Capítulo 15-b
Los rayos del sol que golpeaban la cara de Mina la hicieron girar y cubrirse con la almohada. Alguien había abierto todas las cortinas de la habitación.
―Levántate, mi bella durmiente. Tengo que comenzar tu entrenamiento antes de irme a trabajar.
La voz de Vergil la alcanzó y ella maldijo bajo la almohada sin abrir los ojos.
―¿Por qué puedes ir a trabajar y a mí me forzaron a tomar una licencia sabática en medio de mi semestre? ¡No es justo! —Su voz salió apagada debido a las sábanas, pero apostó a que él la había escuchado claramente―. ¡Además es domingo! ¿Quién trabaja el domingo?
―Uno: podemos negociar tu regreso a la universidad más tarde. Dos: el crimen no tiene un horario, querida.
Ella podía imaginarlo sonriendo maliciosamente mientras hablaba y una sonrisa propia vino a sus labios. Girando con lentitud y protegiendo sus ojos de los terribles rayos, mentalmente repasó su conversación.
―¿Dijiste algo sobre el entrenamiento? ―La pelicastaña miró el reloj digital en la mesita de noche al lado de la cama y gruñó. ¡La estaba despertando a las 7:15 de la mañana del domingo! Ella quería matarlo justo en ese momento.
―Necesitas saber cómo defenderte ―dijo, fijando sus ojos azules eléctricos sobre el molesto semblante de su paloma.
―Es por él, ¿verdad? ¿Porque Tánatos me quiere muerta? ―La mirada que él le mostró cuando mencionó al dios griego, podría haber asustado a los mismísimos cielos, pero su marido sólo forzó una pequeña sonrisa y asintió―. Está bien, sólo déjame lavarme los dientes y darme una ducha rápida antes de...
―Olvida la ducha ―la interrumpió, sus ojos mirándola con hambre―. Haz el resto, pero una ducha no tiene sentido cuando planeo hacerte sudar durante toda una hora.
Sonrojándose fuertemente, caminó hacia el baño sin una palabra más.
****
Casi quince minutos después, ingresaron a una enorme habitación sin más muebles que unas pocas armaduras medievales y algunos escudos cruzados por hachas o espadas que colgaban de las paredes de madera. La más alejado, justo en frente de la entrada, tenía una fila de larguísimas ventanas de vidrio, cada una separada por un par de pies una de otra. Al otro lado del cristal se hallaba un hermoso jardín de rosas que se extendía como un laberinto sobre los terrenos cercanos.
―¿Entrenas aquí? ―preguntó ella, mirando a su alrededor mientras entraban.
―No exactamente ―Él estiró las palabras un poco antes de continuar―. Quizás desees sostener mi mano antes del desplazamiento; podría causarte náuseas ya que es tu primera vez.
―¿De qué estás hablando?
―Sólo confía en mí, ¿de acuerdo?
―No ―dijo ella, sacudiendo la cabeza y alejándose de él con una expresión de preocupación en su rostro―. Puede que te ame y te acepte por ser un demonio, pero eso no significa que lanzaré la precaución al aire cada vez que digas, "confía en mí".
El demonio gruñó y la agarró del brazo antes de que murmurara algunas palabras rápidas, haciendo que el suelo temblara y ondulara bajo sus pies. Ella gritó y se aferró a su torso, cerrando los ojos con fuerza. Truenos rugieron dentro de sus oídos y una sensación de hundimiento se apoderó de su estómago por lo que pareció una eternidad; entonces todo se detuvo, dejando su cabeza girando con un poco de mareo.
―Puedes liberarme ahora.
―¿Dónde diablos...? ―Mina se calló cuando abrió los ojos y encontró paredes de roca en lugar de unas de madera y un espeluznante bosque negro con ojos amarillos que la miraban desde sus profundidades, reemplazando el hermoso jardín de rosas―. ¿Dónde estamos? ―preguntó ella sin soltar su brazo ni apartar su mirada asustada de las criaturas dentro del bosque.
―Este es Kirash’ershiff, el Mundo espejo.
―¿Mundo espejo? ―Su voz tembló―. ¿Quién lo llamó así?
―Yo fuí. Es mi creación. Actualmente estamos en un lugar entre dimensiones.
―¿Puedes crear dimensiones? ―Mina miró directo a sus ojos azules, desconcertada por la revelación.
―Esa explicación se quedará para más tarde. Ahora vamos a concentrarnos en tu entrenamiento. ¿Entendido?
―Está bien ―suspiró hondo, mirando nerviosa hacia afuera antes de alejarse de su marido―. ¿Que quieres que haga? Tengo que confesar que mi abuelo me enseñó algunos de sus movimientos del ejército, por lo que sé lo suficiente como para defenderme de la gente normal.
―¿Ah, sí? ―preguntó Vergil con una sonrisa arrogante en su hermoso rostro y cruzó los brazos contra su pecho―. Muéstrame lo que tienes.
Mina lo miró de arriba a abajo. Su arrogante demonio llevaba una camiseta negra sin mangas y unos pantalones de ejercicio grises que tenían una línea negra a lo largo de los costados. Sus anchos hombros y músculos del pecho parecían más definidos con esa camisa acurrucada alrededor de ellos. La piel blanca y el tono del cabello hacían un contraste perfecto con su ropa, provocándole deseos de pasar sus dedos por ambas cosas. Puede que extrañe sus cuernos y colmillos, pero su forma humana es tan deliciosa como la de su demonio.
¡Basta, niña! Concéntrate en el entrenamiento.
Vergil se rió mas no se movió de lugar, obviamente esperando que ella dejara de comérselo con los ojos.
Ella corrió hacia él y le lanzó un puñetazo en el estómago que él ni siquiera se molestó en evadir. Girándose, ella levantó la pierna, lanzándole una patada en la cara de que él detuvo y usó para enviarla al suelo de piedra. Ella aterrizó sobre su hombro izquierdo, el dolor haciéndola gemir sin embargo, una vez que vio la mirada fría de él, Mina resopló, se puso de pie y lanzó algunos golpes más con toda su fuerza.
Sólo cuando ella le dirigió un puñetazo hacia la mandíbula, él atrapó su puño y sonrió.
―Tus habilidades y tu fuerza están bien para defenderte contra los humanos, pero con los inmortales necesitarás algo más. ¿Sabes cómo manejar armas?
―No ―respondió ella, tratando de recuperar el aliento.
Los ojos azules del demonio brillaron y una espada japonesa apareció dentro de su mano.
―Entonces comenzaré por enseñarte cómo manejar una katana adecuadamente.
Y así comenzaron sus días de entrenamiento.
Cada mañana iban a Kirash’ershiff y Vergil la entrenaba sin piedad durante una hora antes de regresar al plano mortal. Primero, él le enseñó a empuñar la espada y luego comenzaron a practicar la combinación de su nuevo poder con el arma para que ella pudiera purificar a sus oponentes con un solo corte.
Tan sólo esperaba que su nueva habilidad fuera suficiente para protegerse contra Tánatos y compañía.
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