'Cynthia'.
Se mira frente al espejo con el rostro adormecido aún. El frío de las baldosas le recorre desde los pies hasta convertirse en un escalofrío surcando su vagina. Está completamente desnuda y observa sus senos, como el reflejo del sueño que quizá estaba escapándose.
Tuerce un poco los labios para después, rápidamente, esbozar una de sus inocentes sonrisas. Sinceras, como la de una niña pequeña que tuvo, sin embargo, que dejar de serlo; le crecieron los pechos y el vello en el pubis, y conoció la maldad humana en la vejaciones intrínsecas a su género.
Siempre viva. Sonríe no únicamente con los finos labios rosáceos que desprenden ternura, lo hace igualmente con la mirada. Con la curvatura de sus párpados entrecerrados tras los que guarda, recelosa, su gran obra de arte; el pálpito que causa verla sonreír de verdad incluso en los días de tormentas que truenan dejando mudo el ambiente.
Siempre huye como el rápido rozar de los raíles, suspirando el vapor de la locomotora gruñendo en medio del inhóspito bosque; allí donde se acaricia los sueños, sentimientos, amores.
Se alegran los cristales, tímidamente empañados por el frío matinal de la madrugada soñolienta, siendo acariciados por la yema de sus dedos al dibujar, en ocasiones, diminutos corazones, casi inexistentes, para gritar que en realidad siente amor sin que puedan descubrirlo. Lo guarda como su más preciado secreto en su intimidad de serpiente.
Le gusta sentir el agua demasiado caliente caer empapando su cabello, sentirla rozar la timidez de sus senos entregándole la lucidez de los atardeceres y sonreír simplemente porque es un nuevo día; un nuevo poema por versar en los senderos del parque que atraviesa de camino a la universidad. Vive el amor de los perros en sus propios amores susurrados, y juega en el interminable suspiro exhausto que le recorre desde el cuello a sus negras botas. Agradece la sinceridad de la canina letanía de los besos.
Le gusta secarse el pelo con el secador, y quedarse sintiendo la confortabilidad del calor en las mañanas heladas de invierno. Observar sus ojos en el espejo, la ternura que confiere a su mirada un pequeño lunar sobre su ceja, mientras escucha la música que le hace despertar la sentimentalidad que le mueve en los días tristes.
Cree que no puede huir del dolor que la reconcome, y sin embargo lo olvida cuando sonríe.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro