24 - Cercanía peligrosa
Jungkook no durmió esa noche en su cama.
Me levanté algo cansada. Me había costado mucho dormir con todos los pensamientos rondando en mi cabeza. Su cambio repentino seguía desconcertándome, y aunque estaba muy enfadada, no pensaba mover un dedo para resolverlo. Si él no estaba dispuesto a hablar, yo tampoco lo haría.
También podía ser muy orgullosa.
Con un suspiro, me vestí rápidamente y salí del cuarto rumbo al comedor. Mi ánimo no estaba en su mejor momento y el día gris y lluvioso tampoco ayudaba.
Iba absorta en mis pensamientos cuando sentí un peso repentino sobre mi espalda.
—¡Tía! ¿Es cierto lo que se va rumoreando? —la voz animada de Jiho me hizo dar un pequeño salto.
—Buenos días, Jiho —respondí, sin detener mi paso—. ¿El qué? No sé de qué hablas.
Ella aceleró para colocarse a mi lado. Tenía una expresión llena de emoción.
—¡Que te has liado con Mingi! —exclamó con una sonrisa traviesa—. Todo el mundo dice que Mingi se te ha declarado.
Me detuve en seco y la miré a los ojos.
—¿Se está hablando de eso?
—Y tanto. Ayer mi compañera de cuarto me lo contó. Sus amigas estaban comentándolo como si fuera la noticia del año.
Suspiré profundamente. Esto significaba que no solo tendría que lidiar con mi propios pensamientos confundidos, sino también con las miradas y comentarios de todos. La idea me hacía querer desaparecer por completo.
—¿Y qué tal? —preguntó Jiho—. ¿Te gusta? ¿Vas a corresponderle?
La miré de reojo mientras ella sonreía, esperando una respuesta. Aunque Jiho era mi única amiga aquí, y sabía que no lo hacía con mala intención, mi humor no estaba para preguntas tan directas. Entre la falta de sueño, el desánimo y el mal tiempo, mi paciencia estaba al límite.
Aún así, me obligué a sonreír, sacando el poco humor que me quedaba.
—¿Sabes qué me gusta más? —dije finalmente, mientras reanudaba mi camino hacia el comedor—. La idea de las tostadas que me voy a zampar ahora mismo.
Jiho soltó una carcajada, siguiéndome sin insistir más.
—Bueno, eso también suena bien —aceptó mi respuesta evasiva.
Mientras cruzábamos la puerta del comedor, sentí las primeras miradas posarse sobre mí. Los rumores ya estaban en boca de todos.
...
A primera hora teníamos Educación Física, y aunque la lluvia había cesado, el cielo seguía gris y amenazante. Nos hicieron salir al campo de fútbol para correr alrededor de la pista. Algunas gotas caían, acariciando mi rostro.
Mientras trotaba sola, perdida en mis pensamientos, lo vi. Jungkook estaba con su grupo de amigos, su expresión completamente neutra, como si todo estuviera perfectamente en orden. Ni siquiera hizo el intento de mirarme.
Apreté los labios, decidida a no dejar que su indiferencia me afectara. No tenía por qué preocuparme por alguien que claramente no pensaba preocuparse por mí.
Me concentré en correr y en el ritmo de mis pasos. De pronto un grupo me adelantó, interrumpiendo mis pensamientos.
Jessica y sus amigas, con su aire de superioridad, pasaron trotando a mi lado, sus risitas burlonas resonaron con fuerza.
—Vaya zorra estás hecha... —escuché decir a Jessica con una voz lo suficientemente alta como para asegurarse de que la oyera.
Mi cuerpo se tensó al instante, pero seguí corriendo, fingiendo no haber escuchado nada.
La lluvia volvió a caer con fuerza, obligándonos a refugiarnos en la nave deportiva. El sonido de las gotas golpeando el techo metálico resonaba por todo el recinto.
El profesor nos indicó que continuáramos la clase con una serie de ejercicios. Al principio fue fácil, pero a medida que las repeticiones aumentaban, el cansancio comenzó a apoderarse de mí.
Saltos, flexiones, carreras cortas... Cada ejercicio me dejaba más agotada. Para cuando terminamos, mi respiración era pesada, y el sudor corría por mi frente, pegando mechones de cabello a mi piel.
Me dirigí al vestuario con las piernas todavía pesadas. Apenas puse un pie dentro, escuché las risas inconfundibles del grupo de Jessica.
Al pasar junto a mí, una de sus amigas me empujó levemente con el hombro, lo justo para desestabilizarme.
Apreté los labios y contuve la respiración. Lo último que necesitaba era explotar ahí mismo. Jessica era intocable, y todos lo sabían. Si hacía algo, sería yo quien acabaría metida en problemas, y probablemente con un castigo peor que el de limpiar platos todos los días.
Sin decir nada, me fui directo a mi compartimento, sacando la toalla.
Me metí bajo la ducha caliente, dejando que el agua cayera sobre mí como si pudiera arrastrar el cansancio y la irritación. Cerré los ojos y respiré hondo. Si pudiera, me quedaría ahí todo el día, lejos de las clases, de las exigencias de los profesores, de las tonterías de mis compañeros.
El tiempo pasó rápido. Me quedé bajo el agua más de lo que había planeado, dejando que el calor me envolviera. Pero esa calma se rompió cuando salí y descubrí que el vestuario estaba completamente vacío.
Me acerqué a mi compartimento, envuelta en la toalla, con gotas de agua todavía resbalando por mi piel. Pero algo no estaba bien.
Mi mochila no estaba.
Parpadeé, confusa, y revisé alrededor, esperando haberme equivocado de compartimento. Pero no, mi ropa, mi mochila, todo había desaparecido.
—Genial... —murmuré para mí misma.
JUNGKOOK
Hoy solo había un único tema de conversación y yo ya estaba cansado de escucharlo. Me dirigí a la siguiente clase y cuando entré escuché las risas del grupo de Jessica.
—Que se joda esa zorra... —decía una de ellas y volvían a reírse. No le di importancia porque no sabía de quién hablaban. Me senté en mi lugar y a los pocos segundos el profesor entró por la puerta pidiendo silencio absoluto.
—Lee Arin— pasó lista pero nadie respondió cuando dijo su nombre. Levantó la mirada en su búsqueda, al igual que yo. Su asiento estaba vacío.—¿Dónde está Arin?
Nadie respondió.
—Ocupada liándose con otro—susurró Jessica haciendo que sus amigas se riesen. El profesor no llegó a escuchar lo que dijeron, pero les echó una mirada fulminante para que parasen inmediatamente.
Ahí fue cuando lo entendí: la ausencia de Arín tenía que ver con Jessica. Sin pensarlo, me levanté de mi asiento, captando la atención de todos los presentes.
—¿A dónde va usted? —me preguntó el profesor, con tono autoritario.
—Tengo que salir.
—No, no puede salir ahora. —me replicó, pero no iba a hacerle caso.
—Jungkook, vuelva a su asiento inmediatamente o tendrá un castigo.
—Pues castigueme luego.
Salí del aula sin mirar atrás, ignorando los murmullos de mis compañeros y el grito del profesor. Corrí por el pasillo hasta salir al exterior donde la lluvia caía con fuerza. Me empape en cuestión de segundos hasta que llegué al recinto.
Al entrar, algunas luces estaban apagadas ya que justamente a esa hora no tenían ninguna clase. Me dirigí directamente al vestuario de chicas, donde sabía que la iba a encontrar.
—¡Joder Jungkook! ¡Qué susto! —dijo ella, sentada en uno de los bancos, con la mirada perdida y el cuerpo envuelto en una toalla.—¿Qué haces aquí?
—¿Qué haces tú aquí? —pregunté, aunque mi tono no era de reproche, sino de preocupación.
—Que te importa a ti.
Ignoré su comentario. Entendía que estuviese enfadada conmigo, y tenía todo el derecho.
—¿Y tu ropa? —pregunté, mientras comenzaba a buscar en los compartimentos, con la esperanza de encontrar algo.
Arin se encogió de hombros.
—No lo sé. Pregúntale a tus amiguitas, que parece ser que hoy se han levantado con ganas de hacerme la vida imposible.
—Joder. —La rabia comenzaba a invadirme, pero traté de mantener la calma mientras recorría el vestuario en busca de su mochila. Arin seguía allí, en silencio, rodeada solo por su toalla.
—¿Ahora me quieres ayudar? Anoche parecía que ya no querías saber nada mí.
No respondí su pregunta. Me quedé pensando dónde podría encontrar su ropa, dónde Jessica podría haberla escondido.
—¿Me escuchas? —preguntó molesta. Cuando me giré me la encontré de frente.
—Estoy intentando pensar, no puedes quedarte así.
—Quiero que me respondas, Jungkook. ¿Qué te pasa conmigo?— sus ojos me miraron fijamente y sentí que mi corazón se aceleraba al tenerla tan cerca y con su cuerpo desnudo rodeado por una simple toalla. Su cabello caía largo por sus hombros desnudos y podía ver sus largas piernas. Era peligrosa su cercanía, necesitaba que se separase de mí.
—Espera. —salí del vestuario al recordar algo. Corrí al baúl dónde guardaban las pelotas.
Respiré aliviado al encontrarla, ahí estaba todas sus pertenencias. Recordé que no era la primera broma pesada que Jessica había hecho.
—Anda, encontraste mi mochila —dijo, cuando me vio entrando al vestuario con la mochila pero sin ni una pizca de ánimo— Yo ya pensaba quedarme aquí todo el día.
—Vístete. —ordené a la vez que le lanzaba la mochila al banco— Me he ganado un castigo por venir aquí.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Quieres que me dé la misma pena como la que te dio a ti ayer después de quedarme sola limpiando?
Bufé rodando los ojos.
Un trueno retumbó, resonando en el ambiente.
— Uy, ¿qué hace esta luz encendida? —los ojos de Arin me miraron con urgencia en cuanto escuchamos al profesor acercarse al vestuario. Sin pensarlo corrí a por Arin tomándola de su brazo desnudo y nos encondimos detrás de una pared. El profesor debió asomarse para comprobar si había alguien, pero lo mejor era que no nos pillasen o podría traer peores consecuencias.
Lo que no imaginaba es que iba a apagar la luz y que la puerta la cerraría con llave.
Tampoco me di cuenta que tenía a Arin acorralada entre la pared y mis brazos. Sintiendo nuestro cuerpo tan cerca que podía oler el champú que había utilizado para su cabello. Nuestras respiraciones se mezclaban debido a los nervios del momento y mi piel ardía por la corta distancia en la que nos encontrábamos.
—Jungkook... —dijo, susurrando. La distancia, su olor... Me sentía cada vez más débil.
—¿Mmm? —cerré los ojos por unos segundos, completamente ido.
— No me jodas que nos han encerrado. —terminó de hablar. Abrí los ojos de par en par, al darme cuenta la seriedad del asunto.
Algo de luz entraba desde una pequeña ventana en una esquina, pero con el día tan gris no iluminaba nada el lugar.
—No creo... —respondí, queriendo ser optimista.
Me separé de ella para acercarme a la puerta y cuando intenté abrirla solo escuché a Arin desesperándose.
Pues sí, estábamos encerrados.
...
Vaya vaya, encerraditos y bien juntitos.
Nada, me encanta escribir esta historia.
Espero que os este gustando <3
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