25. Al acuario
25. Al acuario
Cuando el pelirrojo salió del servicio, ya todos habían terminado de comer y charlaban animadamente, bueno Byakuya solo los observaba hablar mientras se bebía una taza de té caliente. Keikun en apenas unos minutos tenía a las locas jovencitas comiendo de su mano y parecía que nadie había reparado en su ausencia, así que entristecido se sentó en su lugar.
-¿Te encuentras mejor Renji?-como le gustaba oír esa voz, su taichou, él si había notado su falta, esbozó la mayor de las sonrisas y asintió con la cabeza.
Pasado un rato, finalmente había llegado el momento temido por las muchachas, la despedida. Una vez salieron a la calle, se deshicieron en abrazos y en palabras de elogio para los tres chicos, alguna incluso soltaba lágrimas y no paraban de repetir lo encantadas que estaban de haberlos conocido.
Orikasa, antes de alejarse con las demás, se acercó a la pareja y les extendió a cada uno una de sus manos, abriéndolas y descubriendo ante ellos dos pequeños objetos blancos-son amuletos, éste en concreto es el Enmusubi Omamori, que os ayudará a encontrar el amor y a conservarlo, ambos son blancos porque ambos sois hombres-los chicos extendieron sus manos y recibieron los pequeños presentes-espero que os traigan la suerte para la que están destinados-cuando terminó de hablar salió corriendo junto a sus amigas y se despidieron en la distancia moviendo las manos en el aire.
Renji, se apresuró a colgarse el preciado amuleto del cuello, sintió algo de tristeza puesto que le pareció que esas chicas no eran tan malas después de todo. Byakuya en cambio, lo guardó en uno de sus bolsillos con media sonrisa dibujada en los labios. Keikun había observado en silencio la escena y decidió que era hora de seguir actuando tras la conmovedora despedida.
-Bien ¿adonde os toca ir ahora?- el moreno sacó una pequeña libreta donde tenia apuntado todo y cuando localizó su objetivo respondió.
-A los jardines del Palacio Imperial...el Kôkyo...-al varón de los Kuchiki le seguían pareciendo curiosos los lugares que les había apuntado el pelinaranja.
-Oh se donde es, yo os llevo...nos vamos a Chiyoda- Keikun detuvo un taxi e invitó a entrar a la pareja,Renji estaba algo reticente, pero no iba a dejar a ese desgraciado a solas con su capitán, de eso nada.
Cuando llegaron, Tsuchiya les explicó que la zona a la que podían ir era solamente a los jardines del ala este, la zona accesible para turistas, pero que aun así merecía la pena. Una vez allí, decidió que tanto Byakuya como Abarai necesitaban un momento a solas, ya que entre su compañía y la de las chicas, no habían disfrutado apenas de la presencia del otro en soledad, así que con una falsa excusa se retiró a tan solo unos metros de distancia y la pareja se encaminó lentamente hacia un pequeño puente del lugar.
-Esto es precioso...-Byakuya cerró los ojos y respiró profundamente, sin ser consciente de que su teniente lo miraba atentamente.
-Kuchiki taichou...-Renji sentía su corazón golpearle violentamente en el pecho-¿qué piensa de Keikun?
-....fue muy amable trayéndonos aquí...si llego a tener que subir en metro de nuevo me vuelvo loco...no hay quien entienda eso...¿por qué lo preguntas?-Byakuya dirigió la mirada hacia el pelirrojo.
-Por nada...-fingió una sonrisa y se situó junto a su capitán disfrutando de la agradable brisa que les rodeaba.
Tras un rato, Keikun apareció y decidió llevarles a un lugar fuera del itinerario, el famoso parque Ueno, donde terminarían la tarde y podrían ver pequeños templos y hermosos jardines.
Finalmente, bastante agotados, y con la ayuda del peliazul y una promesa de que se volverían a ver nuevamente, por parte de él mismo claro, subieron al metro rumbo al hotel, al que llegaron exhaustos.
Una vez en la habitación decidieron darse un baño antes de irse a dormir, Renji había pedido amablemente a su capitán que el fuera primero, pero después se arrepintió, porque cuando su taichou se hubo duchado y salió del baño con una elegante bata de seda negra sobre un pijama de seda blanco, todo su cuerpo se ruborizó. Kuchiki traía aun los cabellos húmedos y desprendía un aroma embriagador, que hizo que el cuerpo del pelirrojo reaccionara animadamente, provocando que saliera corriendo hacia el aseo y casi dejándose la vida en el camino.
Byakuya estaba muy intranquilo, mientras se peinaba no dejaba de mirar de reojo el futón de matrimonio que les esperaba en la habitación, como burlándose del echo de que iban a compartirlo él y su adorado pelirrojo, y que no iba a ser más que eso, una noche de sueño compartido. Se maldijo a si mismo por desear disfrutar más que el sueño con su teniente, y salió a la terraza, donde las termas no le ayudaban mucho a dejar de imaginarse a Renji en algo totalmente diferente a dormir. En sus pensamientos nadaba cuando escuchó la puerta del baño y vio aparecer a Abarai con su fina bata blanca, que curiosamente tenía pétalos de cerezo y los cabellos húmedos y sueltos. Tragó como pudo y le habló.
-¿Qué lado prefieres? A mi me da igual-no se podía creer el estado de histeria en el que estaba interiormente, no era la primera vez que dormían juntos, pero si era la primera en el que su cuerpo sí respondía a las órdenes de su cerebro para moverse.
-No me importa Kuchiki taichou...-mientras hablaba se frotaba la cabeza y bostezaba despreocupado.
Byakuya no cabía en si de rabia, él iba a morir por explosión de corazón y su teniente estaba tan tranquilo, claro que era comprensible, puesto que para el pelirrojo solo era su capitán sin ningún sentimiento de por medio. Se dio por vencido y escogió silenciosamente el lugar que le quedaba más cerca en ese momento, se arrodilló y tras bajar las mantas se dispuso a recostarse. Abarai lo había hecho tan rápido que ni vio como lo hizo.
Cuando los dos estuvieron tumbados, se desearon las buenas noches mutuamente y apagaron las luces. Esa iba a ser una larga noche sin sueño...para ambos.
La luminosa mañana llegó y con ella las ojeras que decoraban el rostro de los mandatarios del sexto escuadrón. Desayunaron sin mucho apetito por la falta de sueño y salieron a la calle dispuestos a ir a la infernal estación de metro, pero al poner el pie fuera del hotel, les saludó alguien familiar, Keikun, quien le hizo revolver el interior al pelirrojo, que deseaba expulsar lava por la boca para sepultar a ese peliazul y más porque a pesar de las tempranas horas, parecía reluciente y descansado, Renji lo maldijo sin cesar en su foro interno.
-Bueno ¿qué os toca hoy?...-Abarai sacó el enorme mapa mal doblado mientras ocultaba su enfadado rostro tras el, Byakuya por su parte sacó la libretita y comunicó que el lugar que debían visitar era el acuario, el Tokyo Sea Life Park.
Así que pusieron rumbo al dicho lugar.
Los conspiradores, somnolientos y cansados les contemplaban partir. Yumichika estaba molesto porque pensaba que usar tanto los prismáticos iba a dejarle marca en su preciosa cara, así que optó por no usarlo más; Ikkaku comenzaba a pensar que a su pelirrojo amigo le quedaba poco para explotar, un par de caras más de odio y saltarían las alarmas; Hisagi estaba bastante contento puesto que había compartido otra noche de pasión con su adorado rubio, y este también parecía más conforme con el plan. Ichigo empezaba a preocuparse de que Renji no hiciera nada todavía y Rukia ya estaba viendo a Keikun como un buen cuñado, ya que su mejor amigo la estaba haciendo desesperar. Por suerte para ellos, habían planeado una estrategia con el peliazul la noche anterior...cuyo resultado solo podía ser...la confesión de Abarai.
A pesar de lo temprano que era, una larga cola adornaba las puertas del acuario, y no era para menos, ya que la mayor atracción del lugar eran los pingüinos. Byakuya se había alegrado de poder ver a esos animales y Renji solo deseaba que el día pasara deprisa para poder volver al hotel donde el imbécil de Keikun no estaría por medio.
La pandilla de conspiradores entró algo más tarde, puesto que tuvieron que aguardar en la cola mucho más atrás para no ser vistos por los implicados principales de sus planes. Pero una vez hubieron entrado se apresuraron a localizar a sus objetivos, que plácidamente observaban las distintas especies marinas.
Se dispersaron como pudieron y comenzaron la vigilancia, pero Yumichika al apoyarse en una columna tocó un asqueroso chicle usado y entre caras de asco y lamentaciones fue rápidamente al baño, seguido de un Ikkaku sonriendo pícaramente...
Continuará...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro