Y así era, mi amigo tenía razón. Después de la página 20, a la izquierda se iluminaban párrafos escritos con pluma dorada. Me senté al lado del pelirrojo y ambos vimos como la hoja volvía a lo que antes fue. En el título ponía:

Primer día en La ciudad de las Linternas, adquirido✓.

Que clase de pasada y forma de flipar. Sonreímos. Leímos una serie de introducciones del pueblo, su estructura y todo tipo de información relevante: criaturas saqueadoras, días y noches, también recompensas. No entendía casi ni la mitad de lo que se leía. Nos llamó la atención está última, debíamos cumplir ciertas tareas y a cambio nos daban de 50 a 100 querubines. Por mi, genial.
La anciana nos despidió y le dió como regalo una camisa a Asking. Le dimos las gracias por todo y nos marchamos.
Teníamos que seguir con el recorrido.

— Ahora si te ves apuesto,– le digo y lo codeo.

— Siempre me veo apuesto, no puedes negarlo.

De tanto caminar, y explorar terminamos en una cartelera enorme que estaba situada en el centro de la ciudad. Conseguimos un mapa en el camino y fuimos comiendo bayas hasta llegar allí.

— Estan muy buenas,– dije.

Mi compañero con camisa nueva asintió con la boca llena y de color violeta en los labios mientras mirábamos varios papeles pegados en la cartelera. No sabíamos cuál escoger. Estábamos algo nerviosos.

<<Encontrar un arpón perdido>>.
<<Llenar 10 botellas con agua de cachemir>>.
¿Qué era eso?, vete tú a saber.
<<Ordenar los libros de la biblioteca>>.

Esa se veía más conveniente, pero ¿qué biblioteca?. Quizás solo había una en la ciudad.
En cuanto a:
<<Pescar 10 aletas de tiburón>>
casi se me salen los ojos de las órbitas. ¿Hay tiburones aquí?. Y muchos anuncios más o tareas, cómo quieras llamarle. Iban de las más fáciles a las más difíciles, como es lógico. Yo sugerí la de los libros, pero Asking dijo algo como:"¿Porqué no lo hacemos más emocionante?, apuesto a que te gustará".

Bien, si éramos personas totalemente distintas. Uno era tranquilo y el otro un maniático por la adrenalina. Al final, dí rienda suelta. En el papel de la tarea había un pequeño trozo de mapa dibujando una cascada. Supongo que ahí es donde debíamos dirigirnos. Lo señalamos en nuestro mapa. Asking sugirió usar sus flechas y yo, mi espada. A simple vista esta parecía inofensiva pero tenía un gran poder de ataque. Con las bayas fue fantástico. Mira, no voy a explicarte cómo terminamos con mordiscos por todas partes, y como casi morimos al cazar a esos seres acuáticos terribles , pero fue divertido.

Porque yo hice de carnada mientras que mi amigo pelirrojo los acechaba desde el precipicio con su arco, y esa acertada puntería, que no sé de dónde carajos la sacó, pero fue asombroso. Eran potentes. Supongo que tenían veneno o algo así. Los tiburones no eran tan grandes, de hecho en el papel no especificaba el tamaño. Luego cuando le hube cortado las aletas a 5 de esos rufianes con la espada, Asking tuvo que zambullirse a ayudarme ,y así es como acabamos mordidos.
¡Y lo logramos!, obtuvimos 10 aletas y nadamos hacía la superficie. Tuvimos que escalar hacía arriba por unas enredaderas bastante firmes, y acabamos exhaustos.

— Te dije que iba a ser divertido–, agregó.

Tosí y escupí agua por la nariz y la boca.

— Buenas habilidades con el arco.
Sonrió.
Teníamos las aletas metidas en una red de pesca.

— Ahora olemos a sardina,– dije y nos reímos. Que tontería.

Ya caía la tarde, desde ahí se podía ver la puesta brillante de sol. La verdad es que los mordiscos dolían tanto que no podía ni pensar con claridad. Sin embargo uno de los símbolos de mi espada brilló incandescente.
Regresamos a la ciudad. Un señor que era el dueño del anuncio de la tarea que habíamos cumplido se alegro y nos dijo:

— ¿Saben cuánta sopa de tiburón haré con esto?.

Y nos palmeo las espada, a Asking el hombro porque llevaba el carcaj y el arco. Nos recompensó con 200 querubines, ¡Era una fortuna!. Casi me iba a largar a llorar ahí mismo, pero supuse que habría cosas mucho más importantes porque llorar más adelante. Dividimos los querubines en ambas partes y fuimos de camino a una artillería que ubicamos en el mapa.

— ¿Sabes porque soy bueno con los mapas?, mi familia es "Atlas", mi apellido lo dice. Fabricamos colecciones de mapas encuadernados en volúmenes por siglos. Lo heredé sin quererlo, mis padres querían que tuviera el dote de la familia,– me contó el pelirrojo.

— Ojalá tuviera historias así,mis padres son muy normales. Mamá es panadera y papá se dedica a escribir cómics, así que casi toda la casa está llena de sus bocetos y personajes de historias,– le respondo.

Hablamos de nuestras familias hasta llegar. Para nuestra agradable sorpresa seguía abierto, queríamos algunas armaduras porque si íbamos a enfrentarnos con cosas peores que aquellos tíos acuáticos, necesitaríamos un buen armazón. Afuera había un cartel que decía:

<<Artillería Silvestre de Nereida>>.

Abrimos la puerta de hierro con una alfombra de felpa guay. Había todo tipo de yelmos en un estante, supondría que pertenecían a guerreros vikingos y eslavos. En historia trabajamos algo de ellos. Mi estado emocional era: ¡Wow!. En el segundo estante había una serie de baúles con no sé que adentro, más abajo cuchillos, y del otro lado del mostrador una chica bastante atractiva. Nos miraba con curiosidad no disimulada.

–— Dejen de mirar con cara de idiotas y díganme que les interesa llevar,– agrega seriamente.

A mi eso me toma por sorpresa. ¡Esa boca señorita!. Luego le sonrió arrogante,miro a mi amigo nervioso y lo codeo.
Él se pone rígido.

— Queremos armamento- agregó.
La chica tenía un bonito escote y vestía como una pirata, sin mencionar que tenía el pelo rizado y atado en una alta cola de caballo,y un peculiar lunar.

— ¿Y tú, Pan de Queso?,— se dirigió a mi.

— Yo... emm, como dijo mi amigo, necesitamos armaduras,– tartamudee, joder.

Me mordí la lengua a propósito. Mi conciencia estaba como: idiota, idiota, estúpido. Sonrió de lado y nos llevó por una puerta de madera oscura.