7 [El novio de Nico]
No me dormí.
No voy a admitir que lo hice. Ni siquiera sabiendo que Nico estuvo casi media hora con el auto estacionado frente a la hostería, con la calefacción encendida esperando a que despierte. Tampoco voy a aceptar que al abrir mis ojos y verlo mirándome pensé que seguramente seguía soñando. Que me quedé un segundo de más en la curva de su rostro, en la línea tatuada que le rodea la garganta.
El nombre del lugar lo compara con un castillo y aunque cuesta ver la semejanza, estoy seguro de que estando dentro podría imaginar que soy un personaje más en algún libro de historia. En las altas paredes se nota el relieve de las piedras, a ratos tapadas por una enamorada del muro con las hojas marrones por la estación del año. No me acuerdo si alguna vez escuché sobre este sitio. En otra circunstancia nunca lo hubiese visitado. Después de todo, no creo que pueda pagar más de una noche de estadía, sin llorar, con mi sueldo de cirujano recién salido de la residencia.
Enfrentado a la intemperie verifico que me voy a re cagar de frio, no hay una forma mejor de expresarlo. Tiemblan mis dedos debajo de los guantes y cuesta incluso estar parado. Nico se queda a mi lado con una sonrisa, creo que se mofa de mi sufrimiento tanto como parece preocuparse.
—Voy a bajar los bolsos. Esperá adentro.
De su bolsillo saca una tarjeta plastificada que cuelga de una cinta ancha. La acomoda alrededor de mi cuello, siento que soy un niño en jardín de infantes al que tienen que etiquetar para que no se pierda. Cuando me fijo veo que tiene su foto, el nombre "Caín" y un código de barras.
—Te ayudo...
Interrumpe el sonido de su teléfono, un tono simple como un acorde constante que termina para volver a comenzar segundos después. Él mira la pantalla primero, hace una mueca con sus labios y luego a mí.
—Es mi mamá, le avisé que ya habíamos llegado. Andá yendo no quiero que te congeles aquí afuera —explica antes de contestar la llamada.
Lo escucho saludarla, entonces un sabor agridulce se instala en mi boca. Me pregunto si Nico le dijo que venía conmigo y cuánto desaprueba mi compañía en el viaje de su hijo favorito. Si se acuerda de aquella vez que no fui tan amable. Yo me acuerdo del llanto de Abel durante semanas después de que ella se fuera dejándolo solo con un padre violento.
Dentro de la hostería hay una chimenea rodeada de piedra gris que desprende el calor que tanto necesito. Me quedo un poco cerca mientras miro las paredes rústicas y la decoración casera. De los perfiles de madera en el techo cuelgan candelabros de hierro, siguiéndolos veo que los balcones internos del segundo piso desembocan en el vestíbulo.
No hay nadie en la entrada, el juego de sillones está vacío y a un costado la recepción con su mesada de madera inhabitada. Mejor así porque prefiero no tener que explicar que hago aquí hasta que Nico llegue y ruego no se demore. Casi al frente del fuego estiro mis manos para calentarlas.
—¿Te puedo ayudar?
Me sobresalta la voz porque parece que salió de la nada pero al volverme el susto es peor. Ahí a unos pasos está la chica rubia con la que vi a Nico besarse en el restaurante, aquella noche de mi frustrada cita. Con el cabello recogido puedo ver que es más atractiva de lo que pensaba. Tiene los labios voluminosos y los ojos pequeños de un verde azulado. Me mira como si fuera una inconsistencia en el escenario, algo que quitar pronto para no corromper la obra final. No se da cuenta de que la reconocí y un poco lo agradezco.
—La hostería está cerrada para el público ésta semana si...
Su rostro se centra en la tarjeta que cuelga sobre mi bufanda, intenta descifrar qué dice después de encontrarla familiar. Me apuro a quitármela y se la muestro aunque no lo suficientemente cerca como para que pueda tomarla. Una sombra se aplasta en su contra en cuanto visualiza bien el nombre y la foto. Y esa penumbra la veo patente cuando mira en mi dirección de nuevo. De pronto sus labios son una línea estrecha.
—¿Vos sos Rafael?
—Sí, soy yo.
Por un momento creo que Nico avisó sobre mi presencia. Cuando veo que los ojos de ella me esquivan y su gesto se endurece empiezo a temer que no soy bienvenido. Ni siquiera sé por qué.
—Perdón, creo que Nico no tuvo tiempo de avisar que yo venía con él, espero que no sea un problema.
—¿Nico?
—Caín —explico señalando la tarjeta y se hace raro llamarlo así.
—No sabía que ese era su nombre real —dice, después estira su mano para saludarme y en el tacto de su piel la encuentro helada—. Soy Laura asistente de producción.
—Nico...Caín está afuera hablando por teléfono, dijo que lo espere aquí.
Lleno el silencio con explicaciones porque la chica solo mira alternadamente, a mí, a sus manos. Como si fuese un monstruo que la amenaza con solo su presencia y que en cualquier momento se lanzará al ataque. No creo que nada de mi apariencia amerite eso. No soy tan alto, menos de un metro ochenta. Y si bien últimamente tengo un poco la barba crecida, de lo único que me han acusado es de inspirar demasiada familiaridad. «Alguien a quién le podes decir que te estás sintiendo mal y te va ayudar sin dudarlo», dijo cierta vez mi mejor amiga «y por eso se aprovechan de vos».
Encontre a una detractora, una persona para quien soy intimidante.
Me siento en el sillón que está más cerca y saco mi teléfono en un intento por ignorar que todavía me mira de reojo mientras se retuerce las manos. Quizá debería salir, por alguna razón la estoy incomodando y prefiero aguantar el frío que hacerle eso.
—No sabía que tenía novio —dice justo cuando pensaba levantarme.
Por un instante pienso que le habla a alguien más pero tiene los ojos clavados en mí. Juraría que está al borde del llanto incluso si no hay ninguna señal de lágrimas.
—¿Quién?—pregunto perdido.
—Estaba segura de que había mentido, ahora veo que no, que sí existís.
Si antes no entendía nada ahora todavía menos. Laura se sienta en el mismo sillón a una distancia prudente y comienzo a sospechar que no siente miedo sino algo parecido al desagrado.
—Ya sé que él te lo dijo pero yo te quiero explicar también. No soy hipócrita, menos cuando nos vamos a ver seguido por aquí estos días.
—Discúlpame, no te estoy siguiendo.
Ahora el incómodo soy yo. Siento que hay una conversación que nos saltamos y por eso estoy tan perdido. Para ella todo es muy claro. Sigue soltando borbotones de información que apenas puedo procesar.
—Yo soy la chica con la que se besó Caín.— Aunque baja la mirada no siento que se avergüence—. Bueno, yo lo besé primero, después él siguió. Te pido perdón, no sabía que tenía novio. Le pedí que vayamos juntos a su hotel pero se negó y me llevó a mi casa.
La palabra novio se me estanca en el centro del pecho y pienso que nunca le pregunté a Nico sobre su vida amorosa, porque no era mi asunto y porque no creía necesario indagar. Ambos nos vimos esa noche, ninguno dijo nada. Al parecer hay un novio después de todo y ésta chica se está confundiendo.
—Creo que...
—Confesó que tenía novio y que no podía pasar nada entre nosotros. Al otro día lo llamé y le pregunté si era verdad, ahí dijo que ya había hablado con vos.— Estira una mano hasta apoyarla en una de las mías, sus dedos me aprietan la palma—. Rafael, te pido disculpas, de verdad no sabía que estaban juntos.
Cuando dice eso último comprendo que me reconoció así antes. Primero preguntó si yo era Rafael y luego la vi afligirse.
—¿Cómo sabés mi nombre?
—Me lo dijo Caín, que su novio se llamaba Rafa.
Las chances de que sea una confusión se escapan, ¿cuántos Rafas puede tener Nico en su vida? Entonces se me cierra un poco la garganta junto a una especie de alivio absurdo.
La chica empalidece cuando se abre la puerta de la hostería. Nico aparece en el momento justo y después de mirarnos deja salir un gesto de enfado demasiado evidente para alguien que creí podía controlar sus expresiones mejor. Sus ojos están fijos en nuestras manos juntas. Laura se da cuenta de lo mismo y me suelta como si fuera mi piel hierro fundido. Murmura algo antes de irse casi corriendo. No sé qué dijo, mi atención está en Nico, en su semblante contrariado.
Viéndolo reaccionar así se instala una sospecha dolorosa en mi cabeza. Podría apostar ciegamente en favor de mi conjetura sobre las razones detrás de la mentira y eso me da rabia.
Nico debería saber que solo me gustan los hombres. Que si está interesado en Laura yo no soy competencia pero tampoco un recurso.
Me levanto lo más tranquilo que puedo aunque las ganas de estallar ahí mismo no me faltan. Es tal el enojo que siento que el frío me abandonó por completo. Cuando estoy cerca veo que por lo menos no deja de mirarme fijo.
El Rafa que se inventó como su novio, soy yo.
—Me parece que vos y yo tenemos que hablar.
R: Holaa chiques
¿Qué creen que pasará en el próximo capítulo?
Qué tengan un lindo día, gracias por querer conocer a Rafa y Nico <3
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