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[#8] Artillería Silvestre de N.

– Están muy despechugados, ¿Son guerreros que vienen a salvar nuestro mundo?,— inquirió mientras analizaba que nos vendría bien, creo.

– Exacto o algo así, ¿Cómo es que lo sabés?,— preguntó Asking en tono meloso, acto seguido se tocó el pelo, peinandolo hacía atrás. Técnica de seducción. ¿Qué le pasa a este idiota?. Me ponía como los mil demonios.

– Todo el mundo sabe de ustedes, escuché que completaron una misión de rango D. ¡Menudos huevos!,—dijo riéndose.

Nos hizo probar botas, armadura de torso, cascos, antebrazos y algunas otras cosas más.

– Ya lo tengo todo—,agregó. Y nos dirigimos trás ella de nuevo al mostrador.

Esparció las partes arriba de éste y nos hecho una mirada escrutadora. No hice más que dar miradas disimuladas a su vestido. Luego se me ocurrió mostrarle mi espada, así que lo hice.

– ¿Se le puede hacer alguna mejora?. En cuanto hice la pregunta me miró seriamente.

– Tienes que comprar una nueva,— me dice elevando las cejas.

Podría ser bueno o malo. Una nueva... pero los símbolos, ¿Podría quedarme con la empuñadura?.

– ¿Puedo conservarla?,—pregunté inseguro.

– Claro que si polluelo, ¿Porqué no?. Solo era una sugerencia.

Sonrió y mis hombros se aliviaron notablemente. Vale, teníamos básicamente la armadura completa: yelmos, hombreras, petos, manoplas, escarcelas, rodilleras y unas cosas que eran para las piernas llamadas greba y escarpe. ¡Si que aprendías cosas nuevas aquí!. La chica analizó mi espada y se internó al fondo del comercio, al cabo de un rato regresó.

– Quizás esto te vendía bien, es sencilla y no tan pesada,— agregó mostrándome una espada de bronce con un símbolo algo así:

Talvez podría reemplazar a la de madera, y tenía más bonita las "alas" salientes. Todo muy guay, sonreí entusiasmado, Asking me devolvió tarde el codazo y la tomé entre mis manos. Juraría que en ese momento me brillaban los ojos como un par de monedas.

– ¡Es perfecta!,—alcancé a decir.

Miré a la chica que me observaba divertida con la cabeza en el codo. Mi amigo también lo hacía mientras observaba detrás e inspeccionaba el local con la mirada.

– Eres muy mono, hasta podría adoptarte- dijo, está vez no tan seria. Asking me miró significativamente como diciendo: ¡Te está ligando frente a mis narices!. Eso me dió tonelada de risa pero me la tragué.
Y entonces preguntamos que cuánto era todo.

– 500 querubines pancitos de queso,— nos dijo con sorna.

Al final la chica que se llamaba Nereida en realidad nos dejó marcharnos, pero con una condición: volveríamos y le llevaríamos los 250 que le debíamos. Fue un trato, ah y que además Asking le diera un beso. Pues aceptamos. Cuando nos lo propuso, este tío se sonrojó, creeme fue gracioso. Su cara de rudo no ocultaba nada.

– Con gusto nena.—le dije, y nos marchamos casi pitando.

Dios, fue ridículo. Al menos tenemos nuestros nuevos cargamentos y mi nueva espada: Barioth.
Si, le escogí un nombre. No puede ser que el objeto más útil para mí que lleve encima y que me protegerá de todo cataclismo no posea nombre. Vale, puede que haya cambiado mucho al llegar aquí. Es que esta tierra es increíble y te absorbe de forma espiritual. Siempre eh querido que pasará algo así en mi aburrida vida, ahora quiero aprovecharlo a lo grande, aunque miles de vidas corran peligro...  incluso millones.
En el mediodía, ayude a Asking a entrenar con el arco y flecha. Dijo quería mejorar considerablemente su puntería, habilidad a la hora de recargar munición y la velocidad. Le lanzaba manzanas como una catapulta al aire mientras las atravesaba de lado a lado, también le lence una enorme calabaza. Me quedaron los brazos en ruina después de eso, por supuesto. Fue una pasada. Y corregía una y otra vez su postura, el brazo un centímetro más arriba y las piernas ligeramente separadas. Y,¡Zaas!. A cada flechazo sonreía diabólicamente cada que vez que esté acertaba. Era increíble mirarlo. No soy gay pero se veía atractivo, cuando la flecha volaba, parte de su flequillo también volaba. Él era blanco a morir y yo era moreno a revivir, y para recalcar mis ojos eran verdes y grandes. Estaba cansado de ver cómo progresaba sin mi, así que agarré a Barioth y comencé a dar tajazos al aire. Con fuerza sin detenerme. Los músculos de los brazos de Asking se empezaban a notar. Cómo es que lo consiguió, no lo sé. Claro, él ya estaba un poco bien formado antes de todo esto. Yo recién estoy empezando.

– ¿¡Te odio lo sabías!?-
,— gritó a todo pulmón.

– Yo también te quiero.—le respondí.

– La chica de las armaduras te dijo pan de queso, ¿te acuerdas?.

– Si, fue ridículo.

– Es muy linda,— añadió con una nota de sonrisa en el rostro.

– A ti también te llamo pan de queso idota,— agregue con el ceño fruncido.

– ¿Qué, te gusta?.

– No, ¡Ni hablar!,—agrego rápido rajando el aire una vez más. Todo el mundo sabe que eso es mentira, hasta yo.

– Umm, a mi si me gusta,— agrega encogiéndose de hombros.
Le hecho el dedo medio cuando me paro.

– Te ví como le mirabas el escote, gilipollas,—añade.

Eso me toma por sorpresa, pero finjo que no. Cómo no se me ocurrió nada más inteligente añadí lo más obvio.

– También soy hombre.

Sabiendo que me llamó la atención su vestido, y tan solo eso. Nos quedamos largo tiempo domando a muestras armas, el sudor empezaba a ser insoportable, me corría por toda la cara y sabía salado. Cuando estuvimos en nuestro límite, unas nubes oscuras taparon el cielo como un mango lúgubre. Y por arte de Atenea se largó a llover. Los relámpagos sonaban en cada esquina del amplio cielo. Dejamos el bosque y nos fuimos a la ciudad, aparentemente cansados. Terminamos acabados durmiendo bajo el toldo abandonado de una tienda.

Al otro día nos pusimos de acuerdo en cumplir otra misión de rango D, como le llamó Nereida. Para nuestra sorpresa en el cartel ya no había ninguna más, así que acabamos por ordenar los libros de la biblioteca. Asking me pasaba los libros mientas yo los limpiaba con un trapo viejo raido y los ponía en los estantes.
Decía a cada rato:

– Esto es aburrido,quiero irme ya a casa.
Y yo le decía:

– No tenemos casa, Asking.
Era triste y divertido a la vez. La biblioteca era mediana y repartida con linternas de colores. Había una señora mayor con anteojos de montura negra que se encargaba del lugar y lo cuidaba como su propia casa. Al terminar, nos dió galletas de avena y chocolate, también una tetera con té caliente, como es lógico.
Al final nos pagó 150 querubines pero no quise aceptar todo, así que le dejamos 50. Asking decía en voz baja:

– Que idiota, nos lo ganamos. Ni de coña vas a hacer eso.

Y lo hice. Quedó encabronado pero después de largo rato se le fue. Claro que íbamos a pagarle a Nereida, la chica de las armaduras, solo teníamos que completar una tarea más y que sea de rango C.

Al irnos extrañé el olor a polvo y libros viejos.

– Kayn, eres un auténtico idiota,— dijo caminado tras de mi–Ahora, ¿a dónde iremos, a pagarle a la chica?. Todavía nos falta dinero.

– ¡Lo que quieres es besarle la boca!, y no no vamos a ir allí. Ahora vamos a completar una jodida tarea de rango C. Luego arreglaremos el otro tema.
Se encoje de hombros irritado.

– Perfecto, dos tareas en un mismo día. Co-jo-nu-do.
Su sarcasmo me daba repelus. Era mejor que se callara. Hace dos días o tres no veíamos las páginas de libro.
¡El libro!.

– Saca el libro,— le digo.

– ¿Qué?.

– Ahora.
Así es, se podían ver dos hojas más. Sin duda era un graaaan paso.

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