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Capítulo 4-b ✔

—Por la forma en que estás durmiendo tan profundamente, debo haberte agotado. —Se rió levemente antes de manifestar un cuchillo con una suave empuñadura blanca y meterse a la cama a gatas—. Nunca sabrás lo que pasó.

Alzándose sobre la chica con el cuchillo de sacrificio en mano, sonrió y hundió la hoja en su corazón. Ella abrió los ojos, jadeando de dolor unos segundos antes de volver a cerrarlos, esta vez, para siempre. La sangre brotó de la herida como una fuente, pero no prestó atención al desastre y se dirigió a un altar en un rincón oscuro de la habitación. Allí tomó una bandeja de plata, giró el cuerpo sobre ésta para que la sangre lo llenara, añadió una gota de su propia sangre y volvió a colocar el plato sobre el altar.

Adraak lich niet. —Su murmullo envió una onda a través del líquido oscuro antes de que estallara en llamas.

—¿Por qué nos interrumpes, muchacho? —La voz enojada de Lucifer, Rey Supremo del Infierno, resonó por la habitación, haciendo que las llamas cambiaran a un color dorado.

—Veo que mamá está contigo. Entonces necesito informarles algo a ambos.

—Será mejor que esto sea bueno, cariño. Se suponía que debías estar cogiéndote a tu linda esposa —habló Lilith, y las llamas demoníacas volvieron a su color normal.

—Tuve que borrar su memoria porque vio mis verdaderos ojos. —Escuchó a su madre ahogar un grito, pero continuó antes de que ella pudiera decir algo—. Y ella tiene la Chispa de Dios.

Un silencio ensordecedor se prolongó durante unos minutos seguido de una carcajada maligna que hizo que las llamas volvieran a bailar.

—¡Esa es la mejor noticia que he tenido en mucho tiempo! —La alegría llenó aterradoramente la voz del Príncipe de las Tinieblas—. Ahora más que nunca debes actuar como guardián de la Elegida porque su poder nos traerá victorias en las próximas batallas. Es imperativo que ella no se aparte de nuestro lado, hijo mío. Su destino debe ser la oscuridad.

«¿Ahora soy su hijo? ¿Después de dos milenios de haber sido llamado un bastardo griego?» Vergil lanzó un suspiro de frustración.

—Al menos debería aprender a defenderse si vas a usarla en tu guerra contra los Cielos.

—Dejaré eso en tus manos. Después de todo, ¿no eres tú quien está relacionado con un dios de la guerra? —Las llamas vacilaron un poco antes de extinguirse por completo, dejando la bandeja de plata sin una gota de sangre a la vista.

«¡Excelente! ¡Ahora tengo más cosas que hacer! Debería haber mantenido la boca cerrada.»

Después de bañarse, llamar a la Madame para que limpiara la habitación y dejar unos cuantos miles en la mesa de noche, regresó a su habitación de hotel. Mina estaba profundamente dormida, así que él se subió en silencio a la cama y se acostó a su lado, abrazándola. El dulce aroma de su piel invadió sus sentidos, arrullándolo en un sueño profundo que su cuerpo acogió después de casi un siglo de no cerrar los ojos. Su única preocupación era que ella no despertara cuerda a la mañana siguiente.

Mina se despertó y se encontró en el abrazo protector de su nuevo marido. Recordó su llegada al hotel y su entrada al baño, pero todo después de eso fue un caos confuso. Sólo le vinieron a la mente fragmentos de su pasión. «¡No estaba borracha! ¿Por qué no puedo recordarlo todo?»

Llevándose una mano a la frente, casi gritó de frustración, pero guardó silencio para no despertar al hombre que estaba a su lado.

«Demonio.» El susurro de su madre fue muy claro, seguido por la advertencia del extraño hombre dentro de la iglesia. «Cuídate de ellos.»

¿Podrían estar refiriéndose a Vergil? Pero ...

—Paloma mía—le murmuró su ángel en sueños.

«¿Paloma? Me ha llamado así antes... Tranquila, paloma. Prometo no matarte.» Pero esas palabras trajeron consigo algo más.

Brillantes ojos rojos que se cernían sobre ella mientras tenía relaciones sexuales con su dueño, vinieron a su mente confusa. Se puso rígida ante el dolor que le traía el torrente de recuerdos y el conocimiento de que su marido ya había intentado borrar esos mismos recuerdos.

Se le erizaron los vellos del cuerpo y enterró el rostro entre sus manos temblorosas. «Me casé con un demonio.»

De repente sintiendo mucho frío, Mina se desenredó despacio de los brazos de Vergil y se arrastró hasta el borde de la cama, con la intención de poner cierta distancia entre ellos cuando una mano la agarró por la muñeca. Casi chilló de sorpresa, pero logró reprimir el grito.

«Mantén la calma, mantén la calma. ¡Él no debe saber que lo recuerdas todo! Si quería que lo olvidaras, entonces debes actuar como si no recordaras nada sobre su verdadera identidad.»

—¿Por qué estás tan tensa? —cuestionó una voz sensual, pero todavía somnolienta.

«Shit! ¡Lo notó!»

—Me sorprendiste, eso es todo. No estoy acostumbrada a despertarme al lado de un hombre.

Vergil la soltó por unos momentos antes de halarla por la cintura y arrojarla de nuevo a la cama. Esta vez ella gritó, haciéndolo reír. Él la sujetó contra su cuerpo y le acarició las curvas con lentitud.

El deseo comenzó a correr por sus venas, pero obligó a su cuerpo a ignorarlo.

—Tengo hambre, Vergil.

—Yo también.

—No de eso. —Suspiró y explicó con más detalle—: Tengo hambre de comida, Vergil.

Él la miró durante un par de segundos y luego la liberó por completo.

—No eres divertida. —Los ojos de él se posaron en su cuerpo desnudo y el brillo que brillaba allí decía: "Te atraparé más tarde".

Una electricidad hormigueante recorrió su espalda y el calor inundó su centro.

¿Cómo podía hacer eso? ¿Cómo podía excitarla con sólo una mirada? «Es un demonio, Mina, ¡no te atrevas a caer por su encanto antinatural!»

Armándose de valor, se levantó y miró a su marido por encima del hombro.

—Alguien tiene que enseñarle al mocoso mimado que no puede tener todo lo que quiere. —Sonriendo triunfalmente, tomó una toalla y se dirigió al baño, planeando darse un aseo largo y relajante.

Vergil sonrió al cerrar la puerta antes de llamar al servicio de habitaciones para un desayuno completo con salchichas, jamón, huevos, tostadas, café y algunas cosas más. Su hermosa paloma no podría decir que tenía hambre después de una comida así, pero tal vez estaría hambrienta por otras cosas. Esperaba que lo hiciera. Después de todo, tenía que compensarlo por la noche anterior, incluso si no recordaba lo que de veras sucedió.

****

Mina salió del baño una hora más tarde y se le hizo la boca agua al oler los deliciosos aromas que inundaban el lugar. Rápidamente se puso una bata de baño antes de dirigirse directo a la sala de estar donde Vergil la esperaba sentado en una mesa redonda rodeado por lo que solo podría describirse como un buffet. Ni siquiera su abuela puertorriqueña le había preparado un desayuno con tantos platos... y la anciana siempre llenaba su plato hasta rebosar. ¡Oh, cuánto extrañaba a su familia en la isla! Habían pasado años desde la última vez que la visitó. Pero con su investigación a punto de lograr un gran avance, necesitaba quedarse más cerca de casa en caso de que surgiera algo.

—¿No tenías hambre? —preguntó Vergil mientras la veía jugar con su comida.

—¿Ah? —La pelicastaña arrugó la nariz, apenas registrando su pregunta—. Este desayuno me recuerda a mi abuela. Eso es todo —respondió al fin con los ojos entrecerrados mientras llenaba su plato. Durante el baño, descubrió que efectivamente estaba hambrienta.

—¿Dónde vive? Podríamos ir de visita si quieres. Después de todo, es nuestra luna de miel y quiero complacerte en todos los sentidos.

¿Acaso era eso cierto? No debería confiar en una criatura como él que sólo sabía mentir y engañar, pero esta era la oportunidad de su vida. Si jugaba bien sus cartas, podría conseguir que él la ayudara a lograr su objetivo sin que se enterara de nada. «Pero una cosa es segura: nunca se acercará a mi familia. Nunca.»

—No, está bien. Deberíamos pasar nuestra luna de miel en compañía del otro. ¿No es eso lo que hacen las parejas enamoradas?

—Pero no estamos enamorados, al menos no todavía.

Mina lo miró con ojos inquisitivos mientras le daba un mordisco a un poco de tocineta.

—¿Esperas que podamos enamorarnos?

—Por supuesto. —Él tomó su mano y le plantó un beso en los nudillos, sin apartarle la mirada de la suya—. Si no, la vida sería un infierno para ambos.

Quizás su marido demoníaco no era tan malo después de todo, o quizás ya estaba cayendo en sus trucos. De cualquier manera, debía tener cuidado con él.

El resto del desayuno transcurrió en silencio con miradas fugaces que la pusieron nerviosa, por decir lo menos. Cuando sonó su teléfono celular con "S.E.X." de Nickelback tocando a todo volumen a través de las bocinas, casi saltó fuera de su piel.

Vergil sonrió ante la música, haciéndola convertirse en un arco iris de colores mientras corría hacia el teléfono.

—Tengo que tomar esto —dijo, tomando el celular y desapareciendo en su habitación sin más explicaciones.

—Hola, Gabriel. ¿Hay noticias? —preguntó, sentándose en la cama y apretando las sábanas.

—Dra. Argeneaux... ¡Lo siento mucho! Ahora es la Dra. Larsa, ¿verdad? De todos modos, llegaron los resultados. ¡La pieza es auténtica!

—Eso significa que los demás también deben existir. ¡Deberían estar en Egipto como nos dijo el coleccionista! —Mina saltó de la cama y empezó a caminar de un lado para otro—. Hay tanto que hacer... Gabriel, acuerda una reunión con aquel coleccionista en Egipto. Necesito investigar el lugar de donde fue sacado ese pergamino.

—¿Y su luna de miel, doctora? —Su asistente parecía sorprendido.

—¡Al diablo con eso! Esto es más importante, mucho más importante.

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