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2 [Caín y Abel]

"Contale sobre lo que sucede en tu vida"


~A tu vera,

siempre a la verita tuya,

siempre a la verita tuya.

Hasta que de amor me muera~

Me remuevo incómodo con la música y abro los ojos buscando mi teléfono hasta que me doy cuenta de que la melodía viene del balcón de mi vecina de abajo y entra por el ventanal de mi habitación que está a medio abrir. Esa es su canción favorita y estoy seguro de que la escucha todos los días, desearía que fuera otra, una que no me hiciera revolverme en auto compasión. No puedo quejarme, la señora Dina tiene ya más de setenta años, me trata bien y a veces me cuida a la gata cuando tengo que salir de viaje.

Intento levantarme pero el cuerpo me pesa más de lo normal después de una guardia de solo 24 horas, me estoy haciendo viejo. Quedo aplastado contra el colchón y cuando creo que me volveré a dormir escucho el maullido grave de doña Faustina o a veces tina o mi jefa o algún otro apodo extraño; la gata carey que me encontré a las seis de la mañana en un parque cerca del hospital a dónde iba a rendir, unos cuatro años atrás. Examen del cual me bajé para poder volver a casa con un michi minúsculo maullando sin parar en el bolsillo del delantal. Cuando la ví estaba al lado de un busto de Sarmiento así que el nombre me pareció adecuado.

Me levanto torpe y medio borrosa veo a una mariposa que se asentó en la red que cubre toda abertura del departamento para evitar que Tina juegue a la paracaidista. Cierro el ventanal y me voy al baño. Al salir busco mis anteojos pero antes de que logre encontrarlos alguien golpea la madera de la puerta principal con tanta firmeza que por un segundo dudo si no la tiró abajo también. Camino con el humor cambiado hasta la entrada y ahí en la mesita de las llaves están mis anteojos, estaba tan cansado ésta mañana que los debí dejar ahí y no me acuerdo. Aun miope abro la puerta del otro lado hay un fantasma o eso creo, se parece mucho al que me agobia en sueños.

-¿Abel? -preguntó embobado, me pongo los anteojos rápido para comprobar si realmente es él.

-No, Caín -dice con una voz diferente a la que esperaba con la burla implícita en una risita seca.

Lo veo bien y sé que no es Abel aunque podría serlo, se parece mucho. Una versión rejuvenecida, tiene el cabello del mismo color pero con un corte diferente, tiene tatuajes en el cuello, muchos, uno en forma de línea negra que le rodea la garganta. Anillos en los dedos y un buzo oversize con unas letras en blanco en cubriendo las mangas. Además es muy alto, me saca unos buenos centímetros y Abel nunca pasó del metro setenta.

Encuentro la respuesta en su mirada, en los ojos de un negro intenso que desde la infancia me miraron desafiante como si me odiara y al mismo tiempo parecía estar siempre cerca.

-Nico -se me escapa y me disculpo enseguida no sé si todavía le gusta ese apodo que muchos años atrás me pidió usar para hablarle.

-Fuiste uno de los pocos que me decía así, ahora es mi nombre.

Me quedo aturdido y sin pedirme permiso entra hasta la sala, al pasar a mi lado noto que de su hombro cuelga un bolso deportivo enorme y abultado. Se sienta en el sillón frente a la mesa ratona y deja el bolso sobre la alfombra, lo sigo todavía nublado hasta el living.

-Pensé que éste era el departamento de mi hermano -dice mirándome nuevamente con esos ojos hipnotizantes-. El encargado me dejó pasar pensando que era él, ¿te lo alquila?

-No, se lo compré hace unos meses, después de vender la casa de mi madre.

Al escuchar eso su mirada se vuelve apagada y me habla de nuevo con la voz carraspera.

-¿Doña Julia murió?

Me acuerdo de que mi vieja también le decía Nico y le preparaba chocotorta cada vez que con Abel venían a casa. Niego rápido para que no se asuste.

-Vive un par de pisos más abajo, compramos en el mismo edificio con la plata de la casa para no estar lejos. A ésta hora debe estar en su clase de yoga.

Veo la duda muy palpable, como un miedo escondido, creo que no quiere verla, le asusta quizás que ella no entienda, pero mi madre no es así.

-Se va a poner muy feliz de verte -digo y cuando lo veo bajar la cabeza agrego-, de verdad, te tiene mucho cariño.

-En algún momento la voy a ver, supongo -dice con una seguridad desbordante y me quedo descolocado unos segundos-, mi hermano me dijo que me podía quedar aquí.

Se tirá sobre el sillón con los brazos abiertos y me mira socarrón, como si eso fuera irremediable y su presencia en mi vida una constante desde ese momento.

-Abel no me dijo nada de eso.

-Me parece que hay muchas cosas que mi hermano no te dice, sobre mi transición entre otras.

-No, no me dijo, pero no creo que sea algo que debía decirme. Solo sabía que había vuelto a hablar con tu madre después de mudarse a Buenos aires.

Evito mirarlo, sabe que a Eloisa, su madre, no le tengo el cariño que él le tiene a la mía pero no dejo de alegrarme por Abel si ha decidido perdonarla. Por ambos ahora que se han reencontrado.

-No va a ser por mucho tiempo -alega después del silencio incómodo- Solo el necesario.

-¿El necesario para qué? -pregunto con pocas ganas de dejar que se quede pero inseguro de poder echarlo.

Se ríe despacito antes de levantarse y acercarse a donde estoy, se me pega un poco y tengo que abrir mis labios para respirar mejor. Su parecido con ese Abel veinteañero es aplastante. Me arroja al mar de sensaciones que no quiero padecer. Nico sonríe divertido y una de sus manos se alza en mi dirección. Entrecierro los ojos ansioso y me alejo agitado para evitar que me toque, como si de lo contrario no pudiese sobrevivir.

-¿Tantos años pasaron y todavía lo querés así? -habla y creo sospechar algo de bronca pero al final tiene el sabor de un reclamo convertido en burla-. Mi hermano ya va a ser papá y vos todavía estás enamorado de él.

-¿Sofía está embarazada? -pregunto con un nudo injusto en el centro de la garganta, recién entonces él se da cuenta de que yo no sabía nada. Primero parece arrepentido pero después me mira con algo de lástima.

-Y se supone que es tu mejor amigo...


💜¿Qué te parece Rafael? ¿Y Nico?💜

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