Capítulo 3-a ✔
Mina fue conducida a la suite en la azotea del Hotel InterContinental en Times Square mientras que su espléndido esposo atendía algunos "negocios" de los cuales no deseaba contarle. La habitación, más exactamente la casa, era una belleza y tenía la vista más maravillosa de la ciudad que alguna vez hubiera disfrutado. Ella no era ajena a lujosos hoteles y penthouses, pero este se sentía diferente, más conforme a sus preferencias que cualquier otro; y era nuevo, construido sólo hacía cuatro años.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios cuando se dio cuenta de que Vergil la había ayudado a tachar otro hotel de su lista. Era una afición suya quedarse por lo menos una noche en cada buen hotel que podía encontrar― no importaba cuántas estrellas tuviera, el punto era agregar una nueva experiencia a su vida― y el InterContinental de Times Square le había eludido por algún tiempo. Tal vez de alguna manera su nuevo marido se enteró de su pequeño pasatiempo y quiso complacerla o tal vez solo había sido una coincidencia. De cualquier manera, ella estaba feliz de poder disfrutar tal vista.
Caminando en su propia burbuja de felicidad, se dirigió al baño y no la decepcionó lo que encontró. El lugar era uno de exquisita belleza con paredes de mármol, elegantes puertas corredizas de cristal y un piso pulido a la perfección. La cremosa bañera de cuatro patas frente a las decoradas puertas corredizas llamó su atención. Mina lentamente abrió las manijas y dejó que el líquido humeante se deslizara sobre sus manos. Un suspiro se le escapó cuando imaginó el aliento caliente de Vergil deslizarse sobre su piel al igual que el agua.
Sacando sus fantasías de su cabeza, caminó hacia el lavabo y miró su reflejo en el gran espejo circular adornado por hojas de hierro en los bordes. Una mano fría e intangible le tocó el hombro seguido del olor a fresas.
―¿Qué pasa, mommy? ―Era extraño que el fantasma se le apareciera dos veces en el mismo día. Marina sólo hacía acto de presencia de vez en cuando o durante eventos importantes en la vida de su hija. ¿La boda podría ser la razón por la que su madre parecía estar tan activa o había otro motivo?―. ¿Hay algo que quieras decirme, mami?
Un jarrón con pequeñas piedras cristalinas se cayó, derramando su contenido sobre el lavabo. Las rocas comenzaron a moverse por sí mismas, formando la palabra sí.
―¿Qué sucede?
―Demonio ―La palabra resonó por todo el baño, helándola hasta los huesos.
Vergil entró al penthouse después de una larga conversación telefónica con Marcus sobre su nuevo puesto como gerente del restaurante Manna, arrojó su chaqueta sobre un sofá y se concentró en su audición para encontrar a su novia. Su respiración suave pero acelerada y su corazón acelerado provenían del baño, por lo que se dirigió allí mientras se quitaba la ropa en el camino.
«¿En qué estás pensando, mi pequeña traviesa?» ¿Quizás su excitación anterior todavía persistía?
Con una sonrisa en los labios, se deslizó en silencio por el suelo de madera sólo para encontrar a su bella esposa hablando sola frente al espejo. Escalofríos estallaron por toda su piel cuando recordó lo suave que se sentía el cuerpo de ella presionado contra el suyo, la pasión que encendió y el loco deseo de tomarla en el restaurante.
—¿Pensabas en mí?
Tomada por sorpresa, la joven se dio la vuelta con rapidez y se colocó algunos mechones de cabello detrás de la oreja en un vano esfuerzo por ocultar su vergüenza. Observando sus mejillas rojizas y su postura tímida, se preguntó cómo se enojó con ella en la mañana. Mina era una diosa inocente, una que él deseaba en un nivel que desafiaba toda explicación. Lo bueno era que siempre conseguía lo que deseaba.
Mina no podía apartar la vista del cuerpo desnudo de Vergil ni de la dura erección que rebotaba ligeramente con cada uno de sus movimientos. Lo intentó, pero sus ojos se posaron en un fino rastro de pelo níveo, parecido al de un bebé, que recorría el cuerpo de él—desde el ombligo hasta la base de su pene.
Se estremeció cuando la humedad comenzó a mojar sus panties.
El hombre parecía no avergonzarse por el hecho de que ella lo estaba devorando con los ojos, pero —en su defensa— era imposible ignorarlo. El cuerpo de él parecía uno de esos modelos de revistas deportivas con músculos bien formados en todas partes que deberían sentirse duros como el acero. La piel pálida y cremosa era perfecta con solo un tatuaje de dragón humanoide sobre el pectoral izquierdo.
—¿Por qué estás desnudo? —Su voz sonó débil y tragó saliva cuando la mirada hambrienta de él se encontró con la de ella.
—¿Por qué no lo estás tú?
Sin esperar su respuesta, él acortó la distancia que los separaba para reclamar sus labios de una manera casi salvaje. Descuidadamente, Vergil dejó que sus colmillos rasparan los labios de Mina, haciéndola gemir con una deliciosa mezcla de dolor y satisfacción. Ella rápidamente le rodeó el cuello con los brazos y le devolvió el beso con el mismo fervor con que él empezó.
Atrás quedaron la ira y el miedo de la mañana; ahora lo único que importaba era Vergil y su cuerpo deliciosamente duro. La pasión que sentía por este extraño era ilógica, pero no podía negar su existencia. Su cuerpo... no, su alma gritaba por ser parte de él, haciéndola temblar de necesidad y miedo. No debería tener sentimientos tan fuertes por su marido, no cuando se casaron hacía apenas unas horas. El hombre era un misterio. No sabía nada de él, pero cada vez que la miraba con esos ojos azul eléctrico, su único pensamiento era desnudarlo y tener sexo ardiente y salvaje con él.
Mina sintió el aliento de su ángel en su oreja y no pudo evitar temblar por todos lados. Él estaba diciendo algo en un acento lírico que ella no entendía, y entonces esas manos —tan propensas a la violencia esa mañana— acariciaron sus hombros con suavidad. La ironía no pasó desapercibida para ella.
Lentamente, le quitaron cada uno de los tirantes y el traje de novia cayó al suelo. Vestida sólo con su delicada ropa interior de encaje, inspiró y exhaló, observando al depredador hambriento que quería comérsela entera.
Vergil se inclinó hacia los hombros de ella y le mordisqueó la piel antes de dejar un rastro de besos que la dejó sin aliento; desde el cuello hasta las manos, cubrió cada centímetro con sus labios, mientras le recorría el cuerpo con sus manos. Le pasó los dedos por la espalda, buscando desabrocharle el sujetador y fue recompensado con pequeños jadeos y gemidos. Los sonidos convirtieron su sangre en fuego líquido, poniéndolo más duro de lo que ya estaba.
—¿Te gustan mis caricias?
—Sí. —La respuesta de Mina fue casi un gemido.
—¿Y qué harías si me detengo?
Mina parpadeó. El tono arrogante de la voz de él despejó suficiente niebla de su mente como para hacerla darse cuenta de cuán fácil había caído en la tentación y eso le molestaba.
—Hazlo. No es como si quisiera tener sexo conti...
De repente, su ropa interior fue arrancada, dejándola sin aliento. El calor la inundó mientras una ola de chispas eléctricas le recorrió su espalda. Vergil actuaba como un animal indomable y salvaje que sólo quería dominarla y poseerla. Debería sentir repulsión ante la idea de que él impusiera su voluntad sobre la suya... en cambio, la excitaba como nada nunca antes lo hizo. Sin embargo, aunque ella ardía de necesidad, él sólo la admiraba. «¿Por qué no hace nada?»
Vergil se tomó un par de segundos para deleitarse con el creciente deseo de ella mientras sus ojos recorrían su hermoso cuerpo. Cada curva y valle eran perfectos, como si la propia Afrodita la hubiera moldeado y dado vida. Sus pechos estaban bellamente redondeados y voluptuosos con pezones rosados que le hacían la boca agua por probarlos.
El príncipe sonrió mientras sus ojos se posaban en el ombligo perforado de ella, prueba innegable de una fase adolescente rebelde. Pero lo que lo volvía loco de verdad eran sus caderas. La chica debía tener sangre latina en las venas para tener unas caderas tan redondas y sexys. «Ella es una diosa en todo su derecho.»
Necesitando probar el hermoso paisaje que tenía ante él, se arrodilló frente a ella, envolviendo sus manos alrededor de su trasero y acariciando sus muslos.
Mina jadeó cuando sintió el aliento de su marido sobre sus piernas, tan cerca del oscuro triángulo de rizos. Lo sintió sonreír antes de que la lengua de él lamiera la sensible piel de la parte interna de su muslo. Se le escaparon fuertes gemidos, pero él continuó, dirigiéndose cada vez más alto, amenazando con alcanzar su necesitado y húmedo centro.
Emociones conflictivas nublaron su mente. Por un lado, estaba el deseo de que Vergil la montara como potra en celo, pero por el otro estaba el miedo y la repulsión de compartir algo tan íntimo con un extraño. Aun así, ya no era inexperta ni virgen. Nadie podría culparla por acostarse con un hombre que le atraía físicamente.
«Deja de pensar. ¡Acéptalo y disfruta el momento! Aunque no lo quieras, ahora es tu marido, por el amor de Dios. ¡Dale una oportunidad y veamos si esta horrible pesadilla termina con final feliz!»
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N/A: Este capítulo lo dividí a la mitad simplemente por saber sus reacciones. ¿Les gusta el comienzo de la noche de bodas de Vergil y Mina? ¿Quieren ver como termina?
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