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Como odio las web novel


En cama, Lexis llevaba una semana sin poder levantarse para nada más que ir al baño. Por mucho que estuviera en el cuerpo del protagonista, aun era un niño, y por el impacto había caído en una fiebre que lo hizo desmayarse apenas se vio en el espejo. El ama de llaves lo encontró en el suelo inconsciente, aun en pijama y sin entender el desastre que había hecho en la habitación.

Teniendo todo ese tiempo para entender que no era un sueño, Lexis no pudo negar lo que tenia frente a su nariz. Había reencarnado como el prota de «Los amores son como flores en botón», incluso el nombre de la novela era un chiché refrito.

Dando un largo suspiro, se quito el paño frío de la frente. Su fiebre ya había bajado con la ayuda unas hierbas amargas, pero efectivas que había recetado el doctor de la familia ducal. Al menos en eso Lexis agradeció al autor, pues si la medicina no fuera avanzada, de seguro habría muerto. No por nada esa era la regla de oro no escrita del viaje en el tiempo: Jamás debes subestimar a las enfermedades. Después de todo, aun no existían las vacunas, un resfriado podía matar a alguien en los 1800.

Colocándose las pantuflas, caminó hacia el espejo. Esta vez no se desmayaría, ya sabía bien lo que pasaba, pero por lo menos quería familiarizarse con su propia cara antes de salir al mundo.

—Ah... maldición —dijo Lexis lamentándose—. Lo sabía, maldición, sí que lo sabía. Aun que nadie dijera mi nombre, lo sabía. Este no es otro más que el futuro duque De Castella y apóstol de Saint Germain, Renard De Castella, el maldito y desgraciado de Renard, ese Renard, sí, ese infeliz bastardo de Renard —remordiendo cada palabra con odio—. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué tenía que ser Renard?!

Lexis quiso aventar el espejo por el balcón, voltear las mesas y gritar maldiciendo al Dios que lo había hecho reencarnar en el personaje que más odio de la novela más patética que había leído en toda su vida anterior, pero se contuvo y solo se limitó a tomar una almohada y gritar contra ella hasta que se quedó sin aire. Luego de desahogarse, se abofeteo a sí mismo y agarrándose la cabeza lo asumió, no había nada más que hacer que asumirlo. Ahora él era Renard De Castella. Lo acepto aun que lo odiara, ya que no había más que eso. Si de la nada se ponía a gritar que era otra persona lo creerían loco y se ganaría un boleto directo a un habitación acolchada, si es que tenían de esas en este mundo, porque la otra opción era terminar lobomotizado.

—Ok, ok. —Soltando el cuerpo como si fuera a correr—. Dilo, vamos, di tu nombre —se dijo a sí mismo mientras se veía al espejo—. Mi nombre es... ¡Vamos! ¿Eres un hombre o qué? Tú puedes —dándose ánimos—, tú puedes, vamos hombre, es solo un nombre. Un estúpido y refrito nombre de príncipe de cuento de hadas, pero piensa en positivo, al menos no es Florián ni Encantador, ni Felipe ni Eric, o Adam... Eso es, al menos el autor tenía creatividad para poner nombres, ahora que lo pienso, todos sus nombres son originales.

Perdido en sus pensamientos, Lexis al fin logro relajarse y entender que no tenía nada contra el nombre, era más bien que se lo habían repetido tanto que termino etiquetándolo como odioso solo por que sí. Renard De Castella, no era un mal nombre.

—Soy Renard De Castella, el mismísimo Renard De Castella —dijo al fin—. Oye, esto no esta tan mal, creo que logre sobre llevar el shock mental al fin. ¡Vamos! Tenemos que pensar en positivo, sí, eso es, piensa en positivo. —Como de costumbre, Lexis comenzó a monologar en voz alta—. Partamos por aquí, este claramente es el Renard adolescente de unos... ¿13 o 14 años? Eso es al menos 5 años antes de que inicie la novela, eso me da ventaja. Este Renard aun es un niño, por lo que no conoce a Lionette para estar perdido por amor, ni se sabe aun que es un apóstol y mucho menos se a involucrado con la familia Viesca. ¡Esos son puros puntos a favor para mí! Este Renard es solo el joven amo de la familia De Castella. ¡Ja! Quiere decir que no podría estar mejor, recuerdo los eventos de la novela y toda mi vida anterior, entonces definitivamente no podría estar mejor.

Con una gran sonrisa, Lexis se dispuso a celebrar consigo mismo pensando tan en positivo que se desconoció por un momento, pero no le tomó más que poner las manos en su cintura para que la sonrisa se le borrara de la cara en menos de un segundo.

—Momento, ¿qué es esto?

Como el camisón para dormir era estúpidamente holgado, no lo había notado, pero ¿no era su cintura muy delgada y firme? Ahora que lo pensaba, solo se había limitado a ver su cara como lo que era, una cara. Sin embargo, Renard no era cualquier personaje, era ese Renard, el perfecto y bello Renard De Castella.

Deseando que fuera solo una imaginación suya, Lexis se quito el camisón y, quedando solo en esos extraños calzones largos que llegaban hasta la rodilla de mediados del siglo XIX, se analizó en el espejo.

—No puede ser cierto —dijo sin dar un solo pestañeo—. Qué ventajas ni nada, por un momento olvido lo realmente importante, esto es una web novel repleto de clichés para chicas —conteniendo su ira de literato—, porque ¡mírame! Sé que es obvio que como soy el protagonista masculino, sí o sí, tenía que ser rubio. ¡Pero esto! ¿Qué pasa con esta piel tan pulcra? ¿Qué adolescente en el mundo tiene una piel tan perfecta? Y este rostro, ¿acaso esta hecho bajo la regla aurea? Además, dejando el rostro de lado, ¿cómo puede ser este cuerpo tan imposiblemente perfecto? Se supone que tengo 14 años, pero mira estos abdominales, y estos hombros. Esto cumple como sexualizar menores de edad, autora eres una puerca. Este tipo en definitiva será alto, tiene una silueta estilizada, los hombros anchos, un pecho firme y una espalda fuerte, el abdomen es plano y los brazos, con un demonio, ni con mis 28 años era capaz de hacer una flexión, pero este niño, puede que hasta sea capaz de pararse de manos y caminar así.

Sin saber si estaba decepcionado o encantado por tener el mejor cuerpo del imperio con solo 14 años, no pudo evitar pensar en algo que solo siendo hombre pensaría.

—Y... no solo es la parte de arriba, la de abajo... —Ojeando bajo su ropa interior—. Está mal que yo lo diga, pero en comparación mi cuerpo anterior me da vergüenza, este chico, incluso está bien dotado allí abajo. Con un demonio, incluso sus piernas y caderas van a juego con los hombros, aun si fuera delgado, tendría buena figura. En definitiva, en cuanto sea mayor y este cuerpo este rigurosamente formado por el entrenamiento militar obligatorio de la familia del duque, no habrá mujer que se le resista. Veo bien porque Renard es acosado incluso por algunos hombres en la novela, hasta yo me calentaría con un sujeto tan perfecto como este.

Cubriéndose la cara, dio un suspiro aun más fuerte. Este Renard le alborotaría la hormona a cualquiera. Lexis estaba acostumbrado a pasar desapercibido con su apariencia común y algo desaliñada, era claro que esos días tranquilos siendo un don nadie habían quedado atrás, este galán en el que había reencarnado sería el foco de atención sin importar en donde estuviera. Ya que incluso con el pelo desordenado y en pijama tenía un encanto de esos en lo que se sienten que hay flores floreciendo a su espalda.

—Bueno, al menos puedo darte crédito por los ojos —dirigiéndose al autor—. Si no mal recuerdo en un comentario dijo que odiaba los ojos azules, así que los hizo violáceos. Sí que es un color profundo, dudo mucho que puedan mantenerme la mirada, eso es bueno.

Ya sin mucho más que mirarse, recogió el camisón del suelo y volvió a vestirse justo a tiempo, pues se escuchó unos pasos que venían desde el pasillo.

¡Paf! ¡Paf! ¡Paf!

Golpearon la puerta.

—Joven amo, ¿ya despertó? —se le escucho decir a una voz femenina con la que Lexis se había familiarizado ya.

—Claro, como olvidarlo —susurró mientras iba devuelta a la cama—, este tipo no solo es apuesto, es estúpidamente rico y viene de una de las mejores familias en esta novela. —Una vez acomodado, puso la toalla devuelta en su frente y elevo la voz— ¡Adelante!

Al oírlo, entró a la habitación una bella mujer con el clásico traje negro de mucama. Ella era Lina, el ama de llaves encargada de los niños del duque, en otras palabras, la niñera. Había cuidado de Renard y su hermana menor desde que él tenía 5 y ella 3 años, puede que ella fuera la única figura materna que recordara, después de todo, el duque y la duquesa De Castella habían fallecido en un accidente ya hace varios años.

—¿Cómo se siente hoy? ¿Le duele algo? —dijo Lina mientras sacaba el paño de su frente y tanteaba su temperatura—. Su fiebre al fin bajó, es un alivio. Si hubiera estado así un día más el duque habría tenido que llamar a un sacerdote.

Quizás fuera por las memorias guardadas en el cuerpo de Renard, porque Lexis se sintió extrañamente cómodo con el tacto de Lina en su frente. En definitiva, a pesar de tener la mente de un hombre adulto de 28 años, ese cuerpo aún era el de un niño de 14 años. Pensar que una mujer tan cercana a su edad original lo trataría de manera tan maternal, después de todo Lina no pasaba de los 30, quizás hasta un poco menos.

—Lina, ya estoy bien, solo tengo hambre —dijo Lexis con una voz suave mientras se incorporaba.

—No lo diga así, joven amo, nos tuvo a todos muy preocupados.

—Lo sé, pero tú misma lo dijiste, ya no tengo fiebre. —Sosteniendo su mano para tranquilizarla mientras le mostraba una ligera y encantadora sonrisa—. Solo quiero levantarme y desayunar.

Lina se le quedó viendo un buen rato, casi como si no le creyera una sola palabra, pero finalmente cedió y tocando la campanilla a un lado de la cama, llamó a una sirvienta, la que llegó corriendo a toda prisa.

—Lara, prepara el desayuno del joven amo —ordenó—. Yo llamaré al doctor, no dejaré que ponga un solo pie fuera de esa cama hasta que el doctor le dé el alta -dándole una mirada inquisitiva a Lexis.

—De inmediato —dijo la sirvienta desde la puerta.

Era lo esperado, por muy encantador y de ensueños que pudiera ser Renard, era obvio que no funcionaria con la mujer que lo había criado desde que era un bebé de 5 años. Así, Lexis se quedo mirando el techo esperando su comida. Tenía un hambre antinatural, probablemente fuera porque había pasado la última semana tomando solo caldos y sopas ligeras. En lo único que podía pensar era en comer carne, pan y café, lamentablemente eso no es parte del menú de un niño convaleciente, y lo que trajo la sirvienta en su carrito no fue otra cosa más que té de Jazmín, caldo de pollo y unas rebanadas de pan.

Bueno, al menos tengo pan —pensó Lexis.

Una vez terminó su desayuno, la sirvienta retiro la bandeja y la puso devuelta en su carrito. Se sintió un poco incomodo comiendo teniendo una persona de pie a su lado, pero el hambre llamaba más que la incomodidad. Aun tenía hambre, pero sin saber si era correcto pedir más, guardo silencio hasta que llegó Lina junto con el doctor.

Tras una revision rápida, el doctor le dio el alta con la precaución de que se cuidara bien, apenas era otoño, pero si recaía podría ser peligroso. De momento se quedaría con medicinas por pura precaución, salvo por ello, solo debía evitar lugares fríos y con mucho viento como el jardín o los establos.

—Ya lo oyó, ni se le ocurra salir a montar a Cloché en secreto. Hasta que mejore por completo tiene prohibido acercarse a las caballerizas. Lara y yo nos aseguraremos de decirle a Guztab que les diga a los mozos que si lo ven merodeando por allí me lo digan inmediatamente, y si lo hacen le juro que no saldrá de esta cama en un mes.

Su amenaza era autoritaria, pero justa. Además, Lexis no tenía ninguna intención de acercarse a las caballerizas, en su vida había visto un caballo real, mucho menos sabría como montar uno. Por mucho que fuera el cuerpo de Renard, le aterraba la idea de caerse y partirse el cuello una segunda vez.

Después de tomar su medicina y sentirse avergonzado de que Lina lo vistiera, Lexis tuvo la libertad de recorrer la mansión del duque a su antojo siempre y cuando no se quitara la manta que le obligaron a llevar en la espalda.

—Sí que se preocupan por él —pensó en voz alta Lexis mientras recorría los pasillos—. Ni mi mamá era tan sobreprotectora, de hecho, después de que nació Lissy, cada vez que me resfriaba tenía que cuidarme yo solo, ya que solo se ocupaba de ella.

No eran recuerdos que tuvieran mucha importancia, no era que Lexis se llevara mal con su familia, solo que desde el principio supo que era un hijo de deseado. No conocía a su padre, su mamá dijo que había sido un accidente, aun así lo cuido bien hasta que conoció a su padrastro y se casaron, al año nació su hermana menor y de allí en adelante, Lexis poco menos dejó de existir. Su madre al fin tenía la familia que había soñado, por lo que no la molestó con cosas innecesarias como un resfriado o las tareas de la escuela. Los días de actividades firmaba él mismo sus permisos y se cocinaba a sí mismo su lonchera. Fue así hasta que tuvo la edad suficiente para conseguir un trabajo y mudarse, por eso su departamento era pequeño, pero suficiente para él.

—Solo espero que Lissy no llore demasiado, preocupara a mamá si se pone muy triste. Que ridícula forma de morir —dijo Lexis mientras se tocaba el cuello—. Pero bueno, lo que pasó, pasó. Ahora soy Renard y necesito recabar información de este mundo, por que lo que sé no me sirve de mucho. ¿En dónde estará la biblioteca? Este lugar es tan grande que ya ni sé como volver a mi habitación.

En eso andaba Lexis mientras, sin saberlo, una pequeña niña lo acechaba desde las sombras, esperando el momento justo para sorprenderlo. Viendo a Lexis tan concentrado en sus pensamientos, se dijo a sí misma «ahora o nunca» y cuando Lexis le dio la espalda, corrió tan rápido como pudo y con un salto se le colgó del cuello a la vez que gritaba:

—¡Hermano!


...

Ficha de personajes

...

Galería de imágenes

1. Lexis luego de ver que Renard es un bombón.

2. Lexis haciéndole ojitos a Lina para que lo deje levantarse.

***Todas las imágenes fueron extraídas de internet y pertenecen a sus correspondientes artistas.

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