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La Historia de Cora.

Nota del Autor=Antes de iniciar solo quería decir que este capitulo es especial, ya que decidí publicarlo hoy ya que es el cumpleaños Osamu Tezuka, el creador de Astro y padre del Manga, así que celebremos su legado leyendo un fic sobre quien es, para mí, su mejor creación.

Felicidades Osamu Tezuka, y gracias por tu trabajo.

La mesa estaba llena de todo tipo de platillos; costillas de cerdo, puré de papas, ensaladas, pizza, lasaña, pasteles, gelatinas, flanes, helados y pudin de chocolate, por todo el mueble se extendía la comida, lo que estaba vacío eran las sillas alrededor, con excepción de la ubicada en el extremo derecho, ocupada por una pequeña de cinco años, quien tenía frente a ella una pantalla que salía de la misma mesa, a su lado estaban dos robots que sostenían bandejas, una con cubiertos y servilletas, y la otra con platos.

La pequeña tenía sus manos entrelazas moviéndolas nerviosamente, se estaba mordiendo el labio, debatiéndose sobre si debía preguntarles... es decir, el que la dejarán sola en la casa con las nani-robots era algo normal, pasaba todos los días con excepción del domingo, día que aprovechaban para descansar del trabajo de la semana, pero con todo eso en cuenta... la niña se decidió a arriesgarse a preguntar.

—Hey...—bajó su cabeza para después subirla—, oigan.

Pero sus padres seguían concentrados en sus escritorios, en los papeles que tenían que revisar. Cora tragó saliva y se recargó en el respaldo, ignorada como siempre, por lo general después de no obtener la atención de sus padres se daba por vencida, y se iba a otra parte para lidiar con su soledad, pero no esta vez, era su cumpleaños y sus padres deberían estar festejándolo con ella, no en el trabajo. Tomó aire y volvió a hablarles:

—Mamá, papá.

Sin respuesta; Cora apretó sus puños.

—Mamá, papá —elevó un poco la voz.

—¿Sí, querida? —respondió su madre, pero sin voltear a verla.

Pero eso no la desanimó, todo lo contrario, tenía su atención y debía aprovecharla.

—Estaba pensando que —despegó un poco su espalda—, que tal vez podrían salir temprano del trabajo hoy, y...

Le costaba un poco decir lo último, rara era la vez que hablaban, y no sabía cómo reaccionaría, y aun así, una pequeña parte de ella esperaba oír una respuesta afirmativa.

—Y venir a casa, si se apuran aún podríamos cenar juntos.

«Y podrían cantarme las mañanitas, y después podríamos ver una película juntos, y...»

—Cora, ya sabes que tú papá y yo estamos muy ocupados aquí, si hay tan solo un número incorrecto en estas cuentas seremos despedidos.

—Lo sé pero...

—Cora ya escuchaste a tú madre, tenemos mucho trabajo que hacer aquí, no podemos permitirnos distracciones.

«¿Distracciones?» Pensó Cora, herida. « ¿Eso es lo que soy para ustedes? ¿Una distracción?»

—Pero...

—Nada de peros hija, tienes a las dos unidades contigo, puedes festejar con ellas.

—Además ese banquete salió muy caro, así que es mejor que lo aproveches.

Cora volvió a apretar sus puños, y las lágrimas se le formaron en los ojos, ¿Cómo podrían estar tan ciegos? ¿Qué acaso no veían que lo único que quería era que pasarán su cumpleaños con ella? ¿Era eso mucho pedir? Al menos por un año le gustaría que así fuera.

—Cora nos estamos atrasando, debo colgarte ahora.

—No, esperen...

—Hablaremos cuando lleguemos a casa, hasta entonces trata de pasártela bien.

Antes de que Cora pudiera abrir la boca, su madre ya tenía el dedo en el botón de colgar.

—Adiós Cora.

La pantalla desapareció y la caja metálica se cerró a sí misma, en la mesa se abrió una compuerta en la que el comunicador se metió y luego volvió a cerrarse. Los dos robots se miraron entre sí, con miradas preocupadas, retrocedieron de la mesa pues conocían muy bien a la señorita para saber lo que se avecinaba. Cora colocó ambas manos sobre la mesa, recargó su cabeza en medio de ellas y estalló en un mar de llantos. 

...

—Miren, ahí viene Cora.

—Pobrecita, tiene que pintarse el pelo para llamar la atención.

Trixie y sus amigas se rieron mientras Cora pasaba al lado de ellas, sintiéndose avergonzada bajó la cabeza y se cubrió el lado derecho con una mano, paso con rapidez para no tener que soportar sus miradas nuevamente. No sabía porque siempre se metían con ella, ¿era por sus pésimas habilidades para socializar? Desde que había empezado el kínder se le había dificultado mucho hacer amigos, razón por la que inmediatamente la tacharon de bicho raro, y se convirtió en el blanco de Trixie y su pandilla, desde insultos y bromas hasta que le tiraran la comida encima, o que le pusieran el pie mientras caminaba.

Era cosa de todos los días, lo bueno es que sus padres seguían siendo tan atentos como siempre...

Ese día el objeto de sus burlas era que se había pintado su cabello, bueno una parte, ya que solo lo había hecho en los lados, de morado ya que ese era su color favorito, tomó esa decisión porque hace unas noches vio en una revista vieja, de esas que existían antes de que la ciudad fuera levantada hasta los cielos, en ella había una foto de una modelo que tenía el cabello pintado, le había gustado y decidió intentarlo, quizás inconscientemente, como otro esfuerzo para llamar la atención de sus padres, sin éxito.

Mientras más pasaba por el patio lleno de estudiantes más personas se le quedaban viendo, algunos tenían la suficiente amabilidad de esperar a que ella hubiera pasado de largo para empezar a susurrar, otros se reían al momento que pasaba.

«No me importa» se dijo a sí misma, y era honesta, le gustaba su nueva apariencia, llevar su color favorito la hacía sentirse fuerte, además de que detestaba el feo uniforme azul, negro y blanco, tener algo que contrastará con eso era más que satisfactorio.

Continuó abriéndose paso entre más susurros y burlas pero no bajó la frente,

—Oye eso es muy cool.

Cora se detuvo, ¿alguien acababa de hacerle un cumplido? La voz había venido de su derecha, giró la mirada para encontrarse con otra chica, al igual que ella llevaba puesto el uniforme escolar, usaba lentes rojos, su cabello era castaño y era delgada, estaba apoyada contra un poste.

—Oh... gracias —respondió sorprendida, no era como que todos los días recibiera cumplidos.

La chica sonrió y dio un paso al frente.

—No les hagas caso, creo que ese tono te queda genial —extendió su mano—, mi nombre es Yoko, mucho gusto.

Cora sentía que todo iba en cámara lenta, esta era la primera vez que tenía contacto con alguien más, claro que convivía con sus padres, raramente, y de vez en cuando con sus compañeros cuando tenían que hacer un trabajo, pero esta vez era porque una persona quería, genuinamente, hablar con ella.

—Cora, es un placer —respondió rápidamente y estrechó su mano.

Yoko sonrió y se separaron.

—En serio, no puedo creer lo bien que te queda, ¿Cómo se te ocurrió?

—Oh eso, no fue nada en realidad, lo vi en unas revistas viejas de mi mamá.

—Suena bien, ¿crees que pueda verlas? De seguro tienen más diseños como esos.

—Oh... claro que sí, podría mostrártelas.

En eso se escuchó la campana para entrar a clases, las multitudes de alumnos se dirigieron a sus salones.

—Creo que será mejor que entremos —dijo sintiéndose un poco decepcionada, por fin tenía a alguien con quien hablar y la interrumpían las estúpidas clases, en verdad odiaba esa escuela, parecía que siempre estaba en su contra.

—Sí, ¿a qué salón vas?

—Al 9-B.

—Genial, yo voy al mismo.

Cora no lo podía creer, la chica con la que se estaba llevando bien iba en su salón, eso era más que estupendo, las cosas estaban saliendo bien para ella, sonrió de oreja a oreja sintiéndose renovada. Su emoción era compartida con Yoko, ya que ella soltó una risa inocente y jovial.

—Venga, vamos avanzando, podemos seguir platicando en el camino.

—¡Claro que sí!

No podía ocultar su entusiasmo, tenía en frente a la mejor chica del mundo, la que podría ser su mejor amiga, tal vez estaba poniendo la barra demasiado alta, pero es que no podía contener su alegría, si todo salía bien ya tendría a quien contarle chistes, sus penas y... ¡Todo lo que se le ocurriera!

Por fin la vida le parecía buena.

...

La recogía una de sus nana-robots, otra se quedaba en casa para recibirla y preparar la comida, en los últimos años se había hecho costumbre que sus padres regresarán a casa para comer, tenían un pequeño descanso que aprovechaban para ello, pero eso no significaba ningún tipo de convivencia, ya que por lo general sus padres comían y le preguntaban lo mismo una y otra vez: ¿Qué tal tu día Cora? Que bien, espero que sigas sacando esas buenas notas, excelente cariño, esa es mi niña, sigue así. No importará que les dijera que el día fue terrible y que tuvo que aguantar a Trixie y a sus arpías, para ellos todo marchaba a la perfección. Al terminar la comida ambos se levantaban y regresaban al trabajo, no se preocupaban por recoger la mesa ni por lavar los trastes, para eso estaban los robots.

Esa actividad era tan mecánica que Cora sabía que cosa responder y en el momento exacto, había dejado de tratar de llamar su atención hace mucho tiempo.

Pero las sorpresas no dejaban de aparecer, al entrar a su casa se encontró con que la mesa del comedor solo tenía un plato, generalmente sus padres llegaban antes que ella, el robot cocinando se percató de su llegada y puso la mirada en ella.

—Hola ama Cora —la unidad había aprendido a no preguntarle por su día—, sus padres me pidieron que le dijera que empezarán a comer en la cafetería de la empresa, así pueden ahorrar más tiempo, y más tiempo es igual a

—Más productividad, lo sé —finalizó, estaba harta de escuchar la dichosa frase de papá.

El robot bajó la cabeza y sonrió forzadamente, a veces los envidiaba, programados para no sentir emociones reales, solo aparentarlas.

—¿Sabes una cosa? No tengo hambre, mejor me voy a mi cuarto a hacer la tarea.

—Oh... como usted ordene ama Cora, si se le ofrece algo más tarde no dude en pedírmelo.

—Lo haré robot, gracias —finalizó en un tono cortante.

Pasó con rapidez a su habitación y cerró la puerta, lanzó su mochila al suelo y se echó sobre la cama, no se sentía triste por la noticia, ya estaba más que acostumbrada a sus «papás fantasmas», ¿decepcionada? Tampoco, para decepcionarse primero tenía que esperar algo, y la atención de ellos era algo que jamás esperaba conseguir. Se sentía cansada, cansada de esa casa vacía y de esa escuela donde nadie la quería.

En eso su comunicador empezó a sonar.

Con una mano lo sacó del bolsillo de su pantalón, oprimió el botón de en medio, la pantalla se proyectó a unos metros de su cara, la carpeta de mensajes marcaba uno nuevo, con un dedo tocó el icono y una nueva ventana se abrió, el mensaje era de un número no registrado, pero reconoció a la chica en la foto de perfil.

«Eres divertida, deberíamos salir algún día» decía el mensaje.

Cora sonrió y empezó a teclear.

«Tú dime cuando y a donde»

En ese momento ya no se sintió tan cansada.

...

—Wow... tus padres sí que son unos idiotas —dijo Yoko antes de darle una mordida a su hamburguesa.

—No quiero decirles así... pero a veces actúan como unos —respondió Cora con la boca llena.

Se reunieron en un restaurante del centro, tomaron asiento en un balcón con vista a la plaza, la mesa y las sillas flotaban el aire.

—Deberías demandarlos por negligencia —siguió comentando Yoko tras pasarse su bocado.

—Bueno, nunca falta comida en el refrigerador, y mi mesada si es jugosa así que...

—Amiga lo estás viendo todo mal, lo material no importa nada si no hay amor, ¿o me equivocó?

Cora de comer y bajó su hamburguesa, de repente había perdido el apetito.

—Mira no quiero hacerte sentir mal, solo te digo que darte mucho dinero no debería ser su única muestra de cariño, deberías al menos tratar de pactar que el domingo sea día familiar.

—Trata de despertarlos —respondió con cierta gracia, si alguien en Ciudad Metro tenía el sueño pesado, esos eran sus padres.

—Cora, deberías tratar de tomártelo más en serio.

—Yoko, ya estoy acostumbrada, sé que mis padres están ocupados, manejan todo el dinero de la ciudad, eso sí que debe ser estresante.

—Esa no es excusa.

—Ya lo sé, no estoy tratando de justificarlos, es solo que...

Ahora se le hacía un nudo en el estómago, ¿debería decírselo?, ¿o sonaría muy cursi y la asustaría? Ya llevaban saliendo por tres semanas, no sabía si era muy pronto para ser más abierta con ella, si se sentía abrumada podría alejarse y ella volvería a su solitaria existencia.

—¿Qué?

Cora tragó saliva así como todas sus inseguridades, si iban a ser amigas debían confiar la una en la otra, sin secretos ni mentiras.

—Es que desde que me juntó contigo ya no me siento tan mal Yoko, ya no me importa tanto que mis padres no me presten atención, ni que en la escuela me traten como si fuera basura —se encogió de hombros—, disfruto mucho estando contigo, es como si llenaras el vacío.

Ya se esperaba lo peor, había sido demasiado de seguro, Yoko o se reiría de ella o la tacharía de loca y se iría, pero sorprendentemente no paso ninguna de las dos, sino que Yoko estaba sonriendo, tenía dos manos sobre su pecho, en el lado de su corazón.

—Oh Cora, eso fue hermoso, gracias por permitirme ser tú amiga.

Puso ambas manos sobre la mesa, Cora las sujetó y les dio un apretón.

—No Yoko, gracias a ti.

—Te prometo que siempre vamos a ser amigas.

Se sonrieron, ahora que tenía una amiga en el mundo nada podría salirle mal, nada.

Un espectacular de la plaza cambio la imagen de una película de Zombies a estrenarse, por la foto del Dr. Tenma, el científico estrella de la ciudad. Cora hizo una mueca el verlo.

—¿Qué pasa? —le preguntó Yoko al ver su inconformidad.

—Ese doctor Tenma, no me da buena espina.

—¿Lo conoces?

—No, es solo que... me parece demasiado soberbio y orgulloso, espero jamás tener nada que ver con ese hombre. 

...

Era viernes por la noche y Cora no quería quedarse en casa, así que le dijo a Yoko si quería ir al cine, su amiga aceptó ya que habían estrenado la película de zombies. Cuando llegaron vieron que la fila para comprar las entradas, y la de dulcería, ya estaban llenas.

—Debimos haberlo previsto —dijo Yoko—, es viernes después de todo.

Si bien la gran cantidad de gente presentaba un panorama desalentador, Cora no dejaría que eso arruinara su noche.

—No te preocupes, tú ve por los boletos y yo a dulcería.

—Buena estrategia, por eso me agradas chica.

Cora sonrió y le dio una palmada en la espalda para indicarle que se apresurara, cada una fue por su lado, Cora se situó detrás de una pareja, estaban agarrados de las manos mientras se decían cursilerías, Cora hizo una mueca, jamás entendería todo eso del romance, a ella le parecía asqueroso y empalagoso, ahí sí agradecía el no ser del agrado de los chicos de la escuela, ni de ninguno en general, no se imaginaba estando al lado de uno.

Tratando de distraerse de la parejilla echó un vistazo hacia Yoko, solo para ver cómo le iba a ella, en eso se llevó una sorpresa, las personas que iban delante de ella eran Trixie y sus amigas, como había bastante gente para llegar a la taquilla todas se habían puesto a charlar. Cora sintió un escalofrío, desde que se juntaba con Yoko la dejaron de molestar un poco, siempre que se encontraba sola aún recibía alguna burla o insulto, pero cuando estaba con ella hacían como que las dos eran invisibles, a Cora le agradaba eso ya no tener que soportarlas todo el día, pero ver a Yoko conviviendo con ellas... la hacía sentirse traicionada, porque creía que Yoko era como ella, un bicho raro, pero al ver lo bien que platicaba con esas arpías... Cora negó con la cabeza, que estúpida estaba sonando, Yoko era muy amigable era obvio que entablaría conversaciones con otras, aunque fuera solo para pasar el rato, además solo porque fuera su amiga no significaba que no pudiera tener más amistades, ya sonaba como una novia celosa. La parejita de enfrente se movió, ella dio un paso al frente diciéndose que debía olvidarse de esas tonterías, pero aun así, tenía un mal presentimiento.

...

Yoko tenía una hora libre pero ella debía tomar una hora de Física, para su suerte ella siempre la esperaba en el patio de la escuela leyendo un libro, después de eso acostumbraban ir por una hamburguesa o por un helado, se preguntaba que quería Yoko ese día...

—Lo siento Cora, pero hoy no voy a poder esperarte.

Se detuvo con un paso seco.

—¿Qué?

Yoko se encogió de hombros, lo hizo de una forma como si no le preocupara en lo más mínimo.

—Lo siento, quedé en verme con alguien más.

—Oh...

Tenía que recordar lo que se había dicho en el cine, podían tener más de una amiga, no era culpa de Yoko que ella tuviera pésimas habilidades sociales.

—Está bien, no hay problema.

—Gracias por entender —respondió con una sonrisa, Cora iba a darle un abrazo de despedida pero Yoko se dio la vuelta de inmediato—, eres la mejor.

—Oh... bueno, luego te habló para...

Pero Yoko ya se había alejado lo suficiente, tan solo se despidió con una mano, sin siquiera voltearla a ver, siguió caminando dándole la espalda. El semblante de Cora decayó, Yoko jamás había sido tan fría y cortante con ella...

«Solo ha de estar aburrida, eso es todo»

Era mejor ir a la clase y dejar de preocuparse por eso, se ajustó las correas de la mochila y reanudó su caminata, tratando de pensar en las ecuaciones que tendría que resolver, pero la verdad es que no podía dejar de pensar en Yoko.

...

—Hola ama Cora, sus padres me pidieron que le dijera que...

—Llegarán tarde, ya lo sé, gracias robot.

Sin darle más tiempo de hablar paso inmediatamente a su cuarto y se encerró, arrojó la mochila al suelo y se echó sobre la cama, se sentía tan confundida y asustada, ya iba una semana desde que Yoko había comenzado a comportarse de forma extraña, se mostraba distante con ella y hasta ruda, como si ya no la quisiera cerca, cada vez que se acercaba Yoko hacía una mueca como si estuviera oliendo basura.

¿Por qué había pasado ese cambio tan repentino? ¿Era por algo que Trixie le dijo? ¿Qué clase de mentiras le habían metido en la cabeza?

Tomó la almohada y se la puso encima de la cabeza, como si así pudiera aplastar todos sus pensamientos. ¿Qué acaso estaba condenada a ser una maldita solitaria por el resto de su vida? ¿A qué todos la vieran como un bicho raro por alguna razón? ¿Qué sus padres nunca estuvieran ahí para ella? En estos momentos es cuando más los necesitaba, deseaba tener a alguien a quien platicarle estos problemas, que la aconsejarán en que podía hacer, y no, no podía ir con la nana-robot, solo estaba programada no sabría qué hacer en estos casos, estaba sola.

Esa realización la hizo sentir peor.

Siempre había estado sola, pero jamás se había detenido a pensar seriamente el significado de eso, antes de Yoko no tenía a nadie con quién acudir ni hablar, y ahora estaba donde empezó.

No, no podía permitirlo, tenía que hablar bien con Yoko y ver que estaba pasando, tenía que arreglar las cosas con ella, no podía perder a la única amiga que había tenido.

No iba a permitirlo, no volvería a estar sola.

...

Al día siguiente Yoko siguió sin dirigirle la palabra, pero ya no pensaba quedarse de brazos cruzados. A la hora del receso dejó que ella saliera primero para poder acorralarla en el pasillo, tan solo Yoko salió del salón ella se apresuró para ir detrás de ella, si tan solo hubiera esperado un poco más hubiera notado que Trixie y su banda la seguían.

Yoko estaba a punto de entrar al baño cuando Cora fue capaz de alcanzarla, le puso una mano en el hombro para detenerla, ella miró por encima de su hombro e hizo una mueca el ver de quien se trataba. Cora decidió ignorar eso, aunque le había dolido.

—Hola, oye perdona por ser tan... brusca —se disculpó y bajó su mano.

Yoko se dio la vuelta sin cambiar la expresión en su rostro, con una mano se limpió el hombro donde la había tocado, como si quisiera quitarse polvo. ¿Por qué se comportaba así con ella? ¿Qué demonios le había hecho para que la tratará de ese modo?

—Bueno lo hecho, hecho está, ¿no?

Cora se rió, como si eso pudiera reducir la tensión que ya se sentía en el ambiente.

—Sí, supongo que podrías decir que sí.

Pero Yoko no se estaba riendo en absoluto, Cora trago saliva, ya no era tiempo de bromas tenía que hablar en serio con ella ya.

—Mira, últimamente siento que nos hemos alejado... y quiero saber porque, ¿fue algo que hice? ¿Qué dije? Por favor si así fue, perdóname, no era mi intención y...

—Por favor detente.

Cora se detuvo, la había interrumpido tan bruscamente, y con tanta hostilidad, que se sintió asustada, y herida.

—Yoko...

—¿Lo ves? Este es el problema contigo Cora, crees que el mundo solo gira alrededor de ti, yo esto, yo aquello, que si me siento sola porque mis padres no me hacen caso; eres irritante como no tienes idea.

Lo sabía, sabía que podía llegar así de molesta, no era su intención era solo que necesitaba desahogarse con alguien, no sabía que eso abrumaría así a Yoko, se sentía mal por ser tan egoísta.

—Yoko lo lamento, no quería que...

—¡Ahí está! Disculpándote por todo, en serio niña, ¿no tienes un poco de amor propio?

Cada palabra que le decía peor la hacía sentir, ¿de dónde había sacado tanto odio? ¿Qué acaso siempre se había sentido así con ella? ¿Qué acaso esos buenos ratos que pasaron juntas no significaban nada para ella?

—Pero Yoko...

—Mira, voy a explicártelo con manzanas, porque aparentemente eres muy tonta como para entender algo —se acercó más, levantó su dedo y empezó a golpearla en el pecho con cada nueva palabra que decía—. No. Te. Quiero. Cerca. De. Mí. ¡Nunca más!

Dicho eso último la empujó con toda la palma, lanzándola contra la pared, Cora fue a chocar con un gran golpe, aunque no le dolió tanto como su espíritu, Yoko soltó una risa y se fue caminando, con la frente bien en alto, como si estuviera orgullosa de lo que acaba de hacer. Cora tenía los ojos llorosos, cada palabra que le había gritado retumbaba en su cabeza, repitiéndose una y otra vez.

—¡Yoko! ¿Qué paso con lo de mejores amigas por siempre? —gritó, tratando de no estallar en un mar de llantos, pero a estas alturas parecía casi imposible.

—Una mentirilla piadosa, es parte de crecer Cora. ¡Madura!

Y con eso basto, Cora no pudo aguantarlo más y lloriqueó como una niña pequeña, si alguien la veía se burlaría de ella, y ya había sufrido suficientes humillaciones por un día, no quería ver a nadie ni hablar con nadie, se saltaría todas las clases. Despegándose de la pared fue corriendo hasta el baño, por suerte estaba vacío, y se encerró en uno de los gabinetes. Ya sin nadie que la viera se sintió con más libertad para, ahora sí, desahogarse, lloró y lloró tanto que los ojos se le pusieron rojos, y comenzaron a arderle. Ahora que estaba más que comprobado que Yoko la detestaba, se enfrentaba a la dura verdad que estaba sola, nunca jamás conseguiría que alguien fuera su amigo, y aún si lo hiciera, ¿Qué garantía tenía que no la volverían a desechar como basura?

La puerta del baño se abrió, pero no le prestó mucha atención, estaba demasiado sumida en su tristeza, hasta que vio que una sombra se proyectaba afuera del cubículo.

—Ai pobre Cora, ¿Yoko te dijo que ya no quiere ser tú amiga?

—¡Vete de aquí, Trixie! —ladró, lo último que quería era tener que lidiar con ella,

A pesar de su tono agresivo, Trixie y sus amigas se rieron.

—No te preocupes pequeña Cora, tenemos algo que te aliviará el humor.

Las puertas de los cubículos continuos se abrieron.

—¡Lárgate!

—Uhhhh, la ignorada se está poniendo ruda.

—¡Trixie, si no te vas te juro que...!

—Relájate que ya nos vamos, solo te dejamos un pequeño recuerdo.

Primero fue una gota, una fría gota que le cayó en el hombro, cuando se revisó para ver que era notó una mancha verdosa, entonces levantó la mirada, inmediatamente se cubrió la cabeza con ambas manos, una ola de basura le cayó encima, desde envolturas de papel, cáscaras de fruta, botellas de plástico, y un líquido verde que no quería saber que era.

Le habían tirado los desechos de dos botes, desde cada cubículo se asomaban las amigas de Trixie, asegurándose de que no hubiera quedado nada en los recipientes que lanzarle.

—Ahora si hueles como deberías, princesita —con una última burla, todo el grupo estalló en carcajadas—, nos estamos viendo huerfanita.

Las dos matonas se reunieron con el resto y salieron todas, dejando a Cora con el espíritu destrozado, y sin una pizca de esperanza. La puerta se cerró y Cora se quedó quieta como una estatua, el líquido estaba frío y pegajoso, la ropa se le había pegado al cuerpo, al igual que las envolturas, su cabeza la coronaba una cascara de banana, y ni mencionar el olor, esos desechos debían haber estado ahí por al menos tres días, apestaba a basurero.

«Me odian, en serio me odian» pensó con tristeza.

Ya no podía estar en ese lugar, ya no aguantaba ni otro segundo tenía que salir de ahí, quería alejarse de todo, de ese maldito infierno, de las nano-robots, de sus padres, de la maldita Trixie y la traidora Yoko.

Se puso de pie con trabajos, ahora también la ropa estaba más pesada, pero a pesar del esfuerzo logró abrir la puerta con un golpe, sacó un pie a la vez, cuando se acostumbraron al peso extra empezó a trotar, salió del baño así y al salir empezó a correr, no quería mirar atrás solo quería desaparecer.

La escuela solo tenía una puerta de salida, esta nunca estaba cerrada ya que los superiores confiaban mucho en sus estudiantes, ja, ojalá así se preocuparan por su bienestar. Cora atravesó la puerta tacleándola, no tenía ningún rumbo en realidad, solo iba a donde la condujera su instinto.

Su apariencia y olor no pasaron desapercibidos por la gente, al pasar a su lado recibía miradas, todas de desprecio y desagrado, podría decir que era por culpa de la basura, pero la verdad es que sentía que así la habían visto siempre.

«¡Dejen de mirarme! ¡Ya basta!» ya no quería amigos, solo quería que la dejarán en paz.

Al doblar en una esquina notó un escondite, un refrigerador viejo, de color blanco bastante grande, de seguro cabría en el, se acercó hasta el objeto y abrió la puerta, luego se metió dentro y se encerró, por suerte lo habían dejado totalmente vacío. Se sentía como una tumba, y era más que bueno pues ese día, algo había muerto dentro de ella. Se sentó haciéndose un ovillo, si pudiera lloraría un poco más, pero la verdad era que ya no le quedaban lágrimas. 

...

Sin darse cuenta se había quedado dormida, el cansancio físico, y emocional, había sido demasiado para ella, no podía decir cuánto había pasado ahí dentro, pero por el dolor en sus extremidades apostaba que ya iba rato, suspiró sintiéndose un poco más relajada, los eventos seguían dándole vueltas en la cabeza, dudaba que un día pudiera superar la humillación de ese día, una cosa si tenía más que clara, no quería volver a esa escuela, no sabía como pero tendría que hacerle entender a sus padres que quería un cambio, no pensaba en volver a poner un pie ahí.

Mientras pensaba en cómo se los diría el suelo comenzó a sacudirse, se sujetó de ambos lados tratando de hacer fuerza para no caerse.

«¿Ahora qué? ¿Un maldito temblor? ¡Lo que me faltaba!»

En eso todo se detuvo, suspiró en alivio, de seguro tan solo había sido un robot muy grande que había pasado, el refrigerador empezó a moverse con brusquedad, como si lo estuvieran moviendo, la pobre chica chocaba contra las paredes, como si fuera una pelota en un ping-pong.

—¡Oigan! ¡Estoy adentro! ¡Alto! —Gritó con desesperación, nunca se había sentido tan asustada, ni alcanzaba a comprender que estaba pasando, eso se sentía como el peor juego mecánico de la historia.

Si la pobre hubiera podido ver desde afuera, habría sabido que el refrigerador fue recogido por los basureros, naves mecánicas que tenían imanes en la parte inferior, estos atraían la basura y luego la dejaban caer sobre la Superficie, y ese era el destino que le esperaba a Cora.

Dentro, la chica seguía golpeando las paredes tratando se hacerse escuchar, pero nadie iba a escucharla, los conductores estaban en una cabina en la parte superior, era imposible que la oyeran.

«¿Por qué me está pasando esto? ¿Qué acaso no he sufrido ya lo suficiente?»

El vehículo se colocó en los límites de la ciudad, desde la cabina oprimieron un botón apagando el imán, y el refrigerador cayó en picada. Cora gritó al sentir que todo se iba para abajo, jamás había sentido nada igual, fue la peor sensación que hubiera experimentado en toda su vida. La cabeza le daba vueltas, el estómago se le revolvía, sentía la bilis en el cuello, era simplemente horrible. Luego vino el primer golpe, luego el segundo, y así consecutivamente, como si estuviera rodando colina abajo. Cora gritaba con cada nuevo golpe, que provocaba que chocará contra las paredes, cuando por fin se detuvo la puerta quedó hecha añicos, permitiendo que pudiera salir.

Lo primero que hizo estando fuera fue vomitar, descargó todo lo que tenía dentro con mucha intensidad, se le mancharon los zapatos y el pantalón pero no le importó, solo quería sacarlo todo. Al terminar tomó grandes bocanadas de aire, tratando de recuperarse.

«Eso fue... espantoso, pero al menos ya terminó»

Habiendo descargado todo se sintió un poco mejor, se levantó para ver en qué parte de la ciudad se encontraba, pero al ver con claridad notó que no había edificios, ni autos voladores, ni ninguna de las cosas que acostumbraría ver en la Ciudad, sino que solo veía montañas y montañas de basura, robots que habían sido desechados hace mucho.

«No, no, no, no» se repetía en su cabeza, pero por más que quisiera negarlo tenía que aceptarlo,estaba atrapada en la Superficie. 

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