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Capítulo 1

JIMIN

La pila de archivos es cada vez más grande y no parece terminar. No sé cómo lo hace el señor Min, pero siempre consigue terminar el trabajo a tiempo cada día y sino, se queda después de la hora de salida. Yo apenas puedo seguirle el ritmo, pero tan solo soy un pasante. Un beta tratando de encontrar un trabajo en un mundo de alfas. Puedo hacerlo, es lo que me digo cada vez que abro la puerta de la oficina del CEO más importante entre las compañías de inversiones del país. Es como mi modelo a seguir, un alfa hecho y derecho dirigiendo una gran compañía.

Y me tiene a mi, un simple beta que es nada menos que un pasante, como su asistente temporal porque un amigo le pidió el favor.

Min Yoongi no es un hombre dulce y sonriente, pero es amable y devuelve el respeto que se le da, trata bien a sus empleados y remunera tanto como exige.

—Aquí hay otro contrato, señor Min —murmuro al entrar sigilosamente en su oficina. Son las cinco de la tarde, el horario laboral ya terminó, pero el jefe sigue trabajando.

—Déjalo con los demás —dice sin levantar la vista de los papeles que está leyendo.

—Ya son las cinco, Señor.

—Lo sé.

—Debería irse a casa —sugiero sin fuerza. Él es el jefe después de todo.

El señor Min me mira por fin. Tiene los ojos negros más oscuros y brillantes que he visto nunca. Hay algo duro en su mirada que se suaviza después de un momento. Repara en el reloj en su muñeca que vale más que mis cuatro años en la universidad y luego suspira, se quita las gafas de montura negra que usa para leer y balancea la pluma en sus largos dedos.

—Todavía hay mucho que hacer, Jimin. —Mi nombre en sus labios me provoca escalofríos, pero no de miedo. El señor Min no provoca temor, sino respeto y un deseo imprudente en alguien como yo.

—Debería descansar. —Recurro a suavizar mi voz. No es como la de los omegas, dulce y melodiosa, pero parece que cumple el objetivo de llamar su atención.

—Vete tú —ordena.

Podría irme. Debería irme. Mi horario ya terminó y el jefe me está dejando ir sin problemas. Pero no puedo, no quiero.

Hace seis meses empecé a trabajar para el Grupo Min como asistente ejecutivo del presidente porque necesitaba las horas para mi programa de pasantías y mi tutor académico conoce al señor Min. Él me aceptó en su empresa como un favor a mi profesor y estoy agradecido por eso y por el pago más que generoso que recibo, a pesar de que el contrato no incluía la remuneración al nivel de un empleado fijo, sino un bono estándar por mi tiempo.

Me he esforzado por hacerlo lo mejor posible desde entonces. Llego temprano, aprendí a preparar el café tal como le gusta al señor, mantengo los documentos en orden y planifico la agenda del día.

—Me quedaré, Señor —ofrezco después de sólo un segundó de vacilación. —Si le ayudo, terminará antes y se irá a casa a descansar.

Hay más que sólo agradecimiento en mis motivos. El señor Min es el alfa que otros alfas envidian, el que todos los omegas solteros desean y algo así como una fantasía imposible para betas como yo. No estoy a su altura en absoluto, pero eso no impide que lo desee como lo hago desde el día en que lo conocí. No me da motivos para alimentar mi deseo por él, no es más que profesional, pero verlo es suficiente para quererlo. Es guapo, elegante, seguro de sí mismo, respetuoso y amable. Además de que huele a cielo. Cuero y cedro, como la colonia más cara del mundo, y es todo su aroma natural.

Así que... sí. Me quedaré horas extras porque soy un pasante modelo que quiere agradar al jefe y porque quiero disfrutar de su presencia solo un poco más. Si no me echa, claro.

—Toma esos archivos. —El señor Min apunta con la pluma en su mano la pila del otro lado del escritorio. —Organízalos, revisa que no se me haya olvidado firmar ninguno y prepáralos para archivar mañana.

Sin chistar, hago lo que el señor Min dice y antes de que me dé cuenta, son las siete de la noche. Hay una montaña de documentos que ya han sido firmados y organizados y me ruge el estómago como un león hambriento.

—Hemos terminado, Jimin. Vámonos. —Mi jefe se levanta de su silla y agarra el saco del respaldo para ponérselo sobre los hombros. El movimiento hace que la camisa se tense alrededor de los músculos de sus brazos y se extienda sobre su abdomen.

Dios. No es el más musculoso, pero es unas pulgadas más alto que yo y tiene definición. Músculos magros y el estómago de un nadador. La imagen perfecta de un alfa, según mis estándares.

Me quedo viéndolo como un bobo y me lamo los labios porque siento que estoy a punto de babear como un perro.

—¿Jimin?

Mierda. Soy un raro.

Casi tropiezo en mi prisa por salir de la oficina del jefe y agarrar mi bolso del escritorio justo afuera de su puerta para correr al elevador.

—Buenas noches, señor —murmuro amablemente y camino a toda prisa, pero él y sus largas piernas me alcanzan en dos zancadas.

—Espera. Yo también voy hacia abajo. —Los dos nos acomodamos en el ascensor mientras las puertas se cierran y nos llevan al vestíbulo del edificio.

Esto no es incómodo, me digo a mí mismo. Yo lo estoy haciendo incómodo. Solo es mi jefe, a mi lado en el ascensor.

Mi estómago gruñe de nuevo y me pongo una mano encima como tratando de silenciarlo.

—Pide la cena con la tarjeta corporativa —dice el señor Min sin mirarme otra vez. —Tómalo como pago por la ayuda. Y asegúrate de marcar las horas extras mañana a primera hora.

—No es necesario, Señor.

No entiendo cómo este hombre, este alfa, puede ser tan amable y aun mantener una cara estoica y sin expresión. No podría adivinar lo que está pensando ni aunque mi vida dependiera de ello.

—Hazlo, Jimin.

—S-sí, Señor —tartamudeo. El tono de su voz es profundo y grave, demandante. Podría pensar que está usando su voz alfa, pero no me hace querer retorcerme y avergonzarme. Me hace sentir sonrojado, tímido y complaciente. Quiero hacer lo que él diga.

El viaje hacia la planta baja es rápido, pero pasan varios latidos de corazón en el entretanto y el aroma del cuero y el cedro me invaden los sentidos cansados y revuelve mis entrañas casi como lo hace el hambre que tengo. Siento que se me calienta la cara desde el cuello hasta las orejas y mi respiración se atasca, pero mantengo la mirada en mis zapatos lustrados y perfectamente amarrados. Sé que él no me está viendo a mi porque generalmente me ignora y no acostumbra a hacer contacto visual, pero aun así mantengo mi cabeza abajo.

Lo escucho olfatear y veo como cambia su peso de un pie a otro porque sus piernas están en mi campo de visión, su aroma parece espesarse un poco y lo escucho olfatear.

—¿Hueles eso? —pregunta de repente.

Levanto la mirada y tomo una inhalación. Huelo el aroma del jefe que se me mete en los pulmones como humo, pero no digo lo que pienso.

Huele a usted, señor. Huele a alfa. Delicioso. En cambio, digo:

—¿Qué cosa, Señor?

—Huele a... olvídalo. —Las puertas del ascensor se abren y el señor Min sale rápidamente en dirección al estacionamiento. —Buenas noches, Jimin.

—Buenas noches, Señor.

El jefe se va y yo me quedo atrás, viéndolo irse y a su aroma alfa a su estela.

Hago exactamente lo que me dijo en cuanto llego a mi casa. Pido la cena y pago con la tarjeta corporativa que me dio cuando comencé a trabajar como su asistente y que sólo debo usar para los gastos de la oficina. No obstante, él me ordenó comprar comida y yo estoy para obedecer.

Aspiro la comida como un muerto de hambre y me voy a la cama temprano. Pienso en el señor Min hasta que me quedo dormido y luego sueño con él.

Es todo lo que puedo hacer. Él es mi jefe, el presidente de la compañía donde realizo mi pasantía y un alfa.

Mi fascinación por él es sólo una fantasía. Los alfas como Min Yoongi no se fijan en betas como yo. No se enamoran de su asistente temporal.

Sin embargo, se puede soñar. Soñar con mi jefe alfa, una sesión de besos apasionada y bebés.

No es que los betas puedan tener bebés.

💻💻💻

Como dice en la descripción: corto y cliché. A gusto del cliente (espero).

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