El bar del hotel, exquisitamente decorado, estaba casi vacío y las tenues luces de color naranja que iluminaban las paredes de caoba daban al lugar un fondo oscuro que se adaptaba a sus gustos a la perfección. Una elegante camarera vino con su bebida y la colocó frente a él, sonriendo de manera seductora antes de irse con una mirada decepcionada cuando él siguió hablando por su teléfono celular sin siquiera mirarla.

Vergil estiró sus largas piernas debajo de la mesa redonda mientras se reía a medias por la más reciente broma de Marcus y dio un sorbo a su ron Angostura. ¡Cómo deseaba que el joven se enterara de su secreto sobrenatural, haría todo mucho más fácil!

—¿Sucede algo, jefe? —La voz preocupada de Marcus vino del teléfono.

—Es complicado.

—Dirigimos la mafia italiana, todo es complicado para nosotros —Se escuchó el silencio durante unos segundos antes de que su amigo continuara sin ningún rastro de humor en su voz—. Somos como hermanos, Vergil. Estaré en Egipto para mañana si me necesitas, pero tienes que decirme lo que está pasando.

—Mina está en peligro —confesó, tragando la mitad de su bebida y luego mirando el líquido oscuro restante—. El bastardo que me dio sus genes está detrás de ella.

—Espera, ¿entonces él está vivo? Pero ¿por qué la está atacando?

—Su investigación arqueológica podría descubrir algo que él le hizo a mucha gente y su cabeza podía rodar —No toda la verdad, pero tampoco fue una mentira por completo.

—Entonces los chicos y yo estaremos allí mañana para llevarte de vuelta a casa.

—No, Marcus. Te necesito de vuelta en Nueva York para que las cosas sigan sin problemas y cuides de mi madre —Vergil se sintió conmovido por la reacción de su amigo, pero no podía permitirse perderlo más de lo que podía perder a su pequeña paloma—. Mina vino aquí en busca de algunos papiros y tenemos que encontrarlos antes de que nos podamos ir. No te preocupes, estaremos bien.

—Pero…

—Quédate allá —Su voz se volvió grave y vació su vaso—. Es una orden, Marcus Di’nardo.

—Muy bien, jefe —dijo el muchacho con voz sumisa—. Me encargaré de todo aquí mientras ustedes dos vuelven a casa; pero tienes que prometerme que volverás a casa con mi cuñada, hermano.

—Lo prometo —El príncipe sonrió y cortó la llamada sintiéndose más tranquilo—. Preocupándote tanto por dos humanos... te estás volviendo blando, Vergil. Te estás ablandando —Dejó tres Benjamin Franklin debajo del vaso vacío y fue directo al cantinero para pedir una botella de Angostura Legacy.

—Nos quedan tres en el sótano —dijo el hombre de piel oscura con una pequeña sonrisa—. ¿Le gustaría que llevaran la botella a su habitación, señor?

—Sí. Suite 1666. Por favor —Le guiñó un ojo y se inclinó más cerca del hombre—. Pero te daré cincuenta mil debajo de la mesa si puedes entregarlo antes de que yo llegue.

El hombre tragó en seco e inclinó la cabeza.

—Por supuesto, amable señor. Yo mismo entregaré la botella ahora mismo.

Vergil asintió y se fue, tomando el largo camino alrededor de los jardines interiores para regresar a su habitación. Quería disfrutar de los gritos de ayuda de Mina cuando viera que el hombre venía y dejaba el ron sin darse cuenta que ella estaba atada a la cama. Sería un momento para recordar para las edades venideras.

Él sonrió y siguió caminando, girando la llave de la suite alrededor de su dedo índice.

Mina escuchó que la puerta se abría y sacudió la somnolencia de su cuerpo, tratando de sentir si Vergil había regresado, pero no sintió que un aura oscura la asfixia, así que supuso que era algún empleado enviado a limpiar.

—Hola, ¿hay alguien ahí? —llamó tratando de endulzar su voz en lugar de sonar desesperada—. ¿Podría desatarme, por favor? ¡Sé cómo debo lucir, pero le ruego que me ayude!

Oyó el ruido de pies, el suave golpeteo de un cristal sobre una mesa y luego la persona en cuestión se fue sin siquiera mirar hacia la cama.

—¡NOO! ¡Vuelva! ¡Necesito su ayuda! —suplicó la joven, agitándose y cortándose las muñecas con la tela que la sujetaba a la cabecera.

—Mira lo que le has hecho a tu bonita piel.

El aura oscura de Vergil apareció en la habitación, señalando su llegada.

—Quédate quieta y te liberaré.

—I’m going to kill you, son of a bitch!

—I love you too, little dove.

Mina se sorprendió momentáneamente por su perfecto inglés, pero su furia volvió con toda su fuerza al recordar las horas pasadas esperando a que apareciera el precioso rey del mundo.

—¡ME ATASTE Y LUEGO TE FUISTE!

—Eso fue un castigo por perderte —Él sonrió mientras se sentaba a horcajadas en sus caderas y tomaba su dulce tiempo desatándole las muñecas—. Y... te enseñará a quedarte a mi lado cuando salgamos —murmuró el demonio, acariciando la suave piel de sus venas y lamiendo la pequeña cantidad de sangre que había surgido.

Ella jadeó y mariposas revolotearon dentro de su estómago haciéndola querer esos labios sobre los de ella, pero forzó esos sentimientos a un lado y se concentró en su ira.

—¡ALTO! —la pelicastaña apartó los brazos del agarre de su marido y rasgó su venda antes de intentar sacarlo de encima de ella sin éxito. Cuando era obvio que él era mucho más fuerte que ella, le gritó que se saliera de encima de ella.

El príncipe le dio un beso fugaz y se levantó mientras la miraba con avidez a pesar de las dagas que aquellos ojos grises le clavaban. De repente, su bella esposa se mordió el labio inferior, apretó las rodillas y corrió hacia el baño, encerrándose en su interior. Insultos en inglés llegaron a su mente mientras ella se aliviaba y él se echó a reír a carcajadas solo para molestarla.

Cuando el teléfono celular de ella sonó en la mesa junto a la ventana, él se teletransportó para ver quién estaba llamando, pero en su lugar encontró un correo electrónico.

Ya estoy en Egipto Encuéntrame mañana para almorzar en la dirección que te estoy enviando y te mostraré todo lo que quieras ver. Elijah St. Claire.

Hizo clic en el enlace del GPS y le mostró un restaurante muy elegante en las afueras de Giza.

La puerta del baño se abrió y Mina se congeló cuando vio a Vergil con su teléfono en la mano. La musiquita que sonó le dijo que había llegado un correo electrónico y ya se imaginaba de quién era.

—¿Quién diablos es Elijah St. Claire y por qué diablos quiere que te encuentres con él en un jodido restaurante? —Le gritó su marido y sus ojos se pusieron de un rojo tan brillante como los fuegos del infierno.

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N/A: Para aquellos que no conocen mucho de E. U. el billete de cien dólares tiene el rostro de Benjamin Franklin; así que Vergil le dejó una propina de trecientos dólares a la camarera. No sé ustedes, pero yo quiero ser su camarera. 😁😂😊 Arriba, en la multimedia, verán el ron favorito de Vergil, el Angostura Legacy.

El próximo capítulo lo subiré la semana que viene. Y aquí abajo les dejaré las traducciones de las frases en inglés.

☆ I’m going to kill you, son of a bitch!= ¡Te voy a matar, hijo de puta!

☆ I love you too, little dove= También te amo, palomita.