
55. Me gusta cuando me confías tu cuerpo
– ¿Entonces soy tu novio?
– ¿Tú me consideras tu novia? –le pregunto en lugar de responder.
– Claro. Pero me molestó que dijeras que a penas me conoces, te he contado mucho acerca de mí y tú me has contado mucho acerca de ti.
– En cuanto lo dije me arrepentí.
– Yo igual, pero ya no quiero que nos peleemos. Quiero estar bien contigo.
– Lo sé.
– Te juro que nada malo está pasando –me asegura–. Jamás voy a dejar que nada malo pase entre nosotros.
Su respuesta me tranquiliza, al igual que su seguridad. Lo tengo tumbado en mi cama, se ha quitado los zapatos y la camisa; se distrae con los lunares en mi brazo (parecen gustarles)
Une los puntos que tengo desde mi antebrazo hasta mi muñeca. Yo me concentro en sus brazos, tiene más cicatrices –no tan largas como en su torso– pero sí ponen una imagen intimidante. Las que tiene en su antebrazo son mas visibles y remarcadas que las demás, y a diferencia de las otras, éstas parecen estar suturadas; como si en algún momento tratara de hacerse daño.
Lo acaricio con toda la calma del mundo, con mucho cuidado, como si sus heridas se volvieran a abrir en cualquier momento. Recuerdo cuando un día me abrí las rodillas jugando en el parque, mis hermanos se asustaron por la sangre y mi padre actuó rápido para ponerme el alcohol y el vendaje, pero eso no me dejo marcas; las de Nick me suplican curarlas, no sólo con vendajes e hilos, sino que también con cariño.
– ¿Te molesta? –pregunta al referirse a las marcas.
– No –respondo con toda sinceridad.
Parece creerme, aunque no se ve muy convencido. Me junto a él lo más que puedo para asegurarle de que no me importan sus cortes en lo más mínimo. Me toma del pelo y me propina un beso en la frente. Me quedo abrazando su torso con las piernas en lo que él sube y baja los dedos por mi muslos; quiero volver a sentir sus caricias.
Lo ayudo a desabotonar mi camisa hasta que sólo traigo puesto el sostén. Me besa con mucho cuidado por toda la comisura de la boca y mis manos viajan hasta su espalda. Baja la cabeza hasta mis pechos, me besa suavemente por todo el contorno de las copas hasta llegar a mi estómago. Acaricio su cuero cabelludo y le doy ligeros masajes, mientras me quita los calzones, mi corazón vuelve a latir cuando siento su lengua recorrer toda mi pelvis hasta llegar a mi zona más sensible.
Me aferro a las sabanas mientras me mantiene en un mismo sitio con sus grandes manos. Me muerde un par de veces como la primera vez que lo dejé besarme... ahí, y me regala completas vibraciones, mientras mi espalda se arquea y mis ojos se cierran. Vuelvo a tomar su mano en medio del clímax. Grito cuando siento venir esa explosión y me muerdo la palma de la mano para que no se me escuche a lo bestia mi orgasmo.
Nick lame la piel sensible de mi muslo y me besa los lunares de mi pantorrilla; sus besos me cubren el abdomen bajo. Tengo los ojos cerrados cuando se encima en mí y me acaricia con la almohadilla del pulgar el arco de cupido y la mejilla.
– Me encanta verte así.
– ¿Cómo? –todavía tengo la respiración hecha un caos.
– Tan viva y relajada. Me gusta cuando me confías tu cuerpo.
Sonrío como una tonta al escucharlo. Me acaricia la arruga de mi ceño fruncido y me deposita un beso en la punta de mi nariz.
– A mí me gusta lo mucho que me cuentas sobre tu familia y lo mucho que me respetas a la hora de contarte sobre la mía.
Sonríe. Me seca el sudor por debajo de los ojos y me besa tiernamente los labios; no voy a dejarlo ahí.
– ¿Te gusto? –pregunta con la respiración entrecortada.
– Sí –musito con la boca pegada a la suya.
Más que eso, me encanta el modo en que su lengua me regala varias emociones distintas, incluida los roces con el pudor y con la experimentación. Quiero que él sienta lo mismo.
Me coloco encima de él, con mis piernas abrazando su torso. No dejo de besarlo ni un segundo mientras le quito el cinturón y le bajo con brevedad los pantalones. Le beso con calma sus cicatrices hasta llegar a su abdomen bajo; el elástico que tiene su bóxer me pone un poco nerviosa, pero muy excitada. Cuando cuelo la mano por debajo de ellos, Nick me mira directamente a los ojos y entreabre la boca soltando ligeras bocanadas de aire.
Sigo con los suaves movimientos hasta que siento su erección contra la palma de mi mano. Nunca antes había visto o sentido nada parecido; por un lado me gusta, por el otro me impacta. Cuando trato de bajarle el bóxer, me detiene.
– Espera –me toma de las manos–. ¿Estás segura? ¿En serio quieres...?
– Sí –me decido–, quiero hacerlo.
Me suelta, mis manos no tardan en volver a tirar de su bóxer.
Trago la saliva acumulada en mi boca cuando lo veo. <<Oh, cielos>>. En la secundaria, cuando me enseñaron de la sexualidad entre un hombre y una mujer, me dijeron que era inapropiado y muy poco sano hacerle... esto a un hombre. Era una escuela cristiana, por cierto, ahí fue en donde Estela y yo nos hicimos amigas; Nick ya me lo ha chupado antes, así que no es tan raro.
Me la meto a la boca y hago de todo para no escuchar a la voz de mi cabeza que dice que es inapropiado y que muchos lo consideran asqueroso.
No está mal. Tampoco sabe bien, pero no sabe mal; mis ojos se cierran al sentir en mi boca un sabor raro y poco rico. Le doy ligeras lengüetadas mientras se me pasa el mal sabor.
– Lo haces bien, amor –me dice con la voz irreconocible.
Le paso la lengua por la punta y hago lo mismo por el resto. Mi cabeza sube y baja a modo de vértigo y lo acaricio por todo el abdomen y, el resto que no pude meter a mi boca también se lo acaricio. Siento que su mano me toma del pelo, y la otra me toma la que está reposada en su abdomen. Nick entrelaza sus dedos con lo míos.
Lo chupo con más intensidad y él sólo puede gemir y respirar tan entrecortadamente que mi corazón estalla de gozo. Mi vientre vuelve a ponerse caliente una vez que lo escucho pronunciar mi nombre mientras llega al clímax.
– Sigue así... Lo estás haciendo muy bien. No te detengas –me pide con la voz cargada de deseo.
Adopto una de sus técnicas y lo muerdo un poco, mientras, mi lengua pasa por la sensibilidad de su piel para quitarle el ardor. Nick gruñe agradecido y me incita a repetir el movimiento. Lo hago.
La humedad de mi entrepierna vuelve a la carga al tiempo justo en que termina. Me trago su orgasmo y me aparto para limpiarme con el dorso de la mano la comisura de la boca.
Su pecho sube y baja tratando de recuperar la estabilidad, finalmente me mira con esos ojos grises que tanto me gustan, me acuesto a su lado y mi pierna queda reposada en su cintura. Nick pasa a rodearme con sus brazos, pegando su frente con la mía, dejándome llena de placer, incluso más que con lo que acabamos de hacernos el uno al otro.
– ¿Estás bien?
– Sí.
– ¿Te gustó?... Si no quieres volver a hacerlo está bien, pero...
– ¿Qué?... La que debería de preguntar eso soy yo, Nick. No estuvo mal, me gustó –admito avergonzada.
– ¿Segura? –pregunta no tan convencido.
– Sí.
– Tú lo has hecho mejor que bien. Se te dan bien hacer mamadas.
Suelto una ligera carcajada por sus palabras y el modo en como las ha empleado.
Me gano una sonrisa por su parte y un beso. Se sube el bóxer y los pantalones, y yo aprovecho la oportunidad para ponerme mis calzones y unos shorts; sin darme cuenta, también me pongo una camiseta de manga larga.
– Qué bonita estás.
Me sonrojo a más no poder. Lo veo ponerse su camisa y yo recojo la mía y la hecho al cesto de la ropa sucia.
Acomodo mis útiles y guardo las cosas que no estoy ocupando. Nick me sigue con la mirada mientras continuo con mi uniforme y con las cosas del baño. Me amarro el pelo en una coleta de caballo y levanto la ropa sucia y doblo con cuidado las prendas pendientes que salieron de lavar. Sacudo un poco y tiro a la papelera mis apuntes viejos que ya había traspasado a limpios. Guardo mis carpetas y pongo mis botas en su sitio. Mañana sólo tendré una clase, así que sólo llevaré unas cuantas hojas en blanco para no cargar mucho.
– Eres un manojo de nervios.
– ¿Ah?
– Te mueves muy rápido y eres muy ordenada.
– Ajá. –No hago caso a su intento de burla y continuo con los ganchos sueltos en mi ropero–. Ahora vuelvo voy a dejar esto en su sitio.
– Claro.
Me apresuro a poner los ganchos en el cuarto de lavado y poner unas palomitas en el horno de microondas. Mientras se hacen, aprovecho la oportunidad para barrer la cocina y sacudir un poco.
Cuando vuelvo a la habitación, Nick está tendido en mi cama con el libro Canciones para Paula. Me enojaría por verlo con una de mis copias favoritas en manos; pero la verdad, me encanta verlo leer. La primera vez que lo ví con un libro en manos fue en el puente, y su forma de comerse las palabras me sigue pareciendo tan atractiva en él. Jamás había visto algo que me resultara tan seductor en un hombre.
Dejo las palomitas en mi mesita de noche, voy por el Puzle de cristal, tomo una de mis almohadas y la pongo en el frío barandal que cubre la parte final de mi cama. Me acomodo y empiezo con el primer capítulo. Nunca leo los prólogos, no me gustan los spoilers ocultos; por desgracia: Nick los ama.
Siento un ligero golpe en mi muslo. Nick. Siento otro más cerca de la rodilla. Le doy un golpecito, contribuyendo a sus técnicas y me responde gustoso. No le puedo ver la cara, pero sé que está mostrando todos sus dientes, inclusive ese colmillo que tanto amo.
<<Estoy feliz>>, le digo telepáticamente.
<<Yo lo soy más>>, me responde con otro golpecito.
Me avienta una palomita, pero la pasta de mi libro me protege de su ataque. Me tira dos más y en la tercera falla. Cuando siento la cuarta, es cuando grito de alegría y me encimo en él muerta de la risa. Estoy más que feliz, lo sé.
Escucho la respiración de Nick dentro de mi recámara. Sus latidos suaves resonando en mi cara me ponen aún más enamorada de lo que ya estaba. Creo que quiero a Nick..., aunque es un poco extraño que lo piense estando en una posición tan sensible con él. Se ha quedado dormido tras un ataque de cosquillas y una breve lectura. Puse la alarma para nuestra pequeña siesta y me acomodé a su lado.
Analizo lo que mi mente sabe y desconoce de este hombre: sé que lo conozco desde hace unos días y empezamos a salir prácticamente hace tres, pero no sé por qué siento este latido intenso cuando pienso en él, y cuando se va también me llena de agonía. Me hace feliz y comparto más con él que con ninguna otra persona.
Tal vez deba tomarme mi tiempo para averiguar lo que en verdad quiero. Aunque mi mente sólo lo vea a él y sólo a él, no creo que tenga que decidir así de rápido. Por el momento me lo paso increíble y voy a asegurarme de que así siga.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro