40. La que me gusta... eres tú [+18]
Nick está callado. Pensé que me daría un montón de explicaciones en cuanto el auto arrancara; pero está tan callado y muy quieto. El modo en como sus manos toman con fuerza el volante... Sí, no cabe duda que tiene miedo.
No me gusta esté silencio, me gustaría que dialogáramos como hace un rato en su cuarto, o que me dirigiera la palabra como el día de la cafetería.
Me encantaría gritarle por lo que escuche acerca de Lucía; pero una parte mayor a mí, me dice que los gritos no me llevaran a ninguna parte con Nick. He tratado de no llorar, pero no creo aguantar por tanto tiempo con la vista fija en la ventanilla. Dijo que quería explicarse, pero no veo hora de que me hable.
– No significó nada –empieza a decir.
– No me importa. –Me sorprenden los secas que pueden ser mis palabras–. Tú y yo no estamos juntos y tampoco tenemos nada, así que mejor no me digas nada.
Lo escucho respirar en todo el auto. No puedo creer de que me convenciera de conducirlo; estaba temblando cuando nos fuimos, así que es mejor así. No quería que mis nervios provocaran un accidente.
– En serio, no significó nada.
Sé de que habla, yo sé que no le importó en lo más mínimo, eso sí se lo creo. Hace poco me dijo que Lucía era una zorra que se acostaba con medio mundo, sólo que olvidó mencionar que él también se revolcó con ella. <<¿Le habrá dejado verlo sin ropa?>> Mi mente demanda con crear imágenes de ellos dos juntos, ellos en la cama, ellos tocandose, ellos riéndose, y eso me pone peor de lo que ya estoy.
– Estaba pasando por cosas difíciles –me mira–. Ella se portó amable y creí que estaría bien, si sólo me distraía un rato de la realidad. Sólo lo hice para dejar de pensar. No significo nada.
– ¿Para Gabriel? –inquiero lo obvio.
– Ella se lo contó. Pero no es su novia, Lucía no es novia de nadie, ella finge ser una buena alma de caridad, pero es una zorra mentirosa que sólo le hace caso a Daniela.
No quiero seguir hablando más del tema. Ya sabía yo que iba a ser mala idea dejar que Nick llegara tan lejos conmigo, dejarlo entrar, ese fue un gran error. Ir a la fiesta fue un autogol; no obstante, saque mis puntos positivos de la velada, porque ahora toda, o la mayoría de la universidad, se enteró de que sé cantar; tuve un primer y único beso en el lugar menos esperado para mis sueños, incluidos nuestros momentos íntimos, y obtuve unas cuantas verdades de la boca borracha de Gabriel.
<<Ah>>
También tengo a Raúl en mis pensamientos. <<¿Cómo estará mi amigo?>> Bien, eso espero.
Nick intenta tomarme de la mano, pero no se lo permito. Me duele rechazarlo, pero en esté momento no estoy de humor para aceptar nada de él.
– ¿Qué te dijo Gabriel cuando se entero? –me atrevo a preguntar.
– Dijo que algún día se iba a vengar de mí.
– Diablos –no sé que otra cosa decir.
Recuerdo que... Cuándo los vi por primera vez, parecían los hermanos perfectos; se reían como un par de amigos y se hablaban como si fueran compañeros de sangre. Nunca pensé que Gabriel le tuviera algún resentimiento oculto a Nick. Lo sabe disimular bien con sus padres, al igual que Lucía y Daniela.
– ¿Me lo hubieras dicho a mi?
– No –responde.
No estoy enfadada por su sinceridad, aunque tampoco soy la chica más feliz en esté instante. Si no me lo hubiera dicho, habría seguido con la felicidad.
Van a ser las seis de la mañana, y es la primera vez que no tengo nada de sueño en una noche. Sólo dormí unas horas en su habitación; pero parece que eso le basto a mi cuerpo para no querer pegar ojo.
Se estaciona cerca de la entrada. En el estacionamiento. Cuando busco salir corriendo, Nick se ve atemorizado. Le pone el seguro al auto.
– ¿Estás enfadada?
– No.
– Mientes.
– Estoy enojada de que no me lo hayas dicho cuando te mencioné el tema. Me molesta que me hayas mentido.
– No te mentí –replica.
No vamos a llegar a ningún lado si sigue portándose como un mentiroso.
– Bueno... sí, sí lo hice –admite–. Pero sólo porque no lo creí necesario. Lucía no es nada en mi vida. Ella no es nada en realidad, por eso hace lo que quiere.
Todo mi enfado va en disminución.
– No me gusta, ni siquiera me agrada –confiesa.
Le creo.
En verdad le creo, eso es lo que me preocupa. Mi madre siempre le creyó a mi padre, y ahora él está en una clínica de rehabilitación y ella se quedó sola. Mis hermanos se marcharon a la primera oportunidad y nos dejaron con todo el paquete.
– La que me gusta... eres tú.
Me quedo en shock.
Lo miro, se ve tan asustado, luce como yo cuando corrí como loca a casa de mi tía por ayuda –el día en el que abandone mi ciudad–. No quiero que esto se arruine porque me enteré más acerca de su pasado. Me mataría si él me juzgara sobre el mío; pero no creo que eso suceda dado que ya compartí bastante con él. Me conoce muy bien a pesar de que no nos preguntamos nada directamente.
– ¿Vas a perdonarme?
En lugar de responder, me desabrocho el cinturón para colocarme encima de sus piernas. La falda se me sube hasta el grado de que nuestras entre piernas se rozan. Me tomo unos segundos para besarlo, porque primero quiero verle, con más detenimiento, esos ojos grises que tanto me gustan. Nick se impacienta al tenerme tan cerca, y con los labios a unos cuantos centímetros; no aguanta más, me besa con sus labios carnosos y húmedos que me derriten al instante. Lo tomo inadvertido cuando abro la boca y trato de meterle la lengua, tarda un poco en corresponderme, pero al final me abre el paso para que pueda hacer con él, lo que yo quiera. Me pasa la mano por mi muslo unas cuantas veces hasta que la piel se me eriza por su tacto. Se atreve a subirla hasta el grado en el que toca mis calzones por enésima vez en la noche.
La respiración se me entrecorta cuando me besa la barbilla y procede a hacer lo mismo con mi pecho. Me desabotona el overol rojo, otra vez, y me baja un poco la blusa hasta que se aprecian las copas de mi brasier. Me besa unas cuantas veces los pechos sin dejar de subir y bajar las manos por mi espalda y mis muslos.
Quiero decirle que no es legal hacer esto en un estacionamiento de departamentos, pero sí lo hago se detendrá y no quiero eso.
Mis manos van de su nuca a su pelo largo y rubio. La presión en mis piernas se empieza a apoderar de mí, el mismo calor que desconocía en la habitación comienza a ascender por toda mi columna, y me resulta exquisitamente placentero, al igual que en su cama.
Me chupa los senos hasta dejarme marcas, Nick me toma por los glúteos y me sube hasta que mi cabeza topa con el techo del volkswagen. Me sube la camisa y me deja con el vientre expuesto. Me besa; primero va lento, pero después pierde el control y comienza a lamer y a chupar mi piel sensible. Me gusta más de lo pensaba por como mi cuerpo reacciona. Sus manos callosas y grandes que suben y bajan por mi espalda y por mi muslo, me dejan con la boca abierta y con la humedad de mis calzones cada vez más y más extasiada. Mis rodillas se cansan de estar flexionadas y apoyadas contra el asiento; no puedo decir nada cuando Nick me muerde y me deja tremendo chupetón en mi vientre bajo. Mis manos toman hasta las raíces de su pelo para aliviar el dolor.
Grito ahogada cuando mete dos dedos en mi zona íntima. Me deja caer suavemente hasta que quedo nuevamente con las piernas a los lados de su cuerpo. Tiene las pupilas dilatadas y los ojos de un azul cielo. Sus dedos húmedos salen de mí; quiero lamerle esos dedos, pero me da pena que piense que soy una pervertida. Vuelve a mi pecho, pero está vez me busca con las manos. Me atormenta que sólo pase los dedos por encima de mi brasier. Me sofoco cuando cuela el dedo índice por debajo de una de mis copas y roza justo un pezón.
Doy una ligera bocanada de aire por la impresión; no me esperaba que quisiera tocarme por debajo del brasier. Nick observa mi cara –debe estar más roja que nada– sube los dedos por encima de mis pechos hasta quitarme mis mechones sueltos de la cara.
– ¿Estás bien? –me pregunta.
Me apresuro en asentir.
– No tenemos que ir tan rápido. Sin importar lo mucho que queramos hacerlo.
Me da un último beso en el cuello antes de volver a acomodarme mi overol; me gusta que me ponga esa atención al grado de detenerse.
– ¿Quieres hacerlo? –me pregunta algo más serio.
– No lo sé –me rio. Después algo más seria le contesto–: es sólo que yo nunca he hecho nada... con nadie.
– Lo sé.
– ¿Ah, sí? –Me da algo de vergüenza decirle sobre estás cosas; pero si vamos a iniciar una relación debe saberlo.
– Yo ya te dije lo que siento... Ahora es tu turno. –Me besa otra vez en la barbilla.
No lo dejo ahí, me apresuro a recorrer la comisura de su boca con la lengua mientras mis manos tiran de su cabello y mis caderas se mueven en círculos hasta notar que se le pone dura. Nunca me había creído capaz de ocasionar cierta reacción en un hombre, debo de gustarle mucho a Nick como para que su cuerpo responda al instante.
Me detiene.
– Deja de moverte así, Miel –dice con la respiración agitada–. No creo que pueda soportar más tiempo contigo encima.
– Jaja –me mofó.
– ¿Tienes una respuesta? –vuelve a preguntar.
No lo sé, me gusta Nick, mucho, no tengo idea de cuánto. Él me dijo que le gusto, así que... ¿Por qué no?
...
Me encuentro en mi cama, con la mirada perdida, y el corazón todavía palpitándome por todo el cuerpo. Oficialmente ya es Domingo pero aun así..., me siento en el mismo día.
– No sé si funcione –le dije.
– Podríamos tratar. Quiero pasar cada segundo contigo, Miel.
– Esto es un si... ¿Contigo?
– Sí.
Lo pensé varios segundos; pero necesitaba más que eso. Al final, Nick me ha dicho lo que tanto quería escuchar. <<¿Por qué no? ¿Por qué no a lo nuestro?>>
Lo besé con tanta efusividad que nuestros dientes chocaron varias veces. Le dije: Sí. Mil veces si. Admitimos que sentimos lo mismo, así que, ¿por qué no?
No había nadie en el departamento cuando entré. Lo que agradecí, pero al mismo tiempo me preocupo. Raúl debe estar en cama, sintiendo las consecuencias de sus desiciones. Espero que Sarah tranquilice un poco las cosas entre madre e hijo; conociendo a Carolina, ahora debe estar gritando a los cuatro vientos.
Mi reloj me dice que son sólo las siete, así que cierro los ojos y me relajo. Nick prometió escribirme y, yo le prometí pasar la tarde juntos. El sueño finalmente me vence. Me quedo dormida sintiendo sus besos sobre mi boca y sus dedos sobre mi cuerpo desnudo.
Me despierto con la boca seca y con la vista en el techo.
Necesito un vaso de agua pronto.
La cocina está hecha un desastre. Me pongo manos a la obra en un intento de distraer mi mente por los mensajes que todavía no me han mandado. Estoy preocupada, triste, un poco molesta y disgustada. Raúl. Carolina. Nick. Me vienen a la cabeza cuando ordeno todos mis sentimientos.
Mi celular vibra en mis bolsillos. Dejo de lado los platos sucios y atiendo. Es mi madre.
– Hola, mamá.
– Hola, mi amor hermoso.
– ¿Qué pasó, mamá? –Detesto ir al grano, pero sé muy bien que..., si me habla, siempre es por algo.
– Tu padre...
– ¿Qué pasa con él?
– Quiere ir a verte.
<<¡¿Qué?!>>
– Ni a madrasos.
– Miel. –Parece indignada por mi elección de palabras.
– No lo quiero ver, mamá.
– Hija, por favor...
– No, mamá –ni la dejo acabar–. Oíste. No quiero a papá aquí.
– Él te quiere ver.
La pantalla de mi celular vuelve a brillar.
Un mensaje de Nick:
¿Quieres ver las estrellas otra vez?
Se me quita el malhumor. Mi madre me suelta un par de cosas acerca de que mi padre está arrepentido, y de que me quiere ver para disculparse; pero ya he tenido suficiente.
– No lo quiero ver. Fin de la discusión.
Corto la llamada; no le doy tiempo a que me dé una respuesta. Tengo mejores cosas que hacer que preocuparme por mi padre, y mucho más valiosas que tenerlo a él en mis pensamientos.
Le respondo a Nick:
Puede...
Paso por ti en tres horas.
Dos de ida y una devuelta por la autopista. Claro que sí.
Nos vemos abajo.
Me pongo en marcha para ir a mi cita... ¿Es una cita? Creo que sí. Es una locura, a penas hace unas dos horas que nos dejamos y volvemos a encontrarnos. Me gusta que pasemos más tiempo juntos.
Pongo mi ropa interior sobre mi cama al igual que la ropa que planeo usar. Mis toallas dobladas están en el armario así que saco tres: una para el cuerpo, otra para el pelo y una más para la cara. Soy muy quisquillosa en ese aspecto. Voy al baño y pongo a reproducir mis tres canciones favoritas. Me lavo el pelo y el cuerpo entero. Depilo mis piernas y después me pongo mi crema humectante. Le hago mi tratamiento normal a mi rostro y me percato de que no he parado de sonreír en todo este tiempo. Me he mantenido de tan buen humor que me ocasiono risas sin motivo. Si no contamos lo de mi padre, puede que el día haya sido perfecto.
Cuando termino, voy con mi pelo y me quito la toalla para dejarme ver mis rizos naturales que se forman al mojarse. Conecto la secadora y empieza a ponerse encrespado, ondulado y castaño como ya es costumbre. Le colocó mi crema para peinarlo y lo cepillo aún estando algo húmedo.
Deje la ropa afuera así que tendré que salir por ella. Tomo mi celular y salgo a mi cuarto.
Al salir, reviso el teléfono un par de veces y compruebo que no tengo ningún mensaje nuevo. Mi madre no me ha escrito, así como tampoco a intentado llamarme de nuevo; sólo tengo notificaciones de amistad en Facebook, y comentarios positivos sobre mi diario virtual que tengo en mi página. Esa es otra cosa que le tengo que agradecer a Blue Jeans, me enseñó que debo expresar lo que se me plazca al igual que Mery. Su último libro siempre será mi favorito.
– Ejem.
Una voz familiar hace que levante la vista del celular.
Raúl está sentado en mi cama, con una cinta de hospital en la muñeca y con un gorro de lana que lo hacen ver cien años más viejo.
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