La familia De Castella
Un aire de nostalgia golpeo a Lexis por la espalda al sentir los pequeños y delgados brazos rodeando su cuello.
—¡Hermano! —le gritó al oído una voz infantil.
Por la sorpresa, casi cae, pero el susto solo le basto para tambalearse, en definitiva, el cuerpo de Renard era otra cosa.
Por costumbre se inclinó para dejar a esa pequeña y revoltosa carga devuelta en el suelo a la vez que decía:
—¿Cuántas veces tengo que decírtelo? No te me cuelgues Lis...
Por suerte alcanzo a morderse la lengua, Lexis casi olvida que esa en realidad no era su hermana. Por que esa no era su vida.
—Juno —prosiguió algo cabizbajo.
—¿Hermano? —Dijo la niña preocupada—. ¿Todavía no estas bien? Lina se enojará si sales a caminar cuando todavía estas enfermo. ¡Ya, ya! Juno te cuidara si todavía te duele. —Mientras le daba palmaditas en la cabeza.
«¡Vamos! Una sonrisa. Sonríe», pensó Lexis. ¿Quién que se considera un adulto preocuparía a un niño? Con esta idea en mente, forzó una sonrisa que su hermana sí notó, no por nada era Juno De Castella, una prodigio para leer emociones, en especial las de sus hermanos.
—No es nada Juno, solo que aun me estoy recuperando y estoy muy débil por pasar una semana en cama.
—¿Seguro?
—Sip, de hecho iba a la biblioteca para descansar, ¿me acompañas?
—¡Bueno, vamos! —dijo feliz mientras le tomaba la mano.
Eso fue un golpe de suerte, porque no tenia ni idea de adonde iba, por no decir que estaba perdido.
Juno lo guio sin problemas todo el camino, indicándole todas las cosas que le gustaban, tipo:
«La habitación de Lina es esta, por allá es donde trabaja el hermano, si seguimos por aquí está la cocina al final de las escaleras, allí descansan las sirvientas, esta es la habitación de Juno...»
Fue extraño, casi como si supiera que su hermano no sabía en donde estaba, aun asi fue un alivio, porque aun que fuera solo el segundo piso, al menos le sirvió para crear su propio mapa mental.
Después de andar un rato llegaron a la biblioteca, para sorpresa de Lexis, iba por el camino correcto.
La puerta era enorme, incluso para él. Parecía la entrada a la biblioteca nacional, no por nada la biblioteca de la mansión del duque tenia una de las colecciones más completas del imperio, comparada, si es que no superior, que la de la familia real.
—Esto tiene que ser una broma —se le salió a Lexis tras cruzar la entrada—. No estoy soñando, ¿cierto?
A Lexis se le cerró la garganta, quería correr y gritar como un niño frente a tan magnifica visión. La biblioteca del duque parecía sacada de las fantasías más neuróticas de Lexis, porque era imposiblemente perfecta.
Bellos libreros de las maderas más finas decoraban los pasillos, libros empastados y forrados con cubiertas hechas por los mejores artesanos, libros cuyas páginas habían sido pintadas con oro. Lexis solo pudo pensar que si para algo servía el dinero, era para esto.
—Concéntrate —se dijo—, no estamos de compras en la librería, necesito información, estamos aquí para recabar información.
Primero fue con lo básico, en qué fecha y en especial en que año estaba. Luego, con su familia. Toda biblioteca familiar de un noble tiene un archivo con la genealogía y los retratos de los duques anteriores, sabia que los padres de Renard llevaban ya un tiempo fallecidos, pero aun así quería verlos, a ellos y al duque actual.
—Juno, ¿sabes donde esta el retrato de mamá y papá? Hace mucho que no los veo.
Juno se quedó mirando a Lexis un momento, luego sonrió y lo tomo de la mano. Sin mucho apuro lo llevó entre las estanterías hasta llegar a una cortina de terciopelo rojo. Juno tiro de un cordón tensado que estaba a un lado, esto abrió las cortinas y le mostró el ultimo retrato de la familia ducal. En ellos se veían a los anteriores duques De Castella, la madre y padre de Renard, de quienes casi no tenía otras memorias que no fueran este retrato.
La duquesa, sentada en el centro de la obra con Juno de bebé en sus brazos. Ambas eran idénticas, casi como si Juno fuera la copia de su madre, pero más chiquita. De hermoso y lacio cabello rubio, con ojo grandes y redondos, de rostro ovalado y esbelta figura. Lo único que obtuvo Juno de su padre fueron esos ojos como verdes esmeraldas.
El duque por otro lado, de pie tras su esposa, con una perfecta y erguida postura, en un impecable uniforme militar. Era innegable que el actual duque era el más parecido a su padre, y se le notaba aún más viéndole de pie a su lado. Cabello castaño, una mirada afilada, pero amable; ojos esmeralda, mandíbula fuerte y gran altura.
El hermano mayor de Renard debería tener unos 15 años en el retrato, para ser tan joven ya casi alcanzaba el porte de su padre.
Y por supuesto, Renard de no más de 5 años, de pie sujetándose del vestido de su madre. El único que heredaría los peculiares ojos violetas de su madre sería él, al igual que su belleza, pues de su padre pareciera haber sacado solo el físico y la altura.
—Si solo tuviera una apariencia más varonil, Renard se habría salvado de muchos problemas —pensó Lexis —. Sí, si solo hubiera sido más como él... Emiliano —susurró de manera inconsciente mientras lo observaba en el retrato.
Si hablamos del duque De Castella, Emiliano, el hermano mayor de Renard. Puede que nos quedemos cortos en decir que él fue el personaje más fuerte y admirable de toda la novela. Quien se merecía ser el verdadero protagonista.
Emiliano, siendo tan parecido a su padre, hasta en el carácter, heredó el ducado a la temprana edad de 16 años. Y tuvo suerte, de haber sido un año menor, no se le habría considerado adulto y la corona hubiera tomado posesión del territorio, al menos administrativamente, hasta que se declarará un heredero válido, cosa que no habrían cedido fácilmente, ya que el ducado De Castella era el responsable de cerca del 60% de la producción minera del imperio.
Una vez que obtuvo su legitimidad en papel, el joven duque tuvo que luchar contra los prejuicios por su edad y blanda apariencia. Por mucho que se pareciera a su padre, fue mirado en menos e ignorado por los nobles de baja casta con los que su familia estaba relacionada.
Así, y con el fin de proteger a sus hermanos y su gente, se reconstruyó a sí mismo. Dejó crecer su cabello lo suficientemente como para atarlo en una cola igualando las costumbres de los ancianos. Para hacer ver su rostro más maduro y varonil optó por no afeitarse y así angular su barbilla. Se vio en la obligación de vestir con tonos más oscuros y diseños formales recatados, llevando siempre a juego una espada al cinturón o un bastón en la mano.
Mientras los nobles de su edad hacían lo posible para lucir joviales y a la moda para las damas, el duque abandono su edad para servir como un digno sucesor. A pesar de sus dificultades nunca se interesó por formar lazos matrimoniales con otras familias nobles, decidió mantener su posición solo con la ayuda de sus siervos más cercanos y su inteligencia.
—Un admirable duque.
Lexis realmente admiraba a ese personaje, tanto que se lamentaba y frustraba de que el autor lo matara desde antes de comenzar la novela. Renard no le llegaba ni a los talones a su hermano, pues en vez de seguir su ejemplo, solo se desesperó y tomo decisiones estúpidas y apresuradas que lo llevaron a su lamentable final.
Tan sumido en sus pensamientos, Lexis no notó cuando su hermana se dio la vuelta y corrió hacia alguien que se mantenía en silencio, apoyado contra uno de los estantes.
Solo cuando terminó de lamentarse, Lexis se dio la vuelta y vio frente a él a un enorme hombre que lo miraba con una profundidad magnánima. Al reconocerlo, un cruel sentimiento apretó su corazón, Lexis no lo entendió, pero no importo, puesto que en cuanto dijo su nombre, este hombre fue hacia él y lo abrazo.
—¿Emiliano? —dijo Lexis.
—Renard —pronuncio con cariño mientras lo levantaba de un abrazo como cuando era niño—. Hermano, no sabes lo preocupado que estaba.
Era cálido.
«Emiliano», escuchó Lexis en su cabeza. Era una voz triste que lo llenó de una pesada melancolía que lo obligo a devolverle el abrazo a su hermano y fundirse en un llanto conmovedor.
—Emiliano —dijo entre las lágrimas que se le escapaban—. Lo siento, yo, no sabía que hacer, de verdad, de verdad, lo siento.
¿De dónde venía aquello? Aun que sentía cada una de sus palabras, Lexis no creyó que fuera él quien realmente las decía, estas palabras... ¿venían de Renard?
—Oye, tranquilo, ¿qué pasa? —lo calmo Emiliano mientras lo ponía devuelta en el suelo—. No fue tu culpa, Renard, solo te enfermaste un poco. Oye, tranquilo.
Emiliano trato de recomponer a su hermano menor, pero en cuanto Lexis vio que lo soltaba, tuvo el fuerte impulso de abrazarlo con más fuerza. Y así se quedó, pegado a Emiliano, hasta que la pesadez en su pecho se desvaneció y pudo volver a respirar con normalidad.
—¿Mejor? —pregunto Emiliano con una amplia sonrisa a la vez que le ofrecía un pañuelo a su hermano— ¿Qué fue eso? Creí que el único asustado era yo.
—Lo siento. —Mientras se limpiaba la nariz.
—No te disculpes. —Acariciando su cabeza—. Es bueno saber que mi hermanito aun puede comportarse como un niño, no te veía llorar así desde lo de mamá y papá. —Levantándose y viendo el cuadro detrás de Renard—. Supongo que ese retrato nos pone sentimentales a todos.
—¿Y Juno? —preguntó Lexis.
—Esta afuera con Lina, menos mal que las hice salir, si Juno te hubiera visto llorar ella habría roto en llanto de inmediato.
Tras un pequeño silencio. Emiliano acomodó la manta de su hermano devuelta en los hombros y tomando su mano, como lo hacían de niños, lo llevó a fuera.
—Venga, vamos a comer. Lina y Juno se preocuparán si tardamos más.
Fue dulce y cálido, tanto, que Lexis sintió que era realmente su familia pues, así como Lina era una figura maternal para ambos niños, Emiliano era lo más cercanos que tenían de un padre.
Era claro para Lexis que el «mantener las apariencias» no era la única razón para que Emiliano decidiera no contraer matrimonio.
Por seguro, cualquier esposa que habría podido conseguir Emiliano en esa época de inestabilidad vendría con condiciones. Dinero, propiedades y un heredero con sangre ducal; los suegros de Emiliano lo forzarían a conseguirlo de ser necesario.
Y aun que el niño no tuviera culpa alguna, habría significado un riesgo a la vida de sus hermanos. Los nobles eran capaces de hacer lo que fuera por adueñarse del ducado De Castella.
—Emiliano —dijo Lexis al comprenderlo.
—¿Sí?
Y aun que su primer impulso fue agradecer a su hermano mayor por ser tan fuerte y bravo contra la adversidad, el rugido de su estómago cambio sus prioridades.
—Quiero carne.
—¡Pff! —Emiliano no pudo contener su risa frente a un pedido tan inocente y entre carcajadas respondió—. ¡Ja ja ja ja! Esta bien, le pediré a Genny que prepare un poco de carne para nosotros.
...
Ficha de Personajes.
...
Galería de imágenes
1. Dios al ver el abrazo de Lexis y Emiliano.
2. Este autor al escribir el abrazo de Lexis y Emiliano.
***Todas las imágenes fueron extraídas de internet y pertenecen a sus respectivos artistas.
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