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43-Iván y Jorge. Encuéntrame

Sientes tu cuerpo, el aire, el amor y la tristeza. Estas vivo y amas estarlo, disfrutas del éxtasis de existir, de vivir y explorar. Encuentras placer en morir cuando has nacido para crear y dejar algo atrás, si no dejas nada, tampoco es prioridad.

No son palabras sin sentido.

Déjame sentir tu corazón y podrás sentir el mío por igual.

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Día 1

–Lo guiábamos hasta la Academia –informó Mercy. Estaba lo más pegada posible a Makishima, que seguía entre los brazos de Gabriel, habían decidido no bajar a tierra para no perder el ritmo.

–Pues les faltaba mucho camino –el Divino Arcángel Gabriel, se quejaba apartando al Mestizo de Mercy. Sobrevolaban la tormenta que se calmaba conforme Edgar se acoplaba a los latidos de Gabriel. La lluvia había sido la primera en retirarse.

–Con sus alas llegaremos en veinte capítulos –se burló un inteligente.

– ¿"La Academia"? –preguntó el converso. Era la primera vez que oía de ella.

–Está en México, Yucatán. Te sentirás como en casa –Gabriel acarició más de lo normal su espalda, Edgar lejos de incomodarse le agradó–. Ya verás.

– ¿Cómo llegaremos?–. Gabriel lo miró sorprendido y luego con burla. Una agitación recorrió a Makishima–. No juegues–. La felicidad en los ojos dorados del Arcángel era fácil de reconocer como maldad.

–Que comience la avanzada a la Academia –declaró de nuevo el inteligente.

– ¡Maldito!–. El vuelo de Gabriel fue tomando velocidad, aumentando de forma casi imperceptible... porque el Mestizo mantuvo los ojos cerrados en todo momento.

–No querrás perderte esta vista –aseguró su transporte.

–Podre verla cuando quiera –se mantuvo reacio a observar el espectáculo, sintiendo el largo cabello picando su rostro, evitando que pudiera reposar durante todo el viaje–. Por cierto, creí que se oirían tus alas al volar. Las plumas son muy geniales... –seguía con los ojos cerrados.

–Cortan el viento –especificó. No hablaron más, pues aunque sus alas no hicieran ruido el viento les interrumpía alejando el sonido de su voz.

Tras largos minutos llegaron a una playa que Edgar no pudo reconocer, las vueltas que dieron desde quien sabe dónde hasta la costa le habían hecho imposible orientarse. Descendieron sobre la blanca arena con cuidado, casi sin dejar huellas sobre esta. Cada vez estaban más cerca de su destino.

–La Academia no está lejos, pero he llamado para que vengan por nosotros –Mercy guardaba el móvil mientras los guiaba por la abandonada playa, todos terminaban de desaparecer sus alas cuando llegaron hasta la calle con pasos dificultados por la arena.

Pasaron solo veintisiete segundos antes de que Gabriel hablara.

–Los escucho llegar, Edgar ten cuidado al caminar hay... –era tarde, Makishima ya no estaba a su lado, miró abajo y vio cómo toda la pierna izquierda del chico había desaparecido dentro de una alcantarilla mal cerrada–. Oh, mi Escritor –dijo mientras se cubría el rostro.

Solo un segundo que apartaba la mirada de su chico y acababa de nuevo dentro de problemas.

– ¡Puedo salir solo!–. Cuatro Divinos le rodeaban intentando sacarlo. Desesperados y preocupados porque su Salvador estuviera atorado.

Los que estaban en las lejanas camionetas negras, que tenían motores igual de discretos, reían en silencio.

– ¡Respeto! –les recordó Mercy.

Subieron a las camionetas y, aunque le ofrecieron a Uriel (la mayoría ya empezaba a llamarlo así) subirse en la parte delantera con aireacondicionado, se fue a la parte de atrás que iba sin protección, permitiéndole ver una carretera rural y semipavimentada. Gabriel estaba a su lado sin soltarle la mano.

Era una zona poco visitada por turistas, conservando la belleza natural casi intacta, el viento fresco con olor a mar era relajante. El sol descendía poco a poco sobre el mar... como si no quisiera terminar con su ciclo.

*****

Una enorme fortaleza hogareña de cuatro plantas les dio la bienvenida en medio de la liviana vegetación. La construcción se mezclaba con la naturaleza por medio de sus muros, ya que estaban recubiertos por una manta de plantas. También les recibieron cientos de pájaros cantando al acostarse, Edgar extrañaba esos sonidos, nostalgia de cuando vivía en un mundo similar de niño, estaba encantado.

La construcción principal no podía admirarse arquitectónicamente por el mundo de matas* pegadas a los muros, le brindaba bastante personalidad a la estructura.

Desde que habían cruzado el enrejado para llegar a la casa, podía sentir una brisa diferente, como si hubieran atravesado un portal para llegar a un sitio donde se respiraba relajación.

No vieron a nadie cuando entraron, los Divinos que los habían acompañado se despidieron nada más entrar, para que Gabriel y Makishima, junto a Mercy, subieran hasta el tercer piso para conocer a dos chicos de ojos demasiado claros, aun para ser Divinos.

–Este es Makishima –lo presentó Mercy a los críos mientras se alejaba.

Ambos bombardearon a Edgar con palabras atropelladas mientras que, junto a Gabriel, los empujaban a una de las puertas en fila frente al pasillo.

–Disponemos de un servicio de lavado –dijo uno mientras todos entraban al cuarto, y tras cerrar la puerta, hizo ademán de quitarle la chamarra a Edgar, la cual traía bastante destruida–, concédenos tus prendas y por mientras te ofreceremos otras. ¿Desea algo en especial? –estuvieron a punto de recibir una negativa, pero Gabriel intervino.

–Recuerda que has estado mucho tiempo en el Cielo y la hora en México está atrasada –dijo mientras se quitaba su camiseta, la doblaba y hacía entrega al otro chico.

–Comida –respondió entonces Edgar, los chicos sonrieron angelicalmente–, tengo hambre ¿podrían traer fruta, por favor?

– ¿Qué clase de fruta desea? –iban de salida. Les habían dejado ropa caliente y mantas.

–Guayas y mango –contestó con una sonrisa aún más hermosa.

– ¿Y usted, Gabriel?

–Café con leche –resumió mientras se sentaba en la cama.

–Como deseen –se inclinaron, y pasaron solo dos minutos antes de que volvieran con café y frutas peladas con sus adiciones correspondientes.

Gabriel y él ni siquiera se habían puesto de acuerdo de quien primero entraría a la ducha, pues el cuarto también contaba con su propio baño, decidieron que su ropa ya estaba seca y no se ensuciaría más, así que primero comerían.

Los niños Divinos, les dejaron solos luego de pedirles que dejaran la ropa sucia fuera de la habitación para proceder a lavarlas.

Estaban siendo muy serviciales con ellos, demasiado cuidadosos y eso preocupaba a alguien que acababa de bajar de un Cielo en el que querían matarlo.

– ¿Les conoces? –preguntó el chico médico a Gabriel. Estaban sentados sobre la cama, comiendo de la fruta. Tan cerca cómo les era posible, apoyando la cabeza sobre su hombro.

–Sí, creo que se llamaban Iván y Jorge –tomó un sorbo del café. Luego soltó un bostezo.

–Creí que todos tenían nombres de ángeles –contestó contagiado por el bostezo. No podía evitar pensar en Yoleida cuando veía a los niños, casi parecían de la misma edad y ella debería estar igual de tranquila, no al lado de un demente que quería dominar el mundo.

–Si tuviéramos nombres de Ángeles. ¿Cómo se llamarían ellos?

–Buen punto –señaló, sus ojos lagrimearon por el sueño.

Estaban en un silencio para nada incómodo, sino como se describe en la mayoría de las historias románticas, donde se podía simplemente existir sin sentirse oprimidos de justificarse por hacerlo.

–También tenemos nuestros propios beatos –podemos decir que Gabriel se sentía con la obligación de explicar varias cosas al chico, pero digamos que no es un buen momento para eso–, humanos que fundaron una sociedad para venerarnos.

–Creo que tomaré un baño –dijo levantándose e ignorando la información.

–Ok –se quedó con la monosílaba en la boca, Makishima terminó encerrándose–. Bueno, debe ser duro para él.

Lo era, pero lo que más martillaba su conciencia Mestiza era que no podía sentir casi nada, era como si sus sentidos se hallaran apagados, cuando antes podía sentir todo a la perfección.

Tan distraído se hallaba que para cuando se dio cuenta ya había terminado de bañarse, al tiempo que pasó la toalla por su cabello notó que aún tenía jabón en el. Inmediatamente se metió de nuevo, pero sin conseguir tomar control de su cuerpo, veía todo como entre sueños, sin seguridad de hallarse despierto.

Necesitaba aterrizar su mente a la realidad, pero no tenía idea de cómo.

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Matas: Una manera vulgar de llamar a las plantas o árboles, mayormente usado en Yucatán.

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