —pidió mi amiga para tomarnos una foto juntas.

—Muchas gracias —volví a decir, pero esa vez solo para ella. Le di un abrazo.

—Tranquila, aunque debiste contarme anoche. Me dieron celos de amiga enterarme por Beth. —Entrecerró los ojos, tratando de remarcar su supuesto enojo. Sin embargo, luego suavizó el rostro—. Claro, te perdono si me dejas ayudarte con los preparativos...

Y sabía que necesitaría de alguien. No podría hacerlo yo, mucho menos en compañía de mi madre. Azucena podía ayudarme a mantener el equilibrio y, además, era decoradora.

—Sí puedes —contesté.

El momento de protagonismo concluyó y cada quien se dispersó para poder comer. Escogí una ensalada verde, con pollo al horno y puré; omitiendo el postre y regalándoselo a Azucena. Pronto iba a tener que comprar mi vestido y estaba pensando en bajar algunos kilos antes de eso.

—Se lo guardaré a Christian. Le encanta el pudín, parece un niño —comentó ya ocupando nuestra mesa.

No repliqué a eso. Era un dato que tres años después permanecía igual.

—Va a quedarse hasta la semana que viene —continuó—. La sesión de fotos creo que terminará el lunes y se irá el miércoles después de que salga la revista. Quiere llevarle un ejemplar recién impreso a su madre.

—Qué lindo de su parte —intervine para que no creyera que la ignoraba. Sí era un buen gesto.

—Sí... ¿Te parece si salimos el fin de semana los cuatro? Puede ser a un bar para celebrar el compromiso.

Su petición hizo que presionara de más el tenedor contra el plato y se emitiera un ruido horrible. Me disculpé y tomé jugo.

Sabía que iba a verse feo si me negaba. Ella era mi amiga y era normal que quisiera salir a celebrar conmigo, sobre todo porque desde que la conocí ya más de una vez me había preguntado cuándo Roberto y yo nos casaríamos. Quién sabe cuánto llevaba esperando por eso y hacía cuánto había comprado esa pancarta. Ella era ese tipo de persona, que se emocionaba por la felicidad de los demás, incluso más que ellos mismos.

Y, Christian era un primo y estaba de visita en la ciudad. No iba a salir y dejarlo en el apartamento aburrido. Además, por cómo hablaba, asumí que se estaban llevando bien. No era de extrañarse, Azucena era un amor y Christian... bueno, él era fácil de tratar si se conocía su lado amable.

—Sería genial —dije—. Le preguntaré a Roberto y cualquier cosa te aviso.

Llegado el momento, usaría la carta de que Roberto no tenía ganas de salir, o algo por el estilo. Definitivamente no quería que los dos estuvieran en el mismo lugar. El nivel de ansiedad iba a matarme.

—Roberto no dirá que no. Me encanta cómo es y estoy muy contenta porque se casarán.

—Deseo que pronto te llegue alguien también —comenté, queriendo desviar la conversación—. ¿Qué pasó con el chico que conociste por la aplicación?

—Nada que ver. Comenzó a pedir fotos sexys, así que lo bloqueé. Definitivamente no es lo que quiero.

Era una lástima que no tuviera buena experiencia con los hombres. Conocí a su ex y era un ser despreciable y manipulador. Cuando Azucena comenzó a subir de peso por su desajuste hormonal, la dejó. Ella estuvo mal por un tiempo y fue cuando nos hicimos más unidas. Luego volvió a brillar y sabía lo que quería y no se conformaría con menos. Si era necesario decir adiós, lo hacía. Ya había salido como con cuatro personas desde entonces; ninguno dando la talla.

—Ya llegará alguien —repetí—. Cuando menos te lo esperes.

—Has tenido mucha suerte con Roberto. Creo que el sueño de muchas es casarse con su primer novio. Debe ser como un cuento de hadas.

Lo que dijo hizo que volviera a enfocarme en el problema que yo debía tener. Casarse con el único novio que se había tenido sonaba lindo, pero, ¿acaso no era así? ¿Acaso ese no sé qué era porque sentía que no experimenté lo suficiente como para decidir qué quería? ¿Por eso me atrajo Christian? ¿Porque fue algo diferente que llegó a mi vida, y no simplemente por tratarse de él? ¿Hubiera sido así con cualquier otro?

—Lo es. Todavía no puedo creerlo —dije lo que se esperó de mí.

El resto del tiempo juntas contempló mi anillo y habló sobre algunas ideas que tenía. Después, fuimos interrumpidas por la llamada entrante de mi madre y me retiré para poder hablar con ella lejos del bullicio del comedor. El tema principal también fue la boda y cómo esa noche, cuando fuera a cenar, me mostraría un catálogo de vestidos de su tienda favorita.

La tarde en el trabajo transcurrió agregando al borrador de la entrevista lo que recolecté esa mañana. Luego lo revisé, lo pulí y se lo envié a mi correctora. Como me quedaban un par de horas —y no recibiría las observaciones hasta el lunes porque lo envié antes de tiempo—, el resto de la jornada me dediqué a investigar nuevos posibles temas sobre los cuales escribir para exponérselos a Mariela y recibir su aprobación.

A la hora de la salida, me encontré con Juan esperando también el ascensor. Susurré un saludo, esperando que no lo escuchara ni lo tomara como entrada para hablarme. Pero no fue así.

—Escuché que te casarás.

—Sí.

Impacté impaciente la punta de mi tacón contra el suelo y rogué que los números de las plantas disminuyeran más deprisa.

—¿Será pronto? —preguntó.

—No lo sé.

—Qué afortunado.

Las puertas del ascensor se abrieron. Solo faltaba soportarlo lo que durara el trayecto hasta planta baja.

—No suenas, ni te ves tan feliz —añadió cuando las puertas empezaron a cerrarse.

—Puede ser que tenga más que ver con quién tenga frente a mí —dije tajante, sin ganas de fingir también cordialidad.

Se aproximó e invadió mi espacio personal. Tuve que voltear y pegarme más hacia la pared para conservar una distancia cómoda. Sin embargo, fue mala idea, porque con un paso más me tendría atrapada. Pero no lo dio, a pesar de parecer estar conteniéndose. Tenía una forma retorcida de querer molestarme.

—Soy bueno fingiendo, es lo que hago la mayor parte del día, así que también soy bueno detectando quién lo hace —replicó.

Se inclinó hacia adelante y tuve ganas de empujarlo lejos y huir, mas no pude moverme ante lo incomprensible de la situación. Quedó cerca de mi rostro e inhaló profundo. Sus ojos cafés permanecieron fijos en los míos, revelando cuánto le divertía tenerme así: vulnerable y sin saber cómo reaccionar. A diferencia de lo que provocaba Christian, Juan encendía alarmas desagradables en mi cabeza.

—Tú no eres feliz y yo no te aborrezco como crees —murmuró.

Se apartó justo cuando el ascensor se detuvo. Las puertas se abrieron y él se fue sin decir más.

Me obligué a ponerme en movimiento, pese al temblar de mis piernas. Sus palabras retumbaban en mi cabeza y me costó encontrarles sentido. ¿No me aborrecía? ¿Entonces... yo le gustaba? Nada agradable podía salir de que estuviera interesado en mí. No respetaba su relación actual, ni a las mujeres en general.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro