Capítulo 29-a
Mina cayó pesadamente encima de Gabriel, quien había estado llamando su nombre a todo pulmón cuando se estrelló contra él. Terminaron enredados en una posición muy incómoda. El rostro del muchacho estaba enterrado entre sus senos mientras que su rodilla descansaba sobre el miembro masculino y una de las manos del gótico le agarraba el trasero. Gracias por no dejar que Vergil vea esto, Dios. Habría matado a Gabe en el acto.
El joven se encontró atrapado debajo del cuerpo de su mentora; algo que no había sucedido incluso dentro de sus fantasías más salvajes. Tenía aquellas suaves montañas por toda su cara, desafiándole a mover el sostén a un lado y abrir la boca para que el pezón de su profesora cayera junto sobre su lengua. ¿Se endurecería si llegaba lamerlo? ¿Ella gemiría si la deslizaba sobre su cuerpo y frotaba el centro femenino contra su rígido falo?
Casi podía imaginarla gimiendo y retorciéndose sobre él mientras ella movía sus caderas para que se deslizara dentro y fuera de su pasaje húmedo y pulsante. El calor inundó sus venas en un instante y cierta parte de su cuerpo comenzó a crecer.
Sería tan fácil...
Pero la imagen de la marca demoníaca en su muñeca llegó para arruinar el momento. Un balde de agua fría fue arrojado sobre su furioso fuego, dejando solo las amargas brasas que se arrepintieron de alguna vez arder.
En un instante, la mujer fue lanzada a un lado y él se levantó para sacudirse la ropa.
—¡Oye! ¿Qué demonios te pasa?
—¿Qué me pasa? —Gabriel estuvo delante de ella en dos grandes zancadas y le agarró el brazo izquierdo, exponiendo el horrible tatuaje sobre las venas de la muñeca—. ¡Esto es lo que está mal! ¿Cómo pudiste convertirte en una puta de Satanás?
La bofetada hizo eco alrededor de ellos.
—No tienes ningún derecho a insultarme de esa manera; ni siquiera mi padre... y la última vez que comprobé nuestra relación, eras solo un amigo. No vuelvas a llamarme puta de nuevo —advirtió ella, sintiendo la sensación de ardor en la parte posterior de sus ojos.
—Respóndeme. ¿Por qué lo hiciste? —preguntó el asistente mientras su mejilla se ponía rosada con la huella de una mano.
—No tengo que darte ninguna explicación sobre mis decisiones.
—Oh, sí, en este caso, sí —Los azules iris azulados de Gabriel se volvieron de un dorado puro y brillante—. Mi trabajo es proteger a la humanidad del mal. El mismo mal que tú, la Elegida, abrazaste voluntariamente.
Mina miró a los ojos de su asistente sin importarle las palabras que salían de su boca. En aquel momento la miraba con irises dorados como los de ella, los irises dorados de un Oriwohém. Dolor le apretó el corazón y lágrimas le inundaron los ojos. No recordaba cuántas veces había llorado desde que comenzó a ser la Elegida, pero cada vez que derramaba sus lágrimas era porque alguien la había traicionado y usado.
Estaba cansada de llorar, de ser lastimada, de perdonar. Estaba cansada de ser tratada como un perro que mueve la cola y espera a su amo incluso después de que lo maltrata.
Ya era suficiente.
—Eres como yo —susurró ella, el filo frío en su voz se asemeja al de su marido.
—¿Que dijiste?
Devolviéndole la mirada con el orgullo y la convicción que no sentía, Mina permitió que el fuego cálido en sus venas convirtiera sus orbes en oro.
—No solo soy la Elegida sino también un Oriwohém.
Gabriel retrocedió, el color dorado abandonó sus irises, dejando sus orbes grises azulados brillando con confusión. Sus cejas se fruncieron y su boca se convirtió en una delgada línea mientras trataba de hallarle sentido a los sentimientos encontrados que atacaban su corazón.
—¿Ahora no vas a decir nada? ¿El gato te comió la lengua?
Él la miró fijamente. Aquellos ojos grises lo observaban con una expresión fría y altiva que nunca había visto en ella.
—¿Bendecida dos veces por el Señor y aun así elegiste la oscuridad?
—Nunca lo entenderías. Me até a la oscuridad por amor.
Él se burló de ella.
—¿Amor? ¿Cómo puedes amar a un tipo que solo has conocido por dos semanas? Y mucho menos un demonio —Sus ojos se convirtieron en furiosas rendijas y dejó que sus emociones negativas lo controlaran—. ¡Él nunca te amará como podría haberlo hecho yo!
La confesión de Gabriel la sorprendió por un momento, pero después de un minuto de silencio se dio la vuelta y comenzó a alejarse. No había ninguna razón para seguir hablando cuando él había dejado perfectamente claro su opinión sobre su relación con los demonios.
—¿Vas a darle la espalda a la humanidad también?
Mina exhaló y apretó los puños, ignorando aquel arrebato. Sí, eso es exactamente lo que voy a hacer. Las lágrimas llenaron sus ojos cuando un nudo se formó en su garganta y sus hombros se tensaron.
¡Cómo se atrevía a restregarle en su cara su mala elección! Él no sabía la culpa que ella sentía cada vez que pensaba en los miles de inocentes que morirían solo por ella y por su decisión. Él no sabía las cargas que ella llevaba sobre sus hombros ni su remordimiento. ¡Él no sabe nada!
Pero no llegó muy lejos antes de que una mano se cerrara sobre su antebrazo y se viera obligada a darse la vuelta. El hombre que ella había conocido como su amigo y asistente durante los últimos años, la miró con fuego en sus irises azules grisáceos. Su rostro, que parecía juvenil y suave, no estaba hecho para mostrar una expresión tan enojada, sino para mantener una sonrisa deslumbrante todos los días.
Su rompimiento destrozó su corazón.
—No me mires así, Mina. No necesito tu pena —Ella parpadeó y lo observó fijamente con una expresión en blanco—. Respóndeme una cosa: ¿vas a comenzar el Apocalipsis?
Más dolor le apretó el corazón. Bien sabía que su respuesta determinaría si seguirían siendo amigos o se convertirían en enemigos; y a él no le gustaría lo que tenía que decirle.
—Si es lo que necesito hacer para quedarme con la Llave; sí.
—¿Cómo puedes poner los deseos de un monstruo sobre el bienestar de la humanidad?
La pelicastaña vio que los ojos del joven se volvieron dorados mientras que sus manos comenzaron a brillar, sin embargo, su toque no la quemó en absoluto. Ella no era un demonio por lo que la Chispa de Dios no podía lastimarla. Sacudiendo la cabeza sin romper el contacto visual, dijo:
—No estoy haciendo esto por ningún demonio, ni siquiera por Vergil. Lo estoy haciendo por mamá y por mí misma —Mina se detuvo para parpadear la humedad en sus ojos—. Después de todo, fue mommy quien quería que encontrara la Llave del Infierno, para empezar.
Él miró dentro de sus grises y brillantes irises, la melena oscura atada en una coleta alta, labios rosados, incluso el delicado contorno de su rostro, y sus propios ojos se nublaron. ¿Por qué había llegado a eso?
—Tú eres alguien importante para mí —Tragó, haciendo que su manzana de Adán se moviera hacia arriba y abajo—, pero mi deber con la Orden es primero. Tengo que detenerte.
—Por favor, Gabe, no hagas esto.
—Tu fuiste quien forzaste mi mano —susurró antes de apartarla de él y tomar una posición de lucha.
Ella casi cayó al suelo, pero gracias al entrenamiento de Vergil, logró recuperar su equilibrio. La mirada de Mina pasó del brazalete en su muñeca al pelirrojo, quien esperaba que ella hiciera el primer movimiento. No, no pelearía con él. Incluso si ya la veía como su enemigo, ella no movería un dedo contra él.
Dando una última mirada al hombre que trabajó a su lado durante poco más de dos años, se dio la vuelta y corrió en la dirección opuesta. Él reaccionó con rapidez y comenzó a perseguirla a través del húmedo laberinto de cuevas. Por fortuna, las pequeñas esferas que flotaban en el aire aparecían cada vez que pasaban corriendo por su área y les daban la fugaz luz que necesitaban para ver el terreno.
—¡Detente, Mina!
—¡No voy a pelear contigo! —gritó la pelicastaña, mirándolo mientras su pie derecho tropezaba con una roca y la hacía estrellarse contra el suelo, cayendo sobre una grieta oscura que repentinamente apareció en el camino desigual.
El grito aterrorizado de su amada doctora fue lo último que Gabriel escuchó antes de que el agujero se desvaneciera y una hermosa mujer de tez negra con alas de plumas blancas, se materializara frente a él.
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N/A: En la multimedia encontrarán mi inspiración para crear a Gabriel Etzel. Sí, así de largo tiene el cabello Gabe.
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