Un mal día
...
Desesperado, Renard cerró la puerta tras de sí y tras dar solo un par de pasos, ya sin fuerzas, cayó apoyado contra el muro. No podía respirar, mucho menos pensar, lo único que tuvo sentido en su cabeza fue decirle a la mujer que le pertenecía por designio divino a alguien más, que por favor no se alejara. Sabía que había cometido una estupidez y posiblemente un pecado contra dios al arrastrarla junto con él a esa cripta abandonada, pero si dios se lo permitía, al menos deseaba no ser el puro y altruista hombre que todos conocían, por una vez quería volver a ser Renard De Castella, solo el duque de Castella, no más el apóstol de Saint Germain. Y de ser posible... solo Renard.
—Ven, por favor —rogó el duque extendiendo una mano en la oscuridad de la bóveda—. No te alejes, te lo ruego. Juro que no haré nada para denostar tu honra, asi es que, no me rechaces, solo hoy, solo ahora, no me apartes, Lionette.
Todo su cuerpo ardía febril, las marcas de la «mano de dios» se habían expandido desde su mejilla derecha a todo su cuerpo. Sin un «guía», un apóstol tan cerca de la divinidad como Renard se consumiría a sí mismo por la corrupción acumulada. Que alguien como él terminara en tan deteriorado estado solo podía significar que su guía lo había privado de purificación por más de medio año, si es que no más. Eso era algo que Lionette sabía muy bien, tan bien como el hecho de que el duque de Castella era conocido por negarse a la purificación de su guía, Sarah Viesca.
—¿Por qué hace esto, duque de Castella? —preguntó Lionette, inexpresiva, como siempre lo había sido—. Su guía y mi apóstol nos encontraran, es imposible romper el vinculo divino que nos une a ellos, eso lo sabe.
—Lo sé. La mujer a la que la iglesia encomendó mi cuerpo me ha perseguido incluso hasta la guerra. Pero es más fiel a su deseo de lo que es a su deber. Esa mujer... está más interesada en poseerme que en... —Entre jadeos Renard sintió como sus órganos se aplastaban, tosiendo sangre, no pudo decir más si quería seguir respirando.
Lionette lo veía, el duque de Castella se desvanecía lentamente frente a sus ojos y, aunque no podía sentir nada debido a su complexión, de alguna forma, compartía su dolor. El apóstol de Saint Germain moría. Frente a tan lamentable realidad, se compadeció de él. No podía traicionar a su propio apóstol, pero podía intentar aliviar su carga.
De pronto.
¡Paf! ¡Paf! ¡Paf!
Se escuchó el retumbar de la puerta de la bóveda al ser golpeada incesantemente por el apóstol de Lionette, Silas Ellis, y la guía del duque, Sarah Viesca.
—¡Lionette, estoy aquí! —se escuchó la voz de Silas—. ¡He llamado a la guardia, no tardaran en llegar! ¡No te acerques al apóstol de Saint Germain, ha enloquecido por la corrupción!
—¡Renard, esto es un suicidio! —gritaba Sarah—. ¡No puedes abandonarme así, morirás sin mí!
Aun cuando los golpes en la puerta no se detenían y la voz de su apóstol le ordenaba alejarse de Renard. Ella no escucho y quitándose uno de sus guantes se acercó lentamente para tocar su mejilla, su toque no haría mucho por él al no ser su guía, pero solo quizás podría darle esperanza y retrasar el reloj de arena en el que se había transformado su vida. Sin embargo, antes de que pudiera tocarlo Renard reaccionó y, sujetando su brazo, se negó a su lástima y la envolviéndola en la manta que lo cubría, la abrazó evitando el contacto directo que lo aliviaría de su sufrimiento.
—No quiero tu guía.
Renard se extinguía, aun así, su cordura permanecía intacta. Si había algo que la corrupción no había tocado, eso era su mente.
—No es eso lo que deseo. Lo que quiero, nadie puede entregármelo —forzando cada palabra—. Sabias, Lionette, que desde el primer momento en que nuestras miradas se cruzaron, lo supe, que moriría así.
Ya no quedaba mucho tiempo, el apóstol lo sabía, su cuerpo, se quemaba desde dentro. Sus ojos ya no veían nada.
—Y prefiero morir aquí para que mi alma vuelva con dios a ser tocado por esa mujer una vez más.
—¿Por qué?
—Porque me robaste el corazón, Lionette —la voz de Renard temblaba, había guardado ese secreto durante 8 largos años y finalmente podía decirlo en voz alta—. Te amo, Lionette, pero no puedo ser tuyo, le perteneces a otro hombre y yo, jamás podré sepárame de la hija de Viesca, no en esta vida. —Las lágrimas de Renard se deslizaban sutilmente por sus mejilla hasta su barbilla, dejándolas caer en el hombro cubierto de Lionette —. Asi es que solo tengo una petición para ti, quédate a mi lado hasta que me vaya, moriré en paz si solo por este momento puedo fingir que soy tuyo.
Lionette no fue capaz de reprochar una sola palabra, solo se limitó a escuchar y mantenerse inmóvil mientras sentía como el corazón del apóstol se rendía frente a su inevitable destino al ser tragado por la corrupción. Él no deseaba guía y ella no podía guiarlo sin romper su pacto con dios, había sido la decisión del duque, tras una vida de intachable servicio, morir egoístamente sosteniendo entre sus brazos a la única mujer que amó. Y ella lo permitió.
Así fue como el hombre más noble y codiciado del imperio pereció. Impotente y marchito fue encontrado en la bóveda más profunda de la cripta de la catedral de Saint Germain, con la guía de otro apóstol como testigo de su última voluntad. No hace falta decir que cuando el imperio dio partido de su muerte y se revelo que había sido un suicidio, un sin fin de miradas recriminatorias fueron dirigidas hacia Sarah y toda la casta de Viesca. Se le acusaba de haber provocado la muerte del duque que estaba a la altura de un santo. Y hubieran sido excomulgados de no ser por Lionette que testifico frente a la iglesia los últimos momentos del duque.
—El duque de Castella deseaba la muerte, se negó a la purificación de su guía por esas razones.
—¿Cómo puede asegurarlo? —recriminó el juez.
—Me lo dijo. El duque y apóstol Renard De Castella deseaba la muerte porque no toleraba vivir unido a Viesca, no porque la guía Sarah no cumpliera sus funciones. El duque fue bien conocido por llevar su corrupción al límite en vida.
—Aun así, que un hombre tan devoto desafiara la ley más preciosa de dios sin un motivo ulterior es imposible de creer.
—Tenía uno —Lionette dudo por un momento, pero finalmente lo dijo—. Renard De Castella amaba secretamente a una mujer al punto de preferir morir antes de aceptar a la hija de Viesca.
—¡¿Qué?! —exclamaron todos en la sala.
Esta revelación fue la comidilla del continente, el gran duque de Castella había muerto por amor. ¿Quién lo creería? Un apóstol tenía prohibido amar pasionalmente, todo su amor debía ser filial, como el de dios. Esto hizo ver a Renard de Castella como un hereje y un mártir al mismo tiempo, era pecado desear a una mujer, era pecado atentar contra su propia vida, pero también había exterminado su propio pecado al entregar su alma a dios en la soledad de su sufrimiento, como los flagelantes. A la vez, la casta de Viesca paso de culpable a víctima, todos se compadecieron de la guía del duque, Sarah Viesca. Y, aprovechando la atención, sin un solo deje de reparo, apuntó a Lionette como participe de la muerte del duque. Y tras una lluvia de cuestionamientos, tales como: Si la puerta de la bóveda estaba cerrada por dentro, ¿por qué no la abrió en cuanto el apóstol Silas y la guía Sarah llegaron? ¿Por qué se negó a las órdenes de su apóstol? ¿Por qué no le ofreció guía al moribundo duque de Castella? ¿Por qué no abrió la puerta hasta después que el apóstol muriera? ¿Por qué el apóstol la escogió?
Y la más cruda de todas: ¿Era usted la amante del apóstol?
Por su puesto, Lionette no respondió una sola pregunta, ni siquiera a su apóstol que la miraba como si lo hubiera traicionado a pesar de que su vínculo permanecía intacto. Ella simplemente guardo silencio e inclino la cabeza.
Silas, por otro lado, se dejo cegar por el llanto fingido de Sarah, y obligó a Lionette a romper su vínculo.
Como una guía abandonada, Lionette perdió el apoyo de la iglesia y fue enviada al campo, tan lejos de la capital como pudieron para acallar los rumores de su relación con el fallecido duque de Castella. Tras un mes en la nueva capilla siendo despreciada por las novicias, las monjas, el padre y los pueblerinos, Lionette comenzó a pensar en aquel hombre que la abrazo mientras sufría. Pensó en él durante 8 meses, y en el aniversario de su muerte pidió a su dios un último deseo.
—Deseo ver a ese hombre, deseo unirme a ese hombre a tu lado antes que permanecer aquí. Ahora lo entiendo y comprendo que si alguna vez fui amada en este mundo, fue por ese hombre. Dios mío, te lo pido, llévame contigo o devuélvelo a mi lado, juro que no lo dejaré morir tan cruelmente ni le permitiré vivir en la desgracia. ¡Dios mío, por favor! Dame una nueva oportunidad para que los injustos paguen por sus pecados y los puros se eleven bañados por tu gloria.
...
FIN TEMPORADA 1
Nota del Autor: Nos vemos devuelta en la Temporada 2 en marzo 202X.
...
Lexis acababa de terminar la primera temporada de la web novel que su hermana menor le había recomendado para su artículo mensual. Y después de darse el trabajo de leer todos los 60 capítulos, su hermana le preguntó:
—Y hermano, ¿qué te pareció? —toda emocionada.
Cualquiera que no fuera un graduado de literatura clásica trabajando para una importante revista literaria y como editor de una gran editorial como lo era Artica se habría limitado a sonreír y decirle amablemente a su hermana que era una gran historia, pero que al ser una web novel de un autor desconocido no había forma de publicar un artículo en una revista como La Pluma en Tinta. Pero Lexis no era bueno quedándose callado cuando se trataba de literatura, y mucho menos luego de mamarse 60 capítulos de la novela más cursi, cliché y sin sentido que había leído nunca antes. Era imposible.
—Lissy, ¡esto es una estupidez! —le dijo por teléfono—. ¿Cómo pretendes que le recomiende esto a mi jefe para un artículo literario? Los personajes son planos, la historia es un cliché y todo se trata de vender al protagonista como un tipo sensible que hasta el final se sacrifica por amor. ¿Y sólo va en la primera temporada? Los giros que se vienen son obvios, o el prota revive o la protagonista femenina retrocede en el tiempo. Además, todos compadeciendo y enamorados de Renard, cuando no hizo nada más que puras estupideces. Sus decisiones no se basan en la lógica, solo toma salidas apresuradas justificándose con que debe proteger a su familia. De verdad, si su "dios" lo quisiera tanto, te aseguro que no lo haría pasar por todo eso. Otra cosa, toda la narrativa nos llena la cabeza con la idea de que los Viesca son los malos, pero ellos solo sacaron partido de la vulnerabilidad del joven duque, algo usual incluso hoy en día, y Sarah no es una santa, pero tampoco una villana, ósea, cualquiera que hubiera sido echada de su casa por no cumplir con los estándares familiares se aferraría a un matrimonio con un duque y haría lo que fuera para mantenerlo si eso significa su supervivencia —monologó Lexis sin parar—. Ahora, Lionette, puede que sea el peor personaje de todos junto con Renard. El autor se aprovecha de su falta de emociones para dar por sentado la mitad de la trama. Es aburrida y de pareja con el sufrido de Renard, no me sorprende que el autor quiera forzar un Romeo y Julieta matando a los dos. Por eso odio las web novel, como si cualquiera con una computadora pudiera escribir.
—¿Cómo dices eso? —reclamó Lissy— ¡Renard es perfecto! No es su culpa que los Viesca se aprovecharan de él después de perder a su hermano, además, Sarah es una puta.
Ambos hermanos se quedaron discutiendo por cerca de una hora y media hasta que Lissy se enojó por lo comentarios crueles de su hermano y colgó.
Lexis, por otro lado, solo se lamentaba de haber perdido tanto tiempo en una historia tan mal escrita. Lo único que salvaba de ella era la idea del emparejamiento divino de los apóstoles con sus guías. Fuera de eso, era todo muy lamentable. Sumándole las escenas de pago para leer páginas y páginas de sexo explicito en las que solo abusaban de Renard. Como hombre, hería su orgullo.
—Solo a adolescentes de 13 años fanáticas de los doramas y los fanfic les gustaría esto. ¿Cómo no le da vergüenza recomendarle esto a su hermano?
Bajando la pantalla de su computador, se echó para atrás en la silla de escritorio y cerrando los ojos, meditó en silencio. Quizás había sido demasiado duro con su hermana, después de todo estaba en esa edad en donde mientras el tipo sea apuesto, es bueno. No era su culpa que la autora fuera una iletrada. Tras un largo suspiro pretendió levantarse y enviarle un mensaje de voz a Lissy disculpándose, pero antes de que pudiera moverse, algo en su silla crujió y en un parpadeo, cayó de espaldas al suelo, partiéndose el cuello.
Su alma salió de su cuerpo en una inevitable y cinematográfica escena, y cuando entro en razón de lo absurdo de todo, estaba flotando entre nubes escuchando las chillonas quejas de una voz femenina.
—¡¿Iletrada?! —gritaba histérica—. ¡¿Cómo se atreve este flacucho a criticarme así cuando él nunca ha escrito nada original?! Siempre hay haters como este, pero esto esta más allá de los límites, hablar mal de mi pobre Renard.
—¿Renard? —dijo Lexis mientras flotaba—. Si estoy muerto, por favor, al menos dime que mi infierno no es escuchar hablar de ese patético de Renard De Castella. ¡Dios! Estoy harto de esa web novel.
Un silencio, previo a la destrucción se escuchó, pues Lexis, sin saberlo, le pedía al mismo Dios a cargo de decidir el camino de las almas, que dejara de hablar de la patética web novel que el mismo Dios había escrito como base para su nuevo mundo.
—¡Tú, bastardo! —Gritó Dios—.¿Cómo te atreves a decir que mi pobre Renard es patético?
—¿Eh? —dijo Lexis confundido— ¿Es esto una prueba o algo?
—¡Renard es perfecto! Tanto que incluso llora bellamente. ¡No hay hombre más perfecto en este mundo o en cualquier otro!
De seguro que no estaba muerto y solo era un mal sueño, porque sentía que la conversación con su hermana se repetía de nuevo. ¡Todos siempre a defensa de Renard! El protagonista que sustenta toda la trama basado en que es lamentable y estúpidamente atractivo.
—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! Ya basta con lo de Renard, si el autor supiera escribir sabría que un protagonista no puede sustentar toda tu trama. ¿O qué? ¿Quieres clonar Las desventuras del joven Werther en una fantasía sin sentido? ¡O pobre, pobre Renard! —se mofó descaradamente—. Sin padres, forzado a tomar el puesto del duque luego de la muerte de su hermano en la guerra, obligado por la iglesia a entregar sus tierras a la corona para ser el apóstol que dios designo, sin más salida que casarse con una Viesca para mantener su ducado lejos del emperador y a su hermana segura en una mansión en vez de prometerla a otra familia, bla, bla, bla. La mitad de esas cosas pudieron haberse evitado si solo hubiera usado la lógica.
Lexis pensaba seguir monologando, pero el dios, hartado de todo, le cerró la boca con la sentencia que tendría que cumplir su alma.
—Estamos con esas entonces, bien, si tanto crees que Renard sufrió por que sí, veamos que tanto puedes hacer tú en su posición, tú, hater sin imaginación.
Con esto dicho el alma de Lexis cayó en una espiral de vuelta al mundo, él pensó que su sueño finalmente había acabado, pero la sorpresa que se daría al despertar no tendría precedentes.
Recostado en una cama suave, con la briza rozando su nariz, Lexis despertó al amanecer. Descuidadamente se estiro en busca de su celular para ver la hora, pero no solo no encontró su teléfono, ni su mesa de noche estaba donde debería y la cama se sentía más grande de lo que debería. Extrañado, se levantó, y aun a medio pestañeo caminó por la habitación buscando el baño, estando en esto paso frente a un desconocido espejo, no le presto mucha atención, pero como si su mente recién tomara peso de lo que lo rodeaba, notó que esa no era su habitación, ni su cama, ni su ropa. Él no tenía un balcón ni un ventanal y mucho menos una alfombra. Esa habitación cubría el porte de 5 apartamentos y en el espejo de cuerpo completo que tenía al frente no se veía nada más que un niño.
—¿Qué es esto? —dijo Lexis mientras corría al espejo—. ¡¿Qué mierda es esto?! No, no, no, no, tiene que ser un sueño, sí, eso tiene que ser. ¡Esto no puede estar pasando!
Sin importar que tanto se tocara la cara o corriera por la habitación abriendo todas las ventanas y armarios, no se convencía a sí mismo de lo que sucedía. En un momento estaba en su escritorio quejándose de la novela que su hermana le había hecho leer y al otro peleaba con una voz imaginaria flotando entre las nubes, todo para ahora estar en el cuerpo de un niño. ¿Qué era esto? ¡¿Una web novel de reencarnación?!
—¡No puedo estar sufriendo el cliché más típico de novelas de reencarnación! ¡No puedo estar en una novela rosa de fantasía con contenido de pago R-18!
Galería de imágenes.
1. Lexis viendo su celular antes de morirse por accidente.
2. Lexis después de reencarnar procesando lo sucedido.
*Extra: Dios en el cielo viendo a Lexis reencarnando en Renard de 14 años.
***Todas las imágenes fueron extraídas de internet y pertenecen a sus correspondientes artistas.
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