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5 [Voy a donde vayas]


El departamento tiene una habitación mediana, la que uso yo, más una oficina minúscula donde apilo libros con apuntes viejos. Donde Nico se instaló al llegar. Donde hacen bulto una cama no muy grande y un espejo de cuerpo completo que estorbaban en lo de mi madre. En ese espejo que puedo ver a través de la puerta entreabierta me encuentro con la imagen de él, todavía sin camiseta, con la guitarra en sus manos y la mirada concentrada en una libretita a su lado.

El caos de la biblioteca abarrotada con mis libros a un costado de la oficina como telón de fondo para, lo que siento, es una utopía. Se queda esa imagen en mi cabeza, creo que la guardaré por mucho tiempo. Tanto a su rostro de concentración como a la burbuja armoniosa que lo rodea.

Debería hablar, tocar la puerta quizá. No puedo. Esa nube en la que lo veo sumergido lo impide. Me contagia de su simpleza tan especial y cuando resuenan los primeros acordes entiendo que solo puedo quedarme atrapado en su magnetismo.

"Hundido en tu ausencia

   así se debe sentir el fin del mundo

cuesta cada segundo esperar

esa presencia que no llega"

El escalofrío que cuando habla solo ataca el centro de mi pecho se extiende como una llamarada al escucharlo cantar. Hasta el final de mis dedos, hasta mis pies y hasta lo más profundo de mi piel. Agradezco no haberlo encontrado, que la primera vez que lo escucho sea aquí a metros de él, sin nada en el medio de los dos. Pienso que quizá después de estos días ya no vuelva a atestiguar su voz así y tengo que carraspear para quitarme el nudo en la garganta.

Nico se da cuenta y me mira desde el espejo. Se fijan mis ojos en los suyos. Por un momento creo que así podríamos decirnos mucho.

—Perdón, la puerta estaba abierta...

Me interrumpe el pitido de mi reloj. Se hace muy tarde, estoy casi sobre mi hora de entrada. Cuesta decirle lo que quiero pero no hay tiempo para pensarlo más, en el apuro ni siquiera considero que capaz pueda terminar arrepentido.

—¿Cuándo te vas a la grabación?

Él todavía sentado se gira para mirarme directamente. 

—Pasado mañana, te dije.

Aguanto una risa, todo lo que diga tendré que guardarlo muy bien en mi memoria porque me parece que los reclamos por olvidos son lo suyo.

—¿A qué hora?

—No sé, a la mañana.

—¿Podés esperar un día más? —pregunto un poco esperanzado en que diga que no.

—¿Por qué?

Su cara no tarda en mostrar la sospecha. Sus gestos son sutiles, podrían pasar desapercibidos para cualquier otra persona. Cuando quiere mostrarse sarcástico lo hace muy bien sin embargo a veces pareciera que tiene miedo de delatarse.

—Tengo vacaciones del hospital y pensé que...

—¿Querés venir conmigo? —dice casi tropezando con su propio cuerpo para levantarse de la cama. De un salto está en la puerta con una sonrisa incipiente que empieza a escaparse de sus labios.

—Si no te molesta. 

—No —suelta un poco fuerte y después baja la voz. La sonrisa es ya inevitable y comienza a contagiarme—. No me molesta, te espero...

—Salgo de trabajar y al otro día nos vamos, pero andá a dormir temprano —remarcó y él asiente sin esperar a que termine de hablar—. No quiero que manejes desvelado, menos cuando voy con vos.

—Voy a dormir un montón.

Mi propia sonrisa se escapa con su promesa. De nuevo está demasiado cerca tanto que puedo notar el brillo en sus ojos que nunca dejan de ser hipnotizantes. Tengo que dar un paso atrás porque sigue creyéndose dueño de mi espacio.

—Estoy llegando tarde.

Un poco más lejos recuerdo que tengo un trabajo. Me despido lo más rápido que puedo con un «chau» apurado.

—Nos vemos —escucho a mis espaldas y suspiro sin saber bien porqué.

Vivo a unas cuatro cuadras del hospital así que corro esperando llegar a tiempo. Sin embargo en la salita del personal me recibe la jefa de enfermeras que pasará parte de esa guardia conmigo. La conozco hace mucho, está a poco de jubilarse y es con quién más charlo en las horas tranquilas. Su habitual cara de despreocupación ahora me mira con los ojos entrecerrados al saludarme. 

—Qué raro usted tarde.

—Son solo quince minutos —me defiendo pero siento su vista perspicaz en mi espalda mientras dejo mis cosas guardadas.

Cuando estoy a punto de silenciar el teléfono el sonido de una notificación destaca en el silencio de la sala. Abro el mensaje y me roba una sonrisa. Es una foto de Tina acomodada en la cama de Nico, al lado de su brazo, con solo dos palabras: «A dormir»

—No me diga que está de novio.

Alejo la pantalla cuando escucho la voz de la enfermera, viendo su expresión divertida tomo consciencia de que estuve con la vista pegada en el teléfono y una sonrisa de oreja a oreja. La miro un poco serio casi como si estuviera ofendido y le respondo con la confianza que nos tenemos:

—¿Qué dice? Si usted es mi novia.

Ella suelta una carcajada mientras se va y yo miro una vez más el mensaje de Nico antes de guardar el teléfono.

R: Holis, ¿cómo están? ¿qué les pareció el capítulo?💜

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