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Capítulo 2

YOONGI

Son las siete de la mañana y ya estoy en el trabajo. La jornada empieza hasta las ocho, pero anoche dejé muchos documentos pendientes por culpa de mi asistente temporal y necesito avanzar.

Jimin no parece nadie especial, sólo un universitario cualquiera haciendo una pasantía como mi asistente porque un amigo me pidió el favor. Sin embargo, hay algo en él. No sé lo que es, pero no estoy loco y sé que es más de lo que parece. Es un beta, nada extraordinario, al parecer, pero en los seis meses que lleva trabajando para mi, lo he observado. Es delicado, hermoso y agraciado como un omega, a excepción de que como un omega, no parece frágil y en más de una ocasión me ha parecido percibir un olor que se desprende de él. No es perfume o algo artificial como loción o jabón. Me intriga y me excita, pero es imposible, los beta no tienen olor y Jimin definitivamente no es un omega. Su identificación lo clasifica como beta masculino. Lo leí en su expediente.

Pero ¿Por qué su presencia, su voz, su aspecto, llaman a la parte más primitiva de mi instinto? Al alfa dentro de mi.

Mi autocontrol se ha puesto a prueba durante meses cuando estoy cerca de él. Desearlo es lo peor que me puede pasar y no puedo hacer nada al respecto. Es mi empleado, un pasante y es menor que yo. No soy de ese tipo de hombres y, además, tengo la vida resuelta desde hace tiempo. Y, aun así, tenerlo en mi espacio me desestabiliza. Especialmente en esos momentos en los que me parece que puedo olerlo, a él, como si tuviera un aroma propio y peculiar.

Anoche en el ascensor, no estaba imaginando el aroma a especias dulces flotando en el pequeño espacio, tampoco me imaginé la voz suave y dulce que usó para convencerme de que me fuera a casa. Me hizo querer irme a la cama y descansar, acurrucado con él a mi lado y eso me puso nervioso, pero no pude exigirle que se fuera cuando se ofreció a quedarse y ayudarme. Debí enviarlo a casa como un buen jefe, en cambio, me senté allí y lo vi ordenar mis archivos por dos horas mientras yo no hacía casi nada hasta que escuché su estómago rugir de hambre y mi instinto se activó de nuevo. El instinto alfa no es así de fuerte con los beta, como con los omegas, independientemente de si el alfa se siente atraído. Y me siento atraído, me guste o no. Jimin es una cosita especial por el simple hecho de existir y pulular a mi alrededor. Tan servicial, atento y dedicado a sus labores. Me ha hecho la vida más fácil estos meses y no sólo por lo eficiente que es en el trabajo.

A él no parece importarle que sea serio y evitativo, por el contrario, entiende mi necesidad de evadir a la gente y mantiene mis citas tan al margen como es posible y se encarga de tanto como puede a través del teléfono sin molestarme. No se inmuta por lo silencioso que soy o el poco contacto visual que hago. No se lo toma personal.

—Buenos días, señor Min.

Maldición.

Pensé que llegar al trabajo una hora antes me libraría de ver a Jimin tan pronto hoy. Necesito terminar de revisar contratos de inversión antes de la junta de esta tarde y pensar en él o sentirlo cerca me distrae. Pero aquí está, perfectamente sentado en su escritorio junto a mi puerta, luciendo delicioso en pantalones planchados y una camisa de vestir blanca como la nieve. El cabello peinado cuidadosamente haciendo resaltar el color terroso de los mechones, y mi maldito café esperando en una taza. Preparado exactamente como me gusta.

—Buenos días, Jimin —respondo sin mirarlo. Sé que mis ojos me van a delatar un día de estos si lo miro directamente. —¿Qué haces aquí tan temprano?

El chico parece nervioso por la pregunta y agacha la cabeza tan mansamente que me provoca una sensación extraña en el estómago. Como malditos murciélagos revoloteando. No debería verse tan sumiso como lo hace, no es parte de la naturaleza beta.

—No terminó de revisar los contratos ayer, Señor —balbucea casi avergonzado—, y pensé en organizarlos por prioridad para que se le haga más fácil terminarlos. —Jimin señala una pila ordenada de carpetas en la esquina del escritorio.

Suspiro, sintiéndome demasiado incómodo tan temprano. No debería sentirme complacido por su eficiencia. Quiero decir, me complace un empleado que hace bien su trabajo, pero lo que Jimin hace me complace a un nivel mucho más profundo. Me complace como alfa y no como jefe. Es inapropiado y fuera de lugar.

—Gracias —digo y entro a mi oficina sin mirarlo, pero me sigue, tal como hace todos los días. Deja mi café sobre mi escritorio y regresa afuera por los archivos que ya ha clasificado.

—Los de arriba son los que necesita para la junta de hoy en la tarde, luego están los que pueden esperar para mañana y hasta abajo, los que hay que enviar al final de la semana. —Empieza a enumerar la prioridad de los documentos y yo mantengo los ojos pegados a sus manos pequeñas y suaves para no mirarlo a la cara, con piel de porcelana, ojos tiernos y mejillas adorables. Tomo un sorbo de mi café y se me escapa un gruñido de satisfacción porque es perfecto.

Se hace el silencio y lo siento de nuevo, ese aroma que me impacta de repente y me hace pensar en que mi atracción por Jimin me provoca alucinaciones. Canela, vainilla, anís... dulces, dulces especias que me hacen agua la boca y me hace levantar la mirada para ver qué hizo que Jimin se quedara en silencio tan de repente. Tiene las mejillas enrojecidas y respira de forma extraña.

—¿Estás bien? —Me preocupa que se enferme. Puedo arreglármelas solo si resulta que está enfermo y tiene que irse a casa, pero de sólo pensarlo me da ansiedad. Jimin enfermo es una posibilidad que me pone tenso.

—Sí, Se-señor —murmura y sale corriendo de la oficina. El aroma dulce queda atrapado dentro y me encuentro inhalándolo como un adicto.

Es un beta, me recuerdo. Ese aroma está en tu imaginación. Además, no puedes ni siquiera pensar en ello. Ya tienes la vida planeada.

Termino mi café y me pongo a trabajar, olvidándome de todo hasta que mi puerta suena con un golpe suave tiempo después.

—Adelante.

—Señor —Jimin asoma la cabeza por la puerta. Ya no parece sonrojado y me alivia. —Tiene una visita.

Una visita. No recibo visitas sin previa cita y Jimin no parece querer dar más explicaciones, así que tengo que preguntar.

—¿Quién es?

—Una señorita que dice que es la hija del señor Do-Ahn de la subsidiaria de Gwangju. Su nombre es Do Ju-Ahn.

Mierda.

No he visto a Ju-Ahn en casi un año y me hubiera gustado que fueran unos diez años más hasta la siguiente vez. Es... fastidiosa, por decir lo menos, pero no puedo evitarla.

Con un suspiro de hastío le digo a Jimin que la haga pasar. Esta visita va a retrasar mucho mi horario, pero tengo la excusa de la junta para poder reducir su estadía no deseada.

La puerta se abre y Jimin hace pasar a una omega de rasgos finos y delicados, angelicales, contrario a su actitud y personalidad. No sé en qué estaba pensando mi padre hace años cuando me involucró con ella de la forma en que lo hizo.

—Hola, querido —Ju-Ahn tiene la voz chillona y aguda como un violín desafinado y el rojo de sus labios es... desagradable. Huele a algodón de azúcar y me empalaga mientras más cerca de mi está. Prefiero el aroma más natural de las especias dulces que a veces aparece en el aire a mi alrededor.

Antes de que la puerta se cierre detrás de Jimin, puedo ver sus orejas encendidas y sus hombros rígidos, el azucarado aroma de Ju-Ahn se mezcla con un olor amargo, pero no viene de ella exactamente.

—¿Qué haces aquí? —No me molesto con las cortesías. Ella no es santa de mi devoción y yo no lo soy de la suya, aunque tengamos que soportarnos. O más bien, yo a ella. Ju-Ahn disfruta de molestarme cada que puede, por eso trato de no verla más de lo necesario.

—¡Oye! —se queja con falsa dulzura y tratando de usar su voz de omega, que obviamente nunca ha funcionado conmigo. No hace que me sienta atraído o que quiera consentirla o complacerla. No me hace sentir como me hizo sentir Jimin anoche. Mi asistente beta susurrando que me fuera a casa y descansara. —Vine con mi padre por la junta de hoy y porque hace tiempo no nos vemos. Dentro de un par de meses es tu cumpleaños y tenemos que planear algo por la ocasión.

Ju-Ahn se acerca demasiado a mi, rodeando el escritorio hasta que está tan cerca que su aroma me provoca dolor de cabeza, sonríe como diablo a punto de hacer travesuras y no me gusta.

—No hay nada que celebrar, Ju-Ahn —le aseguro y trato de rodar la silla hacia atrás para no estar tan cerca.

—Pero claro que sí, querido —contradice con voz cantarina. El chirrido que sale de su garganta solo interrumpido por la puerta abriéndose y por encima del hombro de Ju-Ahn veo a Jimin entrar con una bandeja con dos tazas de café. —En dos meses es tu cumpleaños y luego de eso tenemos que organizar nuestra boda —Ju-Ahn continúa, ajena a la otra presencia en la habitación. —Es exactamente como se planeó.

El recordatorio de que me tengo que casar con esta odiosa omega me pone los pelos de punta y mi pecho se aprieta dolorosamente al darme cuenta de que Jimin escuchó eso. Hay tensión en el aire y lo único que la corta es el sonido de las tazas cayendo al piso con estrepito, rompiéndose y derramando el café por todo el piso.

Ju-Ahn sonríe como la loca que es y se sienta bruscamente en mi regazo.

El tiempo se ralentiza.

Jimin se ahoga y sale corriendo de la oficina.

Mi pecho se aprieta más y siento que algo va mal, pero no estoy seguro de qué. De nuevo huele a especias dulces, pero se siente amargo y el alfa dentro de mi se revuelve ansiosamente.


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