Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4. Medio perra

Éste desayuno es exquisito. Las fresas en la torre, y la miel esparcida entre los tres panqueques: es demasiado para mis papilas gustativas. El jugo de naranja natural me ayuda a saborear cada bocado.

En mi casa solía hacer yo misma mi desayuno. Hacía el jugo de naranja para la familia, tomaba un huevo, lo rompía, y dejaba que la yema y la clara se mezclaran en el vaso. Ése era mi desayuno. No me daba tiempo de hacer otra cosa. Mamá siempre estaba en cama, y papá jamás estuvo con ella para ayudarla a criarme, así que aprendí por mi cuenta a valerme por mí misma. Ahora que lo pienso, tuve que aprender a crecer sola desde una edad muy temprana.

Callo esos recuerdos con una buena porción de panqueques, e intento vaciar mi mente.

—¿Te gustó el desayuno? —me pregunta una Sarah, muy ansiosa.

—Es el mejor. —Tengo la boca llena de fresas, así que probablemente, no me haya entendido.

Andrea se está dando una ducha. Sarah está sentada al lado de Raúl, cosa que se me hace súper adorable, mientras ambos degustan su desayuno. No debería estar molesto con ella, se nota que Sarah se esfuerza por caerle bien a su... ¿hijastro? Eso me hace preguntarme: ¿cuánto tiempo llevarán juntas estas dos? Mi curiosidad crece, pero me da miedo que el inicio de la conversación se torne incómoda.

—Cuando termines tu desayuno, saldremos —me recuerda.

—Por supuesto.

—Veo que tienes un estilo muy peculiar para vestir, Herme —nos interrumpe Carolina, al tomar asiento en el comedor.

—Sí, bueno... —Trago la porción de panqueques, y prosigo—: me gustan los overoles.

Su cara no muestra simpatía ante mi respuesta, y yo no sé por qué. «¿Qué tiene de malo vestir un overol?» Es adorable a mí parecer, y agradable para la vista.

—Aquí no son muy populares, las chicas prefieren usar faldas de látex, jeans ajustados, o... blusas transparentes.

—¿«Transparentes»?

Ni me quiero imaginar metida en una de esas blusas transparentes, o, faldas cortas. La falda más corta que tengo sólo enseña mis rodillas; sé que eso técnicamente no cuenta, pero para mí, es lo más corto que he usado hasta ahora.

«Esperen.»

¿Por qué me cuestiono esto en primer lugar? A mí me da igual lo que la gente diga de mí a mis espaldas, o, lo que se pongan para salir a la calle. ¿Por qué les va a importar a ellos, lo que use yo para cubrir mi cuerpo? Vamos a empezar por ahí.

—¿Nunca has intentado un cambio de look?

—¿A qué persona? —pregunto, irónica, sin dar a entender nada.

—Tu sabes... más... femenina. Un poco menos... marimacha.

Trago grueso, pero no un maldito nudo en la garganta, sino la pinche bilis que disparó mi hígado, ¡del pinche enojo!

—¿Disculpa? —espeto, despectiva.

La voz de Sarah intercepta mis futuros insultos.

—Creo que no importará dado que se pondrá el uniforme. —La tranquilidad que me brinda su voz, no tiene precio.

Le agradezco la interrupción. No puedo creer que, en serio, se haya atrevido a despreciarme de ese modo..., ¡la muy hija de su madre! No lo entiendo, ¿qué le pasa a Carolina conmigo? No es gran cosa lo que visto, lo admito; pero... tampoco debería ser llamada «marimacha», por mis preferencias para vestir. ¡Esos son estereotipos baratos que no aplican en pleno siglo XXI!

—Bueno, yo solamente digo que podría usar algo menos holgado.

Me clavo las uñas en la palma de la mano, intentando calmar el resto de mi paciencia.

Le dedico mi mejor cara, y le respondo:

—Gracias por la información, pero no me hacía falta. —Mi sarcástica voz, le borra la sonrisa desdeñosa de la cara.

Noto que Raúl, oculta su satisfacción tras el panqueque que se lleva a la boca. Sarah no dice nada, y se termina su café en silencio.

—Lo bueno es que tu inscripción ya está más que arreglada. Andrea se encargó de todo el papeleo —dice, volviendo a la carga; a lo que tuve que asentir—. El director es buen amigo de ella, y le debe alguno que otro favor. —Hizo una pausa, y agregó—: Ahora los malgastó contigo.

Raúl tose unas cuantas veces ante el comentario soez de su madre. Sarah abre los ojos como platos, por ver que aquello llegó a un nuevo nivel. Y... justo cuando creo que podría tratarse de una pesadilla, o, una sobredosis de antidepresivos..., mi tía se nos une, con una toalla enrollada en la cabeza, y una bata lila con bolsillos, silbando como un pajarito alegre, ameno a cualquier mala vibra del comedor.

—Buenos días —declara, entonando las sílabas con armonía.

¿Mi tía estará al pendiente de los tratos déspotas de su amiga hacia mí? ¿Cuál es su problema conmigo? Supe desde el principio que, mi presencia en su casa, no le mostraba ningún agrado; pero, no tiene que tratarme de este modo, para afirmar su desagrado hacia mí. ¿Cuál es su problema?

—¿Pasa algo? —nos pregunta, su yo inocente.

Me esfuerzo en sonreírle a la mujer que me ayudó durante el proceso más difícil de mi vida, y... olvido mi plan de contarle sobre el trato que recibo de Carolina. Si lo hago, lo más probable es que me vaya antes de encontrar una solución amigable entre las dos, y no quiero eso. No puedo regresar a Salina Cruz.

—No, nada está pasando —me limito a responder.

Aunque, por dentro esté que me muera en espetarle: «Oh, tía, claro que va a pasar algo.»

¡Cómo no me saquen de aquí, o, exploto o le digo alguna burrada a Carolina, de la cual me arrepentiré, cuando se me pase el coraje!

—Bueno, será mejor que nos vayamos antes de que nos agarre el tráfico —dice Sarah, a modo de disculpa, cuando se levanta con todo y plato y directo a la cocina.

Creo que esta mujer me leyó el pensamiento.

Me apresuro a seguir su ejemplo: recoger mi plato, y dejarlo en el lavabo. Cruzo caminos con Sarah; en sus ojos veo arrepentimiento, por dejar que su novia me tratara de ese modo, sin justificación alguna, y, vuelve a sentarse a su lado con una sonrisa fingida de amor en la cara. Mi tía se concentra en Raúl, aunque él sólo se limite a sonreírle de vez en cuando.

🎧🧩🎤

Me seco las manos, pensando en los tratos de Carolina. Sé que... de entrada, no se le veía que le agradara; esa manera que tiene para evitarme, como la primera vez que nos cruzamos en la terminal, y no se dignó a presentarse o a hablarme, me llevó a pensar que no le caía tan bien. Pero, ¿por qué me ataca? ¿Por qué el descaro? ¿Por qué no le caigo bien?

—¿Estás lista? —me pregunta Raúl, quien lleva un par de platos en las manos, y los deposita en el lavabo.

—Sí, ya estoy lista.

—Lamento lo que dijo —dice; sé que se refiere a su madre.

—No importa —respondo, sin darle mucha importancia a las palabras de Carolina.

—No. Sí importa. Y lo lamento.

—Llámame loca, pero creo a tu madre no le caigo... ¿bien? —dudo, al confesarle mis sospechas.

Él se ríe y dice que, en efecto, no le caigo bien a Carolina.

—Okey... Pero, ¿sabes por qué no le caigo bien a tu madre?

Su boca forma una "o" culposa.

—Pues... por diferentes razones. Creo que una de ellas, es porque tu padre tiene antecedentes.

—Obvio —digo para mí misma.

—Pero no te lo tomes a mal, mi madre siempre ha sido así desde que tengo uso de razón, incluso desde que mi padre vivía.

Mi ceño se arruga en confusión.

—¿Así cómo?

—Pues así, medio perra —me suelta, sin ningún atisbe de culpa, como si no temiera que su madre pudiera oírnos.

—¿Ah?

—Ya sabes, perra, zorra, puta, una pequeña mierda... Toda ella es falsa. Me extraña que Sarah siga con ella, si no la conociera... diría que el amor a su dinero, puede más que sus ganas de querer ahorcarla.

Las órbitas de mis ojos están a punto de explotar.

—Ajá —contesto; ¿qué más puedo decir?

—Pero, para ser sinceros... Sarah siempre logra controlarla. Ella es mágica o algo por el estilo.

«Okey... ¿Sólo yo noté el cambio radical en la conversación?» No sé si debería seguirle el juego, o, preguntarle por su extraña fijación a los insultos hacia su madre. Me decido por la primera opción.

—Ese es un bonito cumplido.

—¿De verdad?

—Sí, es lindo que pienses así de Sarah.

Raúl hace ademán de hablar, pero no lo hace. En su lugar, lava su plato y los cubiertos en silencio. Espero que no se haya enojado conmigo. El lunes inicio mis clases, y me serviría la compañía de un amigo.

—¡Meli! —me llaman desde la puerta. Salgo de la cocina, y le dedico a Raúl una sonrisa amistosa, a modo de despedida, cuando paso por su lado.

Ignoro a Carolina, y sólo le sonrío a mi tía. Sarah me espera en el umbral de la puerta principal. Tiene dos suéteres colgados en los brazos.

—¿Quieres el morado? O..., ¿prefieres el crema, para que combine con tu overol?

Me decidí por el crema.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro