Capítulo 11-a
Mina se despertó sobresaltada sólo para encontrar a otro demonio arrodillado ante Vergil mientras el príncipe hablaba en lo que supuso era la lengua demoníaca. La piel gris ceniza del recién llegado tenía patrones similares a la electricidad en un carmesí profundo a juego con una larga trenza roja que caía sobre sus hombros. Sin embargo, lo que llamó su atención fueron las escamas rojas que cubrían parcialmente su cuerpo y las espinas negras que sobresalían de sus hombros y le rodeaban la espalda hasta la gruesa cola. Esos detallitos le daban una apariencia amenazadora.
—Buenos días, cariño —dijo Vergil todavía en su piel de demonio, posando sus orbes escarlatas sobre ella.
El compañero del príncipe se levantó y, con rapidez, se inclinó ante ella.
—Por favor, perdóneme si le desperté, princesa.
Fue entonces cuando notó que la criatura tenía dos juegos de cuernos negros en lugar de uno. El par más pequeño crecía formando una "L" detrás de las orejas puntiagudas de su interlocutor.
—Tienes tus órdenes, Nergal. Ve.
El demonio se inclinó ante su marido y desapareció de la habitación, llevándose consigo una parte de la sofocante oscuridad que la había despertado. Miró tímidamente a Vergil, recordando que él no se había acostado durante la noche debido a su pequeño desacuerdo, y fue a sentarse a su lado en el sofá.
—¿Qué clase de demonio fue ese? —Le preguntó tratando de ocultar el ligero temor que sentía por su apariencia real.
—Un Irdu Lili —Su voz era fría y sin emociones.
—Nunca imaginé que un íncubo pudiera parecer un dragón humanoide —dijo la pelicastaña en un tono alegre mientras jugaba con un mechón del largo cabello blanco de su acompañante—. Supongo que le contaste sobre mi conocimiento de tu verdadera identidad, ya que él me habló con tanta calma.
—Sí, él fue informado de tu conocimiento.
¡Maldita sea! ¿Puede ser un poco más frío conmigo? Estaba a punto de comentar sobre el trato recibido cuando el dragón espinoso apareció dentro de la habitación con una maleta negra de aspecto pesado y su estuche de cuero para pergaminos.
—Gracias, Nergal. Eso será todo, ya puedes irte.
Después de que el íncubo desapareció sin dejar rastro, Vergil se volvió hacia ella y su mirada gélida hizo que un escalofrío le recorriera la espalda cuando se encontró con sus ojos rojos. El demonio le acarició la mejilla con el dorso de sus garras y luego la dejó sola en el sofá.
—Deberías vestirte —le sugirió sin mirarla—. Tenemos que obtener los documentos que deseas y luego preparar todo para regresar a casa.
—¿Por qué? ¿No acordamos ir a Grecia y Francia después de venir aquí?
—Sí, pero aparentemente nunca quisiste una luna de miel, así que arreglé todo para nuestro regreso. Tengo un trabajo esperándome y tú también. Si vas a hacer de este viaje uno miserable, entonces es mejor que regresemos a Nueva York.
Él estaba en lo correcto. Ella nunca quiso una luna de miel, pero en aquellos momentos... Esas palabras asfixiaron su corazón como nada nunca antes lo había hecho. Dolían más que cualquier insulto o crudas palabras que pudo haberle lanzado.
Con ojos llorosos, Mina tomó la primera ropa que pudo encontrar en su equipaje y se dirigió al baño. Tal vez una ducha fría podría lavar el dolor y la tristeza en su corazón.
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Llegaron a la elegante casona alrededor del mediodía. La arquitectura tenía un estilo musulmán con colores ricos y cúpulas doradas que reflejaban los rayos del sol, cubriendo todo con su hermoso brillo. Palmeras y helechos le daban una sensación exótica a los jardines bien cuidados. Arcos y hermosos mosaicos adornaban sus paredes mientras ellos fueron recibidos y guiados hacia el interior por el mismo Elijah. Todos los rincones que miraba gritaban sobre gustos refinados y una familia adinerada, lo que le hizo preguntarse aún más sobre el origen de la señorita Lady. Si había algo que ella siempre se proponía hacer era conocer a las personas con las que hacía negocios.
—Usted está impresionante como siempre, Doctora Larsa —susurró Elijah mientras los guiaba por los pasillos sin preocuparse por la presencia de Vergil—. Pero debo admitir que con el cabello suelto se ve aún más hermosa que en nuestras reuniones anteriores.
—Gracias, señor St. Claire —respondió ella, mirando la falta expresión de Vergil por el rabillo del ojo. ¿Era demasiado pedir que se pusiera un poco celoso?
—Déjame llevar eso por ti —ofreció el irlandés, haciendo un gesto hacia el estuche de cuero en sus manos y devolviendo la atención de ella hacia él.
—Oh, por supuesto. Es muy amable de tu parte —Por alguna razón, su intensa mirada la hizo sentir incómoda y se acercó a Vergil, entrelazando sus brazos en un intento por sentirse protegida. Su esposo la miró sin decir una palabra mientras se dirigían a una puerta segura de alta tecnología.
Bajó los ojos al suelo, sintiéndose culpable y triste a la vez el dolor le apretaba el corazón de nuevo. Fue su culpa que él actuara tan frío con ella, pero... ¿por qué? ¿Por qué le importaba tanto si tenían o no relaciones sexuales? Bueno... ella sabía que él era un príncipe infernal, hijo de Lucifer y... ¡Casi podía abofetearse por su estupidez! Si la reina era Lilith, y ella apostaba cualquier cosa a que ese era el caso, entonces su marido debía ser parte íncubo, haciendo del coito una parte muy importante de su vida.
¿Por qué no vio la conexión antes? Tal vez porque estabas dejándote seducir por el demonio del sexo. Ahora su actitud tenía sentido.
Mina miró a su príncipe por el rabillo del ojo y lo vio reflejando sus acciones antes de agarrarla con fuerza por la cintura y apretar su mandíbula. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué estaba de repente en tal estado? Podía sentir su aura oscura cargada de aprensión, pero nada más; nada que pudiera decirle por qué Vergil estaba reaccionando tan protector de repente.
—Y aquí están.
La voz fuertemente acentuada de Miss Lady la devolvió a la realidad. De alguna manera, ella había estado tan inmersa en sus pensamientos que no se había dado cuenta de la llegada de su anfitriona o que estaban dentro de una especie de bóveda / exposición tipo museo. Jarrones chinos con hermosas representaciones de dragones, demonios y dioses se exhibían detrás de una caja de vidrio a su derecha. En el lado opuesto, se podían ver algunos fósiles de dinosaurios al lado de un sarcófago egipcio etiquetado como Vizier Zafnat-panea. Varios guerreros de terracota observaban todo el lugar en el otro extremo de la habitación, mientras que detrás de Elijah había una inmensa pieza de madera que decía ser parte del arca de Noé.
Pero las cosas que ella quería descansaban dentro de una caja de madera abierta sobre una mesa, no más de cinco pies delante de ella. Mina trató de acercarse mas fue detenida de inmediato por la mano de Vergil mientras él la atraía hacia su costado.
—Quédate cerca de mí —susurró tan suavemente junto a su oído que casi no entendió lo que dijo—. El peligro acecha a nuestro alrededor.
¿Qué? ¿Se refería a un peligro sobrenatural o humano? Mina se mordió el labio inferior y caminó con cuidado sin separarse demasiado de su marido demoníaco, rezando para mantener una fachada normal. Ella trató de sentir algo de energía sobrenatural, pero de nuevo terminó con las manos vacías, así que decidió confiar en el juicio del príncipe. Fuera cual fuera el peligro en el que estuvieran él la protegería, ¿verdad? Ruego a Dios que lo haga.
—Estos son los papiros de los que hablamos —Lady volvió a hablar y una vez más su atención volvió a los rollos en la caja de madera—. Ven a echar un vistazo y dime si son auténticos o no.
A la joven profesora no le gustó ni un poco el tono de voz de la mujer, pero no sería prudente hacer una escena, así que se quedó callada y se acercó para examinar los documentos con extremo cuidado. Parecían ser antiguos papiros a juzgar por la decoloración de las hojas y el deterioro de los bordes sin embargo, necesitaba abrirlos para asegurarse de que realmente contenían lo que estaba buscando.
Después de ponerse unos guantes blancos, comenzó a desenvolver con mucho cuidado uno de los pergaminos mientras la señorita Lady hablaba con Vergil sobre el precio. Sus voces se desvanecieron en la distancia una vez que sus ojos examinaron el contenido del documento. Al igual que con el otro pergamino, este había sido escrito en una extraña mezcla de latín y griego, pero como ella era la persona principal que había descifrado el código antes, Mina podía leer fragmentos del que ahora sostenía entre sus manos.
«Y así, el favorito del Padre cayó de la Gracia... Con su nuevo nombre, sedujo a Lilith, haciéndola suya... Pero antes de que la prisión pudiera nacer, una llave tenía que tomar forma. Se tomó una pluma de cada uno de los siete arcángeles...»
—Esto habla de por qué y cómo se creó la llave del infierno —murmuró en un susurro.
Soltando ese rollo, tomó un segundo para encontrar una narración detallada de los eventos que llevaron a la caída de Lucifer. El tercero hablaba sobre cómo terminó la Llave en Egipto y el asesinato del segundo Elegido; pero fue el cuarto el que le dio la esperanza de encontrar la confirmación de su teoría en algún lugar de esos papiros. Dos frases llamaron su atención de inmediato: "Lo encontré" y "Escondido en una tierra estéril".
La alegría llenó su corazón y sonrió mientras amontonaba los cinco pergaminos para luego enrollarlos como uno solo y guardarlos dentro de su estuche. Ahora podía encontrar la llave y la ubicación del Infierno para que los investigadores no pudieran negar la existencia de lo sobrenatural, demostrando así que su madre no estaba loca.
—Vergil... —Miró detrás de ella y se encontró solo con Elijah y las docenas de artículos raros para hacerle compañía—. ¿Dónde está mi esposo?
—Se fue con la señorita Lady a su oficina. ¿Podrías...? —El discurso del irlandés se interrumpió cuando una figura oscura encapuchada apareció a sus espaldas con una gran guadaña negra que cayó sobre él, cortando su cuerpo como si estuviera hecho de mantequilla. Sin embargo, cuando Elijah se desplomó en el suelo, su cuerpo todavía estaba en una pieza.
—Den échoun kánei éna cháos —dijo el desconocido, sonriéndole desde debajo de su capucha con un tono profundo e inquietante que la congelaba hasta los huesos—. Mi espada solo cortó su alma —terminó en español.
—¿Quién eres? —preguntó la joven, aplastando el estuche de cuero contra su pecho y temblando de pies a cabeza.
—Tánatos —respondió él un momento antes de que corriera hacia ella, provocando un grito de terror cuando sus dedos fríos la tocaron.
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N/A: Ahora la acción comienza en ésta novela.
Cambié de teléfono y ahora no tengo estrellitas así que usaré números para las palabras y frases de diccionario. Abajo el diálogo griego de nuestro papisongo, el dios de la muerte.
1- Den échoun kánei éna cháos= Yo no disfruto haciendo un desastre
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