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50. Fue una broma, amor

Nick se fue una vez que nos la pasamos besándonos, riéndonos, charlando y toqueteándonos por encima de la ropa. Me quede dormida entre sus brazos; estuve medio dormida cuando me levanto y me puso de lado para poder irse. Me dio un pique rápido en los labios a modo de <<buenas noches>>. Me prometió que encontraría una forma de poder estar conmigo el día de mañana; su padre lo castigo por una semana después de su altercado con Raúl. Ese hombre en serio es un mal padre; no estoy en posición de juzgar a nadie por la mala relación que tengo con el mío, pero en verdad que me saca de mis casillas. Me tapo con el cobertor purpura de mi cama y prendió el ventilador de mi escritorio por el calor de las cinco.

Me despierto a las siete. Arreglo mis cosas para mañana, plancho el uniforme y lo coloco con cuidado cerca de mi espejo. Le pego cinta nueva a mis botas. Cambio el desodorante del baño. Lavo con cuidado el lavabo y cambio mi cepillo de dientes por uno nuevo color naranja dado que los tres meses ya pasaron.

Me voy quedando dormida a las ocho cuando todo está en perfecto estado; incluso cambié las sabanas por unas blancas con colcha color crema.

A las diez de la noche, unos gritos que provienen de la sala me despiertan:

– ¡¿Qué te pasa Raúl?! –exclama la voz de Carolina.

– ¡Déjame en paz! ¡Ya déjame en paz! –chilla en respuesta.

– ¡¿Por qué te comportas así?!

– ¡Cállate! ¡Cállate!

Escucho que la puerta de su cuarto se cierra con fuerza.

Me levanto con rapidez al oír tremendo escándalo entre madre e hijo. Sin darme cuenta de lo que estoy haciendo, salto de la cama con rumbo a la puerta, pero al girar la perilla me encuentro con la voz tenue de Sarah.

– Cariño, mejor deja que se tranquilice.

– No entiendo por qué se comporta de esa manera. Él antes no hacia esto, mi hijo nunca golpearía a nadie y antes nunca lo habían golpeado.

– Estará mejor en la mañana. Te lo aseguro.

– Encima tenía que pelearse con ese...

– Tranquila –dice–, Raúl va a estar bien.

– Eso espero –cede ante los encantos de su novia. Aunque un poco más fuerte y me imagino que se lo dice a su hijo a través de la puerta–: ¡También espero que se comporte mejor mañana en la oficina del director, y cuando haga los servicios comunitarios!

Me da tristeza que todo este pleito haya empezado por mi culpa; pero espero que al menos sirva para que Raúl y Nick hagan las paces de lo que sea que tengan en contra el uno del otro.

Justo cuando empiezo a sentir el malhumor por escuchar a Carolina decir que todo es culpa mía (amo ese libro), recibo un mensaje:

Buenas noches, princesa.

Es Nick; sonrío ante el móvil sin darme cuenta y, noto que sigue escribiendo en el WhatsApp.

Hoy voy a soñar contigo.

¿Me quieres citar a Blue Jeans ahora... 

Soy pésima para nombrarte una de varias en esos libros.

No me hagas ir allá y dormir contigo, Miel. Ambos sabemos que no acabará bien.

Me rio ante su amenaza y me acomodo en la cama. Me vuelvo a tapar con todo y colcha y me río por los emoticones que me manda.

¿Me está amenazando?

No lo sé 

¿Quieres?

Me quedo en silencio.

Ya me ha mandado uno que otro para asegurarse si sigo ahí o no. No sé qué responder; quiero, pero la idea me da miedo. Bueno, sólo un poco.

¿Miel?

Además, no tendríamos que tener esta conversación por mensaje. Me gustaría verle la cara para asegurarme si lo dice en serio o no.

Perdón, Miel.

Fue una broma, amor.

Está bien. Todo está bien.

Y... ¿de cuándo acá me dices así?

Creía que ese apodo era mío.

Perdón, Miel.

Ya me puedo imaginar la cara que tiene y la voz con la que lo dice. Sin pensarlo dos veces: le envío una foto mía estando en la cama; me veo muy despeinada y un poco maltrecha, pero espero que la oscuridad de la recamara lo disimule.

Aguardo su respuesta.

Me manda una de él. Creo que se va a convertir en mi fondo de pantalla. Tiene el pelo húmedo y alborotado, y le cubren las orejas sus mechones rubios. Me sonríe. Sus ojos están en perfecto estado, con algo más de vida y ese azul natural que me gusta tanto en estos últimos días. Últimamente sonríe más.

Me manda cientos de manos en señal de suplica y unas caritas de corazones súper cursis cuando le mando otra un poco más coqueta: tengo el pelo de un sólo lado, con la manga de la blusa descubriendo mi piel y con ambas piernas cruzadas; no sé qué es, pero con Nick, todo me resulta de lo más cómodo. No sabría explicar cómo, pero a veces siento que es el único, que va a ser el primero y el único.

...

Al despertarme me doy una ducha rápida; me quede dormida hasta las cuatro por la noche que pasé con Nick, y no escuche el despertador hasta quince minutos después. No me dio tiempo de ponerme el acondicionador. Me pongo el uniforme y hago mi ya conocido tratamiento para vestirme. Escucho voces en el pasillo pero no distingo muy bien de quién se trata. Espero que no sea Raúl, después de lo que pasó ayer en la cafetería, ni loca vuelvo a quedarme a solas con él. Sé que no me haría nada, pero no puedo andarme con libertades.

     Cuando estoy perfecta para comenzar el día y el resto de la semana, me armo de valor para abrir la puerta.

–      Hola –me recibe la voz de Sarah.

–      Buen día.

     Miro a mi alrededor y no hay rastros de Carolina. Al quedarme dormida me debatía entre contarle primero a Carol o a Raúl sobre mi relación con Nick; él me dijo que debemos de tomarnos un tiempo para contarlo, pero a mí me esa idea no me gusta; andar a escondidas no es lo mío. Luego llegue a la conclusión de que no interesa a quien se lo cuente primero, dado que se terminarán enfadando por igual; además, si le digo Raúl, se lo dirá a su madre y si se lo digo a Carol, ella se lo dirá a su hijo.

     Una parte de mí sabe que Carol me echara de la casa y probablemente hasta de México. Mi cabeza quiere creer que nadie sería capaz de hacer un acto así de cruel con respecto a una persona, pero no encuentro un buen ejemplo. Mi tía Andrea y ella se conocen de toda la vida, así que tengo cierta ventaja por eso... ¿no?

     No veo a Raúl y la mesa sólo tiene dos platos con huevos revueltos. Sarah está blanca como la cal; se le ve tremendamente agobiada.

–      ¿Raúl está...?

–      No, ellos se fueron antes porque tenían asuntos en la dirección.

–      Ah.

No voy a preguntar, ya sé de qué se trata.

–      ¿Quieres desayunar?

–      Claro.

     La acompaño la media hora que me queda antes de ir a la universidad. Quiero contarle sobre la decisión que hice ayer por la tarde, pero de verdad que está distraída y no quiero causar molestias. Primero debo contárselo a Sarah, ella es una mujer buena y paciente; sabrá qué hacer. ¿Cierto? Bueno, por el momento no, pero en un futuro cercano sí. Ya me ha dado su opinión sobre las relaciones y lo que se deben hacer con respecto a ellas.

     En el auto también se le ve callada y distante; ella sabe algo de lo que paso ayer en la noche y no quiere decirme. De seguro Raúl les dijo que ayer me encontré con Daniel, o de que él y Lucía se encontraron conmigo y con Nick, o tal vez les dijo una mentira o una verdad demasiado fuera de la realidad.

     Al despedirme, siquiera me nota cuando bajo de su coche y también al entrar. Incluso le tienen que pitar el claxon para que se mueva.

     A está pobre mujer se le junto todo en tan pocos días; debe ser por el secreto que tenemos, me hubiera gustado conversar con ella respecto a eso, pero no me hizo caso en todo el tiempo y me frustra no saber lo que está pensando. Sé que se debate entre contarle o no a Carolina; una parte de mí sabe que es cuestión de tiempo, y la otra sólo reza para que la felicidad me dure otro poquito. Un poco más por favor.

     Sé que tengo que buscar a Raúl y decirle lo que tengo con Nick, digo, para que se vaya haciendo a la idea; sin embargo, no conozco del todo bien su horario y no quisiera perderme. Mi primera clase inicia en cinco minutos y no tengo tiempo para verlo, ni para escucharlo en medio de todo el caos que causó.

     Me llega un mensaje:      

¡Buenos días princesa!

Llegaré tarde hoy, pero no me perderé nuestra salida.

     Es Nick.

     No se me pasa por alto que dijo: <<Nuestra salida.>>

     Me hubiera gustado que dijera: Cita.

Debe ser difícil venir a la escuela con este transito... ¿no?

Más te vale no perderte "nuestra salida" 

     Bromeo con él, o al menos un poco.

     Me llegan varios mensajes:

Lo siento, princesa.

Soy nuevo en esto. No lo dije a propósito.

Me encantaron tus fotos y la forma en cómo juntabas tus labios para que no se notara tu sonrisita de satisfacción. Eres preciosa. Tú y tus hermosas curvas, y tus bellos ojos que me hipnotizan. Desde el primer día me encantaron como estos se me quedaron viendo en esa cafetería, ésa a la que tanto he detestado, pero tú me has dado una razón para volver.

     Siento las dichosas mariposas en el estómago cuando leo sus palabras. Se acuerda de la primera vez que nos vimos. Bueno, yo ya lo había visto en la universidad, pero fue más un asecho que una visión por mí parte. Dice que mis ojos hipnotizan; pero los suyos son tan perfectos que los míos no son nada en su comparación. ¿Junto los labios? ¿Cómo es que él se dio cuenta? Probablemente porque me conoce mejor que nadie; estos días no han sido más que una bendición. Jamás creí que encontraría a alguien que me dijera justo lo que me gusta y justo lo que me apasiona. 

Además de que estoy conduciendo, no quieres que tenga un accidente ¿cierto?

Claro que después de mucho tiempo, ya no podría decir "cita" a todo lo que hemos hecho.

     Mis mejillas ya se han puesto rojas; me tapo como puedo con mi pelo suelto para cubrirme el rostro. Me llegan un par de mensajes sobre todo lo que he dejado que me hiciera en este corto tiempo que nos conocemos; tengo la cara como un tomate e incluso una risa nerviosa al leer sus ocurrencias.

Vale, ya entendí.

Deja de decir esas cosas por mensajes.

     Le pongo el vibrador a mi cel por si el maestro llega, y en todo ese tiempo, Nick y yo nos mandamos cientos de mensajes. Algunos sobre este día y otros sobre lo que pasará en esta semana. Cabe destacar que a Nick y a mí nos gustan casi las mismas cosas, así que los temas de conversación son fáciles cuando estoy con él.

     Recuerdo que cuando era niña, hacia de todo para que la gente me entendiera. Hice varias cosas con mis compañeros e incluso con mi familia, pero nadie nunca pudo comprender cómo me sentía. Estela también estaba muy ocupada –lidiando con sus demonios– como para ponerme atención.

     Ahora que lo pienso... ya no la he visto. Quizás: <<¿y si su fantasma ya descansa porque yo he dejado de buscarla?>> Eso sería genial.

–      Hola.

–      Hola. –Tengo una sonrisa tonta por culpa de Nick.

     No me doy cuenta de quién es, porque estoy demasiado absorta con Nick, así que saludo como si fuera cualquier persona. Claro que me doy cuenta de que no es cualquiera. Es Daniel.

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