Prosa sin título uno.
El almíbar castaño se fue consumiendo como el filtro apagado del medio cigarrillo de la desesperación. Me miraron aquellos ojos de espuma entre cortinas acuosas de aquellas lágrimas que mojaron su rostro.
¿Qué nos pasó? Las sonrisas en las que habíamos vivido se hicieron ceniza con cada inhalación de susurros que nos dolieron. Y sin embargo se borraron mis brazos de tus caderas en aquel infinito baile donde bordeé tus labios con hilo de promesas, y sin embargo.
Estamos en el cenicero descompuestos en polvo que alguna vez quisimos ser para escapar con el viento a donde la lluvia nos incitase a los besos. Te miro a los ojos y me veo oscurecido en la esquina donde me fui apagando entre tus amargas lágrimas de desamor.
Somos ese susurro entre risas de la primera cita, el primer beso, el primer revolcón, la primera navidad, el primer viaje.
El primero de todo que acabó en ojos cristalinos y voz quebrada. Siempre fui esas cenizas de acero que mantuvieron tu vuelo bajo viéndote soñar con rozar el cielo.
Fui la decepción, y sin embargo apretaste mi mano.
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