Capitulo 1. El camino a seguir
1 de Julio de 1911.
Oaxaca; Valles centrales.
Caminaba, arrastrando los pies, el camino de tierra no era amable, caminaba un hombre vestido con camisa y calzón de manta tan desgastado al punto de haberse tornado un ámbar pálido deslucido, al lado suyo se agrupa un rebaño de borregos y cabras de vellones blancos y marrón , todos chamuscados por el café pardo del polvo que se levantaba, de repente sintió que algo lo envestía por su costado derecho, era el negro, el más necio de los chivos siempre que lo veía no podía evitar pensar en que era igual que su dueño mientras lo apartaba con una patada.
–Felipe... llegaste – dijo un hombre bonachón con un pantalón de tela color negro y camisa de manta, que le saludo desde la sombra de un árbol en aquel camino de tierra, junto a él había un recipiente de vidrio que despedía un olor dulce y familiar.
–compita ¿Qué haces aquí? – Felipe se detuvo dejándose rebasar por el rebaño de equinos, llevo su índice y su pulgar a la boca y silbó fuertemente, el rebaño se detuvo y los perros que se habían adelantado regresaron de manera frenética hasta los pies de su amo.
–Venía a buscarte Felipe– le dijo mientras con un gesto de la mano le invitaba a sentarse junto a él.
–Y... para que soy bueno compita– Felipe se sentó al lado de su amigo
– Nos llaman de la junta, la política – dijo muy serio.
– ¿Por qué? – dijo Felipe sin mucho interés, secándose el sudor de la frente y acomodándose el sombrero.
–Ya mero es hora de las elecciones– dijo después escupir algunos grumos y rascarse la delgada barba.
– ¿Qué? – dijo Felipe con incredulidad.
–Sí, el 7 en Ocotlán– le dio un trago largo a la botella de vidrio que tenía a su derecha.
– ¡y ahora qué! Ahora que le toco, ¿para qué vienes? ¿Vamos a votar de a otra vez? Eso... eso puro tiempo perdido– dijo Felipe mientras se secaba el sudor de la frente con su viejo pañuelo.
–no, creo que nos vamos a poner a votar otra vez, nos están regalando tiliches, tlacos y pesos para que vallamos a la junta, a mi me dieron dos botellas de pulque y una de mezcal y... ¿adivina? –
–En serio, porque no me dijiste guindo– dijo Felipe riendo y sin tomar muy en serio a lo que su compadre decía.
–Felipe, te deje la razón con una de tus hijas, así que ni te quejes tío – Guindo jalo su costal que se veía lleno y saco otra botella con un galón de liquido oscuro y espumoso, lo coloco cerca de Felipe –mira... te compre algo para ti, quiero que mañana me acompañes, seguro nos dan algo más–
Lo que Felipe no sabía era que Hermenegildo, Guindo para sus amigos, se había puesto de acuerdo con uno de los promotores políticos que lo había contactado, el trato era simple, por cada hombre listo para irse a votar el recibiría 6 pesos el equivalente a 15 días de trabajo duro desde el amanecer hasta la media noche, apenas llevaba 3 y con otros 50 más podría pagar por fin lo que le debía a la tienda de raya de San Martin, jamás paso por su cabeza que cada hombre que convencía, seria engañado para un fin político.
Felipe tomo el galón y le dio un trago aun más largo que el que su compadre le dio momentos antes, no había bebido nada desde que salió temprano en la mañana de su casa y el calor del medio día lo había colmado desde hacía ya horas, para su mala suerte un coyote se había muerto en el estanque que se encontraba de camino, el animal murió ensangrentado con los ojos abiertos y Felipe fue lo último que vio antes de hundirse y contaminar definitivamente el estanque.
Debido a este incidente Felipe regreso por el mismo camino para tomar un rodeo y aprovechar a llevar a pastar al rebaño al otro lado del cerro –tengo que entregar el rebaño al anochecer si llego antes, el ojete de Camilo, no me paga otra vez–
–Mira, mira le dices a tu familia que arreen a los chivos y regresamos con dinero y comida para tus hijas, solo tienes que presentarte tío– dijo guido de manera entusiasta cual vendedor que ya tiene una venta en sus manos.
Felipe guardo silencio incómodamente, mientras guindo continuaba hablando –mira tío sacamos algo, – dijo mirándolo directamente.
Felipe tomo un trago – El Camilo no me quita los ojos de encima, (se sintió preocupado y dio otro sorbo) si no me pagan no comemos, ya dice que le debo 200 pesos a la mentada tienda – dijo con tristeza mientras fruncía en seño.
– ¿Tanto?– exclamo Hermenegildo.
– ¡200 pesos al chucho y al marrano! – Felipe se ataco de risa y agarro con su mano un puño de tierra color cargo y café que el viento se llevo, su compadre se le unió con una risa igual.
Hermenegildo medito, lo que Felipe había dicho antes de contestarle –mira dile a tu doña que mande a las chamacas–
– ¡No!– Felipe respondió fríamente, mientras acariciaba a su perro de color café llamado Canelo.
– ¿Por qué no? – replico Hermenegildo, mientras discretamente sacaba un volante, se lo mostro ha Felipe el cual con casi gruñendo le contesto – no – antes de continuar bebiendo, Felipe suspiro y dijo –Todavía preguntas compita, mis hijas todavía son nenitas, no van a poder; y si me escapo un día Camilo y los zoquetes de los uniformados van, a ir mi casa y me van a partir la cara–.
Al terminar de decir aquello Felipe le extendió la mano con la botella de galón ya vacía, entregándosela en mano a su amigo –gracias Hermenegildo cuanto te debo– este se incorporo, silbo y el rebaño de equinos quien se había dispersado por los alrededores volvió a seguirlo.
–No es nada compadre los regalos no se cobran– dijo Hermenegildo mientras tomaba la segunda botella.
Ya con un poco de distancia entre ellos Hermenegildo gritó –10 pesos tío Felipe, nos dan 10 pesos solo por ir– este se volvió y dijo – ya veremos guindo–
Hermenegildo – ¿será que lo convencí? –
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Felipe llevo a continuo su camino frente al rebaño, después de una ardua caminata de un par de horas, por fin encontró la sombra de un árbol, donde tumbarse a descansar y se dejo refrescar por la brisa, la caminata había sido lo más difícil, pero ahora estaba sentado, podía quitarse sus huaraches, sentir la hierba que había crecido.
La pradera se teñía de verde, no solo las lomas y cerros, si no la punta de las montañas ahora tenían más vida que antes, pese a la escaza llovizna que cayó la noche anterior, algunos árboles se agrupaban formando una cúpula verdosa natural contra los rayos del sol, que el aprovechaba ahora, siempre vigilando al rebaño, contándolos una y otra vez, asegurándose que ninguno se aleje demasiado, estando atento en caso de que los coyotes ataquen.
¡PUG!, se escucho un disparo a lo lejos,¡ PUG!, otro disparo y otro, después una tanda de 6 disparos el rebaño se asusto, de no ser por el perro de color negro "lobo" y uno café claro el "canelo", que lo ayudaron a mantener al rebaño tranquilo, Felipe como pudo, amarro a 6 con la cuerda que traía encima.
–mendigo chivo negro no seas cabron... déjate amarrar– pujo mientras hacia un nudo, pues fue el que más problemas había dado después de escuchar los disparos, se acerco y acariciando a los borregos.
–ya, ya, tranquilos, ya sosiéguense– no le quedaba cuerda y esto era lo mejor para controlarlos
Casi había pasado un cuarto de hora cuando escucho un jadeo se volvió y miro un coyote famélico que salía de entre los árboles.
Al ver el rebaño inicio una carrera fatal, mientras los perros aguardaban ladrando, Felipe no perdió el tiempo y tomo una piedra que le lanzo con todas sus fuerzas, le dio justo en el ojo derecho, el animal gimió de dolor, y los perros se lanzaron a su encuentro.
Gruñendo y mordiendo al coyote que respondió enloquecido por el rabioso ataque.
Justo cuando el coyote se había librado de mordida del perro negro, este... ¡PUG!, la bestia chilla, por el golpe contundente que Felipe le había dado con su palo tipo garrote, repitiendo una y otra vez mientras el negro lo sostenía del cuello y el canelo de la pata trasera izquierda.
¡PAM, PAM!, se escuchan dos tiros al aire, que asustan a los perros quienes sueltan a los coyotes y empiezan correr.
El animal cayo ensangrentado y moribundo.
–¡Pipe! ¿Qué haces aquí? – de entre la maleza donde surgió el coyote, ahora surgía, un viejo conocido, Francisco que sostenía un rifle de palanca Winchester
–Buenas tardes fe...li...pe– dijo con desdén el hermano de francisco surgió de la maleza Guillermo, mientras tenía en su mano izquierda una pistola, ambas armas aun calientes.
Este le respondió sin disimular su descontento por su presencia –buenas tardes... Dios los bendiga–
Francisco –¿Qué hace tu aquí? ¿Que no ibas a pasear al rebaño cerca del pozo de Agustín Magañas?
– el canelo ladro, ha ambos hombres, inmediatamente lo siguió su hermano el lobo, ante esto Guillermo apunto con su pistola a canelo, mientras exageraba sus gestos y su intención asesina.
Felipe grito mientras se interponía –¡hora que vas a hacer pelado, porque le apuntas a mi canelo y mi lobo!–
Guillermo sin dejar de apuntar le contesto –haz que deje de fregar ó lo voy a quemar–
Pasaron dos segundos y Francisco volvió a ver a su hermano diciendo –no seas ojete, ¡anda! – Guillermo bajo el arma y se soltó a reír –no escames Felipito, no era en serio–
Felipe sin quitarle los ojos de encima saco su cantimplora hecha de una calabaza resecada, le dijo a Guillermo – ¿también mataron a otro coyote? Me lo encontré en el pozo del terreno de tío magañas, el animal se cayó ahí–
Francisco escucho atentamente y contesto –desde anoche unos coyotes se metieron al gallinero, se comieron 6 de mis ponedoras, mi Petra, lloraban mis ponedoras, así que salimos a cazar a los coyotes, esos pinches animales ya nos fregaron con la comida, vamos a tener que comprarle a la tienda de la mina–
Felipe recordó algo y le dijo a su amigo –oye ¿Por qué no te lo llevas al pueblo? –
Francisco – ¿Cómo? –
Felipe –así como lo hacia el tío Camilo antes ¿te acuerdas? – los dos hermanos asintieron interesados.
Francisco sonriendo dejando ver que le faltaba el incisivo derecho –si me acuerdo, les vamos a llevar al animal muerto y nos van a dar propina porque matamos al coyote que mata a sus animales. –
Felipe –no bruto, lo cuelgas en tu casa, como se hacía antes–
–Mira a quien le dices bruto Pipe– respondió jocoso Francisco
Guillermo intuyendo que su hermano se pondría a platicar con su amigo se acerco al coyote moribundo y si mas le disparo, ahora tres agujeros que asomaban en su costado y el animal por fin murió.
Francisco molesto porque los disparos lo tomaron por sorpresa le grito a su hermano –¡oye avisa no seas animal!–
Platicaron un rato antes de irse francisco le dijo – bueno compadre nos vemos en el baile, lleva a tu señora, o seguro que agarra a sartenazos– Felipe le lanzo un piedra que le dio en el trasero mientras su compadre le decía en tono burlón.
–jajaja... asi fueras con Maria.
Hasta Guillermo quien tuvo en ceño fruncido desde que vio a Felipe se moría de la risa.
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Así al atardecer se dirigió al pueblo, San Martin es una bocanada de aire con sabor a ladrillo sin coser, secos y un sabor árido en sus calles, todo el aire había cambiado gracias a la mina y el pueblo que crecía pero, quien lo sabría en ese entonces la que se avecinaba.
A pesar del calor de la tarde, el fresco hacia salir a quienes aguardaban a la noche para hacer lo que habían esperado todo el día, le gustaba ver a la gente llenando las calles, saludar a sus conocidos a los que apreciaba ó desagradaba, el trataba de no dar mucha importancia a los viejos rencores, sabía que eso le había ganado una reputación de recto pero simplemente ese era su carácter ni más ni menos.
A pesar de que era temprano para la misa, la calle entorno a la pared trasera de la iglesia estaba casi llena, pero su camino y siguió sorteando algunas personas malhumoradas y otras de aspecto cansado con sus herramientas en la espalda que salían de la mina, de repente, todos guardaron silencio y se escucho que alguien alzo la voz.
–Ahora si la van a pagar– grito de manera tan fuerte que se daño de la garganta, era Samuel un amigo que trabajaba en la mina.
Otro hombre con un chaleco negro y una camisa blanca muy percudida –vamos ¿Dónde nos reunimos?– dijo a un grupo de no más de 35 personas.
Alguien más que Felipe no alcanzo a ver – ¡viva Madero! ¡Viva! ¡Viva la revolución! –
– ¡Viva! – grito la muchedumbre al unisonó.
– ¡viva la revolución! – dijo de nuevo el hombre de camisa blanca y chaleco negro.
– ¡viva! – siguió gritando eufóricamente llenando el ambiente de ánimo.
Felipe observo la escena, paso de largo sin quitar los ojos de la multitud, cuando se encontró a Manuel su sobrino, el otro arriero que se encarga del otro rebaño, –tío Felipe ¿Cómo estás? –
Manuel era un hombre de 18 años el cual había empezado a trabajar desde que tenía 9 años y desde hace 4 años vivía en la casa Felipe.
Ambos se reunían siempre a esa altura de la calle para entregar el rebaño a Camilo juntos e ir juntos de regreso a casa, pasaron, por el altar de la virgen de la soledad, ambos se persignaron así como casi todos los que pasaron por ahí.
Camilo era un caporal que había sabia elegir bien con quien asociarse y con quien congraciarse, este se había asociado con un tipo llamado Daniel Quiroz Cícero, quien era a su vez un empresario e inversor de la mina.
Al llegar a la finca la "la Hermosa", Felipe y Manuel sintieron pesadez en los hombros y los pies adoloridos aunque hablar con Camilo era más desagradable que unos pies adoloridos.
Guardaron a los animales, ambos rebaños y encontraron a los peones que allí trabajaban algunos descalzos y otros sin camisa, pero todos agotados y sudados aun permanecían en la finca.
Este sitio se había construido de adobe y teja; esta formaba una herradura que a su vez estaba rodeado por un muro de adobe de 2 metros, la segunda casa más grande del pueblo.
Camilo estaba en el potrero con una botella de vidrio en la mano derecha, y ofrecía de manera insidiosa a los mozos que lo acompañaban, habían sacado 4 sillas de madera, al pasar les miro sonriendo alcoholizado – ¡he! ustedes indios, guarden rápidos esos borregos y se así para tomar–, esto incomodo mas a los dos, pues jamás se había invitado algo a sus peones, así que se apresuraron a guardar el rebaño en el potrero.
Miguel quien seguía extrañado por lo que acababa de ver, no pudo contenerse más y le dijo a Felipe – ¿a este fulano que le paso?–
–no se hijo, quizá la Adelita por fin se las dio– dijo Felipe a lo que Manuel contesto con tono burlón.
–Vas a creer...– quedándose con una sonrisa socarrona.
Manuel preocupado dijo pensativo –así con todo lo pedo que esta no... ¿nos va a pagar? –
–Nos tiene que pagar, nos dijo que lo haría el día de hoy– contesto Felipe levantando una ceja.
–Es mejor que se vayan– ambos volvieron la mirada hacia la puerta, una mujer mayor de edad, complexión mediana que apareció vestida con blusa sencilla de color morado y falda larga.
–doña Gladis buenas noches tenga usted– dijo Felipe de manera cordial dibujando en su cara un semblante neutral.
–Buenas noches doñita– dijo Manuel un poco más cohibido.
Doña Gladis con una lámpara de petróleo en mano, siguió hablando mientras se recargaba en la pared parecía cansada.
–esta así desde el medio día que vino don Quiroz con un telegrama, dijo que ya no tenían de que preocuparse, ambos no paraban de reírse y brindar una y otra vez, un rato después la esposa de don Quiroz mando a llamar a su esposo con un peón, pero mi hijo se siguió de largo– dijo la señora obviamente molesta con su hijo.
– ¡huy! ¡Ya! – Dijo Manuel perdiendo la compostura –esta hasta las chanclas– volteo a mirar Felipe quien contenía la risa mientras miraba por la ventana los desmanes del borracho de su jefe.
–imagínate todo el mendigo día tomando– Doña Gladis lo miro con desdén, ambos lo notaron, todos sabían bien que esta señora solía ser rencorosa, que odiaba estar en el pueblo y que de vez en cuando se daba sus baños de pureza–
Felipe no pudo evitar pensar – ¿Qué sería lo que le alegro tanto? No debe ser nada bueno pues este tipo le encantan los chismes sobre desgracias ajenas –
– ¿Qué dices le decimos algo? – dijo en voz alta Manuel
– ¿será que no? – Contesto doña Gladis mientras buscaba algo en su bolsillo, el cual con una mano lo pulverizó sobre su taza de café el cual sorbió rápidamente y de manera discreta.
Felipe miro la escena en el potrero mientras azoraban las carcajadas, mas de los mozos, peones y algunos mineros se acercaron, a lo que Camilo mando a traer más botellas de cerveza, pulque y agua ardiente que estaban en la despensa
– Voy – grito una de las mozas mientras el bailaba torpemente con otra y tropezaba para terminar en el piso.
Tio y sobrino se miraron, ambos sabían que el jefe era capaz olvidar su pago sin ninguna pena, pero pensaron que esta vez y con el ambiente quizá les pagaría sin excusas baratas como siempre lo hacia
– Yo te acompaño tío – dijo Manuel poniéndose firme.
Ambos se dirigieron allá, así con Manuel al lado llegaron donde estaban los borrachos – deja yo hablo– dijo Felipe.
– Buenas noches don Camilo – dijo Felipe con respeto pero con firmeza.
– Felipito entradle hay chupe– dijo con vos torpe y comenzó con palabrería incontenida
– he... y brindemos, hoy todos mis problemas se han ido, si, y nadie me puede decir que no soy esplendido con los indios, creía... que ya no más – le dio otro trago con el cual se acabo la botella oscura que sostenía
– he, he , he no te creas – dijo el borracho mirando a un lado y arrojando su botella tan lejos que no alcanzo a ver donde termino– oye... quien me la movió,(se rio a carcajadas) así no se vale, en fin, Carmen tráeme otra, mejor otra para todos–
–muchas gracias pero lo que yo quiero comunicarle patrón es hoy nos paga – todos quedaron estupefactos, pues todos conocían el carácter de Felipe; todos se miraron unos a otros mientras Camilo se reía atolondradamente de nuevo.
– Oiga, si ya páguenos– dijo un peón al lado de Camilo, casi tan borracho como el caporal.
–Si don Camilo ya mero se acerca la fiesta del santo patrón del pueblo– dijo una mujer con el cabello recogido en una trenza.
– Ándele don Camilo– dijeron protestando el grupo de borrachos que comenzaron a replicar de manera burlona.
Contrario a lo que cabria esperar el caporal sonrió desenfadado, miro de reojo al tipo a su izquierda y le ordeno
– Tráeme mi bolsa de cuero al lado de la cama– el hombre un poco sorprendido no respondió – ¡pero ya! – grito empujándolo, este se apresuro corriendo a la recamara de Camilo, –Sin revolver nada pendejo – volvió a gritar iracundo, se volvió hacia Felipe regalándole una sonrisa maliciosa.
Eso dejo inquieto a Felipe pero Manuel no podía disimular su alegría, el día de pago siempre lo emocionaba aun rara vez recibía dinero de verdad, solo monedas, más bien dicho piezas de metal sin ningún valor salvo en la tiendas de raya de san Martín y otras pocas.
Camilo sostuvo el morral y vacio unos tlacos al piso gritando – ¡aquí esta, aquí esta! – Entonces sin más Camilo arrojo el morral unos metros por detrás de Felipe y Manuel, la mayoría de los peones se lanzaron al suelo en busca de las monedas; Manuel estuvo a punto de unírseles, pero Felipe lo detuvo y le dijo muy serio mirándolo a los ojos –no, nos merecemos esto... Vámonos–
–Camilo en tono burlón –A donde van gente, esto es lo que querían ¿no? –
Conteniendo la ira y sin quitarle los ojos de encima, pues temía que le lanzase, un golpe a traición y sobre todo, no demostrar que había logrado enojarlo, no quería darle el gusto a Camilo, –hasta mañana, que Dios lo cuide– y se encaminaron a salir de allí.
Los otros peones se reían de manera estrepitosa, como si les diera un ataque, pues era la primera vez que les pagaban tanto aunque fuesen monedas con cero valor fuera de su pueblo.
Al ver que dos de sus peones se alejaban, es te se molestó y se puso de pie, al verlo Felipe aceleró el paso, pero Manuel sacó un puñal de su morral un poco más grande que su mano abierta, y lo escondido detrás suyo mientras daba la cara sin decir, una palabra, cuando de repente sintió que arrebataban el puñal, se volvió y era su tío Felipe, quién lanzó el arma hacia la maleza que crecía al lado del camino, los más lejos que pudo mientras le gritaban a todo pulmón mientras alaba de su brazo desarmado
–¡pícale, ándale, condenado chamaco! – y ambos de echaron a correr.
Rápidamente Camilo perdió el interés en los dos arrieros que no querían ser parte de su juerga y continuó.
Felipe apresuró el pasó, –mendigo chamaco pendejo, que... ¿Qué chingados ibas a hacer? ¿Qué pensabas idiota? – mientras lo empujaba a sombrerazos.
–tío, perdón, ¡ya no soy un chamaco! ¡No era en serio! ¡Tenía miedo! ¡y tenia coraje por lo que nos hizo! – Manuel tomo distancia protegiéndose con ambos brazos.
– ¡anda vámonos! – dejo de golpear a su sobrino, y se en camino a una vereda
–ese no es el camino tío– vamos a hablar con mi compadre.
–Cállate chamaco idiota–
ESTA ES UNA DE MIS HISTORIAS FAVORITAS PUES ES UNA HISTORIA FAMILIAR
LA REVOLUCIÓN FUE MAS QUE GRANDES BATALLAS Y CAUDILLOS Y "HÉROES"
TAMBIÉN FUE LA LUCHA DIA A DIA DE GENTE COMUN COMO TU Y COMO YO
SI TE PREGUNTAS QUE DIFICULTADES... ESTA HISTORIA TE VA ENCANTAR
EN FIN ACOMPÁÑENME UN MOMENTO A RECORDAR LAS ADVERSIDADES Y SUPEREMOS JUNTOS LAS PRESENTES COMO LAS PASADAS.
COMENTEN QUE OPINAN...
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