Poema sin título dos.
Nos propusimos bailar
en este baile de sombras
que nos ha tocado vivir.
Nunca llegaron a iluminarnos
las pocas velas que pudimos encender;
nos mirábamos con las caricias
que nadie logró apagarnos.
Apretamos las miradas
tras el fuerte vendaval
que nos arrancó los sueños
de la triste cuna apolillada.
Prometí nadar aquellos océanos
atragantados con los barcos
que nos calman las lágrimas
ocultas, creyendo que así
no dolería tanto
como la distancia de un abrazo
perdido.
Gritaste mi nombre
entre las tuberías oxidadas
donde siempre guardaba mi corazón
huyendo de la pesadez
de las caricias.
El trasunto de mi piel
corroyó las voces vívidas,
y se fueron apagando
las ventanas cerradas.
Cubrió el lodo nuestros besos
saliéndome del pecho marchito
como negras bombillas
fundidas
en la sobrecarga de la música
que recuerda las baldosas
perdidas bajo el pesado caminar
de la vida.
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