46-Edén. Entrenar
Sigue tu camino, tu destino... tus sueños.
No olvides de dónde vienes y a dónde vas.
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Día 2
La reunión continuó en cuanto Makishima asomó la cabeza a la bóveda.
– ¿Quieres tomarla? –preguntó Miguel mientras extendía la espada ante todos. Edgar, no sabiendo a quien le hablaba, mantuvo el cuerpo rígido y la boca cerrada, con sus ojos que viajaban entre Miguel, la espada y la Divina, desconocida hasta hace un momento y que parecía ya haberlo matado mil y un veces en su cabeza. Tragó duro–. No lo dudes o te calcinará –la mejor recomendación del mundo.
Las manos de Edgar sintieron aplacar el fuego cuando la atrapó después de que Miguel la lanzara. La desenfundó de inmediato.
–Una Katana –Makishima saboreó con el tacto la fina hoja, paseando sus dedos por el doble filo. Sin miedo–. Es liviana.
– ¿Bromeas? –soltó Miguel con una sonrisa, intercambiando miradas entre los Divinos–. Me ha costado arrojarla, pensé que te irías al suelo.
–Aun con eso en mente se la has lanzado, gandaya –reprochó molesto Gabriel. Había presionado a los mellizos hasta que estos permitieron que acudiera a la reunión entre Edgar y la espada.
– ¿Qué puedo decir?–. Sin embargo él chico no escuchaba nada, se perdía entre el grabado del arma. Esta le contaba sobre su forjamiento e historia, mientras comparaba el destino que les esperaba con su resplandeciente brillo–. Ella custodiaba la entrada al Edén, en relación a este lugar sagrado, su nombre es Edén–. Lentamente, el Mestizo apartó su mirada de las visiones, parpadeó hasta que estuvo seguro de donde se encontraba–. Makishima, te aseguro que habrá muchos que quieran ser tus aliados, también que habrá una gran cantidad que esté en tu contra, pues hay argumentos sólidos para permitírselo. Primero –enumeró Miguel–, está lo que dicta que tu padre rompió con dos parámetros que hasta su momento nadie se había atrevido a cruzar. Segundo, ahora tienes todos los requisitos para ser considerado un postulante para reemplazar al idiota de Escritor que tenemos y preceder a Nuestro Creador, por tanto que seas un apóstata. Y tercero, lo que dicta que estás condenado a seguir los pasos de tus padres al tener un romance entre nuestras razas.
–Nosotros...–. ¿De verdad era tan malo el amor? ¿Tan aburridos estaban que no se metían en sus propios asuntos?
–Cuarto–. Todos se sorprendieron de que Miguel pudiera continuar–, con tu entrenamiento en la espada y en tu asombroso control sobre tus poderes, es posible que puedas derrotar a Rafael y que nada de lo anterior importe.
–No tengo nada de lo que dices... no puedo simplemente derrotar a Rafael –balanceó la espada irresponsablemente. Nadie se ofendió pues Edén parecía encantada siendo manejada tan cabalmente.
–De eso se encargará Edén –luego Miguel murmuró–. Y Verónica.
– ¿¡Qué!? –gritaron tanto la mencionada como el Arcángel más joven dentro de la bóveda. Gabriel no dejaría en manos de Verónica la oportunidad de dañar a Edgar.
–Digo que tú deberías entrenarlo –expresó de nuevo Miguel.
–Puedo hacerlo yo –terció Gabriel.
–No serás lo suficientemente rígido como para verlo sufrir por tu propia mano –aseguró con firmeza su amigo.
La espada reclamó la atención de su portador, invitándole a hacer con ella lo que quisiera. Ofreciéndole ser una aliada sin parámetros, diligente y fiel. Más que un arma, sería su amiga.
–Lo haré –Edgar susurró, levantándola a la altura del cuello y por detrás de sí, con pasarla ligeramente hizo un perfecto corte a su largo cabello–. Lo prometo.
–Dramático –lo poco que se había formado de un ambiente respetuoso, se desvaneció tras el comentario del mellizo.
–Cá–lla–te –bromeó el nuevo guerrero.
*****
Era ya casi la una de la tarde, habíamos dejado la espada reposando de donde la habíamos tomado. Nos encontrábamos tranquilamente compartiendo ideas sobre lo que acabábamos de presenciar, cuando Verónica lanzó una silla por uno de los grandes ventanales de cristal, mientras objetaba lo ridículo que era entrenar a alguien "Tan inútil" en un tiempo tan corto.
A la reunión se nos había sumado una sola persona, la esposa de Miguel, que fue recomendada por todos debido a su gran sabiduría, y a que Miguel no tomaba decisiones sin su previa intervención.
Hablaban exponiendo sus opiniones, dando estrategias, planificando entrenamientos, recomendando Divinos con grandes experiencias, recordando sus propias vivencias al entrenar a otros... nadie me prestaba atención.
–Quiero ser fuerte, por mí mismo –dije, de nuevo todas sus miradas en mí, no me dejé intimidar, seguí–. Esto será difícil, pero solo hay un camino y es hacia adelante –crucé mis manos. Creo que Edén había resuelto más que el problema de mi largo cabello, sentía su valor brillando en mí.
–El primer paso será enseñarte a usar esa espada –reflexionó Séneca–. Y a no caer del cielo–. Todos rieron ante el bochorno que cubrió mi rostro Mestizo.
Detestaba esa palabra, detestaba haberme autodenominado uno.
–Makishima, puedo sentir dentro de ti tantas cosas –Miguel, me miraba con sus profundos ojos ámbar brillante, como un pajarillo que vuela ante el sol–. Pero la resiliencia, el ímpetu y la virtud, son tan fuertes que... hacen que mi corazón busque glorificarte–. ¡Incómodo!, me impresioné mientras meneaba el cuerpo y apartaba la mirada.
–No sé bien cómo tomarme eso–. Pues, Gabriel gruñó.
–Contigo creo que podemos contra todo. Solo nos hace falta tener fe.
–En todo caso de que ella logre volverlo el mejor espadachín en tiempo récord –comenzó Gabriel mientras señalaba a Verónica–, aún tienen que preocuparse por algo más.
– ¿De qué? ¿Qué te preocupa? –lo que dijera podía ser primordial. Tenía más experiencia que cualquiera en este lugar. Incluso tenía un sobrenombre impresionante, Inmortal; no ha cualquiera le llaman así.
–Me opongo a todo esto –terminó cortante, no quería que nadie le desafiara. Como siempre. Contraje el rostro, una molestia anidó en mi corazón, jamás había sentido cosa como esa. Me encendí en su contra. Alcé la voz.
– ¿¡De qué hablas, Gabriel!? –quería comenzar el ataque intentado conocer sus razones para dudar.
Démosle un momento para justificarse.
–No quiero que te veas involucrado en todo esto –siguió hablando–. No eres débil–. Claro que no–, te lo aseguro, pero no tienes ninguna capacidad especial para derrotar a Rafael.
No podía creer lo que escuchaba, mi pareja, no me tenía confianza.
Gabriel se levantó preparado para irse.
–Gabriel, tú lo sabes, pero te niegas a verlo–. El Divino permaneció en silencio, las palabras de su mejor amigo no lograrían disuadirlo, nadie lo haría. Con seriedad, continuó su camino hacia la salida.
–Lo sabía –murmuré casi sin darme cuenta. Todos me miraron, solo pude centrarme en Gabriel, hablé sin contenerme–. ¡Sabía que no habías cambiado! Era demasiado bueno para ser verdad.
Creo que se sorprendió por cómo contesté, pero no lo demostró, quiso hacerse el fuerte. Simplemente me respondió por lo bajo, como siempre me superaba en lo de manejar sus sentimientos.
–Jamás estaré de acuerdo en nada de esto y menos si las probabilidades de que te lastimen incrementan –se largó sin mirar atrás.
La chispa en mi interior se convirtió en un bravo fuego, mi mano se cerró en un puño, deseando golpear lo que fuera. Cualquier cosa.
–Maldito –murmuré.
*****1:59 p.m.*****
–Extiendan sus alas por completo. Ahora flexiónenlas. Recuerden, muévanlas como si se trataran de sus brazos. Así. Perfecto, con delicadeza –la voz de la esposa de Miguel, en medio de la gran plaza detrás de la Academia, recitaba consejos para aprender a volar a nivel de secundaria.
También, erigido sobre una roca plana, se hallaba una gran estatua, era una figura humana sentada y cruzada de piernas en una posición que recordaba a la meditación. Estaba rodeado de varios Divinos jóvenes que le observaban detenidamente, imitando su postura. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, Makishima escuchó claramente una voz que provenía de dentro de la estatua, sorprendido comprobó que esta movía los labios y las manos pausadamente.
Con la boca abierta y completamente atónito miró a Miguel.
–Es un Ángel. Ellos se encargan de enseñar doctrinas a los más jóvenes antes de que puedan tomar siquiera sus armas. Es como una grabación, siempre repite lo mismo, no ha cambiado ni una coma, es exactamente el mismo discurso desde que se sentó ahí para educar. He escuchado esa lección un millón de veces –solo dedicó una mirada de nostalgia al maestro–. Sin exagerar.
Cruzaron frente a ella. E interrumpió su lección para mirarlos. Su rostro era hermoso y sus ojos representaban una tristeza infinita, era increíble imaginar que no tuvieran sentimientos a pesar de sus expresiones; dejaba sin aliento a cualquiera. Sobre su mano derecha reposaba una gran mariposa café, Makishima la identificó de inmediato, se trataba de una X'mahaná; todo en esa figura era atractivo y hermoso. Dominante.
Pasaron de largo, irían directo al campo de entrenamiento al aire libre.
*****2:03 p.m.*****
–Cansarte y mostrarte tu debilidad será tarea mía desde ahora –Verónica se plantó frente a él, tenía una grácil figura y el cabello blanco con rubio en una trenza que llegaba hasta sus caderas, donde era aferrada a su armadura con una dorada pinza–. La primera lección será sin nuestra espada Edén, usaremos espadas de madera de hierro, un poco más pesadas que las de práctica. Hasta que te acostumbres ganarás el derecho a poder usarla. Escucha atentamente mis indicaciones... –lanzó una de las mencionadas espadas, Makishima se movió rápido para atraparla, pero se sorprendió por su peso y la punta clavó el piso–. E intenta no quedarte sin brazos. Ahora. ¡Hazme una guardia!
No parecía burlarse, era extrañamente profesional. Edgar debía tomarlo como tal.
Desorientado plantó la espada frente a él y llevó su cuerpo ligeramente hacia atrás, cuadró los hombros siguiendo el consejo de Miguel (que pronto los dejó solos) y sostuvo firme el mango de la espada, gracias a unos guantes que Séneca le había dado despreocupadamente mientras le preparaba un peto que ahora mismo le apretaba el pecho y le obligaba a mantener una posición erguida: "Te evitarás mucho dolor", había dicho cuando aseguraba sus manos y pecho.
– ¿A–así está bien, Verónica? –intentando no moverse, temblando de pies a cabeza, giró buscando a la joven que lo rodeaba por los lados.
En contestación, ella deslizó con fuerza sus pies debajo de él haciéndole perder el equilibrio. ¡Una barrida en toda regla! Provocando que cayera en el polvo de arena sobre su espalda. El aire se detuvo por un segundo.
–Claro, solo si quieres hacer reír a todos. Otra vez... ¡Levanta!
–Podías decirlo de otra forma –se levantó mientras se golpeaba el polvo de la ropa.
– ¿De otra forma? –sarcástica, le dio la razón–. Puede que estés en lo cierto. Lo haremos de otra manera –se acercó sigilosa y le preparó una guardia perfecta, moviendo su espalda, separando sus pies, ambos brazos alzados y con la espada de frente–. Bien, esta sería la posición perfecta para ti.
–E–está bien–. La Divina puso un dedo sobre sus labios.
–No hables, concéntrate en tus músculos –paseó alrededor y quedó detrás de él. Atenta. Pasados unos minutos, el chico comenzó a temblar–. ¡No te muevas, Edgar!, concéntrate en un punto fijo.
Algunos Divinos que estaban por ahí, sin nada que hacer, se acercaron para ver al chico que se mantenía en la misma posición desde hacía veinte minutos
–Respira por la nariz y no relajes el cuerpo, ¡fuerza en los glúteos y abdomen! –Verónica golpeó ambos con impaciencia–. No debes mover ni un músculo. Ya ha pasado media hora... te falta media hora más–. Diez minutos después, parecía que de verdad no podría aguantar a lo mucho un segundo–. Recuerda, tenemos menos de una semana para volverte un guerrero y estratega... concéntrate.
Todos los Divinos dieron vítores ante su desafío; desconcentrando al Mestizo. Verónica les lanzó piedras y arena, haciéndoles callar.
–Ellos pueden moverse –señaló a los chicos flojeando–, pero lo que tú haces pocos pueden hacerlo –minutos atrás le había amonestado sobre parpadear una vez cada diez minutos, chasqueó los dedos frente a su cara para incitarlo, hizo una mueca cuando no lo consiguió–. ¡Un estado de meditación! Estate en el aquí y en el ahora. ¡Controla el cuerpo, controla la mente! Así como te concentras en un punto, te concentras en lo que pasa a tu alrededor.
*****30 minutos después*****
– ¡Curva al golpear! ¡No dejes la espada recta en ningún momento! –gritaba Verónica.
–Me... me duelen los brazos –un quejido salió de su boca cuando la joven siguió atacando contra él a pesar de todo. La posición anterior era aterradora y sin darle tiempo a descansar más de treinta segundos, la Divina le retó a un duelo de espadas.
– ¡No creas que Rafael te dejará descansar! –dio un paso y levantó la espada. ¿La verdad?, lo hizo muy despacio–. Una vez empiece su batalla. ¡Nada los detendrá! –gritaba demasiado.
–Pero, ya no puedo –intentó mantener el ritmo de la chica, pero otra vez tropezó para terminar en el suelo–. No doy para más.
–Levántate. ¡Otra vez! –levantó la espada, pausadamente.
–No puedo –ella le golpeó. Y aunque a veces los golpes no eran la solución, el dolor extremo le hizo entrar en razón–. Lo siento.
–Makishima –Verónica estaba ahora arrodillada frente a él–. Concéntrate, si dudas, todos dudamos –. Los jóvenes que observaban bajaron la cabeza, Makishima no pudo contestar–. Aprenderás a manejar la espada –prometió–. Ganaremos esta batalla.
– ¡Claro! –se levantó agotado, pero con convicción.
–Y recuerda, las palabras tienen poder, depende de ti utilizarlas correctamente.
–Lo siento.
*****Y las horas pasaron volando*****
–Se ha acostumbrado bastante rápido a manejar la espada –dijo Miguel cuando se paseaba junto a Gabriel, al que con gran esfuerzo consiguió atraer para que viera el entrenamiento del chico Mestizo.
–Creo que para él es como un bisturí gigante –asintió al ver los fluidos movimientos que ahora tenían los músculos de Edgar. Debía admitir que disfrutaba de la vista, el cabello despeinado de Makishima, el pecho subiendo y bajando sin control, el sudor que bañaba su rojiza piel, la tierra y arena que manchaba su ropa ajustada. Un poco más de pierna y todo sería perfecto. Un Uriel perfecto; dejó caer la barbilla, hipnotizado.
–No vuelvas a comparar un bisturí con una espada sagrada–. El reproche pasó como agua.
–Fuera de broma –silencio y observación–. Es más fuerte que nosotros, los Arcángeles.
–No que Rafael. Definitivamente no más que Rafael –siguieron con el paseo, tenían poco tiempo para desperdiciar cuando debían entrenar a los chicos emocionados por tener Arcángeles en la Academia.
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Lo que ven todos los Divinos:
Lo que ve Gabriel:
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