Acto 2
El robot tenía el tamaño de un adulto, era casi tan alto como su papá, estaba recubierto por una armadura metálica, sus botas eran moradas, al igual que sus puños, pero el resto de su cuerpo era rojo, aunque todo su ser era robótico, su cara era humana, con ojos verdes, llevaba una especie de casco, en cuya punta tenía cinco receptores eléctricos, además de que tenía dos propulsores en su espalda.
Astro dio un paso hacia atrás para crear distancia, no conocía nada de este robot, y no era un zombie, era una creación de Hamegg, y algo le decía que estaba diseñado específicamente para destruirlo, tenía que ir con cuidado.
Atlas puso un pie fuera del capullo, luego el otro, en cuanto salió por completo, la capsula volvió a cerrarse y a ocultarse bajo tierra, quedando solo los dos robots en la arena.
—¿Tendrá Astro lo que se necesita, para vencer al poderoso Atlas? —preguntó Hamegg a la multitud, muchos gritaron afirmativamente, y otros exclamaron en apoyo a Atlas.
Astro miró a su enemigo, los ojos verdes se volvieron por un momento rojos, antes de volver a su color original, lo que hizo que se diera cuenta de algo.
«Energía roja, lo cargó con energía roja» pensó Astro con temor, como si no fuera ya lo suficientemente malo.
—Bueno, yo digo que es hora de averiguarlo... ¡empiecen!
Apenas y Hamegg terminó ese enunciado, Atlas levanto su mano derecha, los dedos de la mano se hicieron para atrás, mientras que la palma se abrió, y de ella salió un cañón, disparó un rayo rojo que se dirigió directamente a Astro.
El chico gritó, pero también dio un salto que lo llevó hasta uno de los postes, el rayo pegó en el suelo provocando una pequeña explosión, Atlas bajó su brazo y vio que había fallado, luego levantó la vista, y vio a Astro sano y salvo, cerró los puños y activó sus cohetes, salió volando contra él, cuando estaba por llegar, le lanzó un golpe, pero nuevamente Astro fue más rápido, y salió volando hacia otro poste. Sin dejar de planear, Atlas se volvió para verlo.
Astro estaba ahí, parado, observándolo, ya que no conocía a su enemigo, se tomaría su tiempo para estudiarlo y ver cuál sería la mejor opción para combatirlo, para su desgracia, Atlas no sería tan paciente, una de sus hombreras se abrió, revelando que tenía incrustados un montón de misiles, los cuales salieron disparados hacia Astro, el chico despegó y activó el láser de su dedo, rápidamente lo apuntó hacia los misiles y disparó, sus ojos pasaban de proyectil en proyectil para destruirlos a todos.
Por suerte logró hacerlo.
«Buen intento», pensó, pero de la nube de humo que se había formado, Atlas salió, y antes de que Astro pudiera reaccionar, su enemigo le encestó un golpe que lo mandó volando hasta otro de los postes superiores, su espalda chocó con la estructura mecánica.
—¡AH! —Gritó Astro, recibiendo exclamaciones de la audiencia, algunas de asombro, otras de alegría y otras de enojo.
Astro empezó a caer, pero antes de que tocara el suelo, Atlas le dio otro golpe que lo mandó contra el escudo, Astro se estrelló y cayó.
Desde su vehículo, Hamegg se rió, de seguro el tonto se creyó demasiado, que su creación no sería desafío para él, pues se equivocaba, todo este tiempo había vertido su odio hacia Tenma y su hijo en su máquina, Atlas era su obra maestra, todo lo que conocía era que debía destruir a Astro, y luego, quizás también a Tenma y a todo el Ministerio de Ciencia, sí, esa sería una gran despedida de Ciudad Metro, y una endemoniada carta de presentación para Metrópolis, la gente decía que al Duque Rojo le encantaba ajustar cuentas, pues era hora de que le mostrará que a él también.
—Bueno, parece que a Astro están por quitarle el título del robot más poderoso del mundo —se burló, algunos de la audiencia se rieron.
Incluso Rock, quien encontró bastante disfrutable el ver a Astro siendo arrojado por ahí.
—Es bueno ver que disfrutes el espectáculo, hijo —mencionó el Duque.
Rock solo sonrió.
Astro había caído boca abajo, tendido sobre el suelo, Atlas voló hasta él, tal y como Hamegg había dicho, todo lo que sabía era que tenía que destruir a Astro, en cuanto salió de su cuna, y sus ojos se posaron en él, inmediatamente supo lo que tenía que hacer, y ahora no descansaría hasta lograrlo.
Aterrizó a tan solo unos metros de Astro, activó el rayo de su mano y lo apuntó hacia el pequeño.
—Oh, parece que Astro no saldrá de esta —continuó Hamegg.
Muchos espectadores se levantaron de sus asientos para fijarse mejor en lo que pasaría, unos gritaron en apoyo a Astro, aunque obviamente, era más por el dinero.
El rayo de Atlas estaba casi cargado, listo para disparar, Hamegg se rió, por fin su momento había llegado.
«Hasta nunca, Astro».
Eso pensó, hasta que se abrieron dos compuertas en el trasero del chico.
Hamegg hizo una mueca, así como todos los demás, las dos ametralladoras salieron y abrieron fuego contra Atlas, el robot tuvo que apagar su rayo y cubrirse con sus dos brazos, Astro abrió los ojos y se levantó, odiaba admitirlo pero, ese ataque sin duda era una sorpresa para sus enemigos.
—¡¿Ametralladoras en el trasero?! ¡¿En serio?! —gritó Hamegg irritado.
Astro se fijó en Atlas, seguía distraído por el ataque, era su oportunidad, dejó de disparar y voló contra él, Atlas se descubrió solo para ver el puño de Astro dirigiéndose a su cara, salió volando hasta que chocó contra el escudo, y luego cayó al suelo.
Los que apostaron por Astro estallaron en vítores, mientras que sus detractores suspiraron enojados.
Astro sacó una batería de su cinturón, al menos tenía una ventaja contra su enemigo, Hamegg jamás consideró que la energía roja podría usarse en su contra; Astro la apretó fuertemente, era hora de acabar con esto, salió volando hacia su rival, levantó la batería y apuntó a la cabeza de Atlas, parecía un buen lugar para descargarlo, se preparó para dejarla caer, pero Atlas le agarró la mano antes de que pudiera tocarlo, el robot lo miró a la cara, y sus miradas se cruzaron, Astro hizo una mueca, sabía lo que venía.
Atlas le propinó un golpe que lo mandó hasta el otro lado de la arena, por suerte logró activar los cohetes de sus brazos y botas para detener el impulso, se quedó volando y vio a su enemigo.
Atlas estaba de nuevo en pie, y en su mano sostenía la batería, la aplastó cerrando el puño, y cuando lo abrió, dejó caer los pedazos sobre el suelo, Astro entrecerró los ojos.
«No puedo tratarlo como un zombie, Atlas no actúa solo por instinto, quiere matarme pero no se deja llevar por sus emociones, calcula y aprende, sabía lo que intentaba hacer».
Casi como respuesta, Atlas volvió a levantar su brazo y disparó nuevamente, Astro logró saltar hasta un poste, activó su propio cañón, y abrió fuego; Atlas inició el vuelo, hasta estar a la misma altura que Astro, ahí volvió a disparar; viendo que no le convenía ir de poste en poste, Astro optó por sobrevolar la zona mientras atacaba, así al menos a Atlas le costaría más trabajo darle.
Pronto, la arena se iluminó de rojo y azul, había disparos por todos lados, la mayoría golpeaba el escudo, lo que provocaba una explosión de luz, similar a la de los fuegos artificiales, los espectadores aclamaban exaltados.
—Increíble.
—Fascinante.
Astro no los escuchaba, tenía toda su atención puesta en Atlas, por más disparos que le lanzaba, él era muy rápido, esquivaba todas sus bolas de plasma, y reanudaba su ataque, le estaba costando concentrarse en esquivar y atacar de regreso.
«Mi única oportunidad es desmayarlo o incapacitarlo para que puede drenarle la energía, pero parece adivinar todos mis movimientos, y es muy veloz».
Astro odiaba admitirlo, pero parecía que necesitaría un milagro para poder ganar esta.
...
En el sótano, Cora miraba hacia arriba, tan solo podía escuchar a las masas de espectadores, y los ruidos de los ataques de ambos robots, eso le hacía darse una idea de lo que estaba pasando allá arriba.
—No me gusta cómo suena eso —dijo antes de mirar a Reno—, tenemos que hacer algo.
—Estoy de acuerdo contigo —en eso volvió a fijarse en la jaula del león blanco.
En cuanto el animatrónico lo vio, le rugió y rasgó el escudo invisible, pero Reno no se detuvo, sino que se acercó lo suficiente, el león siguió lanzándole zarpazos. Reno paso su mirada por el margen de la jaula, ahí notó un panel de control que se encargaba de proyectar el escudo, sus ojos se iluminaron, ya sabía lo que tenían que hacer.
—Tengo un plan —dijo poniéndose de pie.
Cora lo miró exaltada.
—Ya sé cómo desactivar el escudo —continuó mientras sacaba las herramientas del bolsillo de su pantalón, Cora lo miró como si estuviera loco.
—¿Qué?
—Necesitamos una distracción, y nuestro amigo de aquí —y señaló al león, el robot le gruñó en respuesta—, es la perfecta, mientras crea el caos, liberaremos a Astro.
—¿Así que solo esperamos que no nos maté antes de llegar a arriba? —preguntó la chica señalando a la entrada.
Reno apretó los dientes, miró al león, él le gruño mostrando sus colmillos, luego de regreso a Cora.
—Es lo único que se me ocurre.
Cora iba a agregar más, cuando escuchó una explosión, seguida de un gran Wow de los espectadores.
«¡Dioses! ¿Qué está pasando allá arriba?» Pensó aterrada, ya no tenían tiempo, tenían que arriesgarse con esa locura, miró de regreso a Reno.
—Hazlo —le dijo
Reno solo asintió, y empezó a trabajar, abrió la compuerta del dispositivo, y luego con un pequeño laser, del tamaño de una pluma, quemó los circuitos, el escudo empezó a debilitarse y el león lo notó, lanzándose contra este, la jaula entera tembló, el escudo verde empezó a parpadear.
El plan de Reno estaba funcionando, para bien o para mal, Cora retrocedió sin dejar de ver la jaula, el león pasaba sus ojos de un chico a otro, el pelirrojo se colocó en el otro extremo, preparado para destruir el cable restante, antes de hacerlo, miró a Cora.
—Ve a la salida, en cuanto lo libere, tendremos que correr por nuestra vida.
—Vaya, no lo sabía, gracias por el dato —respondió con sarcasmo, tratando de sonar ruda y desinteresada como siempre, pero el miedo era evidente, imposible de disimular, así que hizo exactamente lo que le decían.
Reno tomó el mal carácter como un mecanismo de defensa, así que ni se molestó en contestar, solo se puso a freír el cable, cuando estaba por partirse, miró a Cora, la chica trago saliva, pero aun así asintió con la cabeza, Reno hizo lo mismo, y cortó lo que quedaba.
El león pareció haber comprendido lo que pasaba, pues en cuanto el escudo desapareció, se lanzó hacia Reno, extendiendo sus garras hacia él, el chico gritó pero logró saltar hacia atrás.
—¡Reno! —gritó Cora.
El león revisó sus garras, al notar que no había nada miró al frente, notando que el chico seguía vivo, rugió y le lanzó un mordisco, pero Reno saltó encima de él, aterrizando en su cabeza, se apoyó en ambas piernas, y se impulsó hacia arriba, llegando hasta la parte superior de la jaula, el león se volvió a verlo y rugió, lanzándose detrás de él.
—¡Corre!
Cora no necesitó que se lo repitieran, paso la cortina y empezó a subir los escalones de dos en dos, mientras que Reno saltó de jaula en jaula con el león siguiéndole por detrás, por suerte, el tiempo que tuvo de ventaja fue suficiente para crear una distancia, finalmente se acabaron las prisiones, Reno aterrizó cerca de la cortina, y siguió a la chica por las escaleras, como habían sospechado, llevaba hasta la parte superior, y que bien, porque el león no iba a dejar escapar su presa.
...
Tras el duelo de disparos, ambos robots regresaron al suelo, notando que ninguno de los dos había logrado acabar con el otro, estuvieron un rato mirándose, cada uno analizando la situación, y pensando como atacar después.
«Si puede adivinar cada uno de mis movimientos, quizás deba intentar algo que no se esperaría», pensó Astro, aunque tampoco estaba tan seguro de eso, no sabía cómo funcionaba la IA de Atlas, así que era imposible descifrarlo, «aún me queda una batería, quizás debería intentar descargarlo».
Se dijo que era la mejor opción, ya que no permitiría que Hamegg lo hiciera traicionar sus principios, otra vez, ningún robot sería destruido esa noche.
Astro separó las piernas, primero debería dejarlo inconsciente para poder drenarlo, así que tenía que darle con todo, Atlas solo colocó ambos brazos a la altura de su pecho, listo para atacar.
Hamegg sonrió, esto era mejor de lo que esperaba, esos dos le estaban dando justo lo que quería, no solo estaba dando un gran espectáculo, digno del precio del boleto, sino que también Atlas se estaba luciendo, no solo ya había demostrado estar a la par de Astro, sino que muy pronto demostraría ser su superior, y el Duque lo vería, y por fin tendría la vida que merecía, solo debía esperar un poco más, aunque Astro pudiera defenderse, Atlas lo acabaría al final.
Y fue ahí cuando se escuchó el primer grito.
Reno y Cora llegaron corriendo, él la tomo del brazo para luego deslizarse por el suelo, fue una fortuna ya que el león entró detrás de ellos, lanzándose hacia el frente, no logró darle a los niños, pero si fue contra uno de los espectadores, el hombre apenas pudo gritar; tras ser derribado en el suelo, el sujeto intentó correr, pero el león lo tomó del suéter con sus mandíbulas, lo levantó del suelo y lo lanzó hasta el otro extremo, paso seguido le rugió a los demás presentes. El efecto fue el deseado ya que provocó que todos gritaran en pánico y corrieran para intentar escapar.
—¡¿Pero qué...?! —dijo Hamegg sorprendido—, ¿¡cómo te escapaste?!
El león atacaba sin discriminar, a todo lo que tenía cerca le lanzaba un zarpazo, y golpeaba con sus patas traseras a quien estuviera detrás.
—Vaya, esto dio un giro divertido —comentó el Duque mientras se asomaba para ver el ataque.
Rock hizo lo mismo, no dijo nada, pero se divertía bastante con el nuevo espectáculo.
Por su parte, Astro volteó a ver fuera de la arena en cuanto empezó la catástrofe, sus ojos se abrieron al notar al felino robótico, quien seguía destruyendo todo a su paso.
—¿Qué...? —fue todo lo que alcanzó a decir, un rayo de Atlas lo golpeó y lo lanzó contra el escudo.
Astro grito mientras su cuerpo caía, para su mala suerte, su adversario no estaba nada interesado en el ataque, para él solo existía Astro, su objetivo. Ignorando el dolor, Astro se apoyó en ambos brazos para levantarse y ver a su enemigo, no podía hacer nada por los que estaban afuera, primero tenía que derrotar a Atlas.
Su rival atacó de nuevo, Astro rodó hacia el lado contrario y se lanzó de nuevo al ataque.
Nadie estaba a salvo, el león atacaba sin piedad, esto provocó que todos los clientes se asustaran y corrieran hacia la salida.
—¡No, no, no! —Gritaba un desesperado Hamegg, estirando sus brazos al frente y negando con las manos—, ¡la situación está bajo control!
Pero ante todo el caos, nadie lo escuchaba, el hombre gruño y vio hacia el león, quien seguía atacando a los clientes. Hamegg gruñó y sacó el control, el cual también era un azotador.
—¡Maldita bestia! —le gritó antes de oprimir el botón.
No debió haber gritado, ya que alertó al león, la bestia giró su cabeza para verlo, y notó el rayo que iba contra el, lo esquivó de un salto y le rugió a Hamegg, el humano estaba por disparar de nuevo cuando el león le dio un zarpazo a un asiento caído, este voló directamente hacia Hamegg. El hombre abrió los ojos, y movió su planeador, evitando ser golpeado.
—¡Estúpida maquina! ¡¿Cómo te atreves a atacarme?!
El león solo rugió como respuesta. Hamegg le disparo una vez más pero el león lo esquivo.
—¡Quédate quieto, maldita sea!
Mientras esos dos batallaban, Cora y Reno miraron hacia la arena, ahí Astro y Atlas seguían disparándose entre ellos.
—Muy bien, paso uno listo —enlistó la chica—, ¿y ahora?
Reno se mordió el labio, la verdad es que no había pensado mucho en esta parte del plan.
—Eh...
Cora rodó los ojos.
«Debí saberlo», pensó, levantó la mirada y notó el control de Hamegg, los ojos se le iluminaron.
Salió de su escondite, y se colocó a unos metros de Hamegg, junto sus manos, y estiró los brazos hacia el suelo, con los pulgares apuntando al piso, aunque no le había puesto tanta atención, había notado las habilidades acrobáticas de su compañero.
—¡Reno! —le gritó.
El chico miró las manos de Cora, luego a su cara, ella apuntó con la cabeza hacia Hamegg, quien seguía teniendo su atención en el león. Una sonrisa se formó en el rostro del muchacho, quien comprendió de inmediato lo que Cora quería, asintió con la cabeza y Cora también sonrió.
Reno corrió hacia ella, dio un salto y apuntó un pie hacia las palmas de Cora, ella, preparada para el impacto, y usando todas sus fuerzas, sumada la adrenalina, lanzó al chico por los aires. Reno voló varios metros por encima del suelo, y luego impulso su cuerpo hacia adelante mientras doblaba su pecho, dando una vuelta en el aire, estiró una pierna hacia el frente, y ya sabía hacia donde apuntaba.
Hamegg no supo lo que paso, hasta que escuchó el grito de Reno, quien, queriendo liberar toda la furia que sentía por todo lo que Hamegg les hizo pasar, a su familia y a él, liberó toda su frustración con ese aullido, y antes de que Hamegg pudiera reaccionar, recibió en su cara la patada de Reno, aunque él aún era joven, el impulso fue más que suficiente para sacarle saliva al hombre, y hacerlo caer del planeador.
—¡Ahhhhhhhhhhhh! —gritó mientras caía, agitando los brazos sin nada con que agarrarse, para su suerte, los drones estaban programados para protegerlo, así que al ver que su amo caía, varios de los drones dejaron de atacar al león y fueron a ayudar a Hamegg.
Colocándose bajo él y reduciendo su caía, Hamegg dejó de gritar y miró a sus máquinas.
«Sabía que me servirían», se dijo a sí mismo, para luego mirar hacia arriba, tras patearlo, Reno había logrado sostenerse de uno de los bordes del dron, y luego subirse. Hamegg entrecerró las cejas, y apretó sus puños, ahora sí, esa pequeña mierda había agotado su paciencia.
—¡Atáquenlo! —ordenó señalándolo con un dedo.
Los drones apuntaron sus lentes hacia el chico, y estos se hicieron rojos.
—Oh-oh —dijo el pelirrojo al ver las maquinas dirigiéndose hacia él.
Reno apretó los dientes y miró alrededor, buscando algo con que defenderse.
«Maldición, no tengo nada», pensó, en eso notó a Cora, ella seguía en el suelo, ella apuntó hacia abajo, Reno hizo caso y sus ojos se posaron en el control que Hamegg había tenido.
Sus ojos se iluminaron, al saber lo que significaba, lo tomó y empezó a dar nuevas instrucciones, comandó que los drones chocaran entre ellos para así quedar inservibles, al principio fueron dos, luego tres, hasta que el cielo se empezó a llenarse de explosiones.
—¡No, no, no! — Gritó Hamegg—, ¡No le hagan caso a él, háganmelo a mí!
Antes de que pudiera ordenarles algo más, sintió un golpe en la nuca, su cuerpo empezó a fallarle, y sin que pudiera controlarse cayó de lleno, desmayado; a su lado descansaba un pequeño objeto de metal, y a unos metros, Cora estaba levantada, sonriendo, esos años en La Superficie sí que habían ayudado a su brazo.
Mientras tanto, en su balcón, el Duque y Rock seguían viendo la batalla, tras ver a Hamegg caer, el joven quería irse, ver a un adulto ser derrotado por dos adolescentes era simplemente patético, pero el Duque le puso una mano en el hombro.
—Tranquilo, hijo, quizás Hamegg aún tenga un as bajo la manga.
Rock hizo una mueca, pero no agregó más y volvió a tomar asiento, con lo que los dos miraron al frente.
Mientras los drones seguían destruyéndose, Cora miró a Reno.
—¡Reno! —le gritó.
El chico la miró, Cora señaló la arena, él asintió con la cabeza.
—¡Astro! — gritó.
Astro volteó a verlo, sin dejar de dispararle a Atlas, Reno le mostró el control y señaló un botón, Astro sonrió al darse cuenta de lo que planeaba, asintió con la cabeza, Reno le regresó la sonrisa y apretó el botón.
Astro se volvió hacia Atlas.
— Lo siento — le dijo antes de dejar de disparar, luego sobrevoló por debajo de su rival, Atlas solo lo siguió, sin saber lo que planeaba.
Astro se acomodó en uno de los bordes de la celda, Atlas se volvió para atacarlo, pero el chico no se movió, el robot más grande se quedó quieto, sin saber qué hacer, no podía entender porque su enemigo había dejado de defenderse, y no parecía tener intenciones de seguir, hasta que escuchó algo caer.
Atlas levantó la mirada y vio que el escudo había sido desactivado, y que los tubos estaban cayendo hacia él, miró de nuevo a Astro quien se hizo para atrás, ahora que ya no había escudo, Astro tuvo oportunidad de escapar, el enemigo intentó atacar de nuevo, pero todo el metal le cayó encima, sepultándolo, y levantando una nube de polvo.
Cora se cubrió para que no le entrará en los ojos, mientras que Astro solo sobrevoló, y Reno se quedó en el dron.
Cuando hubo pasado, la chica se descubrió y miró al frente, notando que ya solo quedaba una pila de postes, sin rastro de Atlas, sonrió, parecía que por fin todo iba a acabar. Escuchó un gruñido detrás de ella. Lentamente se dio la vuelta, el león zombie estaba ahí.
— Eh... hola, lindo gatito —dijo muy nerviosamente, y saludando temblorosa con una mano.
El león le rugió, Cora respondió con un grito y empezó a correr, con el robot siguiéndola por detrás, aun sin su súper oído, Astro habría podido escuchar a su amiga, se giró para verla y notó que el león la perseguía.
—¡Cora! — gritó, luego miró a Reno, quien también se había percatado.
El chico miró al robot e hizo un movimiento con el brazo.
—¡Ve!
Astro asintió y fue hacia ellos. Cora se había dirigido a la salida, estaba a pasos de llegar, el león saltó por encima de ella, quedando en medio de ella y la puerta, Cora apretó los dientes, y detuvo sus pasos, por la velocidad a la que iba, por poco y pierde el equilibrio, yéndose hacia adelante, a las fauces del león, sus ojos casi rozaban los colmillos, agitó violentamente los brazos, y de puro milagro logró irse para atrás, pero cayó en el suelo.
Ella ahogó un grito mientras el androide le rugía, y le lanzaba un zarpazo, Cora abrió los ojos y rodó hacia el lado contrario, la pata del león destrozó el suelo, la chica aprovechó la oportunidad para ponerse de pie y corrió hacia la derecha, pasando una cortina, el león se tomó un momento para rugirle antes de ir tras ella.
Al pasar la cortina, Cora miró atenta en todas direcciones, ahora estaba en lo que parecía haber sido la recepción del teatro, no muy lejos de ella estaba lo que una vez fue la dulcería, sin pensarlo dos veces, la chica fue hacia allí, logrando saltar detrás del mostrador cuando el león entró, destrozando la cortina.
Cora se hizo un ovillo y rezó porque no la encontrara, el león gruñó mientras pasaba, buscando con la mirada a la niña, Cora podía oír como sus garras metálicas golpeaban el suelo.
«Por favor, Dioses, no dejen que me encuentre», rezó.
El león se detuvo cuando estuvo junto a la barra, giró su cabeza mostrando los dientes, Cora se llevó las manos a la boca, para no gritar, miró a sus alrededores, buscando algo con que defenderse, pero no había nada, estaba indefensa. El robot levantó sus dos patas delanteras y las colocó en el mostrador, la madera crujió bajo su peso. Cora cerró los ojos, como si fuera una niña pequeña, las fauces de la máquina se abrieron, y un poco de aceite le cayó en el hombro, ella no gritó. El león bajó sus mandíbulas, muy cerca de la cabeza de Cora, un agujero se abrió en la pared, el animal levantó la mirada. Astro entró volando, con un puño al frente, fue directamente hacia el león golpeándolo en la cabeza, mandándolo hacia atrás, destrozando un muro.
Astro siguió sobrevolando, se dio la vuelta para ver la barra, donde suponía que Cora se había escondido, la llamó por su nombre y ella se asomó.
—¿Estás bien?
Ella asintió con la cabeza, Astro sonrió, iba ir con ella cuando el rugido del león volvió a escucharse, Astro entrecerró el cejo y descendió hasta el piso, ahí vio al animatrónico que estaba levantándose.
—Muy bien amigo, ya ha habido suficiente violencia por un día, ríndete y podremos ayudarte.
El león le rugió en respuesta.
Astro suspiró, ¿por qué siempre escogían la manera difícil?
El zombie se le lanzó encima.
—¡Cora, abajo!
La chica obedeció, el león estaba por caerle encima a Astro, pero él lo sujetó por la parte inferior, luego lo lanzó de regresó al auditorio, abriendo otro agujero en la pared, el león cayó al suelo, Reno solo vio todo desde arriba, y apretó los dientes al ver al robot, sí que era fiero.
Astro regresó, volando por el hoyo, y aterrizó frente al león, este le hizo una mueca, y con una pata golpeó un asiento que estaba a su lado, Astro lo destrozó de un puñetazo, pero al bajar la mano, el zombie se le lanzó en contra, Astro solo puso su brazo, doblado, a la altura de su cabeza, el león cerró sus fauces en la articulación del robot. Astro hizo una mueca y le dio un puñetazo, provocando que el animatrónico le soltara, lo miró con rabia mostrándole sus colmillos. Le lanzó un zarpazo que Astro esquivo, luego el chico enrolló sus brazos alrededor del cuello del león, y lo empujó hacia el suelo; el león rugió, lanzó arañazos y mordidas en un intento desesperado por liberarse.
—Calma, amigo, ya todo terminará —dijo Astro mientras lo sujetaba con una mano, y con la otra buscaba en su cinturón, tomando la última batería que le quedaba.
«Espero que Atlas se quede ahí» pensó, mientras insertaba la batería en el cráneo de la bestia.
El león soltó alaridos mientras la energía era retirada de su cuerpo, Cora se acercó, viendo como Astro drenaba al zombie, no paso mucho para que el ojo rojo se apagara, y el cuerpo dejara de moverse. Astro suspiró aliviado mientras se ponía de pie.
—Tranquilo amigo, pronto estarás como nuevo.
En eso notó a Cora, le sonrió, indicándole que ya todo había pasado, ella le regresó la sonrisa, y en eso Astro recordó que ella no era la única presente, miró por encima de su hombro a Reno, ahora que todo había pasado, era hora de cuestionarse que estaban haciendo esos dos ahí.
—Reno, Cora... ¿Qué hacen aquí?
Antes de que alguno de los dos pudiera contestarle, la pila de postes salió volando por todos lados, destrozando una de las paredes, y varias partes del techo, abriendo huecos, Reno tuvo que mover el planeador para no ser impactado, mientas que Cora tuvo que apartarse para que no le cayeran pedazos de edificio encima. Astro se volvió hacia el centro, viendo que Atlas se había levantado, y que lo estaba viendo.
—Oh-oh —dijo.
Astro intentó disparar, pero Atlas fue más rápido y abrió fuego.
—¡Cora al suelo! —gritó, siendo que era lo único que podía hacer.
La chica se tiró al suelo justo a tiempo, pues el rayo impactó a Astro y lo mandó de regreso a la recepción, abriendo un gran hoyo en un muro, y quedando atrapado en él.
—¡Astro! —gritó Reno, vio el control en su mano y luego a Atlas.
«Odio hacer esto pero...» esto iba en contra de todos sus principios, pero solo lo haría por proteger a su amigo, nada más.
Reno alzó el control y lo apuntó hacia Atlas, apretando el botón del azotador, un rayo salió de la punta e impactó al robot, Atlas se detuvo un minuto mientras la electricidad impactaba su cuerpo.
«¡Lo siento, lo siento, lo siento!» pensaba Reno, pese a que ese robot había sido creado para lastimar a su amigo, se sentía muy mal haciendo eso.
Atlas, muy lentamente, como si le pesara una tonelada, levantó su brazo y lanzó un golpe al aire, cortando los rayos que lo azotaban, el gesto sorprendió tanto a Reno que dejó de presionar el botón. A pesar de que parecía que el ataque le había dolido, ahora Atlas estaba como nuevo, miró al chico con mucha ira; Reno trago saliva.
Atlas disparó contra el planeador, haciendo estallar uno de los propulsores.
—¡Ai no! —gritó Reno.
—¡Salta! —exclamó Cora.
Reno hizo lo que le dijo, sujetándose de la que alguna vez fue una lámpara, se aferró bien a ella mientras el planeador se estrellaba, estallando en un millón de pedazos. Atlas se percató de que Reno había sobrevivido, pero no le importó, después de todo, él no era su objetivo.
Avanzó caminando hacia Astro, aunque hubiera querido ayudar, Cora sabía que no era rival para Atlas, así que solo se apartó del camino del androide, dejándolo pasar, aunque no le gustaba la idea de dejar a Astro solo, debía confiar en que su amigo podría contra ese enemigo, lo que sí podía hacer es buscar algo de tierra para apagar el fuego.
Reno por su parte, se balanceó de la lámpara hacia el balcón más cercano, logró aterrizar dentro de este, y de ahí corrió hacia la planta baja.
Astro seguía atorado en el agujero, todavía confundido por lo que había pasado, por desgracia, su enemigo no tenía la misma paciencia; Atlas llegó y sujetó al pequeño del cuello, solo para lanzarlo al suelo.
—¡Ah! —gritó el pequeño al ser azotado contra el concreto, paso seguido, Atlas le dio un puntapié que lo mandó varios metros lejos, el chico volvió a gritar al ser estampado.
«Tengo que hacer algo, o sí no va a matarme» pensó Astro, se apoyó en el suelo pero recibió un golpe en la espalda por parte de Atlas.
—¡Ugh! —exclamó.
Atlas lo volteó, quedando el chico boca arriba, pasó seguido, ahorcó a Astro reteniéndolo en el suelo, con la mano libre, Atlas activó su cañón, listo para dispararle justo en la cabeza. Astro abrió los ojos, mientras la luz roja le iluminaba el rostro, era ahora o nunca, sino se zafaba de esa no iba a contar ninguna otra.
«Piensa, piensa, piensa, ¿Dónde está tu súper-inteligencia artificial ahora?» Se dijo, mientras sus ojos buscaban desesperadamente algo para ayudarlo.
Lo único que podía ver era el techo, y no había nada que pudiera hacer caer encima de Atlas...
«Ve más allá de tus ojos» pensó, parpadeó, activando su visión de rayos X, había cables detrás de las paredes, con corriente eléctrica. Astro sonrió. «Qué bueno que pensaste en todo, Hamegg», pensó burlonamente.
Activó sus propulsores, tanto de los pies como de las manos, saliendo disparado hacia adelante, ni Atlas con su fuerza pudo sostener a Astro, al ser liberado, el chico se elevó, quedando de pie nuevamente. Atlas miró a su enemigo, rápidamente, el niño desactivó uno de los propulsores de la mano y activó su cañón, lanzándole una bola de plasma, ni siquiera Atlas pudo esquivarla, ahora fue él quien salió despedido hacia atrás, quedando tumbado.
Astro no perdió oportunidad, regresó su mano y disparó uno de los láseres de los dedos al techo, abriendo un hueco voló hasta ahí, metió su mano y arrancó uno de los cables, partiéndolo a la mitad, de una de las puntas aún se veía la corriente eléctrica.
«Espero que esto solo te mandé a dormir», pensó.
Fue hacia su rival, quien solo levantó la cara en su dirección, Astro no suavizó sus facciones, Atlas le lanzó un golpe, pero Astro lo esquivo, y disparó su laser hacia el cuello de Atlas, este movió su cabeza a un lado, pero aun así, le cortó un poco, dejando una abertura lo suficientemente grande. Astro entrecerró los ojos, y pegó el cable a la herida. Atlas recibió toda la corriente del teatro, su cabeza se levantó mientras la electricidad corría todo su cuerpo, sus ojos pasaban de normales a ponerse totalmente blancos.
«Muy bien, creo que ya es suficiente», pensó, pero antes de que pudiera retirar el cable, la cabeza de Atlas explotó, fue una sobrecarga tan intensa que su cráneo no pudo soportarlo.
También tomó a Astro por sorpresa, así que soltó el cable y salió unos metros hacia atrás, tras caer, estuvo un tiempo en el suelo hasta reincorporarse, para ver el cuerpo de Atlas, sin cabeza, que cayó de rodillas, antes de desplomarse por completo.
Astro abrió los ojos como platos.
«No... no... quería derrotarlo, pero no así», pensó.
Apoyó las dos manos sobre el suelo, cerró los ojos y golpeó la superficie, apenas y con fuerza, pues no quería destruir nada más.
«Lo siento, lo siento», había pasado otra vez, destruyó un robot... no había sido su intención, pero lo hizo, igual que su primera vez en la arena.
Ni siquiera había sido culpa de Atlas, él solo hacía para lo que fue programado, todo fue obra de Hamegg, él había sido el responsable de todo, él solo los veía como máquinas, herramientas... amenazó a la familia de Reno...
«¿¡Por qué los humanos tratan así a los robots!?» Pensó, no solo Hamegg, sino también Stone, Tawashi, el Duque, y Rock... ¡¿por qué había tantos humanos que odiaban a los robots?!
...
Usando un poco de tierra, Reno y Cora habían logrado apagar el fuego, tras ver que ya no quedaban chispas, ambos se relajaron.
—Creo que ya quedó —le dijo el pelirrojo.
Cora suspiró aliviada, apoyándose en las rodillas para no desplomarse, tan solo vio al chico y le enseñó un pulgar arriba, Reno sonrió.
Los dos escucharon quejidos, miraron a un lado, y notaron que Hamegg se había levantado, estaba tambaleándose, buscando con que apoyarse.
«¿Qué paso?» Se preguntó, en eso, miró hacia arriba, al balcón del Duque, el malvado se quedó quieto, como si ese semblante fuera una medicina recuperadora.
El Duque lo miraba con desprecio, como si no fuera nada, bastante decepcionado, negó con la cabeza, se levantó de su asiento y se fue, Rock se quedó atrás, solo mirando al presentador con una sonrisa burlona, antes de seguir al Duque.
—Otra decepción, padre —dijo Rock, mientras los dos caminaban por el pasillo.
Pese a todo, el Duque Rojo sonrió.
—Quizás, pero el show estuvo entretenido.
Rock no dijo nada más, disfruto las partes en las que golpearon Astro.
Hamegg cerró sus puños, había pasado otra vez, ese maldito robot... no, no solo había sido él, ¡esos condenados huérfanos lo habían arruinado todo! ¡Le quitaron su gran oportunidad! ¡Arruinaron su negocio y su futuro! Oh no, ya no podía tolerar esto, ¡iba a matarlos a todos!
— Ustedes... ¡desgraciados! — gritó girándose hacia los dos adolescentes.
Reno y Cora pusieron caras enojadas, y ambos adoptaron posiciones defensivas, uno al lado del otro.
—¡Los voy a matar! — Gritó, mientras tomaba uno de los brazos de las sillas que habían quedado destrozadas, lo blandió hacia el frente, como si fuera un machete—. ¡Debí dejarte en la basura todos esos años atrás! –Le dijo a Cora mientras le lanzaba un golpe.
—Que linda reunión armaste —se burló Cora mientras se agachaba para evitar un azote.
Astro seguía en el suelo, lamentándose por lo que tuvo que hacer, cuando escuchó a Hamegg:
—¡No puedo creerlo! ¡Después de todo lo que hice por ti, y esos huérfanos! ¡¿Así es como me pagas?!
—¡Lastimaste a Astro! ¡Eres un monstruo! —gritó Cora.
—¡Mi familia no son tus esclavos, panzón! —agregó Reno.
—¡Voy a acabarlos!
Astro cerró el puño, estaba harto de ellos, y por suerte, uno de ellos estaba justo ahí.
«¡Esta vez no!» se dijo.
Se levantó y miró el cuerpo de Atlas.
—Lo siento —le dijo en un susurro, luego se volvió para salir volando por los agujeros.
Reno y Cora estaban arrinconados contra una pared, con Hamegg listo para darles un golpe fatal.
—Adoptabas niños... ¿por qué no puedes ver a los robots de la misma forma? —le preguntó Reno.
—Porque los robots... no... tienen... ¡alma! —gritó en respuesta, alzando el palo.
Reno y Cora se prepararon para el golpe, Hamegg lo dejó caer, apuntando hacia la cabeza de Reno, él sería el primero en caer, el arma se quedó detenida a la mitad, gracias a la intervención de Astro.
Hamegg miró por encima de su cabeza, notando al robot, quien no tenía una cara amigable, el villano trago saliva, nunca antes lo había visto así de enojado, hasta sus amigos se asustaron. Astro le arrebató el palo a Hamegg, y luego lo aplastó hasta que no fue más que una pelota que lanzó lejos.
El malvado soltó un alarido y se tiró al suelo, mientras retrocedía con los codos, Astro lo seguía sin dejar de volar.
—Oye Astro... vamos, no te lo tomes personal.
—Tú... Lastimaste a esos robots... Me hiciste herirlos.
Cora y Reno salieron de su escondite, y siguieron a Astro, esto estaba mal, su amigo hablaba con un tono mucho más serio que el que acostumbraba, y su mirada... era una de muerte.
—No fue nada personal... ¡solo negocios!
—¡Tú no tienes perdón! —Dicho eso, Astro transformó su mano en un cañón, y le apuntó, no importaba a que parte del cuerpo disparara, sería suficiente para hacerlo estallar.
Cora se cubrió la boca con las manos, mientras que Reno sintió que un escalofrío le recorría todo el cuerpo. Hamegg gritó y se cubrió el rostro.
—¡No! ¡No! ¡No! —chilló.
Astro apretó los dientes.
—Astro —susurró Cora.
—No lo hagas —dijo Reno.
La punta del arma se iluminó.
«¡Esto es por...!».
«Eres un héroe, Astro», la voz del doctor Elefun resonó en su mente, abrió los ojos y vio lo que estaba haciendo.
Hamegg estaba a sus pies, completamente muerto del miedo; miró sobre su hombro, y notó a Reno y Cora, quienes no se veían mejor, miró a su cañón.
«¿Qué estoy haciendo? No puedo... no... yo no soy así» se dijo, ¿Qué pensaría papá si lo viera? ¿Qué diría el profesor Elefun? Ken, Tao, Shibugaki, Zane, los gemelos...
No, no, él no era un asesino, la paz entre humanos y robots era posible, y esta no era manera de conseguirla, además, una vida era una vida, aunque fuera la de un criminal como Hamegg, él no tenía derecho a quitársela, ya lo había hecho con Atlas, no volvería a repetirlo.
Astro suspiró, regresando su mano a la normalidad, y viendo a Hamegg de nuevo.
—Levántate —dijo mientras lo levantaba con una mano, el malvado chilló un poco—, vas a pagar por todo lo que has hecho, pero no así.
Se lo dijo en la cara, seguía enojado, pero ya no con deseos de matar, lo que Hamegg debió identificar porque suspiró aliviado.
Cora y Reno también se relajaron e intercambiaron miradas, ambos aliviados de que su amigo no se hubiera manchado las manos.
«Nunca jamás me volveré a quejar de tu bondad» pensó la chica, si así era como Astro se veía enojado, prefería al puro de corazón.
Mientras que Reno solo se sintió feliz, pues sabía lo muy, muy, mal que las cosas pudieron haberse puesto si Astro hubiera hecho eso, siempre había habido controversia en torno a Astro, por su fuerza, sus poderes, y porque no tenía que seguir las leyes de la robótica, eso hubiera sido un duro golpe para su persona, pero no, a pesar de todo, se había mantenido fiel a sus valores, y era eso por lo que lo admiraba.
«Vaya... en verdad es un héroe» pensó.
Se escucharon sirenas, y unas luces rojas y azules iluminaron las ventanas, todos voltearon a ver hacia las puertas, el inspector Tawashi entró poco después, apuntando con su pistola al frente.
—¡Policía de Ciudad Metro, quietos! —y ahí fue cuando notó a todos los presentes, su boca se abrió como la de un pez al ver de quien se trataba.
Astro se rascó detrás de la cabeza.
—Eh... buenas noches inspector Tawashi...
Tawashi suspiró y bajó su arma.
—¿Ahora que hicieron?
Los tres chicos intercambiaron miradas, sin tener que decirlo, los tres sabían lo que querían preguntar:
«¿Quién le cuenta?»
...
Mientras la pelea seguía en el interior, Rock y el Duque salieron por la parte de atrás, donde la limosina los esperaba, tomarían una ruta alterna para evitar a la policía, y aún si esta los detuviera, al ver de quien se trataba, ni siquiera pensarían en interrogarlos.
—Bueno, padre, parece que Ciudad Metro no fue lo que esperabas —le dijo Rock con cierto tono burlón, después de todo, él no tenía esperanzas de esa tierra tercermundista.
El Duque sonrió mientras negaba con la cabeza, y su hijo le abría la puerta.
—Quizás, pero no por un tropiezo o dos vamos a detenernos —respondió mientras se metía—, esto fue solo el comienzo.
Rock cerró la puerta y fue a la del piloto, el Duque por su parte, sacó un relicario de su bolsillo, lo abrió, revelando la foto de una niña, de piel blanca como la nieve, cabello dorado como el oro, y unos preciosos ojos verde esmeralda, vistiendo un vestido rojo, sentada frente a una ventana, detrás de esta, se veía que estaba nevando.
El Duque acarició la foto.
—No te preocupes, mi pequeño ángel, tarde o temprano nos volveremos a ver —dijo, al mismo tiempo que Rock se subía.
El muchacho escuchó las palabras de su padre, lo miró por el espejo retrovisor, el Duque estaba totalmente concentrado en la reliquia, así que tampoco notó la mueca que hizo el líder de los Marduk. Rock no agregó nada más, solo puso el coche en marcha y se internaron en la oscuridad de la noche.
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