26-Azazel. Llamado al deber
Ja. ¿Lo has oído?, dice que soy cruel. Ordénale callar antes que algo malo le pase. No tiene permitido hablar de mí, nadie lo tiene, solo quien me conoce podría hacerlo y si ni yo misma lo hago ¿qué tanto derecho tienen otros?
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Al abrir la primera página de su libro encontró una sorpresa, una visita inesperada; se trataba de una pequeña catarina completamente roja, se paseaba con total libertad sobre la superficie. La miró unos segundos, curioso observaba cómo iba de un lado a otro sin ubicarse, la tomó con delicadeza paseándola entre sus dedos, el animalito parecía no tener intención de volar. Tras unos segundos de entretenimiento la dejó fuera de la ventana.
Posó un codo en el marco de ésta y su rostro sobre una mano. El clima le ponía nostálgico, tantos momentos que recordar con un aire similar. Suspiró, alejándose de la ventana y de sus memorias.
Fue a la cocina en busca de café y mientras la taza se llenaba lentamente volvió a perderse en el pasado, sin percatarse de cómo la máquina fallaba con el mecanismo y, en vez de servir café, derramaba una mezcla de chispas. El notable olor a quemado le alertó ya tarde; la cafetera estaba arruinada. El café tendría que esperar.
Tuvo que dejar atrás la cocina para entrar al baño.
Se ajustó la corbata mirándose al espejo, enderezó la placa sobre su pecho y sonrió a su reflejo, estaba impecable. Salió de casa para cerrar con llave y caminó hasta detrás del edificio, desencadenando su bicicleta para manejarla hasta la cabina de policías de la prefectura. La calle estaba en silencio, un extraño silencio. No había nadie cerca.
Pedaleaba con tranquilidad, admirando la pequeña ciudad con el ligero viento sobre el rostro. La mañana aventuraba sobre un buen día, eso fue hasta que un ruido en la llanta delantera le obligó a bajar de la bicicleta; sorprendido constó que la llanta había reventado. ¡Qué mala suerte! Y eso que eran nuevas. Suspiró mientras observaba el daño con resignación.
La llevó caminando a un lado, con ese extraño sonido aún sonando, quizás también se había roto de alguna otra parte. Ahora traía una extraña mueca en el rostro; le quedaban solo unas cuadras hasta el trabajo, sabía que en la esquina se encontraba una máquina dispensadora donde compraría su tan necesario café.
Al separarse de la bicicleta para comprar, un pedazo de su camisa se atascó en una parte de la bicicleta, y sin querer, desgarró su uniforme. ¡Quedó atónito! Vaya día, y apenas iba empezando.
Con la leche tibia que había conseguido (no encontró café en la máquina), se aproximó totalmente agotado a la cabina de policías; abrió la puerta y la halló vacía. Hizo otra mueca y estacionó la bicicleta afuera. ¿Dónde se había metido el policía al que tenía que relevar?
Cuando regresó se sentó en el repleto escritorio, el papeleo no se haría solo y menos si tus compañeros escapan del trabajo. Tomó las primeras hojas y las leyó detenidamente, fue pasándolas una por una y ordenándolas según el cometido, juntas de seguridad, pedidos de pláticas a las escuelas, denuncias menores de objetos perdidos, de recuperación, etc... eso era lo más normal de su día.
Hasta que, uno de los tantos papeles que sostenía se deslizó con facilidad de sus manos otorgándole un corte limpio; gotas de sangre cayeron sobre el papel, cuando se inclinó a recogerlo vio cómo su sangre sobre el papel se movía para formar una especie de símbolo que comenzó como un simple círculo. Se alejó tirando todo el trabajo realizado con las hojas. Un hombre apareció de la nada dentro de la solitaria cabina.
-Hola, Yuusuke Takashi -saludó. Su voz le incitaba a responder.
-Hola -contestó con los ojos muy abiertos.
*****30 segundos después*****
- ¿Q-quién eres? ¿Cómo apareciste de la nada? -preguntó el policía.
El extraño rio con inocencia. Su cabello dorado brillante formaba ondas a su alrededor, tenía unos ojos grandes y expresivos de color azul celeste, sus labios eran finos y marcados, los mordía mientras reía.
Era la risa más falsa que había escuchado en años, pero por alguna razón no parecía serlo del todo.
-Me llamo Azazel -guiñó un ojo-, y tengo planes contigo.
- ¿Okey?
-Soy un Demonio, y no aparecí de la nada -recogió el papel con sangre-, fue por un portal -la mancha de sangre ya no era una mancha, formaba una especie de pentagrama con líneas tan bien dibujadas que parecían hechas con regla.
Sudor frío comenzó a deslizarse por su espalda.
- ¿Un Demonio? -la mueca en su rostro era la mayor que ponía en todo lo que iba de la mañana.
-No pareces creerlo -traía ropa negra, todo detalle suyo era de ese color-. Observa mi poder, humano.
-Aquí unidad 045, tenemos una intromisión en el área doce de la Prefectura... -no tenía plan de dejar a un loco rondando en torno a su vecindario.
- ¡E-espera!-. La radio en mano del oficial desapareció a través de un portal que apareció de pronto.
- ¿Cómo hiciste eso? -paralizado en su pose, poco a poco entraba en razón.
-Te lo dije, mira bien -aquel portal por el que desapareció su comunicador, hizo aparecer una lata de café que cayó en su mano-. Puedo saber lo que más deseas -sonrió, tendiendo la lata de café hasta él.
Aún con desconfianza, extendió la mano hasta el ofrecimiento, casi rozando sus dedos. Pasó varios minutos analizando la lata, no parecía haber nada extraño en ella, la dejó sobre la mesa junto a la pila de papeles.
-Bien, "Azazel" -cruzó los brazos-. Habla.
No hace falta resaltar que ninguno aguantó más de diez minutos de conversación. Resumiendo, Azazel expuso su origen, Yuusuke le creyó. Y eso solo molestó al Demonio. ¿Quién le cree de la nada a un extraño?, pudo haber sido una broma. Y bien. ¡Vio aparecer un portal! ¡Hizo aparecer una lata y desapareció su radio! Sí, pero lo estaba tomando con demasiada calma, asintiendo y siguiéndole la corriente.
Ese chico no era normal. Parecía que la broma era para el Demonio.
-Olvídalo, renuncio -dijo el Demonio. Al darse la vuelta para retirarse Yuusuke apresó una de sus manos tomándole por sorpresa, con fuerza trató de liberarse y le hizo un rasguño profundo al Oficial, la sangre se derramó hasta su codo. Sin embargo, Yuusuke no hizo ninguna expresión de dolor-. Lo sien... ¡Fue tu culpa, no debiste tocarme!
-Tomaré la responsiva-. Su seriedad mataría al ente demoníaco, pero mientras, le acercó de nuevo-. Pero no te vayas.
- ¿Sabes que soy un Demonio? Digo, lo tienes claro, ¿verdad?
-Desde que apareciste de la nada en mi oficina.
-No fue de la nada, fue por el portal -volvió a explicar.
-Como sea.
-Si, como sea -rodó los ojos, aún sin poder soltarse de las manos humanas-. Debo cumplir mi parte del contrato, si me quedo.
- ¿Eso me afecta?
-Más de lo que me gustaría-. ¿Desde cuándo podía expresar su opinión personal con tanta facilidad?
-Pues bien, ¿qué quieres que haga?
-Que llames a un amigo... -sabía que esto no sería fácil. Ya no quería hacerlo; sin embargo renunciar sería malo para su hermana. Que tu primer trabajo fuera tan importante, todos sabían que no era lo más lógico.
-Si solo es eso, puedo hacerlo.
-Mañana hablaremos de los detalles; hoy no me siento bien.
-Entonces, ¿te quedarás? -se apresuró sin evitar apretar su agarre.
-Eso creo.
*****
- ¿Por qué me pediste que me quedara? -saliendo de tomar una ducha rápida [el chico había insistido varias veces]. El demonio comenzaba a sentirse vulnerable frente a los ojos del desconocido llamativo y nada expresivo policía.
-Seré sincero -seguía mirando demasiado-, porque tú has sido sincero-. Azazel tragó. Yuusuke sonrió mientras se levantaba de donde estaba-. Hace tiempo, estuve solo por muchos años. Llegar y encontrar una casa solitaria y silenciosa, es triste. Deseaba compartir mis comidas, hablar regularmente con alguien, pero tampoco había nadie que sintiera que me entendiera del todo... por no hablar de tener una pareja.
-Okey -intentó parecer nada interesado, y el chico siguió observándole con detenimiento, más de cerca.
-Luego -retomó-, un amigo vino para quedarse conmigo y fueron los mejores años que puedo recordar -sus ojos se encontraron-. Eso había estado pensando toda la mañana -continuó-, creo que para los dos fue un buen momento para compartir.
-Oh-. El extraño chico policía rio por su reacción tan apática.
-Pero él se fue, y parece que encontró a alguien con el que puede estar de igual forma agradecido -el rostro inexpresivo de Gabriel llegó a su mente. Esa figura dominante de alguien que podía hacer frente a su propia tristeza y ayudar a otros, aquel que era tan asocial que parecía amargado-. Es un tipo rudo, atractivo, te hace pensar que sonreír es una enfermedad.
- ¿Por qué estas agradecido con ese chico que te dejó? -sorprendido de su propia pregunta no se retractó. Y luego, el chico solo pudo sonreír.
-Porque me ayudó a mejorar -habló de inmediato-. Era mejor que este novato policía, en muchas cosas y repito, fui completamente feliz todo el tiempo que estuvo conmigo-. Azazel le miró mal, aún no entendía a donde iba todo esto-. En fin -dejó escapar un suspiro-. Éramos un apoyo mutuo, ya que al principio de nuestra convivencia noté que había olvidado algo tan sencillo como quitarse los zapatos antes de entrar a una habitación.
-Parece un tonto.
-Era tan inofensivo e indefenso, solo hice lo que cualquiera hubiera hecho -lo tomó por los hombros, Azazel seguía escuchando-. Cuidar de él.
-Mmm...
-Verte en ese momento en la oficina me recordaste a ese chico.
- ¿Disculpa? -un poco ofendido e interesado, dejó la boca abierta.
-Oh, bueno -dispersó la mirada, tal vez no escogió las mejores palabras-. Parece que extraño de cuidar de alguien.
- ¿Tu? -señaló burlón-. Entonces, ¿quieres cuidar de mí? -de repente, sintió de nuevo el vacío bajo sus pies.
- ¿Si? -ahora él dudaba.
El demonio lo pensó unos segundos, sin dejar de mirarle.
-Claro... -sonrió despectivo, ahora lo entendía; este chico era un rarito. Podría intentarlo un tiempo, ¿por qué no?
- ¿Dónde firmo? -se emocionó el humano. Azazel gesticuló con negación.
-No haré un contrato contigo, será entre nosotros.
-De acuerdo.
De pronto a Azazel no le parecieron tan carentes de emoción los ojos del humano como en un principio.
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Azazel°°°°°°°
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