Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

78. Qué preciosa se ve usted, con esa espantosa camiseta puesta

Son las seis en punto cuando me despierta el tono de Lorde - Buzzcut Season. Es el tono que tienen clasificadas mis llamadas. Nick se revuelve al igual que yo, y tanteo con la mano hasta que tengo mi celular en mis manos.

     Es mi tía Andrea.

     Oh, no. ¿Para qué me llama? Amo a mi tía, de veras que sí la quiero bastante; es mi mejor amiga después de Estela; pero por qué me llama. Nick continua revolviéndose, me apresuro a ir al cuarto de baño para tener privacidad. Una vez adentro, él aroma a vainilla invade mis fosas nasales.

–      Hola, taita –ya tenía tiempo que no le decía así.

–      Hola, mi amor hermoso –la voz de mi madre me deja de piedra.

–      ¿Mamá?

–      Hija, no sabes que felicidad me da escuchar tu voz.

–      ¿Qué haces? ¿En dónde está mi tía? –le pregunto en un tono molesto.

–      Sé que estás enfadada, mi amor hermoso –ignora mi segunda pregunta–. Debí haberte avisado que tu padre iba a ir a festejar tu cumpleaños...

–      No –la corto–, te equivocas ma, él no vino a festejar mi maldito cumpleaños. Papá vino para fastidiarme, pero no te preocupes, que el chiste no le salió.

–      Me dijo que te fuiste a una semana obligatoria de cursos –dice ella, olvidando lo que acabo de decirle respecto a él. Mi madre siempre ignora mis sentimientos.

–      Sí. De hecho, estoy aquí ahora, así que por favor no me marques otra vez. No permiten celulares en las aulas y no quiero que me den un reporte.

–      Bueno, no olvides que te quiero.

     Le cuelgo. Sé que soy una maldita por pensar así de la mujer que me dio la vida, sé que jamás voy a tener otra oportunidad con ella, sé que no es su culpa, sé que no es culpa de nadie; pero siempre he buscado con quien estar enfadada, cuando no existen razones para estarlo con ella.

     Necesito un baño, inspecciono el lugar cuando reparo en lo que mis ojos ven: todo es rústico. La tina es de madera, al estilo rústico. El lugar también tiene un aire rústico, con piedras en los muros que me recuerda bastante a las de las playas, con un estilo más acertado a lo contemporáneo; su regadera es moderna, con alcachofa y todo, incluso tiene puertas de cristal y una banca dentro de la regadera. Su espejo es enorme, abarca todo el espectáculo. El inodoro es blanco y está alejado de todo. El lavabo es blanco, casi conectado con la regadera. Este es el mejor baño del mundo.

     Entro en la regadera, me aplico el champú y él acondicionador. Me enjabono el cuerpo y la cabeza. Me depilo las piernas y las axilas. Tengo que comprar más rastrillos. Me visto sólo con una camiseta sin estampado que abarca la mitad de mis muslos y unos calzones color azul cielo. No me pongo el sostén porque no sé si saldremos y no quiero estar incómoda con la hebilla. Estoy semidesnuda, pero estoy con Nick, así que no importa. Cuando salgo, él aroma a chocolate caliente y a churros me invade las fosas nasales. Nick está de pie, terminando de hacer el desayuno perfecto, y de poner los churros en un plato enorme de cristal, que mas bien sirve para los postres.

–      ¡Buenos días, princesa! –sólo trae puestos sus vaqueros. Nick tiene más confianza con su cuerpo y eso me provoca un estallido de felicidad.

–      Buenos días –me sacudo la melena castaña y paso a tomar asiento.

–      Qué preciosa se ve usted con esa espantosa camiseta puesta.

–      Jaja. –Muy en el fondo, sé que le encanta.

     No puedo evitar gemir de gusto cuando el chocolate y el churro se mezclan en mi boca. Yo remojo el churro, lo escurro y lo como. Nick come el churro por seco, bebiendo chocolate por aparte.

–      ¿Te acuerdas de la primera vez que compartimos unos así?

–      No los compartimos –digo–. Tú me los robaste.

–      Recordaría algo así.

     Para que no vea mi sonrisa de satisfacción, tomo otro churro y me lo meto a la boca. Recuerdo ese día; yo: sentada leyendo; él: invadiendo mi santuario sagrado; un montón de churros bebes y una taza enorme de chocolate caliente de por medio, creo que sin querer tuvimos una cita. Sin embargo, recuerdo muy bien lo que ocurrió después, Daniela, Lucía, Gabriel y Daniel, entrando sin ser invitados.

–      ¿Todo bien? –pregunta al ver que ya no como.

–      Hmmm..., lo siento.

–      ¿Qué ocurre? –pregunta asustado.

–      No, no tiene nada que ver con nosotros, Nick –me apresuro a tranquilizarlo–. Es sólo qué pensaba en tus hermanos, y en el hecho de que no les caigo bien. Bueno, al menos no les caigo bien a Daniela, ni a Gabriel.

–      Ah, no te preocupes por esos dos. Mis hermanos siempre han odiado a todos... con los que convivo.

–      Ah, aun así no me gusta. Además está Lucía y...–odio ponerme celosa por ella, pero es que no me cae bien desde que descubrí lo que tuvo con mi novio.

–      ¿Estás celosa? –pregunta divertido.

–      No.

–      Mientes muy mal.

–      No quiero que se te acerque, okey –le advierto.

–      Okey.

–      Hablo en serio, Nick. No quiero que Lucía se te acerque.

–      Bien –dice algo más serio–: jamás voy a engañarte, princesa. Lucía no es nadie para mí, te lo juro. Nadie nunca va a poder hacer que te olvide, amor. Tú y yo estamos más allá de los limites y más allá de todo lo que queremos.

     Su confesión me tranquiliza. Me alegra poder estar sentada, la mayoría del tiempo tiemblo al escucharlo. Nick me pasa la almohadilla del pulgar por la arruga de mi ceño fruncido, el gesto me provoca mariposas en el estómago y me deja con una sonrisa de oreja a oreja; sé que debería dejar el asunto con las advertencias hacia otras chicas que sí son de su edad, pero no me fío mucho de Lucía, y mucho menos de Daniela; confío en él, eso sí. Sé que Nick jamás me engañaría, no sé por qué, pero siempre lo he sabido.

–      ¿Estamos bien?

–      Claro –sonrío contra la palma de su mano y deposito un pequeño beso en este.

–      Jamás te engañaría.

–      Lo sé –sin embargo, sé que nunca antes había tenido novia antes y quiero que sepa que lo nuestro va a en serio–. Nick..., ¿qué le dijiste a tu padre exactamente?

–      ¿Sobre qué?

–      Sobre..., nosotros –no sé por qué me da pánico decir en voz alta lo que ambos somos, pero así es.

–      Dijo que estaba bien.

–      ¿Y...?

–      Y nada más.

–      ¿Y Regina qué dijo?

–      Que te tratara bien, y de que puedo invitarte a comer las veces que quiera.

–      Vale... ¿Y tus hermanos?

–      Les dio igual.

–      ¿A todos? –pregunto impaciente por la información que sale por fragmentos de su boca.

–      ¿Podemos cambiar de tema, por favor? –su pregunta es un furor.

–      ¿Qué? –Ante mi enfado, parece reaccionar y se apresura a bajar el ritmo.

–      Ya te dije que no quiero hablar más del asunto.

–      Bien –no voy a provocar una pelea.

     Nick no me vuelve a sacar tema alguno cuando terminamos de desayunar. El chocolate no me sabe del todo bien cuando continuo, y por la cara distante que pone al sujetar la suya sé que a él tampoco.

     El aire está cargado de tensión cuando voy a mi maleta, salvo a Blue Jeans de su encierro y me hecho en la cama a leer; mi enfado casi se desvanece cuando me percato de que la cama ha sido tendida por Nick, cuando me doy cuenta de que los platos han sido lavados por Nick.

     Lo ignoro cuando se acuesta a mi lado, también con uno de mis libros en manos. Ignoro la electricidad que me causa cuando nuestros hombros se tocan y nuestras piernas igual.

–      ¿No me vas a hablar, verdad? –me volteo a verlo un instante.

–      No lo sé. –Soy sincera–. No sé por qué te enojaste, pero no voy consentir que me hables así, Nick.

–      No me enoje. Bueno, tal vez un poco.

–      Ya te lo dije antes: no te quiero cuando te pones tan cerrado, tan a la defensiva.

–      Perdón, Miel. Lo siento –sé que tiene la vista puesta en mí ahora.

–      Lo sé –suspiro. Dejo el libro en la mesita de noche.

–      Te amo.

     En lugar de responder, me acomodo encima de él, le paso los mechones detrás de sus orejas, y le beso la punta de la nariz. Me abraso a su pecho y Nick no tarda en rodearme con sus largos brazos.

     Odio cuando se dobla mi fuerza de voluntad con él.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro