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El palacio del emperador Tiberio Claudio César Augusto Germánico no estaba en silencio debido a la fiesta.

41 d.C la fiesta celebraba el fin del primer año del emperador Claudio.

Hacían ya, 2 horas desde que se había ocultado el sol, pero el bullicio nocturno continuaba. Los músicos no dejaban de tocar sus instrumentos rítmicos y exóticos.

Las bailarinas aquí y allá danzaban lentamente al ritmo de la música, mientras que las Concubinas, se dedicaban a acariciar, agasajar y masajear a algunos de los soberbios invitados en los triclinios o simplemente alimentándolos seductoramente entre risas tontas y sonrisas seductoras.

A pesar de que no era muy entrada la noche, muchos de los invitados ya estaban parcial o completamente ebrios. Esa fiesta, era un intento del Emperador —Por consejo de su 3era esposa: Valeria Mesalina— de ganarse el favor y amistad de varios de los hombres de la clase alta romana: Senadores, Políticos, Líderes militares y Mercantes.

Adultos y algunos jóvenes de diversas edades charlaban, reían, bebían y alguna que otra Amanuense llevaba alguna bandeja con ánforas con vino o cuencos con manjares.

La única persona que no estaba disfrutando de la fiesta, era un niño de 6 años. Elegantemente vestido en verde y blanco, aunque con un collar parecido a un torques de bronce que lo señalaba como a un niño eslavo, con una pequeña placa de latón donde el nombre de su amo y el suyo estaban gravados.


«Solo 2 días atrás, fueron las Saturnales...» —Pensó el Puer Delicatus; quien solo sonrió cuando 2 de las damas invitadas en la fiesta de esa noche, se acercaron a él.

No pidieron permiso, simplemente una de ellas; una mujer obesa, de cabello negro peinado con tirabuzones muy elaborados y túnica azul oscuro, le acaricio el cabello y le alzo el rostro sujetándolo de la barbilla mientras sonreía.

—Su cabello y sus ojos... este Deliciae ciertamente es un esclavo de muy buena calidad.

—Estoy de acuerdo. —Dijo su compañera riéndose. Esta mujer era flacucha, con cabellera rubia clara, y de túnica purpura pálido. — ¿Cuál es tu nombre?

—Mi nombre es Shirou. —Respondió el niño. Las 2 mujeres lo miraron perplejas.

— ¿Cómo se pronuncia?

El niño suspiro; no era la primera vez que le preguntaban eso.

—Sh-ee-r-oh —Explico —Mi nombre también se pronuncia Shi-rou.

El rostro de la mujer obesa tenía una expresión entre lujuriosa así como codiciosa. Shirou quiso patearse a sí mismo; le habían dicho que no se alejara de la mesa, pero estar un par de horas sentado al lado de su amo le había entumecido las piernas y había tenido intención de estirarse un poco; ahora se arrepentía de eso.

— ¿Eres de Siracusa o Agrigento? —Pregunto. —Creo haber visto a algunas personas con ojos como los tuyos en esas ciudades.

—Soy de Asia. —Respondió honestamente. —Mi Dominus me compro... —No siguió hablando, porque precisamente su dominus se acercó con un cáliz con vino en mano.

— ¡Solery, Dorema! —Dijo Narciso, mientras sonreía pero dicha sonrisa no le llego a los ojos.

Narciso era un Liberto, es decir que fue un esclavo al que se le concedió la libertad; un hombre de mediana edad de cabello negro vetado de canas, sus ojos azules eran fríos como la escarcha y pese a su apariencia amigable e intachable, era realmente un hombre peligrosamente astuto; acostumbrado a ridiculizar y despreciar a otros con comentarios ingeniosos —E injuriantes— que las personas tardaban e comprender.

Trataba a las personas socialmente superiores como a estúpidos y trataba a las personas intelectualmente igua­les como gentuza.

—Narciso, tanto tiempo. —Dijo la mujer obesa que respondió a su nombre: Dorema. —No te vi en las Saturnales.

El liberto sonrió e hizo una reverencia, pero sus ojos no se apartaron del niño esclavo.

—Me disculpo por ello, la señora Mesalina tenía un par de asuntos de urgencia.


Shirou no dijo nada, pues los 3 adultos tuvieron iniciaron una charla casual, solo reacciono cuando Dorema volvió a acariciar —Sin permiso— a Shirou en la cabeza, como si estuviera mimando a un gato.

—Narciso... leí tu nombre en el collar de propiedad. ¿Me venderías a este esclavo? Me gustó mucho.

— ¿Este es el que te ha gustado? —Repitió el hombre con una sonrisa en parte burlona, y en parte cruel. Del modo en que ambos habían hablado, pareciera que no hablaran de un niño; de un humano, sino del cachorro de un animal.

Shiru se sintió insultado pero se tragó un suspiro pues la mujer seguía acariciando su cabello. Se contuvo para no apartarse pese a que quería hacer eso.

—Me temo que tendré que darte un disgusto, Dorema. Pague 1000 denarios por él; y no tengo intención de separarme de Shirou.

El niño miro al hombre.
Lo que acababa de decir era una mentira descarada.

De un modo que no sabía, Shirou apareció flotando semidesnudo en el mar y un codicioso pescador le había salvado de ahogarse. Estaba medio-ahogado y fatigado, por lo que apenas y pudo resistirse a ese tipo quien quería vender al niño como a un esclavo dado que apenas y podía mantenerse a si mismo. Le hizo una oferta a Narciso solo porque de casualidad se encontró con él antes de llegar al prostíbulo donde ese pescador quería venderlo.

El cabello color cobre y ojos dorados de Shirou atraían demasiado la atención y el Liberto hizo una oferta que era apenas 3 veces más alta de la que le hubieran dado en ese lugar: 30 sestercios.

El pescador intento elevar la suma, pero Narciso le amenazó con retirarle su permiso mercante y su puesto en el mercado del Foro y el pescador acepto.

Obviamente, unos minutos después, ese pescador fue asaltado y Narciso de algún modo que no se supo explicar, recupero su dinero.

Envió a uno de sus Sicarios por ese pescador, y Shirou lo sabía.


La mujer obviamente no estaba acostumbrada a que le negaran algo, pero Narciso contesto con un argumento convincente que hizo callarse sus réplicas: Shirou fue un regalo del emperador pero Narciso decidió comprárselo; algo que el Claudio acepto de mala gana y si vendía a Shirou el emperador se lo tomaría como a un insulto.

El niño solo bajo la mirada ante otra mentira descarada pero sonrió agradecido cuando Narciso le puso una mano en su hombro y le indico que le siguiera.

—No te alejes mucho de mí, chico. —Le advirtió en voz baja. —Dorema pertenece a la familia Calavio de Campania; aunque su apellido ha decaído, sigue teniendo cierta reputación y amistades poderosas; y no dudaría en ordenar a sus Custodios que te secuestren si acaba obsesionándose contigo.

—Sí, amo.

—La otra mujer no es nadie de interés. —Agrego Narciso mirando sobre su hombro con una expresión desdeñosa.

Aunque esperaba le acercaran a la mesa donde habían estado cenando, Narciso guio al niño a un balcón; los ojos dorados del niño miraron a la metrópolis: Roma.


También llamada de forma vulgar: "La gran ramera" era a la vez una de las ciudades más hermosas y peligrosas del momento. Aunque el palacio del emperador se hallaba en lo alto de una colina, rodeado casi por completo por un robledal creyó distinguir desde lejos diversos edificios importantes. El circo máximo, la colina Palatina, el templo de Júpiter, la colina Capitolina, el Foro, Subura, la Vía Sacra, el camino principal al corazón de la metrópolis.

Solo aparto la mirada cuando oyó una voz —apenas un susurro— a sus espaldas. 2 siluetas estaban a la sombra de un pilar, ambos con capuchas puestas sobre la cabeza pese a que era una noche calurosa.

—Oren. —Dijo Narciso, uno de los encapuchados se acercó, Shiro vio su piel morena oscura, una barba corta y ojos marrones el hombre parecía rondar los 30. El llamado Oren hizo una reverencia corta a modo de saludo. — ¿Quién es ella?

«¿Ella?» —Shirou miro al otro encapuchado.

Solo cuando se quitó la capucha vio a una mujer joven y bonita, igualmente de piel morena oscura, ojos color avellana —entre verde con marrón— y cabello castaño trenzado. Pese a ser más baja que su acompáñate era una joven recia y fornida. Shirou calculo que debía rondar los 20 años.

—Mi antigua aprendiz. —Respondió Oren con una voz suave pese a que era un hombre bastante fornido. —Hatia.

—Buenas noches. —Dijo la mujer con una reverencia aunque miraba con evidente curiosidad a Shirou. Definitivamente el niño destacaba demasiado.

—Síganme, podrían oírnos. —Susurro el liberto. Shirou dudo si esa indicación valía para él; pero tras ver cómo los 3 se marchaban les siguió.

A fin de cuentas Narciso le había dicho un momento atrás que no se apartara de su lado.


Dejaron la fiesta atrás y después de recorrer un par de pasillos entraron a un estudio, donde Shirou había limpiado junto con otros esclavos domésticos del palacio. Hatia se quedó de pie al lado de las puertas, vigilante por si alguien se acercaba; mientras que Oren se sentó en una silla por indicación de Narciso. Shirou simplemente se quedó de pie al lado de los anaqueles con pergaminos, nadie lo miro.

— ¿Tienes la información que te he pedido?

Oren asintió y saco de entre sus ropas una tablilla encerada que Narciso guardo en su túnica.

—Me encargare de que sean generosamente recompensados. —Dijo Narciso mirando al moreno.

—Hay algo más que debes saber sobre los planes futuros.

— ¿Ah sí?

—Uno de mis hermanos me ha avisado que Carataco y su hermano Togodumno se han hecho oír entre diversas tribus. —Con las palabras de Oren, Narciso suspiro.

—La Legión II Augusta necesitara de refuerzos si es que en verdad Claudio quiere reclamar Britania.

— ¿Por qué el emperador quiere reconquistar Britania? —Pregunto la mujer. Narciso la miro ofendido, era obvio que no esperaba que ella le hablara directamente en un tema con su maestro.

—Me pregunto lo mismo, Narciso. —Agrego Oren. — Los ataques a esos puestos de avanzada han dejado en claro que no les quieren ahí.

El liberto frunció el ceño.

—Claudio quiere la amistad del trono de Verica. Además de que esas tierras tienen recursos que pueden ser de provecho para roma.

Shirou supo que esa no era toda la verdad, y por la expresión de Oren y de Hatia ellos llegaron a la misma conclusión pero antes de que alguien hablara se oyó una trompeta seguida de otras 2.

—Mi señal. —Dijo el liberto mirando a Shirou. —Vamos chico, es hora de irnos del palacio.

— ¿Adónde iremos amo?

—Tengo una casa en Subura, llamare a mis custodios para que nos escolten... —Al notar el silencio en la habitación explico: —No me molestan las fiestas, pero me irrita cuando inicia la orgia. Y no me gusta la idea de enfermarme de gonorrea.

Concubina: Esclavo romano, siempre femenino, empleada para placeres sexuales y en ciertas festividades romanas, para alimentar ellas mismas a los invitados.


Amanuense: Un esclavo que trabajaba en calidad de asistente personal o secretario que asistía a la persona de su amo era conocido como Amanuense; que significa "al alcance de la mano". En su forma más básica, el oficio de amanuense o esclavo corporal era solo el de sirviente personal del dominus o domina.


Puer Delicatus o Deliciae: La palabra Puer Delicatus, significa "niño delicado", también conocido como Deliciae o "los encantadores", era un niño esclavo de un dominus. Los roles asignados a estos niños podían variar ampliamente, dependiendo de las necesidades individuales de la clase alta romana. A menudo, ocupaban un lugar privilegiado en la estima de su amo y eran vistos como poco más que mascotas exóticas. Podían desempeñar el papel de un joven esclavo corporal atendiendo a su amo, o se les asignaba como acompañantes de los propios hijos del amo.

En algunos casos, puede haber sido la descendencia del dominus con sus esclavas.


Liberto: Un esclavo que fue liberado por su amo, o pudo comprar su libertad pagando la suma que su amo pidió.


Sicario: La palabra latina para un asesino era Sicarius, que literalmente significa "hombre de la daga".


Custodio: El término latino para guardias es Custos (singular) o Custodes (plural).

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