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Capítulo 27-b

Valle de la Muerte, California

Mina estaba tomando una taza de café mientras miraba por la puerta del balcón de su habitación de hotel al paisaje seco que se extendía ante ella. La suave luz de la mañana iluminó todas las estructuras y los verdes arbustos que adornaban el hotel, bañándolos con un suave brillo dorado. Incluso la gran y tentadora piscina mostró el resplandor blanco y amarillo sobre sus aguas cristalinas.

Ella dejó escapar un suspiro de exasperación mientras sus pensamientos se centraban por completo en el incidente de la noche anterior, en vez de admirar la vista.

Habían llegado a Furnace Creek Inn alrededor de la medianoche luego de un vuelo de cinco horas y media a Las Vegas y dos horas de viaje en automóvil hasta el hotel. Estaba agotada por decir lo menos, no queriendo nada más que caer muerta sobre una cómoda cama cuando el paparazzi, que solía acosar a su familia cuando su madre estaba viva, la detuvo en el vestíbulo. Se las arregló para tomar una foto y agarrar su brazo antes de que uno de los gemelos finalmente se diera cuenta.

El hombre la soltó como si le hubiera quemado la piel en el momento en que el pelirrojo pronunció las palabras "jefe" y "esposo". El reportero la miró de arriba a abajo y les tomó otra foto, asegurándose de que también incluyera al guardaespaldas.

—Así que la hija de la loca cambió su nombre al fin. ¿Era una carga tan pesada?

Mina apretó la mandíbula y las manos. El ya familiar calor recorrió su cuerpo, calentando sus puños con su poder. Podía sentir la sensación de ardor en el fondo de sus ojos; oro amenazando con apoderarse del gris.

—No —Ella casi le escupió en la cara—. Todavía utilizo mi apellido de soltera —Una pequeña mentira solo para ver aquella sonrisa de satisfacción vacilar, valía la pena.

Pero la impresión no le duró mucho pues poco después regresó al juego.

—Entonces, ¿está en este rincón seco del mundo solo por placer o la locura finalmente le está afectando, señorita Argenaux? ¿Su madre muerta le dijo que el valle era la puerta al infierno? La vieja sí que estaba demente.

Hasta allí llegó su paciencia. Ella sabía que sus habilidades de purificación no le harían daño al bastardo a menos que estuviera poseído, y una voz en el fondo le decía que ese no era el caso, pero al menos lo haría cagarse en los pantalones.

Nockrish dio un paso adelante para detener al atrevido humano, pero tan pronto como el poder divino comenzó a salir de su ama, se apartó de la pelicastaña. Un pequeño roce con su piel y él ya no existiría más.

Mina abofeteó al paparazzi justo en medio de su cara, dejando atrás una marca, y permitió que sus ojos se volvieran de color oro brillante.

—Llama a Marina Argeneaux loca otra vez y recordarás mi nombre por el resto de tu vida —susurró en la cara del hombre mientras la ira le hervía la sangre y su piel emitía un suave brillo anaranjado-amarillo.

Los ojos del tipo se agrandaron, un poco más y saldrían de sus cuencas, mientras tartamudeaba cosas ininteligibles y su respiración se tornaba irregular.

—¡Ya es suficiente, Mina! —La severa voz de Vergil resonó un segundo antes de que los ojos del reportero de poca monta se pusieran en blanco y cayera al suelo, inconsciente.

El príncipe demoníaco se hizo cargo de la situación con prisa; limpiando las mentes e hipnotizando a las personas que podrían haber escuchado o visto algo.

Mina parpadeó, tratando de alejar el incidente de su mente. Su sangre hirvió solo al recordar la cara de ese bastardo. El atrevimiento que tuvo para insultar a su madre fallecida merecía una buena paliza para ver si la sangre derramada le metía sentido en esa cabeza enferma. Mina respiró hondo y exhaló, tomó otro sorbo de su moca blanco y miró hacia el horizonte mientras sus tormentosos ojos se nublaban.

Necesitaba la Llave del Infierno en sus manos. Su sueño no moriría por sentimientos molestos que se interponían en su camino. Encontraría esa maldita llave y les mostraría a todos que su madre no estaba loca. Todo lo que Marina contó a expertos y otros por igual sobre el mundo sobrenatural era cierto. Su padre lo sabía, ella lo sabía y era hora de que el público también lo supiera. Si era necesario comenzar el fin de los días para mantener el artefacto, que así fuera. Había demasiadas personas malvadas en el mundo que debían sufrir alguna retribución con urgencia... Lágrimas corrieron por sus mejillas mientras mantenía su mirada fija en esa delgada línea que separaba el cielo de la tierra. Tal vez al soportar el final, la gente olvidaría el prejuicio y el desprecio, ayudándose mutuamente en lugar de difundir sufrimiento en todas partes.

Tal vez...

Tal vez solo en tiempos de crisis era que brillaba la bondad de la humanidad.

—¿Estás bien?

Mina lo miró mientras descargaban las cosas necesarias para su pequeña excursión y asintió, regalándole una pequeña, pero cautelosa sonrisa. A Vergil el gesto no le gustó en lo más mínimo. El incidente con ese bastardo la había lastimado más de lo que inicialmente pensó.

—¿Qué pasa, cariño?

Ella negó con la cabeza mientras agarraba una gran mochila llena, en su mayoría, de botellas de agua.

—Ahora no. Deberíamos hablar de ello en privado.

Era su turno de recoger algo. Lanzando a su espalda la bolsa más grande, una de estilo militar que lo más seguro pesaba de sesenta a setenta libras, la miró fijamente.

—La cuenca se cerró al público para que pudiéramos hacer nuestra investigación sin problemas; además, Ariashka se llevó a los humanos del grupo para configurar el sonar. Estamos tan solos como podemos estar. Si estás preocupada por los gemelos, no lo hagas. En este momento solo escuchan o ven lo que les digo.

La pelicastaña miró el suelo seco bajo sus pies y susurró:

—Tendrás tu llave.

¡Ella se decidió! Pero...

—¿Estás segura, amor?

—Por supuesto —respondió ella, evitando su mirada y tratando de alejarse.

—Mina.

Su consorte lo ignoró mientras la distancia entre ellos seguía creciendo.

—Minaaa —llamó él, deteniéndola con una mano en su antebrazo—. Esto no es un juego. Estás. ¿Segura? —Sus ojos azul eléctrico se clavaron en los de ella, instándola a hablar con una mezcla de emoción, seriedad y preocupación en su intensa mirada.

La pelicastaña miró detrás a los jeeps que los llevaron allí e incluso más allá, al paisaje desértico que los rodeaba. Se podían ver pocas plantas, pero arbustos y cactus espinosos salpicaban la roja y polvorienta tierra con un poco de verde mientras el grito de un halcón llenaba sus oídos. El cielo tenía un hermoso tono azul claro con algunas nubes pintando sombras sobre el suelo caliente; actuando como carpas naturales que daban un breve respiro al implacable sol.

Sintió que el sudor corría por su espalda mientras se protegía los ojos del sol. Era un misterio si estaba sudando debido a las altas temperaturas o porque la pregunta de Vergil la hacía sentir como un ratón atrapado.

—Al leer los papiros de Suti podemos decir que solo hay una posibilidad de mantener la Llave después de la elección. Y estoy dispuesta a hacer el sacrificio para mantener el medallón en mis manos.

—Dime algo —dijo el demonio, agarrando su barbilla para que se viera obligada a mirarlo a los ojos—. ¿Tu decisión fue influenciada de alguna manera por lo que aquella basura humana te dijo anoche?

—¿Cuál es el problema, Vergil? Tendrás lo que querías.

—Quiero que tengas la conciencia limpia cuando todo esto termine.

Ella se le acercó más y puso la palma de su mano contra la mejilla de él mientras sus ojos se aguaban.

—¿No lo ves? —Había tristeza en su voz cuando ella continuó—. No hay forma de salir de esto con la conciencia limpia. De cualquier manera, siempre habrá culpa dentro de mi corazón.

Alguien se aclaró ruidosamente la garganta mientras pasos rodeaban al Jeep. Era uno de los hermanos pelirrojos. Todavía no podía reconocer quién era quién, pero su príncipe sí lo hacía, lo que hablaba mucho de cuánto tiempo habían estado los gemelos al servicio de la reina demoníaca.

El otro apareció después de asegurarse de que los vehículos estarían bien en el estacionamiento de tierra y juntos tomaron las bolsas restantes antes de comenzar la agotadora caminata hacia la cuenca.

Al menos todos llevaban ropa adecuada ese día, aunque la de Vergil estaba un poco oscura para su gusto. Me escuchó cuando les pedí a todos que usaran ropa de colores claros. ¡Si se sofoca por el calor no es mi problema!

Su marido llevaba una camisa de polo azul marino con bandas rojas en los extremos del cuello y las mangas, jeans oscuros, tenis azul marino y gris y un sombrero marrón. Todo el estilo le quedaba muy bien, considerando que lo veía mayormente en gabanes, pero deseaba que le hubiera prestado atención a sus advertencias. Una camiseta blanca no lo habría matado.

Me veo demasiado pálido en blanco.

Ella se rió cuando la imagen de un Vergil más joven, vestido para una fiesta de Halloween como un dios griego, apareció en su mente. Lo que dijo era verdad, parecía un fantasma de blanco; un fantasma muy guapo.

Nunca me he puesto blanco en mi forma humana desde ese día.

Continuaron caminando por un terreno rocoso hasta que encontraron el camino de madera que lleva casi al centro de la cuenca. Al final, pudo ver dos carpas mientras las pequeñas formas de sus colegas se amontonaban sobre el equipo de sonar.

El sudor corrió por su espalda y entre sus pechos cuando al fin llegaron a su pequeño campamento. Bebiéndose una botella de agua, apoyó su sudoroso trasero sobre el suelo salado y suspiró.

Las fotos y la investigación que hizo sobre el lugar no le hacían justicia. No solo hacía más calor que en el infierno, aunque ninguno de los cuatro demonios en su compañía parecía verse afectado por las intensas temperaturas, sino que la belleza que la rodeaba era impresionante. Ella nunca pensó que un desierto podría ser hermoso, pero este le demostró su equivocación.

Un mar de color blanco se extendía ante ella, custodiado por suaves montañas azul púrpura y contemplado por el cielo más azul que jamás había visto. Nubes blancas de algodón flotaban con pereza sobre el océano de cobalto, mientras que detrás de ella se hallaba el tablado rodeado de barro seco que a veces se convertía en trampas mortales y la pequeña charca de agua que le daba nombre al lugar.

Gabriel apareció ante ella momentos después y le informó sobre la situación actual. Habían intentado cartografiar la cuenca utilizando el sonar de tierra, pero algunas áreas solo tenían una delgada corteza de tierra seca en la parte superior, lo que hizo que la máquina se atascara más de una vez. Ahora se estaban preparando para usar un dron para mapear desde el aire y, cruzando los dedos, el sonar alcanzaría la profundidad adecuada para detectar cualquier formación subterránea que pudiera existir.

Ella lo escuchó mientras notaba un comportamiento extraño en su asistente. Parecía tenso, parpadeaba continuamente y se cerraba los puños de vez en cuando. Hubo un momento en los que ella juró que un familiar brillo dorado apareció en los irises grises azulados del chico. Algo le pasaba y ella necesitaba saber qué era antes de que se comprometiera su excursión.

—¿Qué pasa, Gabriel? ¿Necesitas sacar algo de tu pecho?

Sus ojos se ensancharon y estaba a punto de negar las palabras de ella cuando desvió la mirada, apretó la mandíbula y asintió.

La profesora pensó en volver sobre sus pasos hasta el tablado, pero algo que brillaba muy lejos en el depósito de sal de Badwater atrajo su atención y, agarrando su mochila, le indicó a su asistente que la siguiera. De esa manera mataría dos pájaros de un tiro.

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N/A: La traducción de Badwater Basin es cuenca de agua mala (pero si están interesados en buscar información sobre el lugar, búsquenla como Cuenca Badwater) aunque para esta novela he decidido dejarlo en inglés pues no soy fan de traducir nombres propios. Es por eso que Vergil se llama Vergil y no Virgilio, como sería la versión hispana. Lo mismo sucede con los gemelos Angelo y Alessandro que deberían ser Ángel y Alejandro. Pero por favor, no los llamen por sus versiones latinas. Sé que a veces no lo hacen a propósito, pero es un poco molesto cuando le cambian los nombres a mis niños.

Por otro lado, un dato interesante del Badwater Basin es que la charca que le da su nombre está llena de minerales y sustancias dañinas para el hombre. Así que si algún día la visitan, ¡no beban esa agua!

Por aquí les dejo más fotos de Badwater Basin.

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