33-Orson. Sombras (Maratón 2/7)
Paz, calma, falta de preocupaciones... es una condena total, nos hace bajar la guardia. Donde nuestros peores miedos aprovechan para tomarnos de espaldas, lanzándose sin reparo, porque cuando menos te lo esperas la catástrofe espera por ti.
~~~~~
Lo había seguido hasta que se adentraron profundamente en el conocido "Barrio Rojo" de Ginza en Tokio. Jamás había estado tanto tiempo dentro del lugar, poniendo en claro que solo había caminado por ahí para cortar camino, porque tampoco le llamaba la atención los asuntos de los que trataba esa zona, pero Kanon parecía conocer todo el lugar a la perfección, aunque eso no le tranquilizaba en lo absoluto.
Había luces brillantes en todos los establecimientos, personas vestidas de negro deambulaban vigilando que todo estuviera en su lugar, ancianos acompañados del brazo de adolescentes vestidas con faldas demasiado cortas. Las letras fluorescentes prometen cerveza y buena compañía por precios variados.
Todo tipo de personas vagan en busca de lo que Kanon puede darles, emociones para morir.
Después de caminar durante largo rato, entraron a un estrecho callejón y se sentaron a las puertas traseras de un local, en medio de dos grandes edificios. Kanon se largó a buscar emociones, no parecía tener límite, Edgar por fin tuvo un poco de tiempo para continuar reflexionando sobre lo último que había dicho Gabriel. "Nos veremos pronto" buena mentira.
De entre las sombras se escucharon varias voces aproximarse, logró vislumbrar a quienes pertenecían; se trataba de un grupo de hombres, que entre risas y pequeñas peleas caminaban por el callejón. Todo sería normal, si no fuera porque tenían un aspecto bastante temerario, como si dominaran el lugar, paseándose como si de su reino se tratara; bromeaban entre ellos y se empujaban, y así, su mirada se encontró con el que parecía ser el líder del grupo.
Vestía un visible traje blanco, con un cigarrillo entre los dientes, era bastante alto y traía el cabello teñido de blanco pulcramente peinado y recogido en una coleta, sus ojos eran de un café con toques dorados. Detuvo su paso para mirar al chico sentado en el callejón, interesado.
Volteándose a los que le acompañaban, el chico de blanco, les dice algo en forma de orden con lo cual los despidió lejos del lugar. Al verlos alejarse y dejar a aquel sujeto, Makishima tuvo un mal presentimiento, ese malestar se desbordó cuando el tipo volteó hacia él para caminar presuroso a donde se encontraba.
Detuvo sus pasos frente a él y para estar a su altura en el suelo, lentamente se arrodilló. Solo hasta cuando unos centímetros les separaban Makishima sintió el conocido hueco en el estómago. ¡Era un Hijo Divino! Uno tan poderoso como para poder camuflar su presencia tan de cerca. El chico estaba dentro de un deja vú, pero la tensión no le permitía siquiera identificar que así era.
–Tenga muy buenas noches, compañero –el cigarrillo bailó sobre sus delgados labios. Uno nunca se acostumbra al miedo irracional que representa la muerte, no logras dominar sobre ellos, sin embargo puedes mantener el control y no apresurarte a tomar decisiones idiotas. Y ya no estarás frente a la muerte. Pero si no puedes hacerlo, ser un cobarde será la maldición que te salvará.
–Buenas noches –saludó de manera rápida. El tipo de blanco sonrió al escuchar su voz.
–Vaya, creí que eras un Divino, me confundí estando tan lejos –de un ágil movimiento posó una mano sobre la cabeza del delgado chico–. Sip... definitivamente eres un asqueroso Libro –apretó con fuerza, Makishima soltó un grito ahogado–. ¿Qué hace un bicho podrido dentro de mi territorio?–. Demonios. Es un Yakuza. Ah.... sí y seguía siendo un Divino, una increíble fuerza era de su pertenencia.
Con el aire cortado del pánico, no podía contestar. Su corazón latía descontrolado dentro de su pecho.
– ¡Hey!, chico no vas a creerme, encontré... –el miedo también le llegó. En cuanto Kanon dio unos pasos en el callejón, tuvo que congelar su postura.
Los ojos ambarinos perdieron interés en el Libro entre sus manos, sonriendo de forma terrorífica, juntando los labios a los dientes mientras extendía las comisuras hacia los lados. Demasiado terror. El Divino se puso de pie, avanzando ahora hasta llegar a Kanon.
¡Lup dup! ¡Lub dup! El corazón de ambos latía sin control. Incluso parecía estar a punto de detenerse por el esfuerzo, logrando que sus cuerpos no respondieran a sus peticiones de escapar entre las sombras. Estaban extrañamente rodeados de oscuridad, podía jurar que hace unos segundos las luces traseras de los edificios iluminaban perfectamente.
El chico Divino, estuvo por fin frente a Kanon sosteniendo un libro entre sus manos, traía una Dádiva y daba cortas miradas entre las hojas y el Libro. Era obvio lo que significaba. Makishima cerró los ojos, estaban atrapados justo en medio de una cacería. Quiso levantarse e intentar algo, lo que sea, incluso huir sonaba bien.
Congelado por la proximidad que el Divino adquirió respecto a Kanon, mordió con fuerza el interior de su mejilla, levantó sus manos en puños solo para constar que temblaban llamativamente; se abrazó a sí mismo mientras decidía permanecer inmóvil y sentado. Ni siquiera podía tomar el teléfono en su abrigo, apretó los ojos luego de ver como el Purificador acorralaba entre las sombras a Kanon. No podía más, tenía miedo.
Sonidos ahogados de golpes y gritos, huesos quebrándose, silencio amortiguado de un cuerpo siendo arrastrado. ¡Ni siquiera hubo persecución! Edgar comenzó a hiperventilar, en la misma posición siempre, más un ovillo que un ser pensante, el pánico era casi irreal. Su subconsciente tomó la decisión de bloquear cualquier estímulo por medio de la adrenalina, poco a poco, retomó el control de su respiración y con eso pudo atreverse a abrir los ojos.
–P–por... por favor... mátame ya... esto... esto duele –Kanon rogaba por piedad en el suelo, sus asfixiadas súplicas no llamarían la atención de nadie que pasara por ahí. Menos con la mezcla de poca luminaria y lo solitario que de por sí era el sitio.
–Siente el dolor de quienes hiciste sufrir. ¡Pecador! –el Divino le pateó para moverlo un poco a la luz, jugando con él, disfrutando sin ocultarlo en su artificiosa voz. Con su extraño estilo de cabello y traje blanco que ni siquiera había tocado una mota de polvo o sangre.
Sangre. Makishima se fijó mucho más en el suelo, en el cuerpo de Kanon que sangraba por heridas que se abrían de su carne y exponían parte de su interior; en su condición era admirable que todavía estuviese vivo. El Divino no llevaba armas visibles, de hecho tenía las manos en los bolsillos ¿cómo había hecho tal daño?
–Termina con esto. Me duele –parte de los pliegues que sujetan como el mesenterio en forma de abanico, derramaba cada órgano interno sobre el pavimento. Bocarriba intentaba contener la hemorragia presionando con sus manos, era fácil ver que no le quedaban más que unos segundos de vida. Makishima quiso llorar, correr, gritar por ayuda. Pero no podía.
Finalmente el Divino se acuclilló ante Kanon mientras daba una última bocanada a su cigarrillo, lanzó la colilla sobre su cuerpo ya inerte, silbó entre dientes al ver su obra completada. Golpeteó con sus pies mientras escuchaba una canción en su mente, giró con gracia sobre su lugar para mirar al chico que no se había movido entre todo el jaleo.
Cerró los ojos mientras silbaba y bailaba un poco entre cada paso. Acercándose lentamente.
*****
– ¿Qué sucede pajarito? –canturreó sin dejar de caminar–. ¿Creías que un simple fuego puede acabar con sus vidas? –sonriendo caminó hasta mí, mientras que solo podía temblar de terror. Escuchaba como sus pisadas dejaban un rastro de sangre, me fijé, no eran sombras, era sangre que se perdía entre el negro de la calle. Kanon estaba detrás, irreconocible, perforado, con la boca abierta, los ojos inyectados de sangre, abierto por la mitad, perforado de mil maneras. Soy doctor, pero jamás había visto escena similar. Tenía náuseas y me pesaba la cabeza, el cuerpo de Kanon fue de improvisto encendido en furiosas brasas–. ¿Qué clase de juego termina tan rápido?, debemos asegurar que no puedan volver a moverse –me miró con superioridad–. Corre –y sonrió. Dándole un vuelco a mi corazón.
Con una simple palabra desborda mi pánico. Sin nada en mente, me levanté obedeciendo ciegamente. Corro. No tengo idea de a dónde me dirijo. Esta terriblemente mal iluminado, desconozco dónde me encuentro, continúo alejándome torpemente sintiendo la oscuridad seguirme. Parece ser que su habilidad es dominar sobre las sombras, comprendo que no es ninguna ilusión del miedo que estas me sigan por las paredes, por el piso y por sobre mi cabeza. Me estremezco sin mirar atrás.
Jadeó con la boca abierta... estoy muerto.
Mis pasos son demasiado lentos, pronto me atrapará. Solo juego conmigo, no necesita matarme. Pero el terror me domina. Mi pecho arde, estoy agotado. Intento continuar huyendo entre las calles vacías. Me hace tropezar a propósito, sin lograr que caiga, quiere extender la cacería lo más posible. Sofocado pienso en esto, harto y molesto.
Mis piernas pesan. He superado por mucho mi adrenalina, ya no estoy seguro de cuánto tiempo llevo huyendo. Tampoco debería ponerle tanta atención a cuanto llevo, si no a ¿cuánto más podré aguantar? Ahora mismo todo me parece monótono, blanco y negro; los edificios que pasan y las personas que aparto de mi camino son todas iguales, todos se burlan de lo que aquí ocurre. De un cruel destino que no les importa. No puedo hacer más que correr, si me detengo todo acabará. Sombras, correr, morir; mis movimientos se vuelven erráticos. Sigo sin ubicar dónde estoy.
Luego de correr durante tanto tiempo, las sombras parecen aburrirse, así que se enroscan por todo mi cuerpo, atrapando mis brazos y piernas, inmovilizado caí hacia atrás, de espaldas, atraído al suelo por ellas. Fui cubierto inmediatamente, al abrir la boca para gritar, me arrebataron el oxígeno, ahora todo es negro, intento levantar los brazos para apartarme del rostro lo que me impide respirar, pero es imposible moverse, la asfixia llega lenta y dolorosamente.
Dolor, miedo. ¿Así es como moriré...?
– ¿Pero que creen que hacen? –no puede reconocer la voz, aunque no parece ser alguien conocido. Está de pie a la entrada del callejón, con una linterna que apunta hacia donde me encuentro. Las sombras extrañamente retroceden–, ¿qué sucede aquí?
–No ocurre nada Oficial, problemas locales –mi atacante aparece por un segundo, solo para girar e ignorar al intruso, que es más que obvio que se retirará luego de su respuesta, después de todo la policía no podía intervenir en esto, son los seres más influenciables para implantar memorias.
–No, no parecen ser "problemas locales" y aunque lo fueran... –caminó hasta mí, arrodillándose me invitó a levantarme–. No debe intimidar a alguien más débil que usted–. Me apoyé en él, confundido, crucé la mirada entre el Oficial y el Yakuza, quien se veía bastante irritado por el recién llegado. ¿Es que no notaba que ahora sería asesinado?
–Oh... ¿Y es usted más fuerte que yo, Oficial? –un desafío de miradas que parecía eterno, se retaban, si alguien los viera, no dudaría en pensar que se trataba de un intercambio de palabras antes de armarse una gran lucha–. Vale, vale... lo lamento, esa no era mi intención –después se dirigió a mí, intenté retroceder–. Espero hayas aprendido tu lección, no correrás siempre con la misma suerte.
Con la advertencia impresa en la mente, aparté la mirada resignado.
–Disculpe, puedo regresar solo –me solté el brazo del policía.
–Está bien, vaya con cuidado y no vuelva a meterse en problemas por aquí.
–Sí señor.
______________
Créanme cuando digo que odio hacer sufrir a mis personajes, hay cierto punto en que ya no aguanto y quiero que todos sobrevivan. Incluido Kanon.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro