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Capítulo 8-b

-Mekriesh satanys -susurró Ariashka frente a la pared de una cueva con brillantes venas de oro y plata antes de pasar a través de ella como si la propia pared rocosa estuviera hecha de aire. La densa oscuridad la saludó mientras caminaba. Sus oídos de inmediato comenzaron a escuchar los gritos de los condenados mientras caminaba a lo largo del túnel. Poco tiempo después, un gruñido sonó a su izquierda y el olor rancio de carne podrida le dijo que un perro infernal, escondido dentro de un pasaje adyacente, quería un bistec súcubo. Sin la capacidad de volar debido al espacio estrecho que la rodeaba, sólo podía huir de la bestia y esperar escapar de los túneles laberínticos antes de que más peligros cruzaran su camino.

La diabla comenzó a correr, siguiendo el leve olor a azufre en el aire húmedo con el sabueso en sus talones, hasta que su pie vaciló y cayó a una nueva grieta que había sido cavada en el suelo. El perro le gruñó de nuevo desde lo alto del agujero y las llamas rojas cubrieron todo su cuerpo con rapidez, haciendo que la criatura fantasmal fuera visible. Sus ojos negros se fijaron en ella un momento antes de que se le abalanzara y afilados colmillos rasgaron su ala izquierda, haciéndola gritar de dolor. Ariashka logró alejar a la bestia y le dio una patada, arrojando a la bestia contra la pared de tierra mientras ella salía de la grieta clavando sus largas garras en el suelo para tirar de su cuerpo hacia arriba. Después de que llegó a la cima, corrió desesperada buscando la salida.

-¡Maldito seas, Vergil! Sabías que soy un demonio de bajo rango y me sería difícil navegar a través del Laberinto de Corson -Su cuerpo comenzaba a sentirse débil-. No debería haberlo confrontado por el bien de Mina. ¿En qué estaba pensando? -Todo sería más fácil si pudiera usar su poder, pero encima de su ala sangrante, el maldito laberinto estaba drenando su preciosa energía. Si se atrevía a usar sus habilidades, el proceso sólo empeoraría.

Después de lo que pareció una eternidad, el olor a azufre se hizo más fuerte. Sus ojos brillaron con entusiasmo mas cuando sus pies la acercaron a la salida, la sonrisa en sus labios murió junto con el brillo de sus irises. Al final la esperaban dos perros infernales más y un demonio de fuego. Estoy jodida.

La diabla redujo la velocidad de sus pasos hasta que estuvo frente a su tan deseada salida y las criaturas que sólo querían comerla o algo peor.

-¡Miren, muchachos! Hoy tendremos Lilitu para cenar -le dijo el demonio de fuego a los perros. Las llamas que envolvían su cuerpo humanoide bailaban de un lado para otro como si su dueño temblara de alegría y luego sonrió, mostrándole dos filas de dientes afilados y puntiagudos-. Pero no la maten todavía. Quiero metérselo primero -Los perros infernales gruñeron, llamas cubrieron sus cuerpos y corrieron hacia el súcubo.

Estoy tan jodida.

Mina despertó en la oscura habitación para encontrarse sola en la cama. Sus ojos recorrieron el lugar hasta que vio una sombra sentada junto a la ventana que se hallaba a su lado izquierdo.

-¿Me buscabas? -Los ojos de un intenso color rojo cambiaron a azul eléctrico en segundos-. Cierra los ojos -ordenó él un momento antes de que todas las cortinas se abrieran y los rayos del sol bañaran toda la habitación.

-¿Te mantuviste despierto toda la noche? -le preguntó ella, frotándose los ojos.

-Necesito dormir muy poco -El demonio rodeó la cama y la tomó en sus brazos antes de dirigirse al baño.

-¿Qué estás haciendo? -jadeó ella, moviendo sus piernas para que él la bajara-. ¡Bájame, Vergil! Puedo caminar.

-Un baño eliminará la somnolencia de tu cuerpo y lo dejará listo para nuestra reunión con el señor St. Claire -él dijo aquel nombre como si fuera la cosa más desagradable del mundo a la vez que la metía dentro de la bañera-. Déjame ayudarte a salir de tu babydoll -Una sonrisa astuta curvó sus labios mientras sus ojos brillaban con malicia.

Ella gruñó y lo detuvo antes de que él alcanzara la mitad de la cintura.

-Soy perfectamente capaz de desvestirme sin ayuda, querido. ¿No tienes cosas más importantes que hacer?

-No, no las tengo.

Aquella hambrienta mirada azul la recorrió de una manera que hizo que su corazón se acelerara y el calor calentara sus partes íntimas. Si él continúa con esto, estaré comiéndolo en segundos. ¡No, Mina! Le hiciste una promesa, sé una adulta y soporta su encanto.

Él se rió antes de morder con suavidad el lóbulo de su oreja.

-¿Estás segura de que quieres soportarlo? -Su tono era bajo y seductor, prometiendo el placer pecaminoso de su cuerpo contra el de ella.

-Sí. Estoy segura.

Vergil la miró de arriba a abajo.

-Tú te lo pierdes, paloma. Te estaré esperando afuera -Él se encogió de hombros y la dejó sola, cerrando la puerta detrás de él.

****

Algún tiempo después, la pareja llegó al lugar de la reunión. Mina, vestida con una blusa de escote en V de color marfil blanco y unos pantalones negros holgados, se dirigió al anfitrión del restaurante y le preguntó por Elijah mientras su demoniaco esposo la sostenía a su lado. El fuerte agarre alrededor de su cintura era casi incómodo.

El anfitrión miró de reojo el costoso traje gris de Vergil y la forma en que se encontraba a su lado, pero cuando notó los orbes azules que parecían brillar, palideció y rodeó su atril para guiarlos hacia adentro.

-No me informaron de una cuarta persona, pero como no ha llegado el señor St. Claire, lo llevaré a una mesa más grande -dijo el hombre árabe, sudando un poco-. Su mesero vendrá en un minuto -informó después de ayudar a Mina a tomar asiento y se fue como si el mismo Lucifer siguiera sus pasos.

-¿Qué le hiciste a ese hombre? -susurró Mina, mirando al demonio a su lado-. ¡El pobre hombre casi se mojó los pantalones cuando te miró!

-Algunas personas reaccionan de esa manera y otras se deslumbran por mi presencia.

Una joven mesera vino un segundo después, preguntándoles si querían pedir algo mientras esperaban a los demás, pero tan pronto como ella vio a Vergil, su actitud cambió por completo. La maldita perra tuvo la audacia de ignorarla cuando pidió agua. Sólo cuando su marido ordenó el agua, la camarera respondió y regresó poco después con sus bebidas, sonriendo como una niña tonta.

-Me imagino que las deslumbradas son las mujeres -murmuró la pelicastaña cuando la mesera se fue y se obligó a mirar alrededor del lugar en un esfuerzo por recuperar la compostura.

Hermosas palmeras en macetas de barro gigantes estaban dispersas a su alrededor y las ventanas de estilo árabe tenían vidrieras para evitar que el sol molestara a los clientes. Elegantes cortinas de varios colores brillantes alrededor de un lugar donde un micrófono y un piano estaban esperando para ser tocados. Las pinturas de los antiguos palacios egipcios, no de las ruinas sino de cómo debían lucir en el pasado, colgaban de las paredes, pero la mejor era una réplica de la primera foto tomada a las pirámides de Giza que adornaba la pared detrás de ellas.

Con la deslumbrada mesera olvidada por el momento, Mina sonrió admirando todo lo que la rodeaba. Elijah tiene buen gusto para elegir este hermoso lugar para nuestro encuentro.

Sus pensamientos llegaron hasta el príncipe demoníaco y él la fulminó con la mirada.

-¿Cuánta familiaridad existe entre ustedes dos como para que lo estés llamando por su nombre? -le susurró, enojado.

¿Todavía estás celoso, marido?

Un hombre irlandés alto y de hombros anchos apareció de repente con una hermosa mujer morena, de ojos oscuros y cabello del mismo color, a su lado. Su conversación terminó abruptamente cuando la pareja vino hacia ellos escoltados por el anfitrión del restaurante.

-Buenas tardes, doctora... ¡Larsa! Supongo que así le llaman ahora -El pelirrojo, que había llegado a los cuarenta y pocos años, le sonrió a Mina con familiaridad-. Puede llamar a mi compañera señorita Lady -Miró a la mujer a su lado y luego dirigió su atención a Vergil-. Y este hombre a tu lado debe ser tu esposo.

-Sí, lo soy -interrumpió con rapidez su celoso príncipe demoníaco, extendiendo su mano a modo de saludo-. Vergil Larsa. Es bueno conocer finalmente a un amigo de Mina.

-¡El honor es mío! Soy yo quien está conociendo al hombre que capturó el corazón de esta hermosa flor -dijo Elijah sin romper su sonrisa-. Bueno, doctora... ¿almorzamos antes de trabajar?

-Sí por favor.

Y con eso, la mesera fue llamada de nuevo a la mesa.

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A/N: ¡Nos vemos la semana próxima!

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