Capítulo 34-b
Media hora después, Gaap sonrió mientras sus ojos dispares se enfocaban en su viejo amigo y amo.
-Lo logró. El bastardo limpió su cuerpo de la infección griega -susurró el Vespertilio, sus extraños ojos brillaban de alegría como si no pudiera creer que Lu pudiera lograr tal hazaña.
Arrodillándose junto a la cama mientras sostenía la fría mano de su esposa dentro de la suya, el príncipe puso los ojos en blanco.
-Y pareces tan sorprendido por eso -comentó Vergil, levantando su mirada escarlata de su consorte al rey de las sanguijuelas. Lástima que tuviera que abandonar ese apodo. Mina se convertiría pronto en una Nocte Vespertilio y no le agradecería que la llamara sanguijuela.
En ese momento los ojos de Lucifer cambiaron de dorado a blanco con destellos dorados y su boca comenzó a moverse, formando palabras inaudibles que el príncipe demoníaco nunca llegó a descifrar.
Luz explotó desde el interior del cuerpo de la pelicastaña, cegándolos y lanzándolos lejos. El trio de demonios siseó cuando el destello puro quemó sus cuerpos o al menos las partes expuestas a la luz purificadora.
Esa había sido la Chispa de Dios en un último intento de proteger a su huésped. Una advertencia en la puerta de la muerte.
Cuando las retinas de Vergil se regeneraron y al fin pudo ver de nuevo, encontró a su padrastro todavía parado en el lado opuesto de la cama en medio de su proceso de regeneración. La mitad de su piel perlada se había quemado hasta carbonizarse y sus grandes alas negras perdieron casi todas sus plumas. Era sorprendente que aún mantuviera su apariencia de Arcángel.
¿Cuánto daño puede realmente soportar?
-Mucho más de lo que puedas imaginar, mi querido hijo.
-Por el amor al Infierno, deja de fingir delante de mí, Lu. Sé que apenas toleras a este chico porque te recuerda la traición de Lilith -dijo Gaap, convocando ropa nueva a su cuerpo recién regenerado.
El Príncipe de las Tinieblas se volvió hacia él y, aunque sus rasgos parecían calmados, su aura decía lo contrario.
-¿Qué estás insinuando? -Su voz tomó un tono siniestro y usó sus poderes para estrangular al rey vampiro, levantándolo a varios pies del piso de piedra.
Pido humildemente su perdón, majestad. El Vespertilio sonaba tenso incluso a través de su telepatía.
-Tal vez eso te enseñe a mantener la boca cerrada la próxima vez -gruñó Lucifer mientras lanzaba al demonio de piel gris contra la pared.
Y Mina se pregunta por qué soy tan hijo de puta con mis subordinados.
El gran rey demonio se volvió hacia él mientras levitaba y dejaba caer la neofita en sus brazos.
-Hice mi parte, ahora sácala de mi habitación y llévate contigo a Gaap -ordenó Lucifer. El bastardo de Lilith se inclinó y le dio la espalda antes de que el monarca habló otra vez, deteniendo al muchacho-. Una cosa más, Vergil. Espero que vengas voluntariamente a recibir tu castigo después de que ella despierte o todo se empeorará para ti -advirtió el gran rey del Infierno, sonriendo con malicia.
Una vez afuera, las puertas se cerraron con un fuerte golpe, haciendo que los guardias, que estaban creando pequeños tornados con sus poderes elementales para hacerlos competir, volvieran a sus posiciones habituales. Los demonios se inclinaron ante el príncipe y el gobernador antes de que el Vespertilio rubio viera a la mujer que cargaba Vergil.
-¿Esa es la Elegida? Oímos rumores...
-Cállate -lo reprendió su amigo de cabello oscuro, golpeándolo con el lado plano de su lanza llameante.
Los labios del príncipe demoníaco se curvaron, formando una media sonrisa, pero fue Gaap quien le respondió al guardia.
-No te preocupes, sobrino. Podrás preguntárselo tú mismo muy pronto.
Los oídos de Mina se liberaron de la oscuridad antes que cualquier otro sentido lo hiciera. Comenzó a escuchar voces a su alrededor, al principio indistinguibles, pero con el tiempo pudo identificar a sus dueños. Vergil. Lilith. Gaap. Todos ellos la habían estado vigilando por alguna razón.
¿Había sido herida?
El tacto fue el segundo. Podía sentir las manos de su marido sosteniendo su mano derecha incluso en ese momento, su toque casi ardiendo sobre su piel.
¿Acaso él tenía fiebre?
Después de un tiempo que se sintió eterno, su sentido del olfato entró en escena. Una deliciosa mezcla de especias, carne y sangre fueron las primeras cosas que olió. La cena de Vergil despertó sus papilas gustativas, aguándole la boca y haciendo rugir a su estómago. Por extraño que pareciera, no era la carne lo que imaginaba probar, sino el vaso de sangre que su príncipe demoníaco bebía.
Fuego quemó su garganta cuando la imagen mental de ella tomándose aquel vaso de sangre se repitió, aumentando su sed. Gimió, pidiendo algo del líquido escarlata mientras sus brazos buscaron a ciegas en la penetrante oscuridad.
El tintineante sonido del plato siendo echado a un lado hizo eco dentro de la habitación antes de que sintiera el aliento de su marido sobre la cara y sus manos calientes la acariciaran.
-¿Cómo te sientes, paloma?
-Sedienta -susurró con un tono ronco que la hizo querer encogerse.
En un segundo regresó, poniéndole el vaso de sangre contra sus labios. Sus ojos al fin se abrieron una vez que el dulce aroma llenó su nariz, sus colmillos se agrandaron y sus labios se separaron con anticipación. Ella le quitó la copa de las manos y la vació en segundos antes de lamer cualquier resto que quedara en sus labios.
Pero no fue suficiente. La pequeña copa solo aumentó su apetito, haciendo que ansiara más.
¿Qué le sucedía? ¿Por qué de repente ansiaba tanto la sangre? Peor, ¿por qué no se estaba volviendo loca con toda la situación?
Los recuerdos del ataque la golpearon con una velocidad vertiginosa mientras un grito similar a un siseo salió de su boca y ella saltó de la cama, aterrizando en la pared detrás como una especie de híbrido de araña.
Se mordió el labio inferior, chupando su propia sangre mientras la indecisión la destrozaba por dentro. Un lado de ella necesitaba saber si ya no era humana, pero el otro tenía miedo de mirar hacia abajo y encontrarse convertida en una Empusa.
Sus asustados ojos cayeron sobre el largo cabello blanco y la piel carbón de la forma de demonio de su esposo antes de que sus labios se movieran sin pensar.
-¿Me convertí en...? ¿E-en...?
Vergil negó con la cabeza y sus ojos rojos se suavizaron.
-No, paloma. Lucifer te salvó, convirtiéndote en uno de nuestros vampiros, un Nocte Vespertilio.
El alivio la inundó y perdió su agarre a la pared, cayendo de nuevo a la enorme cama. Se sentó sobre sus piernas mientras inspeccionaba su cuerpo. El vestido beige sin tirantes todavía la cubría, pero su piel había adquirido un tono grisáceo que le recordaba a un cadáver. O un zombie en una película realmente mala.
-Te ves hermosa, Mina, nada como un zombie -dijo el príncipe, rodeando la cama y sentándose a su lado-. Tus ojos grises ahora son plateados y deseo que uses esas garras negras en medio de la pasión -Se inclinó más cerca hasta que su aliento acarició la piel fría de su consorte-. Aunque, todavía no he visto tus alas.
-¿Tengo alas?
-Cada Vespertilio tiene alas membranosas; como los murciélagos.
Las dudas la llenaron y ella agachó la cabeza.
-No entiendo -susurró Mina, levantando su nueva mirada para encontrarse con los orbes escarlatas de su marido-. ¿Cómo? ¿Por qué...? ¿Por qué el Diablo me impidió convertirme en Empusa? De cualquier manera, habría perdido la Chispa de Dios y me habría vuelto inútil para él.
-Afirmó que tu alma ya le pertenecía, por lo que no le gustó el hecho de que Hades intentara robarte -dijo Vergil, trazando el tatuaje en la parte posterior de su muñeca, la que simboliza su unión oscura.
-No sé si debería estar feliz o enojada.
El príncipe se rió e inclinó para darle un rápido beso.
-Para Lucifer, todos son parte de su tesorería privada, incluso mi madre. Pero depende de nosotros mostrarle que somos diamantes raros o bonitas rocas de vidrio.
La pelicastaña rodeó sus brazos alrededor del cuello de su demonio peliblanco y una sonrisa curvó sus labios mientras sus ojos brillaron con un poco de malicia.
-¿Y qué soy para ti, Príncipe Vergil?
Él sonrió y rodeó su cintura con un brazo para que se sentara a horcajadas sobre su regazo.
-Tú eres el sol, la luna, las estrellas, la tierra bajo mis pies y el aire que respiro -susurró Vergil mientras miraba los irises plateados de su mujer-. Tú eres el universo... mi principio y mi final -Tomó sus labios entre los suyos mientras su mano libre se dirigía a la curva de su cuello. Ella jadeó, dándole la oportunidad de deslizar su lengua dentro de su boca antes de romper el beso-. Mi dulce y hermosa dama... eres la mujer que tiene mi corazón en sus manos.
Los ojos de Mina brillaron y un nudo se formó en su garganta.
-Te amo con todo mi corazón, Vergil -susurró Mina mientras lo empujaba de vuelta a la cama y lo besaba, sus colmillos raspando los labios de su demonio.
Él gruñó cuando ella le mordió el labio inferior y los hizo rodar para tener el control antes de disolver sus ropas. La expectación lo hizo temblar mientras llovía besos sobre la piel grisácea de su dama.
Esa noche él podrá amarla sin contenerse. Esa noche su paloma comenzaría la vida como una verdadera princesa infernal.
Tres diosas se hallaban sentadas sobre exquisitos cojines y contemplando una pequeña piscina de aguas cristalinas en el centro del santuario más interior de su templo. La piscina normalmente les mostraba las idas y venidas de los mortales para que pudieran tejer el destino de todos, pero ese día sirviría como una ventana al Infierno del panteón cristiano; una tarea difícil y peligrosa, pero que debía hacerse si querían proteger el universo para que éste no se desmoronara.
-¡Miren! Por fin está despierta -exclamó Cloto con alegría y entusiasmo. Como la Tejedora de las Vidas, cada nacimiento ponía una sonrisa en su dulce y joven rostro.
-Ya hice mi parte al tomar su vida mortal -La inquietante y fría voz de Atropos interrumpió, matando en un instante la atmósfera alegre que su hermana había creado-. Ahora es tu turno de actuar y guiarla por el camino correcto -dijo, mirando a la Repartidora de Suertes sentada a su izquierda.
-No te preocupes, hermana -Láquesis desestimó la preocupación de su hermana, al ver a su títere besar a su primo híbrido-. Me aseguraré de que los poderes de la niña crezcan y así pueda evitar que nos destruyan a todos.
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N/A: ¡ESTO CONCLUYE EL CAPÍTULO FINAL DE MI BEBÉ! PERO AÚN HAY MÁS. Falta el epílogo de traducir antes que pueda marcar esta novela como finalizada. Así que estén pendientes mis queridos angelitos y diablillos pues es posible, aún no estoy segura, pueda subirlo mañana. Y, al igual que el prólogo, ese no será dividido en dos parte. Besos y no olviden dejar estrellitas y comentarios; de esa forma Vergil y Mina saben que los quieren.
PD. En la multimedia encontrarán un dibujo que hice en el 2014 de Mina transformada en Nocte Vespertilio. Sí, desde el principio yo supe que ella terminaría siendo vampira.
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