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[#5] Libro de letras doradas/2

Estaba debajo de un árbol con un aparente libro bajo el brazo. Este, poseía una cerradura, de tapa negra y letras doradas. Lo abrí (no sé cómo)y, una aura me segó tanto que lo cerré de un golpe. Una mina se reía de mi. Suspiré cansado y me dediqué a jugar con la espada, dando repetitivos tajos al tronco contundente que formaba al árbol.

— ¡Ja!, ¡Ahhh!–, gritaba mientras lo azotaba usando toda la fuerza de que disponía.

— Eso no va a funcionar,– soltó la ninfa riéndose con esa vocecita irritante.

— Cállate, eres muy ruidosa–, le espeto seriamente.

Otro golpe. Sonrio de lado a lado. No podía negar que su apariencia era agradable, pero su risita no.

— Debes forjar la espada con un artillero, Lev,– chilla, y yo asesto otro golpe. Oigo un "jeje" de su parte.

— ¿Cómo sabes mi nombre?,– inquirí agitado.

Rió de nuevo y dijo:

— ¡Caspita!, yo lo sé todo.

La mire extrañado, sin embargo seguí en lo mío.

— ¡Rompete!,– grité con todas mis fuerzas a la vez que azotaba el tronco como por duodécima vez. Y una rajadura apareció en la madera.
Hasta que se extendió en derredor y el enorme árbol cayó.

Tuve que apartarme en un segundo sino moriría aplastado. Mire a la ninfa y le guiñe un ojo. Después me siento en el tronco con un gran salto,
cuando un tercer temblor me hace caerme de bruces, parecía que la tierra iba a partirse, no bromeaba. Una voz apareció como saliendo del cielo, rugiendo:

— Kayn Levin, ¡¿Cómo te has atrevido a destruir el gran árbol de la Vehemencia?!.

Era una voz femenina bastante cabreada.

— ¡No tienes vergüenza, ahora lo correcto sería que pagases por tu descaro!.

Oh, no. Acabo de talar el árbol de roble, no tenía idea de su importancia. Carajo, ¿Podría plantar uno nuevo?.

Así que grito con todas mis fuerzas lo más razonable que se me ocurre:

— ¿Qué debo sacrificar para enmendar mi error?.

Cómo en las películas.

— Tú vida,– rugió la mujer del cielo,a la cual no veía por más que quisiera.
Asimismo, sentía una inevitable lealtad y honor a su voz, como si quisiera con toda el alma entregarle en verdad mi vida. Aún así el peso que tenía aumento aún más cuando murmuró:

—:Tú mundo está en peligro, de seguro sabrás dónde o has oído hablar del famoso libro negro de letras doradas. Ah caído en manos equivocadas y quiero que te hagas con él.

Temblé, temblé tanto que mi conciencia sabía muy bien lo que debía hacer, como si me hubieran puesto lentes por ser miope, o me hubieran quitado una neblina de los ojos o me hubieran iluminado el camino con una antorcha enorme.
El suelo bajo mis pies dejó de temblar, el cielo que hace un instante estaba oscuro, se iluminó una vez más.
La presencia de aquella mujer ya no estaba.

— Lo haré,– pronuncié firmemente, con una mano plegada en el pecho.

Desperté de aquel sueño, en todos los sentidos. No solo era una manifestación onírica, era por supuesto un mensaje. Debía devolver el libro. Con sorpresa cuando me fijé la hora en la pantalla del computador tan solo habían transcurrido unos miseros 6 minutos.

Tan corto pero, jodidamente largo. Fue una tortura ver acabar mi día de estudiante. Tenía una sola duda,¿Cómo viajaría al mundo de mis sueños?, cada vez que estaba allí sentía que era una parte de mí. Mi alrededor, la naturaleza, mi espada... cuando pronuncié "eso" al darle el golpe de gracia al árbol, este se quebró. ¿Y si uso el mismo truco para viajar a ese lugar?.

Al llegar a casa corro a mi habitación, y le digo a mamá y a papá que me guardarán la cena para más tarde. Me senté en el suelo con los ojos parcialmente cerrados y el libro abierto. Unos minutos más tarde escucho un golpe nítido en la ventana. Intenté concentrarme, pero está vez el golpe fue más fuerte. Así que me puse de pie y fui a ver qué sucedía. Me asusté cuando ví la cara de mi compañero de clase Asking pegada a la ventana.

— ¡Abre estúpido, abre!,– repetía.

Esto me hizo gracia, casi me descojono justo ahí y lo deje entar. Hacía un frío de hacer cubitos de hielo ahí afuera.

— Que acogedor está aquí, pero lástima que no vine a eso–, se apresuró a decir, y automáticamente se sentó en el suelo.

— Con que lo tienes tú eh, lo estuve buscando todo este tiempo–, agrega —, Muy bien.

Era raro porque yo sabía a qué venía Asking a mi casa. Los dos habíamos sigo elegidos aparentemente y aunque suene chiflado, si, para salvar a nuestro respectivo y hermoso mundo.
Me senté, y cerramos los ojos a su vez que pronunciamos al unisono:
–¡Caspita!.

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